Nunca
se dicen las cosas demasiado si son importantes, no cantinelas
exculpatorias, autocomplacientes o engañosas; nunca es
demasiado
tarde para reconocer lo que hacemos mal, eso tranquiliza a nuestro
entorno, ni para tomar las riendas de una situación que se nos ha
ido de las manos. Vivimos tiempos extraños, colapsados por la
inmediatez donde todo es futuro y el pasado ha muerto de extenuación.
No hay presente, la contemporaneidad de las noticias, los mass
media, las redes sociales, adelantan al presente
como si se tratase de un episodio de Star
Trek,
por ejemplo. Nada es real. Nada. Las noticias son falsas, las
imágenes son falsas, y la realidad nos suena tan fake como la
ficción, por eso la literatura sirve de refugio y
sosiego,
al menos
la lectura, la que sea, porque si estás más de media hora con el
twitter,
te agobias, te hundes en lo pantanoso de la maldad humana, de la
imbecilidad absoluta, de la estulticia
moral. Las
paranoias de ellos nos invaden a nosotros. No digo nada de la tele o
la radio que, evidentemente, me niego a ver estos días, donde el
comentarista de turno (¿qué estudió, dónde, con qué expediente,
cuál es su
inteligencia?) es capaz de hablar sobre el desastre de la deuda y de
la mutación del COVID-19, fascinante. Vivimos una época de sabios
mediáticos. Que
dios nos pille bajo confesión. Por eso leo, claro que leo, y por eso
os recomiendo el blog de mi hermano José
del Olmo que nos reconforta con su ironía y su mala leche
habitual.
—En
la vida no hay narradores. Está llena de mentiras y de medias
verdades, y en realidad nunca estamos seguros de nada. Eso me gusta.
—Entonces
¿la ficción realmente es ficción?
Como
me he propuesto dejar varias entradas en mi confinamiento forzoso,
hoy voy con la última que he leído de Brunetti, la número 27. Es
curioso que no me llama la atención el número, no me da respeto. Me
pasa igual con Camillieri (¿soy yo o he visto en el cuerpo
central de la novela semejanzas importantes con mi amado Montalbano?)
deseo leerlo. Soy un adicto a ciertos personajes. De hecho me he
animado y voy a leer, sin que sirva de precedente, otra de Wallander,
sí, voy a hacerlo (sabéis los que me conocéis que leo una cada
tres o cuatro años porque me niego a que se me acaben, la última
fue Antes de que hiele, así que me toca Huesos en el
jardín; revisando mis notas la última la leí en agosto de
2015). Como os decía, en estos tiempos uno necesita perspectiva,
despejar la mente. Hace mucho que mi cerebro me dice que algo está
pasando, que algo cambia, que algo se mueve. Y vaya si se ha movido.
Brunetti.
Sí, es él. Hecho de menos mayor presencia de su familia, Paola
aparece más para reconvenirle en la parte final de la novela, con
razón, que para ser el contrapunto familiar que aquí abandona
bastante y se centra más en su relación profesional con Claudia
Griffoni , esta sí, como contrapeso real ideológico y
representante de un activismo feminista muy interesante. Esto me
llama la atención porque le va peso a un personaje que me ha
parecido en otras entregas notable, con muchas posibilidades y, la
verdad, se nota su presencia en los interrogatorios y en las
diferentes acciones de la trama.
No
lo creo. Y tampoco creo a todos esos ancianos que dicen que tuvieron
que matar a sus pobres esposs porque estaban sufriendo y ellos no
podían soportar ver a la mujer que amaban convertirse en alguien
distinto por culpa del alzhéimer. —Apretó
el puño sobre la mesa—. Dime
de una mujer que haya puesto la misma excusa para matar a su marido.
Están
presentes, por supuesto, sus denuncias sociales, su perspectiva
sombría sobre la corrupción o la política; no nos decepcionan. Por
eso esta perenne crítica al sistema nos proporciona una actitud
ética ante el abuso importante porque Brunetti tomará esa vía en
sus resolución en la novela.
