Yo creo que siempre se establece un debate, cuando se lee una obra de un autor conocido, en si esta es parte significativa de su obra o, por el contrario, obedece a un accidente en la misma. Es una dialéctica recurrente, alejarse de ella es muy difícil, me explico. La gente como vosotros o yo, si leéis este blog, es porque os gusta la literatura, leer, disfrutar con vuestra experiencia, compartirla y conocer qué más dicen otros lectores sobre la misma obra: ¿su experiencia se asimila a la mía? ¿Ha disfrutado de la misma manera? ¿Pensará, acaso también, que es una obra maestra? Estas preguntas nos abordan sin darnos cuenta, por eso, aun permaneciendo ajenos, nos acercamos a lo dicho por otros, a los suplementos para confirmar o refutar nuestra opinión en la materia. Por eso, antes de seguir leyendo lo que os voy a contar, os recomiendo que leáis lo que he puesto tras datos de interés, porque recojo diferentes puntos de vista de diferentes medios y quiero que hagáis la prueba, que me digáis si os ha influido en vuestra decisión o si, por el contrario, lo único que ha hecho ha sido acompañaros en vuestra lectura.
Todo esto lo comento porque, en esta ocasión, me ha sido muy difícil sustraerme a lo dicho. Rafa Chirbes en mucho Rafa Chirbes. Lo primero que he hecho es no pensar, dejarme llevar por lo dicho, exclusivamente por lo dicho, por cómo lo dice, por qué dice, olvidarme de Crematorio, por ejemplo, olvidarme de si la homosexualidad arriba o abajo, y leer. Lo segundo que he hecho ha sido observar el estilo, lo he encontrado maduro, fluido, mucho más fresco que en sus anteriores libros, casi me atrevo a deciros que juvenil, y me ha extrañado, hay cierta imperfección que me ha gustado mucho, cierta inocencia latente que he encontrado entrañable. Por último he intentado descubrir los elementos de la trama, la construcción de los personajes, sustraerme a la tentación de decir, ya sabéis que es muy socorrida, de si la obra es autobiográfica o no. Somos unos cotillas, pero a mí, qué más me da si lo es o no, lo que importa es el cómo, es la literatura que no dejamos de observar en cada párrafo, la maestría en el estilo, el intento de explicar la historia, de ficcionarla y de crear, eso es lo verdaderamente notable, si conseguimos no escuchar nada, o dejarlo guardado en un apartado de nuestro cerebro, todo lo que nos han dicho que hemos de encontrar en ella.
A mí me ha parecido literatura en estado puro, una trama bien construida, un libro muy trabajado, redondo, donde la homosexualidad es una circunstancia como podría ser la la muerte o la guerra, en que las relaciones, el egoísmo, las inquietudes de dos amantes van trascurriendo a través de la postración por SIDA de Michael,(Yo no quería pertenecer al ejército de las víctimas, ni siquiera como acompañante...nada de flujos, de salivas ni contactos, pensaba, no puedo abandonarme al mal como él se abandonó, no puedo dejarme capturar, no soporto convertirme en víctima) y las relaciones paterno filial, el amor, la convivencia en pareja, que van apareciendo para estructurar el dolor, la alucinación y la ausencia. Porque en este libro se nos describe la exaltación del amor, la hermosa paradoja del deseo, el alejamiento, o la indiferencia culpable (Y lo abracé con fuerza. No me dejes solo, le pedí. Durante unos días, lo abrazaba, lo penetraba y me dejaba penetrar por él). Es posible que te enganche o no, eso es gusto lector, por supuesto, por eso debe ser tu elección el acercarte a él o no.
También nos habla de los recuerdos, de las otras historias que configuran la vida de los personajes, que los hacen ser, que les dan las dosis exactas de verosimilitud que necesitan.
