domingo, 28 de octubre de 2012

Cántico por Leibowitz, Walter M Miller


Si la novela es una necesidad de la burguesía, la realidad entendida como un cubo tridimensional es lo que le da sentido a esta realidad, tal vez por ello la Ciencia ficción se ha configurado como un género menor destinado a frikis, a estrechos mentales o, simplemente, a personas con ciertos desequilibrios emocionales. Porque la Ciencia Ficción desestabiliza, muestra otros mundos posibles, otras dimensiones, utopías tan peligrosas como cualquier heterodoxia. Lo real ha de ser conservado y único, ha de ser fijo e inamovible, ha de ser como Dios manda. Vaya.

A lo largo de mi vida este género me ha proporcionado momentos inolvidables, reflexiones profundas sobre mí mismo y la realidad que parece que me rodea. Desde pequeño me entusiamé con Julio Verne, Wells o Rabelais. De mayor descubrí obras extraordinarias de Ray Bradbury, Philip K Dick, Isaack Asimov, John Wyndham, Jack Williamson, Frank Herbert,Stanislav Lem, Arthur C. Clarke, Carl Sagan, Douglas Adams, o pensé de manera muy seria sobre la realidad con Orwell (prometo releerme en no mucho tiempo 1984 de nuevo, comienza a ser absolutamente imprescindible). ¿Verdad que a la mayoría no los conocéis?, sin embargo si os hablo de La guía del autoestopista galáctico, de Fundación, I Robot, de la Guerra de las galaxias, de Dune, Galáctica, Expediente X, o Fringe, parece que la memoria recobra ciertos datos. La ciencia ficción tiene tanto de política, ciencia, humanidad, conflictos, filosofía, como una obra de Clarín, Zola o Irving, sin embargo ha sido arrinconada, tal vez de manera diferente que la policíaca,  pero rechazada también en alto grado. Solo un mundo es posible, y las reflexiones que van más allá son altamente peligrosas. ¡Ja!

El libro del que os hablo es, simplemente, extraordinario. Lo podemos insertar dentro de la literatura y de las reflexiones post holocausto nuclear que nacieron en medio de la vorágine destructora y de la escalada armamentística de la Guerra Fría. La novela, que en realidad  son tres novelas cortas, cuenta las vicisitudes de la orden Albertiana del mítico Leibowitz seiscientos años después del holocausto y se prolonga  a lo largo de cientos de años. Estos monjes intentan ir recuperando lo poco que queda del conocimiento, en una nueva Edad Media en que los libros se convierten en un bien muy preciado. Estos años oscuros son una profunda reflexión sobre el hombre, sobre su necesidad de eternidad, de inmortalidad, de conocimiento, es una metáfora del propio ser, de su ruindad, de su despropósito, del hobsiano el hombre es malo por naturaleza, y del roussoniano,  es posible el bien. El hombre se mueve entre dos grandes polos, la ciencia y la religión, entre lo que dicta la razón y lo que intuye su alma, esta dicotomía, este enfrentamiento complejo, es explicado con una sencillez maravillosa en cada una de las tres partes del libro y en el nacimiento de una nueva generación de humanos. Y no olvidemos el mantra de Miller: Fue un buen año para los buitres. Sí, pero el conocimiento será guardado y ayudará al ciclo de la vida.

Os la recomiendo vivamente, me ha causado un gran placer su lectura, la edición que manejo es la de Ediciones B, pero he entrado en su página Web y no la encuentro, así que os dejo este análisis de Santiago Moreno en su blog que me ha parecido perfecto:

