Hay una novela que parece que cuente al autor. ¿Acaso es posible la novela sin la presencia del autor? Es un tema debatido en profundidad consus detractores y firmes defensores; en mi caso, no sé si estoy a favor o en contra, pero sé que hay novelas que son el autor, o al menos, son una parte del autor. Aventuro una técnica. Al escritor le pasan cosas, hechos, datos, encuentros, experiencias; este las toma y las convierte en vivencias, parciales, ficcionales, literaturizadas, de los personajes, del personaje si habla en primera persona, y así crea una trama desde la realidad, al menos su percepción de la realidad, y nace una novela de autor, de experiencias de autor.
La
obra ha de decir algo, ya que se cae en el riesgo de suceder palabras, una tras
otra, como una fila más o menos extensa. La literatura ha de tener poesía, en
su sentido literario, debe tener, hartito estoy de decirlo, voluntad de estilo,
una finalidad estética a la fin. Chirbes está en ello.
Chirbes
es uno de los buenos novelistas finiseculares, y lo hemos conocido a través de
varias obras que retratan, en el fondo, un universo particular, un personaje
que, afirmaría, proviene de la realidad vivida.
En
la obra observamos algunos rasgos que aparecerán posteriormente: el espacio
configurado desde la memoria y la vivencia personal; las maneras de vivir del
Mediterráneo; los chalets abandonados o los bungalós de palaya que cambian un paisaje
milenario; personajes que viven la pasión de sus vidas.
Así
aparece la naturaleza como espacio que determina el espíritu a través del
impacto visual y sensorial. La lluvia presente como un símbolo de un ambiente
en bucle, de esa búsqueda interior, esa humedad que desprende el ambiente,
¿serán las lágrimas del autor?
Cuando tomé la precipitada decisión de vivir en Marruecos, no imaginaba que, en un país que había recorrido en varias ocasiones y que siempre me había parecido desértico, pudiese llover tanto. Sin embargo, aquel invierno que pasé en Mimoun llovió durante semanas enteras. El viento se ensañaba con las ramas de los árboles, y las ramas de los árboles, al moverse, torturaban mi imaginación. Conseguían, con su triste sonido, trastornar mis sentimientos y arrastrarme a estados de ánimo más propios de un adolescente que del hombre que, ya por entonces, era...
Ya no se trataba de tormentas, sino de una lluvia que caía durante horas enteras volviéndolo todo suave, como un útero...
También
caía la lluvia sobre mí, concediéndome una paz extraña. La lluvia caía sobre
los muertos que miraban hacia La Meca desde sus tumbas anónimas. Las sordas
pisadas de los perros empapados por la lluvia.
Y
mantengo que ese espacio es una reconstrucción de lo vivido, del recuerdo
soñado que configura lo imaginario. El espacio cumple una función en la
memoria, en los huecos de la memoria.
Vagabundeaba por las calles tortuosas», dice en un momento determinado, «como si, a fuerza de andar, fuera a conseguir hacerme con las claves que me abriesen aquel mundo que imaginaba mágico...
Vagabundeaba por las calles tortuosas», dice en un momento determinado, «como si, a fuerza de andar, fuera a conseguir hacerme con las claves que me abriesen aquel mundo que imaginaba mágico...
Mientras
me fumaba el cigarrillo, sentado sobre los cojines esparcidos por el suelo, al
lado del piano, me invadió la certidumbre de que la mayor parte de los objetos
usados que Francisco había ido acumulando fueron fabricados para ocupar
precisamente el lugar que ocupaban ahora, y que incluso la música de Satie se
adaptaba a aquel espacio como si estuviese acostumbrada a vivir en él.,,
Vivía en Mimoun como si hubiese ido desnudándome de todo, y me quedé a solas con un paisaje que también se iba borrando tras el polvo y el sol hasta no parecer más que el decorado irreal de una pesadilla.
Vivía en Mimoun como si hubiese ido desnudándome de todo, y me quedé a solas con un paisaje que también se iba borrando tras el polvo y el sol hasta no parecer más que el decorado irreal de una pesadilla.
El
sexo, las relaciones homosexuales o con prostitutas, en cualquier caso, un sexo
que aparece como un tema recurrente en la obra. El amor y el sexo. Las
relaciones. Los celos y la violencia de la aceptación, todo conforma un cóctel
que ayuda a la configuración ambigua y caótica de Manuel.
