Cerremos
por un momento los ojos y pensamos que nos hemos tomado la píldora
roja, que hemos desechado, aunque sea por un breve lapso, la píldora
azul que tomamos todos los días y nos permite convivir con Twitter,
Facebook o Instagram; pensemos que hemos dejado a un lado la prensa
sin contenido, los artículos inanes, los comentarios vacuos de la
televisión; cerremos los ojos, creamos con fuerza que hemos tomado
esa píldora que nos hará vomitar, convulsionarnos y abrir de
repente los ojos; imaginemos que no escuchamos los interminables
discursos del Gran Padre Mandarín en su Feliz Gobernación, ni al
Conciliador, normalmente un Dictador de entre las castas (divino
Espinosa, siempre te agradezco la claridad de tu literatura);
imaginemos que creemos en la individualidad y respetamos el
pensamiento, que optamos por lo ético, que se nos revela la
verdadera moral del hombre. Entonces no nos moveríamos de manera
acompasada, no bailaríamos al son de las trompetas que llaman al
establo y entenderíamos que somos seres únicos. Pero abrimos
abruptamente los ojos y nos decidimos por la pastilla azul, tenemos
el móvil al alcance de la mano, al fin y al cabo el banquete de la
abundancia imaginaria es más llevadero que una vida con dignidad.
Mary
casi no sabe leer ni escribir, no sabe, pero aprende en el abuso, en
la lascivia, en el dolor de la anulación. Metáfora sin concesiones
del acceso al pensamiento: solo a través del dolor de la disciplina
llegamos a conocer lo oculto. Su precio es inmenso, desorbitado,
injusto, ella solo tiene quince años, pero el pastor, buen pastor de
las fábulas, la conducirá por una iniciación obscena en el
conocimiento, mas solo de la biblia, lógicamente, solo hacia la
palabra del señor, doble señor, el buen pastor de la fábula y el
pastor que a todos nos dirige. ¿Pretende la autora establecer un
paralelismo?¿Solo es el patriarcado quien dirige hacia el sacrificio
y la perdición?¿Es el hombre quien se goza de las flores del mal?
Difícil saberlo, no hago el intento de saberlo, porque Mary sufre su
recompensa con el sacrificio que le impone la agresión constante.
Mas ella se liberará, pero los hombres no podrán perdonarla, creo
entender, que ni en su condición de víctima, ni en su condición de
mujer. Cada lector que aprenda a leer.
y
había dos palabras y yo supe que eran dos porque él me mostró que
había un espacio entre las palabras.
y
leí las palabras.
la.
biblia.
Mary
se empodera. Mary supera la violencia del padre. Mary se sobrepone a
la pasividad de la madre. Mary se dedica a la dependencia. Mary
desea. Mary es entregada como ofrenda virginal al sacrificio que
supondrá el conocimiento. A cambio Mary nos cuenta, lo hace con una
sintaxis sencilla, coloquial, intensa y fresca; no todo el libro lo
consigue, pero se desliza bien por la trama.
este
es mi libro y estoy escribiéndolo con mi propia mano.
en
este año del señor de mil ochocientos treinta y uno yo todavía
estoy sentada al lado de mi ventana. el viento entra por las grietas
del marco.
estoy
cansada de hacer esto y me duele la muñeca de hacer esto.
pero
me prometí a mí misma que escribiría la verdad y las cosas que
pasaron. eso es lo que voy a hacer.
y
mi pelo es del color de la leche.
Así
que la autora opta por el testimonio, por la narración sin
mayúsculas, pretendiendo trasmitir al lector toda la autenticidad
del auto relato otorgado. La escritura es tan
sencilla que se convierte en puro hipnotismo, te absorbe sin remedio
con esa franqueza y asombrosa lucidez de la que dota al relato.
escribir
lleva mucho tiempo. hay que deletrear y copiar cada palabra encima de
la página, y cuando termino tengo que volver a mirar para ver si las
he elegido bien.
y
algunos días tengo que pararme porque tengo que pensar en qué es lo
que quiero decir. y en por qué lo estoy diciendo.
y
tardo más tiempo en escribir sobre algo que ha pasado que lo que
tardó en en pasar.
pero
tengo que escribir rápido porque no tengo mucho tiempo.
El
abuso sistemático queda demasiado topicalizado como en un cuento
para niños para que pudieran entender la crueldad inagotable hacia
ella, pero es demasiado esquemático previsible y moderno. Ella es
más compleja que la resolución de la trama, por eso mantengo que la
trama y Mary se rebelan contra la autora que se deja vencer por un
peso de modernidad incompatible con la dimensión épica del
personaje. La tragedia y la catarsis necesaria, el castigo del hombre
es un rigor innecesario en la literatura que es realidad ficcionada,
no la realidad.
el
picaporte giró muy despacio y yo salí de la cama y traté de
cerrarle la puerta en la cara, pero él la empujó y la abrió y me
empujó contra la pared. y entró en la habitación y cerró la
puerta y puso su vela encima de la caja. y me empujó encima de la
cama. y se subió encima de mí y yo no me podía mover.
¿qué
ha pasado?, me preguntó. ¿es que he sido cruel contigo? siempre te
he tratado bien, ¿verdad? siempre te he cuidado.
La
ceguera de la violencia, el poder arbitrario, el dolor y la
reivindicación de la mismidad, de ser incluso en un ambiente de
hostilidad absoluto, de barbarie sin concesiones. sextopiso
Año:
2013
Edición:
1ª
Formato:
Rústica
Género:
Novela
Páginas:
174
Elias
Canetti escribió que en las escasas ocasiones en que las personas
logran liberarse de las cadenas que las atan suelen, inmediatamente
después, quedar sujetas a otras nuevas. Mary, una niña de quince
años que vive con su familia en una granja de la Inglaterra rural de
1830, tiene el pelo del color de la leche y nació con un defecto
físico en una pierna, pero logra escapar momentáneamente de su
condena familiar cuando es enviada a trabajar como criada para cuidar
a la mujer del vicario, que está enferma. Entonces, tiene la
oportunidad de aprender leer y escribir, de dejar de ver «sólo un
montón de rayas negras» en los libros. Sin embargo, conforme deja
el mundo de las sombras, descubre que las luces pueden resultar
incluso más cegadoras, por eso, a Mary sólo le queda el poder de
contar su historia para tratar de encontrar sosiego en la palabra
escrita. En Del color de la leche, Nell Leyshon ha recreado con una
belleza trágica un microcosmos apabullante, poblado de personajes
como el padre de Mary, que maldice a la vida por no darle hijos
varones; el abuelo, que se finge enfermo para ver a su querida Mary
una vez más; Edna, la criada del vicario que guarda tres sudarios
bajo la cama, uno para ella y dos para un marido y un hijo que no
tiene; todo ello, enmarcado por un entorno bucólico que fluye al
compás de las estaciones y las labores de la granja, que cobra vida
con una inocencia desgarradora gracias al empeño de Mary de dejar un
testimonio escrito del destino adquirido, al cual ya no tiene la
menor posibilidad de renunciar.
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