Las imágenes se embarullan en mi cabeza, se mezclan, pasado y presente, lo que conozco de oídas y lo que he visto, y forman un bucle en el que me pierdo porque el cuarto de hospital en el que otros dos cuerpos se extinguen tendidos en sendas camas al lado de la que ocupa Michel se convierte en la casa que sólo conozco por su narración, la que ni siquiera existe porque, según lo que él me ha contado, era poco más que una chabola y la derribaron hace bastantes años: oscuridad de noches sin luz eléctrica, sonido de goteras cayendo sobre los muebles, lejano tronar de proyectiles, y, acurrucado en su cama, allí dentro del hospital, un hombre maduro muerde asustado los dedos de su madre –hijo, no tengas miedo–, y hace frío, y todo está húmedo, y a pesar del miedo él nota el olor de la mujer y siente desagrado y culpa por ese desagrado.
Todo en París que aparece como un secundario, presente discretamente.
El aire, la piedra, el cauce del Sena, nebuloso pastis disuelto en agua, el color de la ciudad de París durante semanas enteras, las fachadas gris perla, el gris de la neblina que se prolonga y envuelve el de muelles y puentes, monocromo, húmedo y obsesivo, hasta que, de pronto, el aire se fragmenta en infinidad de partículas, y los copos de nieve componen un cuadro puntillista.
También nos habla de los recuerdos, de las otras historias que configuran la vida de los personajes, que los hacen ser, que les dan las dosis exactas de verosimilitud que necesitan.
Las imágenes se embarullan en mi cabeza, se mezclan, pasado y presente, lo que conozco de oídas y lo que he visto, y forman un bucle en el que me pierdo porque el cuarto de hospital en el que otros dos cuerpos se extinguen tendidos en sendas camas al lado de la que ocupa Michel se convierte en la casa que sólo conozco por su narración, la que ni siquiera existe porque, según lo que él me ha contado, era poco más que una chabola y la derribaron hace bastantes años: oscuridad de noches sin luz eléctrica, sonido de goteras cayendo sobre los muebles, lejano tronar de proyectiles, y, acurrucado en su cama, allí dentro del hospital, un hombre maduro muerde asustado los dedos de su madre –hijo, no tengas miedo–, y hace frío, y todo está húmedo, y a pesar del miedo él nota el olor de la mujer y siente desagrado y culpa por ese desagrado.
Todo en París que aparece como un secundario, presente discretamente.
El aire, la piedra, el cauce del Sena, nebuloso pastis disuelto en agua, el color de la ciudad de París durante semanas enteras, las fachadas gris perla, el gris de la neblina que se prolonga y envuelve el de muelles y puentes, monocromo, húmedo y obsesivo, hasta que, de pronto, el aire se fragmenta en infinidad de partículas, y los copos de nieve componen un cuadro puntillista.
Una gran novela. Lo podemos encontrar en Anagrama, y aquí os dejo, como siempre, datos que van a ser de vuestro interés.
ISBN 978-84-339-9802-6
EAN 9788433998026
PVP SIN IVA 15,29 €
PVP CON IVA 15,90 €
NÚM. DE PÁGINAS 160
COLECCIÓN Narrativas hispánicas
PUBLICACIÓN 13/01/2016
El narrador de esta historia, un joven pintor madrileño de familia acomodada y afiliado al Partido Comunista, rememora, a modo de urgente confesión que posiblemente se deba a sí mismo, y en la que a ratos parece justificarse, los pasos que le han llevado al último trayecto de su relación con Michel. Michel, el hombre maduro, de cincuenta y tantos, obrero especializado, con la solidez de un cuerpo de campesino normando; el hombre que lo acogió en su casa, en su cama, en su vida cuando el joven pintor se quedó sin techo en París; Michel, cuya entrega sin fisuras le devolvió el orgullo y lo libró del desamparo, hoy agoniza en el hospital de Saint-Louis, atrapado por la plaga, la enfermedad temida y vergonzante. En el principio fueron los días felices, los paseos por las calles de París, las copas en el café-tabac mientras duraba el sueldo, el alcohol y el deseo, el placer de amarse sin más ambición que la de saberse amados. Pero, pronto, los lienzos arrinconados en el modesto apartamento de Michel le señalan al joven que sus aspiraciones están muy lejos de esa habitación sin luz, de una relación de patio trasero que comienza a quebrarse a la vez que se acentúan los efectos de las procedencias desiguales, las diferencias de clase, de edad y de formación, pese a la firme convicción de Michel de anteponer a todo un amor indestructible y eterno... aunque también posesivo y asfixiante.
