Pasan los días y seguimos inmersos en una tristeza que nos huele a antigua. Estamos en mitad de una distopía que abate los ánimos y enciende las alarmas del miedo. Miedo. Ya hablé del miedo. La incertidumbre ante el paso del tiempo, el temor a no avanzar, la certeza de que la mentira se ha instalado en los altavoces informativos, el estupor ante la mediocridad infinita de nuestros mandarines, la seguridad de que vivimos en un bucle de alucinación. Pero no importa. Miramos lo cotidiano como si fuera lo único a lo que aferrarnos, observamos el entorno para asegurarnos algo de realidad en nuestras vidas, sin ello, esta película de terror mala, sería insoportable.
Lo
cotidiano caracteriza a Pearlman. Cada relato sintetiza un hecho, banal en
muchos casos, que se materializa en lo literario, con lo cual se demuestra que
las tramas están más pendientes de estar bien contadas que de servir de
malabares imposibles a algún autor. Lo que importa es querer contar algo, más
que tener algo que contar, los relatos contradicen la teoría estandarizada de
que lo que se debe poseer es una buena historia. ¿Acaso no es buena historia la de un emigrante, la
de una pareja que se separa, la de los últimos días de vida de una jubilada? Lo
heroico reside en vivir cada día o morir después de haber vivido, esa
cotidianeidad es la que fascina a una pléyade de buenos escritores que optan
por el cuento como vía de expresión. Este género debe ser conciso, debe
centrarse en una parte simplificada de la historia y utilizar un lenguaje
preciso, cercano y claro. Es importante conectar con el lector, saber que le va
a dedicar un cuarto de hora a leernos, por eso debe ser capaz de captar todo lo
que se quiere decir, de una manera rápida.
Nuestra
autora es notable. He leído cada cuento con una felicidad importante, como
siempre que leo recopilatorios de relatos, he ido leyendo a mi aire, de vez en
cuando uno, jamás dos en un mismo día, atribuyéndoles esa aura de santidad que
le doy. Me gusta disfrutar con una historia que comienzo y acabo con cierta
rapidez, creer que he acabado una novela en unos minutos, sentirme un
superdotado que lee a la velocidad del rayo, es virtud, no del lector, sino de
la autora. En muchos de ellos he pensado, vaya, qué bueno.
Los
cuentos los presento uno a uno, de todos he puesto un brevísimo fragmento. La
finalidad de esta entrada no es tanto un
resumen, sino ofrecer la posibilidad de que conozcamos qué y cómo se nos
ofrece, saber de una gran autora contemporánea.
Dirección centro. La
pérdida de una hija da paso a un relato coral en que se entrecruzan voces que
van configurando el cuento con una escritura tranquila que alerta al lector.
En el metro, Sophie recitó la lista de
estaciones como si fuera un poema. Luego leyó los nombres de abajo arriba.
Decir las cosas al revés le ayudaba a recordarlas, a que se le quedaran
grabadas.
Día de temor.
Padre, hijo y nieto en otro país. La virtud del relato es la escenificación de
lo cotidiano, la imposibilidad de celebrar Yom Kippur, los deseos, la
aceptación y la naturalidad de la historia. La maestría es simplemente eso,
hacer sencillo lo que es sencillo, y sencillo lo complicado.
Él era el último judío en una tierra
maldita.
Colonizadores. Me
fascina siempre en estos relatos sobre lo cotidiano; sobre nuestras pasiones;
sobre el devenir monótono de la vida; sobre el cansancio en las relaciones;
sobre el amor y su ausencia. Este relato camina despacio sin estridencias por
estos temas mostrando el punto medio de la vida.
Un mañana de domingo temprano Peter Loy
estaba esperando al autobús que iba al centro. Era octubre y el viento soplaba
con fuerza suficiente para que rodaran los desperdicios del bordillo y el
abrigo le golpeara las rodillas: abierto, cerrado; abierto, cerrado.
El no combatiente. El
no combatiente que combate en la vida cotidiana durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.
―¡Victoria!―oyó Richard.
―¡Derrota! ―oyó.
―¡Rendición!
Las risas iban en aumento. Doblaron las
campanas de las iglesias, desde la episcopaliana de una punta del pueblo hasta
la congregacionista de la otra punta. Los conductores tocaban el claxon, aunque
los coches no se movían, porque la calle se estaba llenando de gente: de todos
los tamaños y edades, de todos los colores de cabello y de ropa; gente
cantando, llorando, bailando sola y en pareja y en trío y en grupo.
Vaquita.
