Como en una carrera me veo sin aliento hacia la recta final del año. Esta es la entrada 449, pero la que me importa es la 450, en realidad es una mentira teatral porque me interesan todas las que hago, sin embargo, hay algo erótico en llegar a la cifra de 450, como si esas pequeñas metas supusieran un antes y un después en la vida del escritor. Elijo, aquí no miento, con cuidado los dos libros que voy a comentar este y el otro, los elijo sabiendo que es un reto para mí hacerlo de esta manera acostumbrado al caos en la elección, selección y materialización con la que escribo y leo. No obstante la suerte está echada y cada libro ocupa su lugar, un espacio exacto al que tienen en mi cabeza, es decir, el podio jerárquico. Si bien el que irá en la entrada 450 está en lo más alto, este se queda en el grupo que sigue en carrera. Así es la literatura, no solo hay que escribir bien, qué digo lector, muy bien, ser capaz de recrearse con una madalena (para eso hay que ser Proust), ser capaz de saborear cada palabra y de gustarse, me refiero al propio escritor en su propia obra y en su propio universo, gozar con los párrafos interminables, con los giros gramaticales que dotan a lo escrito de un aura divina que encanta a ciertos lectores, ese barroquismo literario se engancha en los ojos de algunos, la crítica adora los requiebros estilísticos, la perfección formal (no siempre) y ensalza a primera línea mundial al hacedor del milagro literario. ¿Hay literaturidad en la obra? A raudales. ¿Hay capacidad formal y oficio? Excelso. ¿Es canónica? Sin duda. ¿Te ha gustado? No.
La
literatura no es solo esa capacidad formal de “escribir bien”, eso lo hacen
muchos escritores profesionales, ser capaz de jugar con el lenguaje hasta el
infinito, d¡ser capaz de verbalizar transformando lo dicho. La literatura es
también la acción de la trama, ser capaz de descubrir en lo que escribes el
desencadenante que materializa la obra y la convierte en un ente veraz que
habita la dimensión de lo ficcional. No basta con ser perfecta (lo es), no
basta con ser capaz de analizar ontológicamente el universo (lo hace), es
necesario algo más. Llamadme estúpido, lo acepto, pero necesito que lo escrito
me transmita y me coja los cojones con las dos manos (esto sería harto difícil
por una cuestión de volumen), que me golpee el hígado sin misericordia, quiero
vivir los personajes, quiero sentir su imperfección, quiero verlos a mi lado,
quiero saberlos tan reales como yo, soy un lector enfermo: sigo buscando a
Alonso Quijano en todos los quijotes que leo.
La
novela transita en la oscuridad de la memoria, en la plasmación presente de una
acción meramente literaria salpicada de contrastes históricos, de recuerdos que
no lo son convertidos en el armazón de un personaje que no descubro en el
ámbito de los deseos humanos. Quiero hacerlo. Necesito hacerlo porque sigo
admirando al autor, sigo viendo en él otra dimensión, sin embargo, no me encuentro
como lector y él no me haya como autor,
vivimos, desgraciadamente, en dimensiones diferentes; quiero vivir la literatura,
quiere hacer una literatura cuya brillantez me es ajena. Entiendo a la
perfección por qué ha entusiasmado a la crítica de medio mundo. Pero yo solo
soy un lector.
¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro
mañana, el que ya está o se fragua bajo la cara que enseñas o bajo la careta
que llevas, y que me mostrarás tan solo cuando no lo espere?
Todo
lo dicho anteriormente no quita para que reconozca que hay muy pocos escritores
vivos con tal capacidad literaria. Me gusta mucho el inicio, la cadencia de las
cópulas, la puntuación y ese rasgo de humildad que el lector sabe, dará paso a
una historia. Toda una poética que, desde luego, no engaña al lector.
No debería uno contar nunca nada, ni dar
datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han
existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban
ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido. Contar es casi siempre un
regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo
y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se
traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y
hay que tirar de navaja o filo para cortarlo.
