domingo, 15 de octubre de 2017

El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco. The Captain is Out to Lunch and the Sailors Have Taken Over the Ship Charles Bukowski


Llevo tiempo comentando en este blog que mi vida no me permite llevar el control de mis lecturas como desearía; es una vorágine estelar, un sinsentido que me lleva a una inercia imparable. Vivo en la carretera, como dice la canción de Miguel Ríos, y vivo en la angustia permanente de un miedo indeterminado motivado por la pérdida del status quo, eso hace que la literatura, una vez más, se convierta en el único refugio factible que encuentro, la única verdad que me alumbra en el silencio en que habito. Este estado pasará, todo pasará, realmente, abandonaré mis trabajos, mis horas interminables de coche y las responsabilidades que me ciegan ante una verdad mucho más limpia de lo que aparenta. No es todo tan complejo, es mucho más sencillo, pero lo complicamos adrede porque necesitamos complicarlo. La literatura, pues, es la verdad que me despierta cuando duermo alucinado por tanta información inútil.

Y por eso retomo Bukowski a mi pesar, a pesar de que me lo administro como lo hago con Miller, a pesar de  no querer leerlo para poder tenerlo más adelante en esta creencia firme de que el placer diferido es el único placer; pero soy humano y estúpido, por eso lo abordo, abordo esta obra de senectud, jaja, si me leyera me enviaría a la mierda, llena de sentido común. No os voy a decir que son meditaciones como las de Marco Aurelio, pero me sirven en este momento. Su visión brillante y limpia de una verdad sin decorados me fascina y me ha hecho sentirme hombre, sí, lo sé, es como políticamente incorrecto, pero me he sentido hombre, consciente de mis limitaciones y mis defectos, si lo son, de que desde la montaña se ve mejor a quienes suben, y que lo que tengo, bendito Li Chin, es mutable, relativo y fugaz. (Menudo rollo pseudo espiritual, pero como es mi blog, escribo sobre lo que quiero)

Siguiendo su estilo escribe para vivir, lo manifiesta una y otra vez, e identifica escritura con vivencia, respirar con escribir, ser con escribir. Escribir lo es todo, y así hace una especie de diario en que nos cuenta su día a día; es un poco como el día de la marmota, es un contínuum, un mantra repetitivo. Se levanta y va al hipódromo, apuesta y observa, cuenta alguna anécdota o no, reflexiona sobre algún aspecto de la vida, o no, y nos ofrece su visión de la escritura nocturna, del ordenador, de la pantalla, con ese cinismo conmovedor y esa inteligencia que te golpea los huevos sin pasión; si no te gusta ser zarandeado, lee lo más vendido de las librerías o de la red, verás cómo tus huevos permanecen intactos.

Yo solía reírme más, solía hacer más de todo, excepto escribir. Ahora escribo y escribo y escribo, cuanto más viejo soy más escribo, bailando con la muerte. Buen espectáculo. Y creo que lo que hago está bien. Un día dirán “Bukowski ha muerto”, y entonces seré descubierto de verdad, y me colgarán de brillantes farolas apestosas. ¿Y qué? La inmortalidad es el estúpido invento de los vivos. 

Su distancia con el mundo es una necesidad reivindicada una y otra vez, El mejor lector y el mejor humano son los que me recompensan con su ausencia” porque él se debe a sí mismo, a su vida, a su ser escritor al que no puede traicionar y por el que cambió su vida. Como os decía, pues, es un libro en que el autor se siente viejo, y sus reflexiones sobre la muerte y la vida, en fin, están llenas de literatura y esa mala leche sin concesiones que te dejan el estómago revuelto, pero quiero sentir ese estómago revuelto, necesito poder respirar y que la vida me entre hasta el hígado, quiero cerrar los ojos y poder ver de una vez lo que es, quiero dejar a tras el ruido.

