Una de las normas absurdas que sigo a la hora de elegir lecturas es no saber nada ni de la lectura ni del escritor. Bueno, esto es una verdad a medias: prefiero no saber nada del escritor. En más de una ocasión he comentado que me interesa muy poco la vida, obra y milagros de los autores, soy de los que piensan que la mayoría de las obras que se escriben obedecen a principios oscuros, es decir, irracionales, difícilmente controlables por el autor. Cuidado bloggero, esto no significa que el autor no controle su obra, o no escriba la obra que quiere escribir, más o menos, no, significa que el autor sufre procesos subconscientes, inconscientes e incluso conscientes que se escapan de la creación. Obligatoriamente los elementos irracionales hacen acto de presencia en una u otra ocasión; esto no significa que la obra obedezca en exclusiva a un acto artístico, para nada, esto significa que controlamos menos de lo que queríamos, y ahí está la emocion, lo literario, lo sublime de esta dimensión que nos lleva a otra vida.
Pero en este caso ha sido diferente. La aparición del libro coincidió con los atentados de Francia, más o menos, y la jauría mediática se centró en nuestro autor de modo automático: entrevistas, reportajes, sesudos comentarios, debates televisivos de personajes que, en otras circunstancias, nunca hubieran podido leerse una novela tan compleja, intelectual y literaria como la de Houellebecq. Porque de eso se trata, de una ficción novelada, de una novela ensayo sobre Joris-Karl Huysmans, sobre el que gira gran parte de lo narrado, una reflexión sobre las religiones y su importancia en nuestro mundo, una novela sobre la pérdida de valores en occidente, sobre nuestra decadencia como civilización, una novela con trama sobre el amor, la fidelidad y la madurez, una novela sobre el ser íntimo, el yo y el ello, en conclusión, una novela muy compleja que pasará a la historia por una de las tesis defendidas: que el islam es una creencia marcada de fuerte ideología con valores muy atractivos para el hombre errabundo decadente de la Francia de principio de siglo, y en general, para el hombre occidental necesitado de seguir a una masa sumisa.
Es la sumisión -dijo en voz queda Rediger-. La idea asombrosa y simple, jamás expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta.
Como os he dicho la novela es mucho más, es un ensayo, es una obra total, literatura, que al igual que el Quijote incluye reflexiones, acción, trama, didactismo, es todo ello lo que nos hace disfrutar, reflexionar y encontrarnos en nuestra salsa.
Pero solo la literatura puede proporcionar esa sensación de contacto con otra mente humana, con la integralidad de esa mente, con sus debilidades y sus grandezas, sus obsesiones, sus creencias: con todo cuanto la emociona, interesa, excita o repugna. Solo la literatura permite entrar en contacto con el espíritu de un muerto, de manera más directa, más completa y más profunda que lo haría la conversación con un amigo, pues por profunda, por duradera que sea una amistad, uno nunca se entrega en una conversación tan completamente como lo hace frente a una hoja en blanco, dirigiéndose a un destinatario desconocido.
Las reflexiones sobre la decadencia de occidente, sobre la ausencia de valores, de ciertos valores, claro, al faltarle al hombre la ilusión y la perspectiva, encerrado en una jaula de egoísmo y mismidad autodestructiva, y la mala leche, el cinismo, la misoginia y la misantropía, tal vez, van configurando el relato que no nos deja indiferentes y que, eso creo, no necesariamente refleja las ideas del autor que, como dije más arriba, trasmite inquietudes o reflexiones.
Una chica que aspire a un trabajo de dependienta en Céline o Hermès deberá, ante todo, cuidar su presencia; pero una licenciatura o un máster de letras modernas pueden constituir una baza accesoria que, a falta de competencias prácticas, garantice al empleador cierta agilidad intelectual que permita augurar la posibilidad de una evolución en la carrera: la literatura, además, siempre ha tenido una connotación positiva dentro de la industria del lujo.(...)
Pero ahora era más bien hacia los cincuenta o los sesenta años cuando parecía razonable que una pareja decidiera vivir en familia, en el momento en que los cuerpos envejecidos, doloridos, ya sólo sienten la necesidad de un contacto familiar, tranquilizador, casto.(...)
