Con Marsé nos encontramos con uno de los grandes escritores en español del segundo cuarto del siglo XX. Su prosa extremadamente cuidada, su conocimiento del léxico, su profesionalidad, hacen de él un autor de culto y, claro está, consagrado.
Con Caligrafía de los sueños, Marsé vuelve a su Barcelona del alma, a su leit motiv, a su infancia, probablemente, a sus sueños, a su imaginación labrada desde la niñez. Recorre los espacios físicos de la ciudad, y los barrios más desfavorecidos de la postguerra, en una mezcla de viaje iniciático por entre charnegos, catalans, putas, bares, y la imaginación desbordante de Ringo, un muchacho que nos narra la acción que abarca unos seis años de su vida. Así, Ringo, nos contará sus andanzas con los amigos por las montañas de Barcelona mientras se cuentan hazañas de vaqueros e indios, o el descubrimiento de una sexualidad vedada mientras se acerca con uno de sus amigos a unos burdeles del barrio chino, o el descubrimiento de esa sexualidad en carne propia en el baile que hace con Violeta, enigmática muchacha de caderas voluptuosas.
La sexualidad y las pasiones humanas como principio y fin, la literatura como excusa para abarcarlo todo. La literatura, repito, lo abarca todo, las palabras son el hilo conductor de la trama que pierde importancia ante el aluvión literario, ante el intento de plasmar la ilusión por la escritura. La sorpresa del argumento, el desenlace inesperado como vía de escape para el lector, mientras la palabra adquiere una importancia determinante, porque lo que se cuenta no es real, aunque el argumento sí que lo sea, es literatura, por lo tanto, palabras, por lo tanto sueños, de los personajes y del autor. No importa tanto el argumento, digo, como su construcción, ya sabéis que me gustan especialmente este tipo de libros, la maestría técnica, el uso de la lengua que explora la imaginación y hace que el lector disfrute de un espectáculo hermoso.
Las palabras configuran lo que conocemos, dice mi amigo José, ya que no vemos lo que no sabemos conceptuar con palabras, así, por ejemplo, puede estar a nuestro lado un fantasma, pero al no poder definir lo que vemos, simplemente, no lo vemos. Por eso la comunicación humana se compone de rasgos paralingüísticos y lingüísticos, y los gestos, expresiones, silencios, movimientos del cuerpo, etc, componen más del 70% de esa comunicación. Si nos expresáramos solo con palabras nos moveríamos en un marco difuso, tal vez el de la realidad configurada por los sueños, ya que solo podríamos expresar aquello que conocemos, aquello que queremos definir, sin dar al interlocutor la posibilidad de oír nuestro tono de voz, la cara que hemos puesto, o el movimiento compulsivo de las manos. El contacto es tan importante que las palabras pueden ser secundarias, una gran farsa que lo trastoca todo, literatura, es decir, la configuración de un mundo que no existe, aunque para nosotros pueda ser más real que nuestra propia vida; y esta ha sido siempre la virtud de la literatura, la de configurar un mundo paralelo al margen del real que nos da cobijo de la linealidad de la vida que vivimos: ¿cuál es el sueño?¿lo contado o lo vivido? En cualquier caso el recuerdo es literatura, palabras, engaño, la realidad es un presente, el del autor, que intenta asirse a esa realidad que solo puede plasmar con palabras. Marsé juega con la imaginación fijada con léxico, y nos dice que la realidad puede ser muy diferente a la que queremos tomar con la sintaxis, tan diferente que la trama lleva a un camino inesperado, por lo tanto real, mientras que la caligrafía de los sueños marca el ritmo del narrador, el de las palabras.
Novela notable, altamente recomendable. La tenemos en Lumen, y aquí os dejo, como siempre, la sinopsis:
Un hermosa historia de desamor ambientada en la Barcelona de la postguerra.
«Cuando un maestro de la narración como Juan Marsé escribe con ese placer interior, el resultado es una fiesta.»Rosa Montero,
Babelia, El País
Ringo es un muchacho de quince años que pasa las horas muertas en el bar de la señora Paquita, moviendo los dedos sobre la mesa, como si repasara las lecciones de piano que su familia ya no puede pagarle. Sentado en esa taberna del barrio de Gracia, Ringo se convierte en testigo involuntario de la desesperada historia de amor de Vicky Mir, una ingenua masajista entrada en años y carnes, y el señor Alonso, un apuesto cincuentón. La vida entera discurre por ese bar y bajo la mirada de Ringo, que escucha, lee y finalmente empezará a escribir, llenando de luz esa triste caligrafía de una generación que alimentó sus sueños en los cines de periferia y en las calles de una ciudad donde el futuro parecía algo improbable.
Juan Marsé (Barcelona, 1933) es un autor básico en la narrativa española de los últimos cincuenta años, galardonado en 2008 con el Premio Cervantes. Ha escrito un volumen de relatos y doce novelas, de las que siete han sido llevadas a la gran pantalla, y su universo literario ya forma parte de la crónica sentimental de millones de lectores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.