sábado, 2 de diciembre de 2017

Esta niña debe vivir: tres cuadernos 1941-1944, Dies Kind Soll Leben , Helene Holzman

Resultado de imagen de esa niña debe vivirLos libros de testimonios tienen el valor de mostrarnos los hechos desde el prisma de lo vivido en primera persona o referenciado desde la primera persona. La memoria es frágil y los recuerdos se tergiversan con el tiempo, en ocasiones se endulzan, en otras no, pero lo que no podemos poner en duda es el valor vivo que tiene la narración desde el yo de hechos que existieron y que, como en  este libro, pueden ser contrastados desde la objetividad. 

El tema del holocausto ya sabéis que me atrae, la anterior entrada que hice fue sobre la magnífica novela de Israel Yehoshua Singer que nos pone en antecedentes, hasta la revolución bolchevique, de los diferentes progromos rusos y polacos y que nos aclara, a los lectores, las causas íntimas del odio sin sentido hacia los judíos. No ha sido una casualidad que haya hecho las entradas por este orden, ni que haya leído ambas novelas de manera simultánea, no, porque quería saber, por eso opté por la literatura y el testimonio.
El testimonio se caracteriza por oraciones breves, con muchos puntos y escasa subordinación, es decir, los recuerdos brotan a golpes que la autora recoge como si fuera un metrónomo, constante e implacable, para que el lector, a mí me ha ocurrido, sienta la desazón y angustia, la ansiedad podría decir, de una lectura abrupta y descoordinada en muchos casos que solo tiene un fin, trasmitir el horror del genocidio y la connivencia y ceguera de muchos lituanos alemanes, en este caso. Ese valor último de la obra la dota de una fuerza inmensa, de un poder incuestionable que ayuda a su fin. Su valor literario no es notable, ni mucho menos, en ocasiones es una escritura infantil, sencilla, pero su fuerza, la descripción de lo dicho, lo implacable del testimonio, de lo narrado, convierten la obra en un huracán.
Es interesante comprobar que coincide con Singer en su acerada crítica al nacionalismo que implicó el pretendido espíritu del pueblo como principio nucleador de la realidad por encima del individuo, vamos, eso de un destino en lo universal; y es curioso porque detectan sus devastadoras consecuencias, la aniquilación del yo y el establecimiento de seres superiores e inferiores, de hombres dotados de una capacidad histórica, o un destino histórico, y otros relegados a ser vasallos y esclavos. Brillante.

Durante ocho años, el nacionalsocialismo se había hinchado como un fantasma, cada vez más. En nuestros viajes a Alemania, veíamos cómo echaba a perder a la gente, la atontaba, la engañaba con un falso socialismo aparente; y [cómo] el loco antisemitismo segaba implacable la vida de miles de alemanes, tan buenos alemanes como todos los demás, sólo porque, según la nueva locura, no eran «arios».

Los «nacionales alemanes» de todos los países estaban infectados de esa locura.

Y ese hecho conlleva el victimismo, es ineludible, porque el demagogo hace creer al hombre sencillo que tiene unos derechos superiores, que los demás les roban, que no son apreciados por su inteligencia y que sus derechos son más elevados, diferentes y deben conllevar el sometimiento del que no los tiene, el enemigo está creado, en este caso el judío.

¿Qué pasó en el año 33? Los alemanes que hasta entonces habían florecido y prosperado en el Estado lituano se sintieron de pronto insatisfechos. De pronto pensaron que se les oprimía. Que no se les reconocía, que había que concederles nuevos derechos. Después de los primeros progromos en Berlín, los estudiantes judíos dejaron el Liceo. Para los alemanes, fue un motivo más para alimentar su recién despertado antisemitismo. Los clientes alemanes dejaron de acudir a nuestra librería, a la que venían lituanos, judíos y alemanes por igual. Mi marido, que hasta entonces había sido alemán para todo el mundo, de pronto dejó de serlo para los alemanes: era judío[...]
Un trabajo de zapa sistemático llevado a cabo durante años por el régimen nacionalsocialista había preparado el terreno. Todas las desigualdades, las dificultades de la vida, la carestía y el paro causados por el signo de la guerra que se avecinaba, todo fue atribuido a los judíos. Había llegado el día de la venganza, fustigaba la propaganda los oscuros ánimos, el momento en el que era posible apoderarse sin daño alguno de las propiedades de los judíos, que para muchos eran motivo de envidia.  
Y se entendió que contra el nacionalismo no valía la palabra, la discusión, porque se puede discutir con quien quiere discutir, con quien está dispuesto a entender que puede equivocarse, con quien está dispuesto a mirarte como a un igual, pero contra quien te ve como un mísero despojo, un trozo de basura sin inteligencia, simplemente, no se puede hablar, es imposible porque querrá aniquilarte, es su naturaleza.

Comprendimos que es ocioso polemizar contra el nacionalsocialismo, que sólo hay un arma contra él: las armas.