Eché un vistazo asqueado a mi salón, incapaz de escapar a la evidencia de que no sentía ningún placer particular ante la idea de regresar a mi casa, a ese apartamento en el que nadie se amaba, y que a nadie le gustaba.(...)
¿Cómo, en efecto, no adherirse a la idea de la decadencia de Europa?
Ahora bien, su visión política, los diferentes análisis que hará a lo largo del libro sobre el pensamiento difuso de la gran derecha e izquierda europea, lo sitúan al frente de un grupo de pensadores que reclaman una nueva forma de hacer política. Es visionario, no nos dice lo esperable, lo obvio, sino lo doloroso, lo que nos extraña y nos hace comprender que algo está pasando. ¿Será el islam la única posibilidad para el hombre occidental? ¿Es posible parar esta invasión que lleva a la necesaria caída del imperio de occidente?
Probablemente a aquellas personas que han vivido y prosperado en un sistema socialdado les es imposible imaginar el punto de vista de quienes, al no haber esperado nunca nada de ese sistema, contemplan su destrucción sin especial temor.(...)
Francia, al igual que los demás países de Europa occidental, se encaminaba desde hacía mucho tiempo a una guerra civil, era una evidencia; (...)
En lugar de presentar, como Ramadan, o la sharia como una opción innovadora o incluso revolucionaria, le restituía su valor apaciguador, tradicional, con un perfume exótico que además la hacía deseable. En lo concerniente a la restauración de la familia, de la moral tradicional e implícitamente del patriarcado, se abría ante él un amplio camino que la derecha no podía tomar, y tampoco el Frente Nacional, sin ser tildados de reaccionarios o de fascistas por los sesentayochistas, momias progresistas agonizantes, sociológicamente exagües pero refugiados en ciudadelas mediáticas desde las que aún eran capaces de lanzar imprecaciones sobre la desgracias de los tiempos y el ambiente nauseabundo que se abatía sobre el país; sólo él estaba al abrigo de todo peligro. Paralizada por su antirracismo constitutivo, la izquierda habías ido incapaz de combatirlo desde el principio, e incluso de mencionarlo (...)
La consecuencia más inmediata de su elección era que la delincuencia había disminuido,...,el paro, cuyas curvas estaban en caída libre. Se debía sin duda a la salida masiva de mujeres del mercado(...)
Los medios de comunicación, con una incapacidad que los lastra en su credibilidad de comunicar, ocultan la información relevante a los ciudadanos, haciéndose cómplices, indirectamente, del cambio que se produce en occidente. Juegan, por lo tanto, un papel muy importante tanto con los sesudos debates donde el intelectualismo banal se impone, como con la manipulación de información sistematizada. En este sentido el autor peca de cierta ingenuidad, las redes sociales ofrecen un relato inmediato y masivo, viral, si se quiere.
Sospechaba que además de los ataques a los colegios electorales había habido enfrentamientos, de los que los medios no han hablado; y seguramente habrá habido muchos más por toda Francia...
La novela os va a proporcionar grandes momentos, es absolutamente imprescindible en unos momentos de ambigüedad, insolidaridad, falta de principios, enfrentamientos generalizados y miedos, de egoísmos ilimitados y ceguera política de una clase dirigente miope y cortoplacista. Al igual que nuestro autor me pregunto si es posible parar la horda de inmigración hacia Europa, si es deseable, o si es posible, o si la mejor solución es la conversión, la sumisión plácida a los nuevos señores de occidente. La podemos encontrar en Anagrama, como toda la obra del autor, y aquí os dejo datos que pueden ser de vuestro interés.
Es la sumisión -dijo en voz queda Rediger-. La idea asombrosa y simple, jamás expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta.
Como os he dicho la novela es mucho más, es un ensayo, es una obra total, literatura, que al igual que el Quijote incluye reflexiones, acción, trama, didactismo, es todo ello lo que nos hace disfrutar, reflexionar y encontrarnos en nuestra salsa.
Pero solo la literatura puede proporcionar esa sensación de contacto con otra mente humana, con la integralidad de esa mente, con sus debilidades y sus grandezas, sus obsesiones, sus creencias: con todo cuanto la emociona, interesa, excita o repugna. Solo la literatura permite entrar en contacto con el espíritu de un muerto, de manera más directa, más completa y más profunda que lo haría la conversación con un amigo, pues por profunda, por duradera que sea una amistad, uno nunca se entrega en una conversación tan completamente como lo hace frente a una hoja en blanco, dirigiéndose a un destinatario desconocido.
