domingo, 7 de febrero de 2016

Las puertas del paraiso, The vagrants, Yiyun Li


Hace tiempo que muestro una irregularidad extrañada a la hora de escribir entradas en el blog, como si la literatura ocupase un lugar secundario en mi devenir diario. Es cierto, como os he comentado en otras entradas, que los cientos de páginas de informes que estoy leyendo no me permiten llevar el ritmo habitual (no sé muy bien definiros habitual; me imagino que habitual es leer una novela  por semana, más o menos, o hacer unas cuatro entradas mensuales. El problema es que siempre he de hacerlo sobre libros leídos en ese mes, no sirve el recuerdo de una lectura, ni los apuntes sobre alguno que me gustó en otro tiempo) como os decía, leer, leo, pero mi ritmo es más cansino, como abstraído en el universo denso del conocimiento.

Pero eso no significa que no lea novelas, que las leo, pero busco cualquier resquicio para entretenerme y dedicarles el tiempo que se merecen. Este fin de semana he acabado dos y he empezado otras dos, podéis verlo en el margen, y me he animado a última hora a hacer esta entrada sobre la novela de la afamada Yiyun Li, que se ha considerada por la crítica norteamericana una joven promesa literaria.
Me enfrento siempre con estas novelas tan ambiciosas al mismo problema, la delimitación entre literatura y best seller, como si siempre fueran los límites tan claros como para definir la escritura en cualquiera de ambos ámbitos. En este caso el placer de la lectura, está bien escrita, el impacto narrativo y la construcción de las tramas invitan a creernos que estamos ante una novela, ante literatura; sin embargo la épica, la profusa recolección de datos y situaciones que la verifican, los golpes al lector, de efecto, pueden hacernos pensar que nos encontramos ante un best seller que será llevado al cine. No sé qué deciros. A mí me ha gustado y punto.
Las novelas que critican el poder absoluto del estado, que denuncian la voracidad de lo colectivo sobre la libertad individual me gustan, me gustan mucho: identifico factores importantes en un mundo que dominan los mass media, que determina las redes sociales y que dirigen telepredicadores de escaso contenido intelectual y reflexión adolescente en las televisiones, radios y diarios escritos o no. La denuncia del pensamiento único, de la manipulación de la historia, de los excesos de los mandarines (¿Mi queridísimo y amado Espinosa!) me obligan a alinearme intelectualmente con los que denuncian los intentos de dirigismo, de nueva esclavitud, de eliminación del pensamiento propio, de la expresión pública de la determinación individual. No lo olvidéis ninguno de vosotros, pensar es un peligro inmenso, tener opiniones propias es un desafío intolerable, y ser crítico con las corrientes predominantes un delito.
Lo dicho, me ha gustado. La novela se adentra en la post operación china contra la revolución cultural de Mao que llevó el terror y la limpieza cultural, moral y ética de la sociedad comunista. La trama es sencilla, Gu Shan ha sido condenada a muerte por contrarrevolucionaria cuando antes fue adalid de la revolución cultural, pero los motivos son mucho más mundanos: el poder, el mercadeo con el individuo, el poder.
La novela intenta ser un fresco de una ciudad de provincias, del poder del partido comunista, de la dificultad por acceder a la información por las luchas por el poder. La superación de la revolución cultural que llevó al sometimiento de la familia, a denuncias y castigos, a una reeducación por parte del estado de los intelectuales contrarrevolucionarios, humillaciones públicas, totalitarismo colectivista que castiga al ser por el mero hecho de serlo, va a  traer consecuencias demográficas y las purgas van dejando paso a nuevas posibilidades.

En los últimos dos años, el final de la Revolución Cultural había traído a muchos jóvenes de vuelta del campo, adonde habían sido enviados en la década anterior. En esos momentos, la gente se peleaba incluso por un puesto de barrendero, por lo que a la señora Hua no le hubiera extrañado que cualquier día la sustituyeran.(…)
El maestro Gu no sabía por qué estaban allí los Hua, pues al fin y al cabo ambos eran de origen humilde; pero enajenados como estaban los jóvenes revolucionarios, por lo visto ser humanos era razón suficiente para merecer aquella humillación. (…)
 los dos guardias cogieron a Shan por los brazos, sin miramientos, y la sacaron de la habitación a la fuerza. Ella seguía hablando, pero él ya no la oía. Se quedó mirando los pantalones del uniforme, manchados de sangre menstrual. La muerte estaba lejos de ser lo peor que podía ocurrirle a un ser humano. Lo embargó algo que superaba al miedo y deseó poder poner fin a la vida de su hija por ella. (…)
Sois hijos del partido antes que hijos de vuestros padres. El partido ama a todos por igual; no obstante, si alguien comete un error, igual que cuando lo comete un niño, el partido no dejará pasar ni a un solo infractor sin castigo. No se librará nadie, no se tolerará ningún crimen.

La novela está escrita por una occidental china, claro, diréis, por alguien que puede expresar libremente sus puntos de vista, claro. Pero nos encontramos ante una disyuntiva histórica, ante un reto descomunal por salvar al ser en toda la extensión de su individualidad, de sus derechos, de denunciar a telepredicadores, a periodistas manipuladores que pretenden purgar el pensamiento, que quieren orwelizar la historia, que pretenden esclavizarnos en un falso paraíso. El dolor y la humillación, el desprecio por el ciudadano es un mal secular ya recogido en la política de Aristóteles. ¿Cómo respetar al humilde desde la soberbia del mandarín? La ortodoxia lucha por imponerse, la heterodoxia es una herejía de primer orden, el hombre debe ser la masa, no el hombre (ver 1984; El cero y el infinito)

Era una enfermedad: aquella pasión por la política, por «movilizar» a las masas como si fueran granos de arena que pudieran unirse con facilidad gracias a un hechizo mágico para formar una torre, era una enfermedad mortal.(…)
cuyo trabajo consistía en leer en voz alta palabras vacías y grandilocuentes creadas para deslumbrar a los afligidos.(…)
—¿acaso no podríamos hasta tomarnos la libertad de creer, no sé, que esta era puede perdurar los siguientes cien años?— es el lamento de nuestros huesos aplastados bajo el peso de palabras vacías. No existe belleza en tal molienda, ni tampoco, ¡ay!, escapatoria para nosotros, ni ahora ni nunca(…)
Jamás creas lo que está escrito(…)

Como novela tiene muchas más connotaciones, más trams, por ejemplo la historia de la cenicienta, Nini, trasformada, hermosa, dura, literaria, sin embargo me ha interesado esta parte concreta que lo impregna todo, este fresco de escasos días que denuncia el sometimiento, que nos alerta como seres pensantes que nuestra libertad siempre está en juego.
La novela podemos encontrarla en Lumen, y aquí os dejo sus datos.

Título Original: The vagrants
Traductor: Martín de Dios, Laura
Autor: Li, Yiyun
©2010, Lumen
Colección: Narrativa
ISBN: 9788426417572
Un anciano barre la acera gris, una mujer pega carteles rojos por la calle, una niña maltrecha corre en busca de carbón y un chiquillo huye de su casa para jugar con un perro y respirar el aire de la primavera que acaba de llegar... Parece una mañana cualquiera en la ciudad china de Río Turbio, pero muy pronto todos sabrán que con la primavera ha llegado también el día de la ejecución pública de la joven Gu Shan, culpable de haber expresado sus dudas acerca de la revolución maoísta. Ahora, después de diez años de cárcel, llega el momento de su ejecución.

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