Por
eso me interesa tanto la novela de Márkaris, que cierra, casi, mi tríada de
autores veraniegos: Leon, Camilleri y
Márkaris, novelas policiacas que me reconfortan en su simplicidad, que me
entretienen y me hacen pensar. Los hipócritas son los que bajo la apariencia de
la virtud (cuánta gente virtuosa conocemos que, en realidad, solo se mira el
interés umbilical que lo une a su yo) propician su propio interés: los que
defienden a ultranza la escuela pública (no tengo muy claro esta defensa en qué
consiste), pero llevan a sus hijos a colegios privados o que, ¡vaya con la
pandemia!, se les hincha la vena del cuello en defensa de una sanidad
universalmente gratuita, pero que acuden a su seguro privado como si no hubiera
mañana ante el más mínimo signo de hemorroides; atención a la nota que viene
ahora, no, no estoy en contra de esta gente, más bien la defiendo, la entiendo
y participo de muchas de sus ilusiones, pero no se puede querer para el otro lo
que nosotros no usamos, es esa demagogia tan antigua que es capaz de defender
una cosa, la otra y la que más convenga a la convención social del momento. Una
pequeña parada en esta disertación en la nube: la hipocresía está íntimamente
ligada a lo políticamente correcto, a lo que se espera en el pensamiento
dominante de corrección, a este puritanismo insoportable, a esta ortodoxia
inquisitorial que pesa como una losa cada vez en menos conciencias que dicen
no.
Así nuestro
autor se adentra, una vez más, en esa triple dimensión de las novelas de Jaritos: la vida familiar como núcleo
fundamental que configura la sociedad griega, con la irrupción del nieto; la
dimensión política en la que el autor se centra en los diferentes problemas que
aquejan la sociedad griega; y el meramente policial que debe desentrañar la
culpabilidad del delito. Podríamos añadir, pero solo en las últimas novelas, la
dimensión profesional de Jaritos debido a que asciende en el escalafón de la
policía y adquiere nuevas responsabilidades que añaden una nueva dimensión a la
lectura.
La
novela vuelve al ritmo esperado, sí, hay cierta estereotipación, como ocurre
con los otros autores. Yo diría que Camillieri
es el más esquemático, luego Leon, en
ella se nota menos, y por último Márkaris porque sí que observamos de una manera más clara, la evolución y crecimiento real de los personajes.
Hay
elementos que consiguen hacer reconocible la obra, siguen las referencias a la
comida y al hogar siendo, como he dicho, la familia tradicional el pilar del
antiguo comisario: matrimonio, ser abuelo, y las recetas que sientan a todos
alrededor de la mesa, esa presencia de la mediterraneidad que consigue
equilibrar el libro y hacerlo familiar para el lector.
Aquí termina la conversación y nos
sumimos en un silencio que me permite disfrutar de la musaka. Después de los
tomates rellenos, mi gran debilidad son las berenjenas, de cualquiera de las
maneras en que las hace mi mujer.
El
contenido social es muy fuerte, el desencanto con Europa, con la pobreza
estandarizada dentro de esa idea de sentirse víctimas de una máquina inmensa
sin alma. Márkaris denuncia la situación que vie Grecia y lo hace siempre
acentuando los problemas que afectan al pueblo.
Lo matamos porque sus estadísticas
decían que el paro se ha reducido, cuando los que supuestamente trabajan cobran
entre doscientos cincuenta y trescientos euros al mes y no pueden llevar comida
a su casa. Kejridis
y sus colegas de Europa pretenden que ganar cien euros al mes te convierte en
trabajador, cuando hasta los mendigos ganan más que eso.
Lo
encontramos en Tusquets.
ISBN 9788490668030
Fecha de lanzamiento 19 de Mayo de 2020
Idiomas Castellano
Género Novela
negra
Formato Tapa blanda
Editorial TUSQUETS EDITORES
Dimensiones 22.5 x 14.8
Número de páginas 352
El comisario Jaritos se enfrenta a un
extraño grupo terrorista cuyas víctimas son fruto del azar. O eso parece.
Para Jaritos, el esperadísimo nacimiento
de su nieto conlleva un significativo cambio en su vida privada. Sin embargo,
la alegría por ese emotivo acontecimiento se ve eclipsada por la llamada que le
anuncia el asesinato de un famoso empresario, un magnate hotelero, muy conocido
por sus contribuciones benéficas. ¿Un nuevo grupo terrorista? ¿Una venganza
personal? No bien empieza la investigación, aparece un manifiesto reivindicando
la muerte del empresario, sin explicar, sin embargo, los motivos; eso debe averiguarlo
la policía, a la que califica de esbirro del poder. Solo se afirma que el
hotelero merecía la muerte. No será la única víctima que se cobre ese extraño
grupo. Todas ellas irreprochables, aparentemente. Hasta que Jaritos empiece a
escarbar.
Márkaris pone el foco, una vez más, en los centros de toma de decisiones, donde
las políticas populistas son en realidad una simple fachada que esconde una
realidad más cruenta, llena de hipocresía.
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