Las reflexiones sobre la decadencia de occidente, sobre la ausencia de valores, de ciertos valores, claro, al faltarle al hombre la ilusión y la perspectiva, encerrado en una jaula de egoísmo y mismidad autodestructiva, y la mala leche, el cinismo, la misoginia y la misantropía, tal vez, van configurando el relato que no nos deja indiferentes y que, eso creo, no necesariamente refleja las ideas del autor que, como dije más arriba, trasmite inquietudes o reflexiones.
Una chica que aspire a un trabajo de dependienta en Céline o Hermès deberá, ante todo, cuidar su presencia; pero una licenciatura o un máster de letras modernas pueden constituir una baza accesoria que, a falta de competencias prácticas, garantice al empleador cierta agilidad intelectual que permita augurar la posibilidad de una evolución en la carrera: la literatura, además, siempre ha tenido una connotación positiva dentro de la industria del lujo.(...)
Pero ahora era más bien hacia los cincuenta o los sesenta años cuando parecía razonable que una pareja decidiera vivir en familia, en el momento en que los cuerpos envejecidos, doloridos, ya sólo sienten la necesidad de un contacto familiar, tranquilizador, casto.(...)
Eché un vistazo asqueado a mi salón, incapaz de escapar a la evidencia de que no sentía ningún placer particular ante la idea de regresar a mi casa, a ese apartamento en el que nadie se amaba, y que a nadie le gustaba.(...)
¿Cómo, en efecto, no adherirse a la idea de la decadencia de Europa?
Ahora bien, su visión política, los diferentes análisis que hará a lo largo del libro sobre el pensamiento difuso de la gran derecha e izquierda europea, lo sitúan al frente de un grupo de pensadores que reclaman una nueva forma de hacer política. Es visionario, no nos dice lo esperable, lo obvio, sino lo doloroso, lo que nos extraña y nos hace comprender que algo está pasando. ¿Será el islam la única posibilidad para el hombre occidental? ¿Es posible parar esta invasión que lleva a la necesaria caída del imperio de occidente?
Probablemente a aquellas personas que han vivido y prosperado en un sistema socialdado les es imposible imaginar el punto de vista de quienes, al no haber esperado nunca nada de ese sistema, contemplan su destrucción sin especial temor.(...)
Francia, al igual que los demás países de Europa occidental, se encaminaba desde hacía mucho tiempo a una guerra civil, era una evidencia; (...)
En lugar de presentar, como Ramadan, o la sharia como una opción innovadora o incluso revolucionaria, le restituía su valor apaciguador, tradicional, con un perfume exótico que además la hacía deseable. En lo concerniente a la restauración de la familia, de la moral tradicional e implícitamente del patriarcado, se abría ante él un amplio camino que la derecha no podía tomar, y tampoco el Frente Nacional, sin ser tildados de reaccionarios o de fascistas por los sesentayochistas, momias progresistas agonizantes, sociológicamente exagües pero refugiados en ciudadelas mediáticas desde las que aún eran capaces de lanzar imprecaciones sobre la desgracias de los tiempos y el ambiente nauseabundo que se abatía sobre el país; sólo él estaba al abrigo de todo peligro. Paralizada por su antirracismo constitutivo, la izquierda habías ido incapaz de combatirlo desde el principio, e incluso de mencionarlo (...)
La consecuencia más inmediata de su elección era que la delincuencia había disminuido,...,el paro, cuyas curvas estaban en caída libre. Se debía sin duda a la salida masiva de mujeres del mercado(...)
Los medios de comunicación, con una incapacidad que los lastra en su credibilidad de comunicar, ocultan la información relevante a los ciudadanos, haciéndose cómplices, indirectamente, del cambio que se produce en occidente. Juegan, por lo tanto, un papel muy importante tanto con los sesudos debates donde el intelectualismo banal se impone, como con la manipulación de información sistematizada. En este sentido el autor peca de cierta ingenuidad, las redes sociales ofrecen un relato inmediato y masivo, viral, si se quiere.