Una ministra que espera ser destituida o detenida tras una revolución en
Sudamérica. La precisión en la construcción de la escritura es magnífica.
La
señora Perera cerró los ojos del todo. La lactancia había servido de eficaz
control de natalidad durante siglos, y la población se había mantenido estable.
En una sola generación, la industria de la leche artificial lo había cambiado
todo: ahora todos los años todas las familias pobres tenían un nuevo bebé. La
señora Perera abrió los ojos.
“Allog”. Se puede observar el oficio a la
hora de resolver la narración. Cuenta cómo Israel admitió asiáticos para
solventar la dependencia. La ternura e inteligencia se ven en cada parte del
texto.
Un año antes el Estado de Israel había
suscrito un tratado con una nación pobre del Sudeste Asiático. Según dicho
tratado, los ciudadanos israelíes podían solicitar ayuda a personas procedentes
de esa nación para que cuidasen a sus ancianos.
Azar. Dentro de los relatos sobre judíos, o con judíos, aquí aparece una sinagoga donde se recibe una Torá
checa y se juega al póker. Todo dentro de una cotidianeidad exquisita.
Cuando
por fin eligieron nuestra sinagoga como nueva depositaria de una Torá de
Checoslovaquia ― una Torá cuyo primitivo pueblo había sido borrado del mapa―,
el Comité del rollo publicó un anuncio solemne; letras verdes sobre marfil.
ToyFolk. La
presencia de Europa sigue latente. Vuelve a aparecer Checoslovaquia, ya que una
empresa juguetera va a ir allí a abrir una nueva empresa y los responsables
hacen amistad con una pareja que restaura juguetes antiguos.
La mercería; qué esmerada pirámide de
ovillos un gato apasionado por una pelota podría echar abajo todo aquel
tinglado.
Tess. A veces la literatura
es tan tierna y compleja que contrasta con una historia tan dura y humana
porque hay una gran sensibilidad detrás y eso impresiona al lector. Incluso el
final te deja impactado. Tess es un bebé con multimalformaciones que vive en un
hospital. Se establece una doble perspectiva entre la madre y el hospital con
una diferencia tipográfica que crea una dialéctica formal que ayuda al
lector a entender la narración.
Pero esta residente… tiene planes.
Sabiendo que los déficits neurológicos de Tess son múltiples y enmarañados, la
pequeña y resuelta doctora lee una historia médica tras otra. Reflexiona sobre
o que lee. Reflexiona ahora mientras presuntamente toba un rato de muy
necesitado descanso en la sala de médicos. Con los codos sobre la mesa,
acaricia con sus delgados dedos su copiosa melena, se pregunta cómo podrían las
neuronas listas conquistar las neuronas tontas.
Fidelidad. El
amor, la fidelidad y la creación todo en una instantánea de un universo
particular de una revista de viajes.
Cuando el viejo Víctor Cullen, que
estaba condenado a no salir de casa, que perdía visión a pasos agigantados,
terminó en la cama un reportaje supuestamente escrito en Ataraku, Japón, su
editor de World Enough, mayor también pero en plena posesión de sus facultades
físicas y mentales, no supo cómo tomárselo.
Si el amor lo fuera todo. Lo
que siempre me fascina de los buenos cuentistas es la sencillez, la apariencia
de liviandad del contenido y de la escritura. Esa capacidad para sintetizar en
un punto la complejidad del amor y una tragedia como es la guerra solo está al
alcance de una escritora muy grande.
La
guerra dura tanto tiempo que ya se parece a la paz, le escribió Sonya a su tía. Un día es igual a otro. No hay nuevos horrores, solo los
viejos. Se preguntó si la carta pasaría
la censura.
Noche de Purim. Es
continuación del anterior y sigue con la historia de Sonya en un campamento de
refugiados después de la II Guerra
mundial. Roland tiene más protagonismo, se centra en a celebración del
purim.
― Purim es una fiesta― dijo Sonya. Tenía
cincuenta y seis años, también era pálida y delgada, pero por naturaleza. Había
pasado la guerra en Londres; ahora que había terminado era codirectora de ese
campamento para Personas Desplazadas. Menudo eufemismo; fugitivos de la
crueldad eran; indigentes eran; personas despreciadas―. Purim celebra la
liberación del pueblo judío. De un hombre malvado.
El abrigo. Tercero
de los relatos asociados a Sonya y Roland. Pasa al desarrollo de la vida. Sonya
vive un episodio en que la presencia motivada por un abrigo le devuelve de
algún modo el sentido de la existencia.
Estaban en el Pont Neuf, cogidos de la
mano. De pronto se abrazaron, como si los estragos de París se lo exigieran.