No hay que lamentarse por la muerte, como no hay que lamentarse por una flor que crece. Lo terrible no es la muerte, sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte. No hacen honor a sus vidas, les mean encima. Las cagan. Estúpidos gilipollas. Se concentran demasiado en follar, ir al cine, el dinero, la familia, follar. Sus mentes están llenas de algodón. Se tragan a Dios sin pensar, se tragan la patria sin pensar. Muy pronto se olvidan de cómo pensar, dejan que otros piensen por ellos. Sus cerebros están rellenos de algodón. Son feos, hablan feo, caminan feo. Ponles la gran música de los siglos y no la oyen. La muerte de la mayoría de la gente es una farsa. No queda nada que pueda morir.

Otro de los aspectos que más me interesan es el hecho de la escritura, la creación literaria. En sus obras hay un trabajo incansable, es incansable, escribir es su profesión y su vida, escribe desde las entrañas y nos muestra su trabajo. Las reflexiones metaliterarias son constantes y son un marco idóneo para la reflexión. Si eres escritor, entenderás las razones por las que os selecciono estos pequeños fragmentos.

Estos tíos piensan que tienes que pasarte la vida en la cruz, y sangrando, para tener alma. Te quieren medio loco, babeándote la camisa. Yo ya me he cansado de la cruz, tengo el depósito hasta arriba. Si puedo seguir bajado de la cruz, me queda combustible de sobra para continuar. Demasiado combustible. Que se suban ellos a la cruz, les daré mi enhorabuena. Pero el dolor no crea la escritura; la crea un escritor…
Cada nueva línea es un comienzo y no tiene nada que ver con ninguna de las líneas que la han precedido. Todos empezamos desde cero cada día. Y, por supuesto, no tiene nada de sagrado. El mundo puede vivir mucho mejor sin escritura que sin fontanería. Y en algunos lugares del mundo hay muy poco de ambas cosas. Claro que yo preferiría vivir sin fontanería, pero yo estoy enfermo.
Nada impediría a un hombre escribir a menos que ese hombre se lo impida a sí mismo. Si un hombre desea verdaderamente escribir, lo hará. El rechazo y el ridículo no harán más que fortalecerle. Y cuanto más tiempo se le reprima, más fuerte se hará, como una masa de agua que se acumula contra una presa. No hay derrota posible en la escritura;

Sus opiniones sobre literatura o la música clásica (a la que ama) son estupendas, esa amargura me parece cínica, es un canto a que todo lo bueno ya fue y que no se puede hacer nada en ese sentido, como sabéis hay grafitis del antiguo Egipto en que ya se decía eso de sus jóvenes, el tópico es gracioso.

Cuando has leído una cierta cantidad de literatura decente, simplemente no hay más. Tenemos que escribirla nosotros mismos. No queda jugo en el aire. 
Con la gente, sólo encontré a los vivos que ahora estaban muertos; en los libros, en la música clásica. Pero eso me ayudó, durante un tiempo. Pero no había más que un número limitado de libros estimulantes y mágicos, y luego se acababa. La música clásica era mi principal refugio. Escuchaba la mayor parte de ella en la radio, y sigo haciéndolo. Y nunca deja de sorprenderme, incluso ahora, cuando oigo algo fuerte y nuevo que no había oído antes, y ocurre bastante a menudo. 

Pero la obra no se olvida de su pesimismo introvertido, su desaliento lleno de amargura existencial, su prosa nos turba porque sé que soy el destinatario de sus fechas.

Si tan sólo, por un día, viera a UNA persona hacer o decir algo que se saliera de lo habitual, me ayudaría a sobrellevar las cosas. Pero están rancios, llenos de mugre. No hay la más mínima elevación. Ojos, orejas, piernas, voces, pero… nada. Se coagulan dentro de sí mismos, se engañan para ir tirando, fingiendo estar vivos.

Así las mujeres, el alcohol o la gente aparecen y desaparecen como parte de un decorado innecesario para su escritura, porque en el desarrollo de la trama no importa esta, la historia, importa la escritura, el hecho de hacer y descubrir el espacio ficcional que se convierte en verdad.

Nunca encontré realmente a un amigo. En cuanto a las mujeres, había esperanza cuando conocía a una nueva, pero sólo al principio. Desde muy joven lo entendí, dejé de buscar a la Chica de Ensueño; sólo quería una que no fuera una pesadilla.