El
libro me parece farragoso, denso. Se centra en el lenguaje, en el bucle
proustiano de evocaciones para construir un relato que se aleja del lector por
momentos. Esa artificiosidad en la construcción de los diálogos o de la caracterización
de los personajes, los convierte, eso sí, en marionetas que poseen diferentes
perspectivas que, a mi juicio, los convierten en un ejercicio de estilo, en un
juego.
‘Soy Premio Nobel, lo soy, yo soy un
Nobel y cómo brillé en Estocolmo’, y a veces diciéndoselo en voz alta, fueron
oídos por sus preocupados próximos. Pero también conozco a bastante gente sin
significación objetiva ni fama que sin embargo se percibe de ese o parecido
modo, y que asiste a su vida como si estuviera en el teatro. Un teatro
permanente, eso sí, reiterativo y monótono hasta la náusea, que no escatima un
detalle ni dos segundos de tedio. Pero esas personas son espectadores muy benévolos
y contentadizos, no en balde son también cada una el autor, el actor y el
protagonista de sus respectivas obras dramáticas (es un decir, lo de
dramáticas).
Esta
descripción me parece especialmente acertada.
Demasiados amigos han desbaratado la
confianza que puse en ellos, y el que es desleal con uno nunca le perdona a uno
el haberle fallado; y cuanto mayor la traición, mayor es mi país la ofensa del
traicionado y siente el traídos mayor agravio. En cuanto a los enemigos, es
quizá lo único en lo que allí jamás se ha sido pobre, y a casi ninguno nos
faltan.
En Alfaguara.
Os dejo la sinopsis completa de la trilogía (la leeré) y la específica de este
primer volumen.
Nº
de páginas:480
Editorial:ALFAGUARA
Idioma:CASTELLANO
Encuadernación:Tapa blanda
ISBN:9788420465531
Año
de edición:2002
Plaza
de edición:ES
Fecha
de lanzamiento:09/10/2002
Tu rostro mañana/ 1 Fiebre y Lanza, primera
parte de la obra cumbre de Javier Marías, que la crítica extranjera ya ha
saludado como una de las cimas literarias de nuestro tiempo.
«No debería contar nunca nada», empieza
por decir el narrador de esta historia, Jaime o Jacobo o Jacques Deza.
Y sin embargo su tarea va a ser la
contraria, contarlo todo, hasta lo aún no sucedido, al ser contratado por un
grupo sin nombre que durante la Segunda Guerra Mundial creó el M16, el Servicio
Secreto británico, y que aún funciona hoy en día de manera tal vez degradada, o
acaso ya bajo diferentes auspicios.
El protagonista regresa a Inglaterra, en
cuya Universidad de Oxford había enseñado muchos años atrás, «por no seguir
cerca de mi mujer mientras ella se me alejaba». Y allí descubre que, según Sir
Peter Wheeler, viejo profesor retirado «con demasiados recuerdos», él también
pertenece al reducido grupo de personas que posee un «don» o maldición: el de
ver lo que la gente hará en el futuro, el de conocer hoy cómo serán sus rostros
mañana, el de saber quiénes nos traicionarán o nos serán leales.
Nº de páginas:1336
Editorial:ALFAGUARA
Idioma:CASTELLANO
Encuadernación:Tapa dura
ISBN:9788420405018
Año de edición:2009
Plaza de edición:ES
Fecha de lanzamiento:03/11/2009
Publicada originalmente en tres entregas
(Fiebre y lanza ,
2002;Baile y sueño,
2004;Veneno y sombra y adiós,
2007), se ofrece ahoraTu rostro mañana,
la obra cumbre de Javier Marías, como lo que en realidad es: una sola,
grandiosa y monumental novela, que la crítica extranjera ya ha saludado como
una de las cimas literarias de nuestro tiempo.
El narrador protagonista, Jacques o
Jaime o Jacobo Deza, conoce los inesperados rostros de quienes lo rodean y
también el suyo propio, y descubrirá que, bajo el mundo más o menos apaciguado
en que vivimos los occidentales, siempre late una necesidad de traición y
violencia que se nos inocula como un veneno.
Una historia que es mucho más que una
historia apasionante, contada con la maestría de uno de los mejores novelistas
contemporáneos, tal vez el más profundo y arriesgado.
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