Rafael Chirbes dio por terminada Paris-Austerlitz en mayo de 2015, meses antes de su fallecimiento, tras veinte años de escritura abandonada y retomada intermitentemente. A ese riguroso y exigente empeño debemos una historia que indaga en las razones del corazón, tan espurias en ocasiones como irrenunciables, sin asumir como cierta la naturaleza consoladora del amor o su fuerza redentora, enfrentándose con valentía a la posibilidad de que, aunque nos pese, el amor no lo venza todo.
«Rafael Chirbes es uno de los mejores escritores españoles, uno de los grandes autores europeos de nuestro tiempo» (Florence Noiville, Le Monde).
«Llega “otro” Chirbes. Magnífico… El infierno y el paraíso del amor, los restos de su naufragio, las ilusiones de los primeros momentos, el desencanto… Páginas intensas, directas, sin concesiones… Nunca como ahora se había adentrado Rafael Chirbes en la selva de la pasión. En el libro, el más autobiográfico, todo está contenido y todo se desborda… Supone un giro absoluto respecto a novelas como En la orilla… Y nos ha dejado en silencio. Asombrados. Con ganas de más. Con el propósito de volver a leerlo. Como si no nos importara otra cosa» (Manuel Llorente, El Mundo).
«Una novela breve soberbia, digna del talento y el oficio de su autor… Rafael Chirbes se nos muestra en estado de gracia en el control del qué y el cómo. Es directo y profundo, valiente y certero. No es concisión lo suyo sino algo que tiene mucho más que ver con la precisión, con la lucidez, con la verdad poética de levantar el telón, ver lo oculto, volverlo a bajar y tratar de olvidar lo visto. No sales igual que entras en esta estación de París Austerliz… No hay comparación al narrar la carnicería que es amarse… La disección de esa enfermedad llamada amor que hace Rafael Chirbes es certera, salvaje y valiente, en cierto modo, racionalmente incontestable» (Carlos Zanón, El País).
«Esta novela, que es una joya de honda expresividad, actúa como si quisiese decirnos que nada queda al margen del dominio de unos sobre otros» (J. M. Pozuelo Yvancos, ABC).
«Es inevitable pensar que el escritor tenía cuentas pendientes consigo mismo y con sus lectores, que le movía –consciente o inconscientemente– cierto ánimo testamentario –testamento negro–, la necesidad de una traca final, de un último estallido, de formalizar un demoledor legado… Del amor, visto con el pesimismo, la dureza e, incluso, la crueldad de Chirbes. Según iba leyendo este texto implacable, comencé a pensar en el atroz universo de pintores como Lucien Freud y Francis Bacon… Con toda la precisión de una prosa decidida a no desviar la vista del dolor, de la pobreza, de la miseria moral. ¿Libro del desasosiego? Éste… Lejos del chispeante colorido impresionista y de la bohemia dorada, París no es una fiesta, amar no es una fiesta, vivir no es una fiesta. Chirbes, con inequívocas raíces literarias españolas, pone al día otro discurso: el de las fotografías de Eugène Atget y las novelas de Jules Vallès, Eugène Dabit y, por supuesto, Jean Genet. Un mazazo. Ahí queda eso y ahí os quedáis, parece decirnos Chirbes mientras se dirige (se dirigía) a la puerta de salida» (Manuel Hidalgo, El Cultural).