Las reflexiones son múltiples, los libros hay que leerlos, pero me gusta traer pequeños fragmentos que van construyendo mi canon, mi puzle particular. Como nuestro autor vive en Hollywood también os he traído un fragment sobre el cine delicioso.

Las películas son igual de malas. Escucho o leo a los críticos. Una gran película, te dicen. Y voy a ver la mencionada película. Y me quedo allí sentado sintiéndome un maldito imbécil, sintiendo que me han robado, engañado. Ya sé lo que va a pasar en cada escena antes de que ocurra. Y las previsibles motivaciones de los personajes, lo que les impulsa a actuar, lo que buscan, lo que consideran importante, es tan juvenil y patético, tan burdo y aburrido. Las escenas de amor son mortificantes, anticuadas, papilla preciosista.

Gracias Charles. Por cierto, los dibujos de Crumb geniales. En Anagrama, y aquí os dejo cositas de interés.

ISBN
978-84-339-7678-9
EAN
9788433976789
PVP SIN IVA
8,56 €
PVP CON IVA
8,90 €
NÚM. DE PÁGINAS
168
COLECCIÓN
CÓDIGO
CM 576
TRADUCCIÓN
Roger Wolfe
PUBLICACIÓN
01/01/2012

Charles Bukowski murió en 1994, a tan sólo seis años del nuevo milenio y de la fecha en que le hubiera gustado irse al otro barrio, «con 80 años de edad», como él mismo había dicho en algu- na que otra ocasión. Los dioses no le permitieron ese último deseo; tenía 73 años cuando murió. En cualquier caso, tras la vida que llevó, sus lectores podemos dar gracias de que anduviera más de siete décadas entre los vivos. Bukowski ha dejado una obra ciertamente dilatada: más de 30 títulos que in- cluyen poesía, novela, cuentos, un guión cinematográfico, volúmenes de cartas y el presente diario, El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, su más reciente publicación póstuma. El libro sale de los archivos de su editor y amigo durante más de 20 años, John Martin, que asegura tener a buen recaudo más material fresco de Bukowski, que se irá publicando a lo largo de los próximos años. En "El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco", una metáfora del lamentable estado de la nave que nos lleva, Bukowski es más que nunca un filósofo. El libro es un diario de los últimos meses de su vida, cuajado de reflexiones hechas desde la cima de su experiencia. Todo ha cambiado para seguir igual; Bukowski vive en una casa cómoda, con piscina y jacuzzi y un buen coche en el garaje, pero la desesperación es la misma: «No sé lo que le pasará a otra gente, pero yo, cuando me agacho para ponerme los zapatos por la mañana, pienso: Ah, Dios mío, ¿y ahora qué?. Estoy jodido por la vida, no nos entendemos. Tengo que darle bocados pequeños, no engullirla toda. Es como tragar cubos de mierda. Nunca me sorprende que los manicomios y las cárceles estén llenos, y que las calles estén llenas...» Charles Bukowski conocía el único secreto que merece ser conocido: que lo único que importa es que nada tiene importancia. Puede que eso, paradójicamente o no, contribuyera a convertirlo en uno de los escritores norteamericanos más leídos del mundo entero, y en uno de los maestros literarios indiscutibles del siglo XX.

Este libro, que sale de los archivos de John Martin, su editor y amigo, es un diario de los últimos meses de vida de Bukowski, cuajado de reflexiones hechas desde la cima de su experiencia. Ahora vive en una casa cómoda, con piscina y jacuzzi y un buen coche en el garaje, pero la desesperación es la misma. Él conocía el único secreto que merece ser conocido: que lo único que importa es que nada tiene importancia. Puede que eso –paradójicamente o no– contribuyera a convertirlo en uno de los escritores norteamericanos más leídos y en uno de los maes­tros literarios indiscutibles del siglo XX. Los textos van acompañados por ilustraciones de Robert Crumb.
«Una especie de testamento, de paso a limpio de su experiencia» (Félix Romeo, ABC).
«Viperina lucidez» (El Periódico).


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