El motor central es el eterno viaje paralelo de las dos creaciones humanas más significativas, la ciencia y la religión, antagonistas eternas, pero como nos cuenta el autor, condenadas a complementarse. Esta batalla de amor y odio es el instrumento del que se vale Miller Jr. para enseñarnos las dos caras de la moneda y presentarnos a su vez otras tramas menores que en realidad no son tal cosa. El libro, dividido en tres capítulos principales, empuja al lector a través de más de mil doscientos años de historia humana. Los nombres de cada parte dan la clave de lo que nos encontraremos en su interior.
Comienza el viaje ("Fiat homo") cientos de años después de un holocausto nuclear que ha sumido al mundo en una nueva edad oscura. La ciencia, causante de todos los males, es perseguida, y sólo encuentra cobijo, curiosamente, en la Orden Albertiana de San Leibowitz, dedicada a cuidar los libros que sobrevivieron a la quema posterior a la guerra, convirtiendo el cuidado de la Memorabilia en su razón de ser. No más de cinco personajes bastan y sobran para presentarnos rotundamente cómo es el mundo superviviente. Magistralmente, se marcan las pautas de lo que será el nuevo comienzo de la Humanidad.
Transcurridos seiscientos años, abordamos la segunda parte del libro ("Fiat lux"), y nos encontramos con una incipiente civilización que vuelve a despertar por el único camino que el hombre conoce: la guerra. Y gracias a la Orden de Leibowitz, también por la ciencia, por supuesto. El conflicto es evidente para los monjes que tan bien han guardado el saber durante centurias: puesto que la ciencia es la causante de la destrucción de la Humanidad, ¿deberían dejar que saliera de su refugio? Y por otra parte, ¿qué sería de ellos si todo el mundo tuviera los conocimientos cuya custodia da sentido a la existencia de la Orden?
Finalmente, seiscientos años después ("Fiat voluntas tuas"), el Hombre ha recuperado su antiguo esplendor, aunque la amenaza de la destrucción volverá a estar más presente que nunca, y la última esperanza reposará, como siempre fue, en la religiosa Orden que da nombre a la novela, aunque sea más allá de las estrellas.
La religión como soporte de la civilización. Los supersticiosos monjes de Leibowitz como guardianes de la ciencia, del monstruo exterminador que duerme en sus sótanos; cuidando el recipiente del saber humano, del enemigo, en sus entrañas. A lo largo de toda la narración pervive el conflicto moral entre los dos grandes protagonistas del progreso humano, para bien o para mal, compenetrándose y finalmente combatiendo en un maravilloso último capítulo, en el que además Miller Jr. regala la inteligencia del lector con las dudas morales de los monjes, meros guardianes que ven impotentes cómo su criatura se les escapa de las manos, y a los que no les queda otro camino que la resignación y aceptación de su papel en el destino de la raza humana. El instante más intenso aparece en esa última parte, con la eutanasia como excusa, presentándonos el verdadero dilema que separa religión y ciencia, creencia y saber.

2 comentarios:

  1. Y cayó el e book, con su funda elegante, su pantalla táctil (lo ultimísimo), su lápiz para poder hacer anotaciones al margen de las páginas y hasta con "folios en blanco" por si alguien se pierde por la calle y necesita que le dibuje un plano y una lamparilla incorporada que proyecta una luz parecida a la de las lámparas de pie que iluminan los sillones de orejas, sillones de orejas, como mola el calificativo. Y tan contenta con mi "gadgeto" y tan contenta porque me homenajean llevándome a un restaurante carísimo en el que me sacan unas " patatitas bravitas" cito el textual de la carta/menú que saben a patatas bravas(qué descanso dejar de decir patatita) pero no tienen aspecto de patata brava y pienso ¿No estaremos viviendo un sucedáneo de todo? Un sucedáneo de lo que paladeo, veo y hasta de la sensación que tengo cuando abro un libro o cuando no lo abro sino que lo enciendo y me siento(en el sentido de sensación y en el sentido de sentarse, porque igual voy de pie leyendo en el metro pero ....) como si estuviera en el sillón de orejas.Yo que sé, pero es que yo me pregunto estas cosas, en fin, me siento más "íntegra" que la que se da un capricho en forma de zapatos de 200 euros y puede que yo sea igual de capulla porque me creo disculpada, porque en vez de comprármelo lo sugiero para que me lo regalen y así me siento mejor.

    Bueno, mientras podamos continuar "estirando de la cadena" cuando lo que hacemos es apretar un pulsador es que todo va bien ¿O no?.

    ResponderEliminar
  2. Es maravilloso que te regalen, aun sugiriendo. Yo me regalo, me regalé el ebook en un acto de autosuficiencia y rebeldía muy mío.
    Me gusta ver que la gente puede ser feliz con algo tan insignificante como un regalo, me sorprendo todavía, tal vez por eso aun creo en los reyes magos que nunca existieron. ¡ja!
    A mí me gustan los regalos sin materia, el recibir un libro en mi despacho cuando ni yo mismo sé cuando es mi cumpleaños, o que alguien me pare en un pasillo y me diga, felicidades, eso me gusta, me hace sentirme vivo. Me gusta que me sonrían y ser consciente de que alguien se alegra de saberme vivo.
    El ebook es una revolución absoluta de la lectura, un atentado contra el escritor, contra las editoriales, contra el sentido mismo del acto lector, pero visto en perspectiva, soy mucho más feliz ahora que antes, cuando sufría para conseguir un libro, sigo sin verle el sentido erótico al hecho de tocar páginas que acumulan polvo y me dan estornudos. ¡ja! dos veces.
    En fin, seguro que disfrutas del peso de una biblioteca infinita en solo doscientos gramos.

    ResponderEliminar

Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.