martes, 6 de agosto de 2013

Sobre gustos no hay nada escrito, Veit Heinichen



La novela policíaca sigue gozando de buena salud. A los escritores nórdicos, amos del género editorialmente, se suman los italianos, españoles, norteamericanos y alemanes. A este último grupo pertenece nuestro autor, que aunque alemán, está afincado en Trieste, localización de nuestra novela, desde hace unos años. E
l lugar de residencia del autor no influye necesariamente en el desarrollo del escritor. Sí tal vez en los paisajes, en la adquisición de ciertas costumbres: alimentarias, sociales, culturales, pero siempre queda en el subconsciente el lugar de dónde somos, nuestra socialización, nuestro compromiso y educación cultural. 



Por eso nuestro autor, aunque intenta acercarse a los grandes escritores italianos, aquí incluyo a la norteamericana Donna Leon, no lo consigue, no se encuentra a gusto con los convencionalismos del género, ni los pone en práctica como él cree que lo hace. Los personajes son algo estáticos, trabaja el tópico en los retratos y la profundidad sicológica de estos no es tal. Ahora bien, ¿Esto es malo? Claro que no. La superficialidad del comisario, de su familia, de su secretaria o de su mujer, ayudan a centrarnos en la trama, al igual que el retrato esquemático de la maravillosa periodista etíope: alta, negra, con el pelo platino, intrépida y algo estúpida. Este esquematismo ha funcionado tradicionalmente en el género, haciendo que el lector se identifique con lugares comunes que le resultan conocidos, y por lo tanto, con los que se puede identificar. Así, Laurenti, el comisario, es un adúltero sin remordimientos, es un hombre clásico, enamorado de su mujer y tradicional sin serlo, colérico, intrépido y de una inteligencia media, no es un personaje al que podamos querer. Laura, su mujer, adúltera, sofisticada, hermosa, superficial, banal, vive como contrapunto a nuestro héroe, así el esquematismo funciona como identificador. Patricia, su hija, del comisario, adúltera también, sigue enamorada de su marido, pero en su ausencia disfruta de la vida; o la abuela, la suegra, que se mete en todo, que se nos presenta como centinela de la moral familiar, y que, además, actúa como canguro ocasional. Este esquematismo nos ayuda a la identificación, a situarnos en los cánones del género y a tomar partido moral y accional respecto a los personajes y a la trama. Por último señalar a Lele, el gran jefe fascista y paradigma de la corrupción, absolutamente corrompido en lo moral y en lo público, radical, xenófobo, vamos, que no decepciona a los amantes de lo políticamente correcto, y a su no hijo Aurelio, perfecto gigoló sin un gramo de cerebro. Ninguno de los dos nos decepcionará, son exactamente lo que deben ser en un mundo sin contradicciones en lo ideológico y anclado en lo políticamente correcto.

También se aleja de los cánones de la novela policíaca italiana en la extraordinaria documentación, que ayuda a que el lector se distraiga con datos sobre el fascismo, o sobre el origen y producción del café, o sobre la expansión colonial en Eritrea y Etiopía. Este gusto por la documentación es un efecto de distracción sobre la trama, ya que el lector, inconscientemente, se adentra en historias cercanas paralelas y, así, el escritor logra suscitar su interés. Obviamente son absolutamente prescindibles, no aportan nada a la historia, que alargan innecesariamente, pero cautivan al lector ávido de información.

Es una novela interesante, se deja leer, ideal para unas vacaciones. En España la publica Siruela, y aquí os dejo la sinopsis:

Título:Sobre gustos no hay nada escrito
Subtítulo:Serie del comisario Proteo Laurenti
Autor:Veit Heinichen
Traducido por:Isabel García Adánez
Colección:Nuevos Tiempos. 225.
ISBN:978-84-9841-731-9
Código de almacén:80211225
Edición:1ª, 2012
Formato:Libro electrónico, Kindle 631.0 KB (Disponible enRústicaEPUB)
Tema:Novela contemporánea - literatura extranjera, Novela policiaca y thriller
Idioma de publicación:Español
Idioma de traducción:Alemán

En el puerto de Trieste, uno de los principales puertos cafeteros de Europa, donde se comercia con el café en grano más caro del mundo, se han robado sacos y sacos…, aunque ése es un asunto que no inquieta demasiado al comisario Proteo Laurenti. O al menos no tanto como el cadáver de un ahogado, el chantaje a una importante política extranjera y las arriesgadas investigaciones privadas de una periodista etíope. En su séptimo caso, el entrañable y cabezota comisario debe armarse de valor para atacar al enemigo, y va a dar de lleno en un avispero. Sus sospechas no tardan en convertirse en certezas: todos los elementos no son sino meras figuras de un teatro dirigidas por las manos más siniestras...

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