Lo
cerró preguntándose cómo era posible que todas las ediciones
contuvieran al menos ocho páginas de titulares que pregonaban
profundos cismas y nuevas formaciones que remodelarían por completo
el mapa político del país mientras no pasaba ni cambiaba nada.
Y
Venecia, la ciudad irreal de los canales, de los palacios y de la
turistificación, de los comercios regidos por chinos, de las
tiendas de artesanía falsa, de la comida rápida, de los vaporettos
y cruceros. La Venecia eterna que se configura como personaje
necesario de la novela. La pregunta que nos asalta es si vivirá a la
masificación de los espacios y si estos no se convertirán en una
dysneilandia para adultos.
Brunetti
giró hacia el Gran Canal y después siguieron por la riva, no hubo
necesidad de dirigir a la professoressa. Tenían el puente de Rialto
a la derecha y lo atravesaron como si estuvieran en unas escaleras
mecánicas, atrapados por los que iban delante y detrás, sin poder
detenerse, sin poder adelantar, sin permitirse una pausa por si los
de atrás los pisoteaban.
Me
gusta, aunque el personaje tiene muchos rasgos del esquematismo
tópico de una serie tan larga, vamos, cierta esquematización, me
gusta, digo, la perspectiva cabal con la que consigue construir un
discurso, muchas veces, inteligente.
Brunetti
odiaba los efectos que las drogas tenían sobre las personas, odiaba
la influencia corrosiva que ejercían sobre los mejores espíritus y,
sin embargo, vivía con tres personas que opinaban que deberían ser
legales. Respuestas fáciles. ¿Por qué la gente siempre quería
respuestas fáciles?
En
esta novela además de los temas expuestos:feminismo, política,
drogas, se añade el fraude a la seguridad social en la dispensa de
medicamentos, el fraude y la mala praxis de los ciudadanos que ven en
el engaño avaro una manera legítima de proceder.
—Le
dije que quería comentárselo a mi doctora y, cuando lo hice,ella me
contestó que los medicamentos [la novela se refiere a los genéricos]
no eran iguales: que el que ella me recetaba costaba más porque se
había demostrado que era mejor.
Pero
a pesar de todo, Brunetti es un héroe moderno, a pesar de su
esquematismo, su encasillamiento en alguna ocasión, la autora
consigue superar esas dificultades y añade un elemento
que lo humaniza,
es decir, lo evoluciona y nos reconcilia con el protagonista. Su
actitud ética se tambalea y no actúa correctamente, lo sabe. Sí,
lo sabe, por eso es humano.
—¿Has
pensado que podrías equivocarte con Donato como te has equivocado
con Gasparini?
Seix
Barral.
Editorial:
Seix Barral
Temática:
Novela negra | Crimen y misterio
Novela
contemporánea
Colección:
Biblioteca Formentor | Serie volumen independiente
Traductor:
Maia Figueroa Evans
Número
de páginas: 336
Mientras
se enfrenta a un problema de posibles filtraciones dentro de la
Questura, Brunetti recibe por sorpresa a una amiga de Paola, su
mujer, muy preocupada por la extraña actitud de su hijo adolescente.
Cuando a medianoche el marido de la amiga aparece inconsciente y con
graves daños cerebrales a los pies de un puente de Venecia, Brunetti
empieza a pensar que el caso tiene que ver con el comportamiento de
su hijo. Pero el camino hacia la verdad, como sabe por experiencia
Brunetti, no suele ser una línea recta: un registro minucioso del
despacho de Gasparini revela una cantidad inusual de cupones de
descuento propiedad de una tía anciana, lo que termina revelando una
estafa dirigida al sistema sanitario veneciano.
En
la nueva entrega de Brunetti, el famoso comisario investigará sobre
una mujer dividida entre el deber a su familia, el deber a la
sociedad, las consecuencias imprevistas de las malas decisiones y la
tentación de perdonar un crimen que nace del corazón.
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