Compañeros. Imaginativa. Encuentra el tópico del viaje y del nomadismo en una pareja como elemento vertebrador de
la existencia.
Y aunque los visillos parecían, como los
velos de novia, cosa del momento, sus muebles, de roble macizo, poseían el
grosor de la responsabilidad.
Selecciono
otro fragmento porque me ha gustado como aquí juega con el contraste y es capaz
de transmitir desde el objeto la sensación del carácter.
En una ocasión el médico del colegio
mencionó refiriéndose a ella la palabra “genérica”, y cuando le pedí que
identificase ese género soltó uno de sus gordos suspiros: “¿Progenitor hembra?
Lo que quiero decir es que es muy primaria”. Yo estaba de acuerdo. Era como si
la naturaleza solo le hubiera dado lo más básico; orejas, pequeñas y más bien planas;
visión binocular; una dentadura lo bastante fuerte para comer carne de búfalo aunque
no se les exigiera lidiar con nada más fibroso que manzanas y apios (Mitsuko
cocinaba platos vegetarianos). Se le hinchaban los pechos hasta adquirir el
tamaño de tazas de té durante el periodo de lactancia, y luego volvían a bajar.
Los pechos del médico del colegio, visibles a veces debajo de la camisa de
verano, eran ligeramente más grandes que los de Mitsuko.
Cómo caer. La
ironía de lo cotidiano se desarrolla en la escritura.
Tenía un cociente intelectual muy alto―.
Lo cual solo significa que se me dan bien los test de inteligencia ― dijo sin
darse importancia, y pareció sincera.
La historia. Una
reunión cotidiana da lugar a una historia de amor y valentía.
―Era de esperar― dijo Judith da Costa.
―Es… esperanzador―dijo Justin, su
marido, con su habitual y resuelta tolerancia.
―Ninguna de las dos cosas― dijo Harry
Savitsky, que no andaba buscando problemas precisamente;
Normas. Una casa de acogida
donde se da de comer y se proporciona una biblioteca y como todo en este libro
trascurre de esa manera tan fluida y eso tiene un mérito enorme.
Y ahora era viernes por la tarde. Comida
Gratis acababa de entregar varias cestas de tomates muy maduros. El personal
haría salsa lo antes posible. Pam y Donna estaban separando los simplemente muy
maduros de los absolutamente podridos.
Educación en casa. El
relato es un lienzo de la vida de una familia de dos hermanas de una familia de
un padre enfermo. Se construye con fases breves. Queda todo pintado.
Cuando el invierno de Nueva Inglaterra
llegó para quedarse, mi madre compró copos de avena y en las oscuras mañanas
burbujeaban en el fogón. Los aborrecíamos. Pero eran el pegamento de la
normalidad, el material que supuestamente se iba a pegar a las costillas de las
niñas aquellas mañanas de lengua y matemáticas.
Disparo fallido. Es
un cuento con un estilo desenfadado lo que le da un toque de frescura a las
acciones.
En la boda de Cynthia, Nancy logró lo
que podría llamarse un éxito. Es decir,
uno de los tíos de Cynthia se enamoró de ella.
Novia y virgen. En
este cuento juega entre las relaciones formales e informales.
Suponte que Paul descubre ¿qué? Hugh y
ella nunca se habían besado. Nunca se habían cogido de la mano. Una vez los nudillos
de él habían abrasado los suyos al pasarle el menú por encima de la mesa. Una
vez, a orillas del río, Hugh se tumbó boca abajo su lado y ella le puso la mano brevemente en
la espalda, cubierta de rayas azules y blancas. Él se estremeció y volvió la
cara…
Visión binocular. Un
recurso que se utiliza en la escritura y en el lenguaje fílmico, es la ventana
indiscreta que sirve de excusa para descubrir que, tras una visión, la
apariencia es eso, apariencia.
Por su cuarenta cumpleaños a mi padre le regalaron un par de
prismáticos. Todos sus colegas médicos colaboraron en el regalo. Mi padre ni se
dedicaba a la observación de aves ni era aficionado a los deportes, de modo que
las lentes se quedaron encima de la cómoda como si fueran un trofeo.
Yayuski. Yayo
y yaya judíos. Una casa de verano. Dos primos que hacen el amor. Esa nebulosa de
palabras que son, a veces, los relatos que nos muestran los elementos de la
vida. Piezas de la existencia.
Nunca
había conducido de noche, pero resultó que era fácil atravesar los bosques
lacados en negro. Había filamentos de plata; agujas de pino que reflejaban la
luz de la luna. El largo camino por
delante, el camino de su casa, era suave y gris, como el polvo del ribete de
flecos del paño del piano.