Evidentemente el libro cuenta las barbaridades que se hicieron contra los judíos y contra los prisioneros de guerra rusos en Lituania, lo hace de manera sistemática, denuncia lo que ha visto y lo que ha oído, su deber es servir a la memoria.

El médico jefe de todos los campos estonios era el jefe de asalto Franz Bodmann. Sirvió de comadrón a dos mujeres y arrojó vivos al horno a los recién nacidos. Inyectó 50 gramos de gasolina en el corazón a tres mujeres que habían enloquecido. Murieron entre espantosos tormentos[...]
Los acontecimientos habían mostrado con claridad a todo el mundo en el gueto, y a todos nosotros fuera, que se planeaba la total aniquilación. Teníamos que hacer esfuerzos aún mayores, arriesgar aún más, para ayudar al menos a unos pocos más. 

Como he comentado muchas veces habla por boca de otros, porque lo ha oído o se lo han contado, sin embargo a la autora le mueve el principio de veracidad e intenta exponer los hechos lo más honradamente posible.

Sin embargo, las dudas acerca de su veracidad pronto se disiparon, porque los distintos testimonios coincidían.

 
El libro lo tenemos en Galaxia Gutemberg, localizable en Casa del Libro y librerías en internet. Os dejo la anotación del propio libro, me ha sido imposible encontrar en internet la referencia de la editorial, pero sí os dejo los datos de compra. Saludos


Nº de páginas: 400 págs.
Encuadernación: Tapa dura
Editorial: GALAXIA GUTENBERG
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788481095142


Helene Holzman (1891-1975), autora de estas estremecedoras memorias. Era alemana de nacimiento, lituana de adopción, descendiente de judíos, pintora de renombre y profesora de dibujo, estaba casada con un intelectual cosmopolita, Max Holzman, alemán, aunque parece que de sangre `contaminada`, su pasión era la literatura y se dedicaba al comercio de libros.Con la entrada de las primeras tropas alemanas en Kaunas se truncó de golpe el destino de los Holzman. Max y Marie —la mayor de las dos hijas del matrimonio— fueron detenidos de inmediato por partisanos cazajudíos. Al librero lo fusilaron al día siguiente, Marie volvió a casa, pero al ser una pacifista que incluso visitaba en el hospital a los soldados alemanes heridos para convencerlos de la inutilidad de la guerra, acabó por caer otra vez en manos de los patriotas. Encarcelada durante semanas, la asesinaron en diciembre de 1941 durante la llamada `gran acción`, que costó la vida a los detenidos políticos y a 10.000 judíos de Kaunas, uno de los lugares más remotos del Holocausto.

Tras perder a su marido y a Marie, a Helene sólo le quedaba Margarete, la hija pequeña. En su desesperación y a la vista del desmoronamiento moral que la rodeaba, del peligro que corría su vida, sólo la mantuvo viva la idea de que su pequeña debía vivir a toda costa. De ahí el título que más adelante adoptarían sus recuerdos. Madre e hija se libraron de momento de ir al gueto por su procedencia alemana. Abandonaron su espaciosa casa y se refugiaron en la pequeña cabaña de dos rusas, Las Natachas.

En torno a las nuevas amigas acabó formándose un círculo exclusivamente femenino —los maridos, novios, hijos, habían muerto o estaban presos— que empleó toda su fortaleza e ingenio en ayudar a los habitantes del gueto, bien enviándoles comida, escondida de mil maneras, o bien llegando incluso a evadir personas a través de las alambradas, sobre todo niños, a los que luego alimentaban y daban cobijo.

Estos `tres cuadernos` los redactó Helene en el año 1944, a salvo ya de la locura colectiva que le tocó padecer, pero acusando las huellas indelebles del sufrimiento: su prosa concisa, su objetividad exenta de sentimentalismo son un poderoso antídoto contra la punzada de unos hechos traumáticos, indelebles e imperdonables. Por lo demás, si por una parte el relato testimonia la transformación de cientos de ciudadanos `normales` en bestias feroces ávidas de rapiña, si da cuenta de los crímenes perpetrados por lituanos y nazis, por otra da fe de la grandeza humana de esas valerosas mujeres, todas ellas `marcadas`, como señala Holzman, con la estrella amarilla que debían llevar como distintivo los judíos, o con el hierro candente e invisible de la vida rota.

El prestigioso premio alemán Hermanos Scholl le fue concedido a Esta niña debe vivir con la observación de que `en su calidad de testimonio individual impresionante y profundo bien merecía figurar junto a los diarios de Ana Frank y Victor Klemperer`. En cualquier caso, la historia de Helene Holzman y sus amigas demuestra que a las locuras colectivas provocadas por ideologías y fanatismos siempre acaba por oponérsele el valor individual, hijo del amor a la libertad y la solidaridad espontánea con los que sufren, y que la saludable educación humanista, encaminada a salvaguardar la dignidad humana, cuando arraiga en buena tierra da sin rémora sus frutos.

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