Sospechaba que además de los ataques a los colegios electorales había habido enfrentamientos, de los que los medios no han hablado; y seguramente habrá habido muchos más por toda Francia...
La novela os va a proporcionar grandes momentos, es absolutamente imprescindible en unos momentos de ambigüedad, insolidaridad, falta de principios, enfrentamientos generalizados y miedos, de egoísmos ilimitados y ceguera política de una clase dirigente miope y cortoplacista. Al igual que nuestro autor me pregunto si es posible parar la horda de inmigración hacia Europa, si es deseable, o si es posible, o si la mejor solución es la conversión, la sumisión plácida a los nuevos señores de occidente. La podemos encontrar en Anagrama, como toda la obra del autor, y aquí os dejo datos que pueden ser de vuestro interés.
ISBN 978-84-339-7923-0
PVP SIN IVA 19,13 €
PVP CON IVA 19,90 €
NÚM. DE PÁGINAS 288
COLECCIÓN Panorama de narrativas
TRADUCCIÓN Joan Riambau
Francia, en un futuro próximo. A las puertas de las elecciones presidenciales de 2022. Los partidos tradicionales se han hundido en las encuestas y Mohammed Ben Abbes, carismático líder de una nueva formación islamista moderada, derrota con el apoyo de los socialistas y de la derecha a la candidata del Frente Nacional en la segunda vuelta. François, un profesor universitario hastiado de la docencia y de su vida sexual, que a sus cuarenta años se había resignado a una vida aburrida pero sosegada, ve cómo la rápida transformación que sucede a la llegada del nuevo presidente al Elíseo altera la vida cotidiana de los franceses y le depara a él un inesperado futuro. Los judíos han emigrado a Israel, en las calles las mujeres han cambiado las faldas por conjuntos de blusas largas y pantalones, y algunos comercios han cerrado sus puertas o reorientado el negocio. Y la Sorbona es ahora una universidad islámica en la que los profesores conversos gozan de excelentes salarios y tienen derecho a la poligamia. Al igual que Huysmans, el escritor del siglo XIX convertido al catolicismo al que consagró su tesis, François sopesará pronunciar las palabras que le abrirán las puertas de la religión islámica y de una nueva vida: «No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta.»
Sumisión llegó a las librerías francesas el mismo día del trágico atentado contra Charlie Hebdo y Houellebecq, acusado de islamofobia o de dar alas a la extrema derecha, afirmó: «No tomo partido, no defiendo ningún régimen. Deniego toda responsabilidad. He acelerado la historia, pero no puedo decir que sea una provocación, porque no digo cosas que considere falsas sólo para poner nerviosos a los demás.» Más allá de la polémica, Sumisión es una novela de «política ficción» –como 1984 y Un mundo feliz–, una turbadora fábula política y moral, en la que coexisten intuiciones poéticas, efectos cómicos y una melancolía fatalista.
«Si hay alguien hoy, en la literatura mundial, que reflexiona sobre la enorme mutación que todos sentimos que se halla en curso sin que tengamos los medios para analizarla, es Houellebecq» (Emmanuel Carrère).
«La novela más densa e inquietante de Michel Houellebecq. Una meditación sobre el declive de nuestra sociedad y el deseo de sumisión» (Guy Duplat).
«Divertida, impertinente y desesperada, Sumisión esconde una inaudita lección. Menos escandalosa de lo que se ha dicho y más sutil de lo que parece» (Sébastien Lapaque, Le Figaro).
«Michel Houellebecq describe el malestar desde el interior, como un médico, más interesado en sanar que en denunciar» (Pascal Bruckner).
«Sumisión marca uno de esos hitos excepcionales en los que la política y el arte coinciden. El más destacado misántropo literario europeo ofrece una visión fascinante y asombrosamente pesimista de la naturaleza humana» (Christopher de Bellaigue, The Guardian).
«No es sólo un escritor de sátiras sino que es un “sincero” escritor de sátiras, francamente entristecido ante los disparates de la historia y la locura humana, y eso es más inusual» (Adam Gopnik,The New Yorker).
«Houellebecq es uno de los observadores más talentosos de las mentiras y contradicciones de nuestras existencias» (Iris Radisch,Die Zeit).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.