«Rafael Chirbes dejó esta novela lista para su publicación unos meses antes de su muerte, y ni siquiera la aparente precipitación de las últimas páginas puede atribuirse a ese adiós prematuro, porque la brusquedad que transmiten es consistente con el desenlace de la trama… Nada suena impostado en la novela Paris-Austerlitz, donde la montaña rusa de euforia erótica y abatimiento, de elevación y desplome, trasuda una fuerza y una verdad al alcance de pocos escritores» (Domingo Ródenas, El Periódico de Catalunya).
«La novela está construida en una composición perfecta, basada en simetrías estructurales que intensifican la unidad del proceso amoroso contado en subjetivo desorden desde un presente narrativo… Es su novela más íntima, la más conmovedora (junto conLa buena letra), tan dura y pesimista como sus dos últimas… Escrita con la perfección, concentración e intensidad de las mejores novelas cortas» (Ángel Basanta, El Mundo).
«Se aprecia la influencia indirecta de Luis Cernuda y su conocida oposición entre la realidad y el deseo, los vaivenes de la vehemencia erótica y el azar del enamormiento insospechado… Destacan aquí conceptos como la esencial búsqueda del placer, el amor como una fluencia de dominio y sumisión, las inevitables recriminaciones culpabilizadoras, la mala conciencia del desenamoramiento, la frustración de la promiscuidad o hasta el clásico amor más allá de la muerte… Una obra de perfecto desarrollo argumental, acertado planteamiento temático, excelente construcción psicológica de los protagonistas, un ritmo temporal preciso y medido, una lograda amenidad de la trama, definitiva muestra del mejor realismo intimista, alta literatura comprometida con la condición humana» (Jesús Ferrer Solà, La Razón).
«Literatura de calidad extraordinaria… Leí la novela con angustiosa rapidez, con acelerada atención, que me atrapó su fuerza desoladora, su esencia trágica que consigue conmover y que la convierte en una obra de arte… La economía de recursos es admirable, la difícil contención no evita la intensidad de las emociones y la profunda humanidad esencial de los hechos narrados. Léase» (Antonio Garrido, Sur).
«A veces, Jean Genet, aquel lírico ladrón, rebelde con causa, en el recuerdo. A veces, el dolorido Marlon Brando de la película de Bertolucci, también. Ahí, sin embargo, en el reverso de lo idílico, en el cuarto oscuro –real y metafórico– de cualquier ciudad, París también puede ser una fiesta. Una fiesta –como todas, en realidad– que pasará factura, que pondrá sobre la mesa las consecuencias de todos los excesos: el alcohol, las drogas, el sexo sin protección. Las consecuencias de vivir en determinados filos, de alcanzar numerosos límites... El amor como trampa mortal. Las leyes de atravesar determinados deseos. Sus consecuencias. Sus desafíos. Sus peligros… Rafael Chirbes ha escrito una novela desgarradora y hermosísima. Esta novela, la última de un escritor al que empezamos a añorar justo en el momento en que descubrimos su muerte, sobrevuela sobre el resto de su impecable obra para situarse entre sus textos más íntimos, feroces, delicados, sublimes» (Ovidio Parades,El Huffington Post).
«Hay quien ha dicho que lo acabó precipitadamente, pero la depuración de lo superfluo que se advierte en estas 153 páginas más bien indica que, al contrario, lo que hizo fue podarlas, dejar que en ellas solo quedara lo esencial… París-Austerlitz conecta con Mimoun, la primera novela de Chirbes, publicada en 1988… Es así en lo que se refiere al tema, pero no lo es en la radicalidad que ha ganado el enfoque de éste en la escritura de Chirbes ni en la sabiduría del estilo adquirida durante el más de un cuarto de siglo que media entre ambas novelas… Una magnífica y sobria novela realista» (Iñaki Ezquerra, El Correo Español).