Una mujercita. Dos
amigos, dos familias, dos maneras de ver cómo pasa el tiempo. Dos maneras de
afrontar el devenir.
Al cabo de un tiempo llegaron las
enfermedades que predice cualquier actuario. Fox y Sophia y Max y Gail de un
modo u otro las evitaron. No pudieron evitar envejecer, sin embargo. Los
hombres lo hicieron de forma distinta.
Fechorías. La
genialidad de un autor radica en hacer, por ejemplo, de un hurto algo
literario. Ese es el mérito.
Buscar monedas… era idea de Henry. Una
actividad, que no un delito, que si siquiera una falta. Y con los tiempos que
corrían cualquier ocupación que despertara su entusiasmo merecía la pena. Era
tan sencillo. Las había por todas partes.
Ministerio de autodominio. Solo
el amor transita incomprensible a través de las épocas de la vida de los
hombres, un misterio la pasión y el deseo, el descontrol la necesidad. En el cuento los encuentros
ayudan al recuerdo de un deseo dominado.
Alain y la mujer se habían estado
enroscando como los vagones en el descarrilamiento que no había llegado a
ocurrir. Alain se aproximó a Dea y le ofreció la mano. Dea la cogió.
El puente de Junius. Sigue
la estructura tradicional del cuento para ofrecernos las historias que se
ocultan en una pensión.
El primer puente era de piedra. Debajo
vivía un ogro, aseguraba la gente del pueblo, granjeros y leñadores educados a
base de fábulas.
Reliquia y modelo. ¿Dónde
está la gracia del relato breve? En que una anécdota desencadena la fuerza de
la narración y desarrolla la trama; Jay tiene hijos, nietos y bisnietos. Quiere
aprender japonés.
En octubre Jay cruzó el río para asistir
a una aburrida conferencia sobre economía japonesa. En noviembre fue a ver el
Partido y llovía, y se marchó a la mitad. La semana siguiente visitó la biblioteca
Widener con su carné de alumno, cincuenta dólares al año.
Linaje. La evocación es
también un buen modelo para desarrollar la trama porque la perspectiva dota al
relato de fuerza estructural. Aquí, en su lecho del hospital, Lubin recuerda
quién fue.
Yo no soy la última Románov…, hay
descendientes colaterales por aquí y por allá, uno dirige una empresa de
limpieza, y yo ni siquier soy una Románov legítima, ni siquiera soy legítima,
pero soy la única descendiente viva de Nicolás II y Ver Derevenko.
Chica de azul con bolsa grande marrón. Qué
interesante. En esta extraña relación entre un político mayor y una estudiante
rusa adolescente observamos que nuestros prejuicios afloran y la autora hace un
análisis contra la falsa igualdad.
Louanne, se reía de la presunción de
igualdad. “De manera que todo el mundo tiene derecho a una educación superior
por obra de alguna deidad”, se mofaba. “Y
por eso los profesores de los colegios de los barrios pobres dan sobresalientes
a letras de rap y hay carreras de dos años para enseñar publicidad en
televisión. ¡Democracia!” Habría recibido con los brazos abiertos el retorno de
los Románov.
Vacaciones de enero. Hay
muchas maneras de dar a conocer el objeto de un relato; a través de la
recreación de los personajes, la descripción de paisajes y escenas, la
autocontemplación. En este caso para conocer un pueblo de Boston opta por las
cartas.
5 de febrero
Querida señora Jenkins
Josephine Salter me ha informado de que
la Academia Caldicott no aplazará la fecha de entrega de su trabajo de las
Vacaciones de enero hasta que usted reciba una solicitud d mi parte. Considere
esta carta dicha solicitud.
Juerga de mayores. Grace
y Gustave se van a casar y se casan. Son personas mayores, ella menos, con
nietos, pero en un momento se dan cuenta de que el otro es otro, sin embargo, el
amor es una aventura. Magistral.
Grace y Gustave se casaron en agosto, en
la casa de Gustave, típica, de tejado a varias aguas, pardusca, achaparrada y
con un porche tan profundo que las habitaciones de la planta baja quedaban muy
en sombra.
Valeries. Val
cuida niños. Cuando deambula por la casa se observa la elegancia y lo
impecable del estilo.
Como tendría que prescindir de los
nombres de pila pensó en sus empleadores como pronombres. Él, Ella, Ellos. La
pareja.
Tía teléfono. Con
ese aire aparente de despreocupación Milo cobra forma entre niños que luego
serán adolescentes y luego padres para mostrar un retazo más de la naturaleza
humana.