Al atardecer, bajamos al pueblo y fuimos de nuevo al burdel del mellah. En esta ocasión se empeñó en que eligiésemos una chica para los dos y en que debía ser yo quien la escogiera...
A
veces nos poníamos de uno en uno sobre alguna de las muchachas encontradas al
azar; en ocasiones nos tocábamos unos a otros fingiendo no darnos cuenta de
nada.
Me
ha interesado mucho un pensamiento que no me propongo comentar, creo que hay
que leerlo.
—Tú
nunca llegarás a escribir: sólo te interesan las vistas panorámicas.
En
cualquier caso también hay una belleza literaria.
El
agua, al hervir en el cazo, empañó los vidrios de la ventana de la cocina y la
casa se encogió amablemente sobre sí misma, protegiéndome y obligando a la
noche a cambiar de signo.
Como
toda la obra de Chirbes la podemos encontrar en Anagrma. Aquí os
dejo datos de interés.
ISBN 9788433971807
EAN 9788433971807
PVP SIN IVA 6.94 €
PVP CON IVA 7.21 €
NÚM. DE PÁGINAS 134
COLECCIÓN Narrativas hispánicas
CÓDIGO NH 72
PUBLICACIÓN 18/04/2006
Un profesor de español llega a Marruecos con el vago propósito de concluir una novela. Se instala en Mimoun, un pueblo del Atlas, y allí se cierne sobre él un extraño tejido de relaciones en el que los personajes se mueven, tropiezan y desaparecen como bolas de un billar americano.
Francisco, Hassan, Aixa, Rachida o Charpent son para Manuel, el narrador-protagonista, seres enigmáticos sobre los que proyecta su propio desconcierto. Pero es Charpent, un misterioso exiliado, quien, con su proceso autodestructor, le ofrece a Manuel el contrapunto más exacto de su propio destino, resumido en las palabras de Rilke: «Oh, Señor, concede a cada cual su propia muerte.»
El Marruecos de Mimoun no es un marco exótico, sino un espacio palpitante y hostil donde los personajes buscan la fuerza necesaria para seguir viviendo. Escrita en un estilo contenido, más sugerente que indicativo, es al mismo tiempo una narración tensa y pasional que no oculta su pretensión catártica. Veinte años después de su primera edición, Mimoun, la primera novela de Rafael Chirbes, que fue tan bien acogida por la crítica y los lectores, sigue brillando en su narrativa como una joya de inquietante belleza.
EAN 9788433971807
PVP SIN IVA 6.94 €
PVP CON IVA 7.21 €
NÚM. DE PÁGINAS 134
COLECCIÓN Narrativas hispánicas
CÓDIGO NH 72
PUBLICACIÓN 18/04/2006
Un profesor de español llega a Marruecos con el vago propósito de concluir una novela. Se instala en Mimoun, un pueblo del Atlas, y allí se cierne sobre él un extraño tejido de relaciones en el que los personajes se mueven, tropiezan y desaparecen como bolas de un billar americano.
Francisco, Hassan, Aixa, Rachida o Charpent son para Manuel, el narrador-protagonista, seres enigmáticos sobre los que proyecta su propio desconcierto. Pero es Charpent, un misterioso exiliado, quien, con su proceso autodestructor, le ofrece a Manuel el contrapunto más exacto de su propio destino, resumido en las palabras de Rilke: «Oh, Señor, concede a cada cual su propia muerte.»
El Marruecos de Mimoun no es un marco exótico, sino un espacio palpitante y hostil donde los personajes buscan la fuerza necesaria para seguir viviendo. Escrita en un estilo contenido, más sugerente que indicativo, es al mismo tiempo una narración tensa y pasional que no oculta su pretensión catártica. Veinte años después de su primera edición, Mimoun, la primera novela de Rafael Chirbes, que fue tan bien acogida por la crítica y los lectores, sigue brillando en su narrativa como una joya de inquietante belleza.
«Chirbes ha sabido inventar una nueva voz» (Álvaro Pombo).
«Hermosa e inquietante» (Carmen Martín Gaite).
«Espléndida novela» (Javier Goñi).
«Un debut impresionante» (Publishers Weekly).
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