«En sus páginas, pocas y más que suficientes, calibramos otra vez el peso de la historia común en las historias de cada uno y sentimos vértigo en las curvas del corazón, esos giros del camino que nos llevan de la euforia y la gratitud al aburrimiento y la huida… Sin duda, ninguno de los libros de Rafael Chirbes tiene una carga autobiográfica como la que soporta éste, y ese conmovedor grado de verdad se le nota y deja al lector sobrecogido. Las novelas del autor de La caída de Madrid no tratan de lo que pasa en ellas, sino de lo que le ocurre por dentro a sus personajes, que es una metáfora de las emociones de cualquier persona y, en su caso, también un retrato de lo que ha acontecido en nuestro país desde el final de la Guerra Civil hasta nuestros días. Por saber, Rafael Chirbes supo estar y ha sabido cómo despedirse» (Benjamín Prado,InfoLibre).
«Su obra más cruda y personal. La que, posiblemente, nunca se hubiese atrevido a defender, conociendo la reserva con la conducía su vida privada. Chirbes es pletórico en la prosa de sus imágenes, certeras y dañinas. Es posible que sea ésta su pieza más directa y descarnada, la que más profundiza en el paisaje interior de los personajes» (Peio H. Riaño, El Español).
«Un relato apasionado, sobrecogedor y nada ideologizado sobre la homosexualidad… Nada sobra todo queda; permanece en la memoria literaria que nos ha dejado este gran escritor como testamento.Paris-Austerlitz es una novela corta pero inmensa sobre la desolación, el destino incierto del amor y la infelicidad» (Luis M. Alonso, La Nueva España).
«El sexo, en la obra de Chirbes, no solo es una forma de dominación, también es un acto de canibalismo. Por eso los amantes de sus novelas siempre están mordiéndose o mordisqueándose. “Los amantes quieren comerse el uno al otro. Lo creen posible. Enloquecen”, escribe Chirbes citando a Lucrecio… En sus novelas no hay ni un solo tornillo suelto. El escritor más riguroso y menos dócil de su generación era un obrero altamente cualificado de la industria novelística, además de un consumado forense» (Julio José Ordovás, Ahora).
«Dinamitando toda frontera, tanto geográfica como estilística, Paris-Austerlitz es su mejor testamento» (Antón Bordón, La Provincia).
«Una de las novelas más esclarecedoras sobre el fenómeno del amor que se nos ha dado a leer en los últimos años en la narrativa española… Una de sus grandes narraciones… La prosa de Chirbes brilla aquí en su máxima expresión de significado en su extremado cuidado en saberse escueta, lúcida, escandalosa. Leyendo la novela no he dejado de compararla con piezas ya clásicas de la literatura de tema homosexual del siglo XX, tales las de Pasolini y las de Joe Orton. Es igual de descarnada que la de estos maestros e igualmente sombría, terrible» (Juan Ángel Juristo, Cuarto Poder).
«Rafael Chirbes parece haber dejado escrito en esta novela de poco más de ciento cincuenta páginas un testamento estético, artístico y moral, una cuenta pendiente que quizá no se atrevió a saldar en vida a pesar de ser, sin duda, uno de los escritores más valientes de nuestro tiempo. Durante veinte años, el autor tomaba la obra y la dejaba reposar, se alejaba de ella una y otra vez hasta que, poco antes de su muerte, la dio por terminada… [El protagonista] en París encontrará el amor. Un amor prohibido en muchos aspectos: el de género, el de clase, el generacional… Chirbes relata este amor con una magnífica mezcla de crudeza y poesía, disecciona los deseos y exigencias del comienzo de un amor inapelable, inimaginable para unos padres burgueses y recatados» (Antonio Paniagua, Colpisa).
«El último Chirbes es lectura obligada, más aún cuando se nos dice que se trata de un libro que ha tardado 20 años en salirle y que poco tiene que ver con el tono de los recientes y triunfantes Crematorio y En la orilla. Historia de amor prohibido» (PollitoLibros.com).
«Pequeña obra de arte» (Ramón Jiménez Madrid, La Opinión de Murcia).
«El primer clásico de la literatura española del XXI» (Ricardo Lladosa, Heraldo de Aragón).
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