Probé por primera vez la carne ruda
cuando tenía neve años. Me había llevado a una fiesta de adultos. Mi padre
estaba de viaje, en un congreso de inversores, y mi hermano se iba a quedar a
dormir en casa de un amigo; y mi cuidadora se puso enferma a última hora, o eso
dijo.
Independencia. La
belleza de la vida se sintetiza en el momento de la muerte. La capacidad
poética, el dominio del oficio es notable y consiguen un final de relato
sublime.
Nunca alcanzaría la orilla, sin
embargo, porque empezó a abrirse un
abismo entre el lago y aquella tierra. Nadie había reparado nunca en ese
abismo. Quizá hubiera surgido recientemente, una falla abierta hacía una semana
o dos; quizá la orilla se hubiera separado del algo o el lago de la orilla; en
cualquier caso, allí estaba: la fisura, la sima…, una caída de agua.
Lo
tenemos en Anagrama
ISBN 978-84-339-7995-7
EAN 9788433979957
PVP CON IVA 24.9 €
NÚM. DE
PÁGINAS 512
COLECCIÓN Panorama de narrativas
CÓDIGO PN 965
TRADUCCIÓN Amado Diéguez Rodríguez
PUBLICACIÓN 24/01/2018
El
descubrimiento de una maestra del cuento contemporáneo –desconocida para la
mayoría de los lectores–: perspicaz, sutil y profundamente humana. La antología
imprescindible con sus mejores piezas.
Edith Pearlman fue hasta hace poco una
desconocida para el grueso de los lectores, pese a que a sus ochenta y un años
ha escrito unos doscientos cincuenta cuentos que han visto la luz en revistas y
se han reunido en varios libros publicados a partir de 1996 en pequeñas
editoriales. Todo empezó a cambiar con la aparición de Visión binocular, antología con treinta
y cuatro de sus mejores piezas que ayudó a darla a conocer en Estados Unidos y
Europa y recibió una larga lista de premios, entre los que destaca el
prestigioso National Book Critics Circle Award.
Los cuentos de Pearlman son una
prodigiosa combinación de sutileza, elegancia, ironía y deslumbrante capacidad
de exploración de los sentimientos y conflictos humanos. Su hondura psicológica
y riqueza de matices los convierte en inagotables. En el prólogo, Ann Patchett,
que compara a la autora con Updike y Alice Munro, dice: «Tienes entre manos,
lector, una joya, un libro que podrías llevarte a una isla desierta sabiendo
que, cada vez que llegases a la última página, podrías volver a empezar.»
Buena parte de los relatos aquí reunidos
están situados en Estados Unidos, pero los hay también ambientados en
Latinoamérica y Europa, donde aparece la diáspora judía tras el Holocausto,
como en el cuento sobre un grupo de judíos alemanes que en 1947 esperan papeles
para emigrar; en otro retoma a dos de los personajes, un matrimonio ya
instalado en Nueva York que recupera el mundo perdido a través de un abrigo.
Pero el repertorio de situaciones es muy variado: la niña que espía a sus
vecinos con unos binoculares; la exiliada polaca que vive en Centroamérica, de
donde deberá huir por segunda vez; la doctora jubilada que se confronta con la
muerte en un solitario paraje natural…
En este libro bellísimo, que elude
ostentaciones y florituras, Pearlman nos deslumbra sin estruendo, porque le
basta apenas un susurro.
«Tierna y distante a la vez. El
resultado es con frecuencia una particular agudeza, liviandad y agilidad en el
tono» (James Wood, The New Yorker).
«Una escritura inteligente, perspicaz,
divertida y muy bella. La visión del mundo de Pearlman es amplia y compasiva,
hecha de pequeños instantes de una bella precisión» (Roxana Robinson, The New York Times Book Review).
«Los cuentos aquí incluidos se han
seleccionado de una manera exquisita. Una visión del mundo en treinta y cuatro
precisos y sutiles movimientos» (David Ulin, Los Angeles Times).
«Sus cuentos son decididamente
absorbentes» (Booklist).
«Deliciosos y líricos. Una fiesta del
lenguaje» (Kirkus Reviews).
«Uno de los secretos mejor guardados
durante décadas de las letras norteamericanas» (Ben Felsenburg, Metro).
«Una revelación literaria espectacular»
(Peter Kemp, The Sunday Times).
«Una maestra contemporánea del cuento»
(Tom Perrotta).
«Una maestra absoluta del relato» (T.
Coraghessan Boyle).
«La mejor escritora de cuentos del
mundo» (Susan Hill, The Times).
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