El verano no solo es propicio para leer novelas de entretenimiento
que te permitan un encefalograma plano, el verano también es una época para
disfrutar leyendo buenas novelas. Ya sabemos que ante la presión mediática se
hace muy difícil la selección de qué leer o qué no leer, eso es así, por eso
siempre voy con pies de plomo temiéndome lo peor. Sin embargo, lo he comentado
en alguna ocasión, también hay novelistas que se caracterizan por su seguridad,
es decir, que te brindan un lugar a donde ir sin más temores que los propios de la novedad; uno de esos novelistas en Ian McEwan.
En este blog ha aparecido más de una vez el autor y os he hablado
de sus novelas conforme iban saliendo y yo leyéndolas. El autor se caracteriza
por un dominio importante de la técnica narrativa y por la búsqueda de una voz propia
que alumbre la ficción de una manera personal. No siempre es posible, una voz
personal es algo complejo ya que existe siempre la tentación de escribir para
el público, para crear una obra dentro de los parámetros de lo esperado. Así la
novela se convierte en mercancía, en pura artesanía, si me permitís la expresión;
es algo así como cuando vamos a Santillana del Mar y entramos en una tienda de suvenires,
todo es muy bonito, pero está hecho en serie para que todos tengamos la posibilidad
de encontrarnos con la ilusión del arte; sin embargo después vamos, no sé, a su
claustro, y vemos algo irrepetible, que posee un aura de ser único, de
permanecer con el paso del tiempo con una fuerza interior que irradia belleza
en cada rincón. Igual no es buen ejemplo, no importa, lo que os quiero decir es
que escribir series está bien, entro a comprar suvenires y me gustan, pero ante
el claustro me quedo en silencio, contemplo la belleza y me lleno de buen
rollo. Así es la verdadera literatura: arte, belleza y posibilidad de disfrutar
de la belleza que emana.
La novela trabaja la perspectiva narradora de una manera inteligente.
El modo primera persona, tan de moda hoy en día, se reformula y diferencia
claramente al narrador que cede el discurso a un personaje que en realidad no
lo es, me explico, la novedad radica en que quien cuenta la historia es un
personaje a medio hacer, un no nato que piensa desde el vientre de su madre “Así
que aquí estoy, cabeza abajo dentro de una mujer”. En otros discursos hemos
visto que habla, por ejemplo, el falo, pero el falo es una parte del personaje
alienado por las razones que sean, aquí no, aquí el discurso lo elabora, obviamente
el narrador, pero cede su ímpetu a este feto que filosofa, que piensa sobre la
vida y la muerte o sobre el devenir del mundo, dando un carácter novedoso a la
escritura.
En realidad se trata de una novela policíaca, una novela en que se
quiere perpetrar un crimen y hay un testigo que asiste mudo a la construcción
de la trama. Pero aunque es un personaje mudo, no participa, sí que nos habla y
nos hace partícipes de lo que, supuestamente ocurre. Esta parte de la ficción
me encanta porque a través de esta técnica el autor nos dice que lo que
acontece en una novela es eso, ficcional, tanto que o bien es recreado por el
autor como narrador y se nos presentan unos hechos que vamos conociendo en
tensión y a la espera de resolución de conflicto, o bien los hechos no son más
que proyecciones ilusorias del lector, en este caso del espectador ciego que es
el feto. Así la historia es una circunstancia que, en cualquier caso, es
inventada, percibida o mostrada como reflejo, pero, en realidad ¿qué ocurre
realmente? El lector siempre hace este trabajo de proyección, aquí lo hace el feto que ve lo que no ve.
Estar encerrado en una cáscara de nuez, ver el mundo en cinco
centímetros de marfil, en un grano de arena. ¿Por qué no, si toda la
literatura, todo el arte, todo el esfuerzo humano, no es más que una mota en el
universo de las cosas posibles? E incluso este universo puede ser una mota en
una multitud de universos reales y posibles.
Por lo demás, muestro mis debilidades, es una novela corta y ese
hecho la potencia porque la hace digerible, amena y bien resuelta. La tenemos
en Anagrama y aquí os dejo datos de interés.
ISBN
|
978-84-339-7975-9
|
EAN
|
9788433979759
|
PVP SIN IVA
|
18,17 €
|
PVP CON IVA
|
18,90 €
|
NÚM. DE PÁGINAS
|
224
|
COLECCIÓN
|
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CÓDIGO
|
PN 943
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TRADUCCIÓN
|
Jaime Zulaika
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PUBLICACIÓN
|
15/02/2017
|
Trudy mantiene una relación adúltera con Claude, hermano de su
marido John. Éste, poeta y editor de poesía, es un soñador depresivo con
tendencia a la obesidad cuyo matrimonio se está desintegrando. Claude es más
pragmático y trabaja en negocios inmobiliarios. La pareja de amantes concibe un
plan: asesinar a John envenenándolo. El motivo: una mansión georgiana valorada
en unos ocho millones de libras que, si John muere, heredará Trudy.
Pero resulta que hay un testigo de esta maquinación criminal: el
feto que Trudy lleva en sus entrañas. Y en una pirueta de triple salto mortal
que parece imposible de sostener pero le sale redonda, McEwan convierte al feto
–al que todavía no han puesto nombre porque no ha nacido– en el narrador de la
novela, desde la primera página hasta la última.
Lo que sigue es una mezcla genial de comedia negra, trama
detectivesca y astuta reescritura intrauterina de un gran clásico, por cuyas
páginas asoman también una joven poetisa amante de John y una bregada
inspectora de policía. Pero además de observar desde primera fila los
preparativos del asesinato de su padre a manos de su madre, el feto filosofa
sobre el mundo y la vida, lanza preguntas incómodas y se lo cuestiona todo,
mientras las copas de vino –y alguna bebida de más graduación– que bebe su
madre tienen efectos mareantes sobre él.
Jugando con un narrador inaudito, Ian McEwan plantea un audaz
experimento literario que es un auténtico tour de force sólo al alcance de un escritor
superdotado. Y el resultado es una novela redonda que avanza con el palpitante
ritmo de un thriller, trufada del mejor humor británico.
«Una narración vigorizante y genial... Un ejercicio en la cuerda
floja de alto riesgo brillantemente ejecutado» (Frances Wilson, Times Literary
Supplement).
«Una pirueta creativa resuelta con brillantez. Ingeniosa y
sutilmente trágica, es una novela breve hechizante» (Hephzibah Anderson, Mail on Sunday).
«El mundo literario actual rara vez distingue con medallas de oro a
las comedias, pero ésta –ágil, musculada, veloz– no hay que perdérsela» (Claire
Lowdon, Sunday
Times).
«Muy divertida... Esta novela ferozmente inteligente ofrece mucho
más de lo que a primera vista parece» (Robert Douglas-Fairhurst, The Times).
«Compacta y cautivadora, con una trama genial» (Siddhartha
Mukherjee, The
New York Times Book Review).
«Ingeniosa y profunda, una novela breve que atrapa» (Vanessa
Berridge, The
Daily Express).
«Una obra maestra. Reúne todo lo que McEwan ha aprendido y sabe
sobre su oficio» (Kate Clanchy, The Guardian).
«Cargada de humor y teñida de suspense. Una joya» (Publishers
Weekly).
«Una novela inteligente, divertida y absolutamente cautivadora...
Un pequeño tour de force en el que McEwan despliega todas sus dotes narrativas»
(Michiko Kakutani, The
New York Times).
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