Ya sabéis, queridos blogueros (me encanta lo que, en estos momentos, están pensando los sesudos componentes del establishment bien pensante gramatical, que si la @ no es una letra, ni leches; no os imagináis lo triste que es vivir en las cavernas, pero los hay, que te corrigen como padres enfadados. Conclusión, uso la @ porque me da la gana, ¿vale?) que mi uso de la literatura es tan caótico e imprevisible, incluso para mí, como para vosotr@s, (jejejeje, por si hay dudas). A cinco best sellers y dos novelas policíacas, le sigue algún clásico, algún grueso volumen, o algún comentario que no tiene mucho que ver con lo que acabo de leer. Bien, ahora es el turno para un clásico. Fijaros que leo clásicos, ocasionalmente, que no están al alcance de la mayoría, no me refiero intelectual, ya lo sabéis, sino físico, pero como entiendo que el ebook ha ocupado muchos espacios, pues ahí sí que lo tenéis mucho más fácil para haceros con el libro.
Bien. Aquí estoy de nuevo. Me acabo de levantar y lo he hecho pensando en qué iba a decir sobre este libro. Tal vez podría empezar diciendo que está prologado por Borges, vamos bien, o que la gente que lo compra, en los buscadores de libros online, son redirigidos a la obra de Camus, Kafka, Coetze, Becket o Sartre, y claro, esto me hace pensar, y bien, claro. Sí, es una novela filosófica,no en el sentido de rollo inacabable, en absoluto, ni tampoco en el sentido de pensamientos larguísimos e interminables, menos aún. Es una novela plana, sencilla, con una trama lineal, sin flash backs ni cosas parecidas. Es, simplemente, la historia del teniente Drogo que ha sido destinado a la Fortaleza que se erige entre las montañas y que sirve de frontera, o último reducto, de la civilización occidental ante el enemigo imaginario que simboliza lo que los habitantes de la misma llaman: el Desierto de los Tártaros, que no es más que una amplia llanura, inabarcable con las vista o con prismáticos, y que simboliza al enemigo que no se ve ni se puede ver, pero que aparece ante el hombre en toda la amplitud de su desolación, con la obsesiva certeza de su existencia. Así que la novela, como podéis imaginar, nos habla del paso del tiempo, de la rutina, de la soledad, de la disciplina, de la absurda vida administrativa y burocrática, el hastío ante una vida que simplemente pasa, seguridad frente a libertad, resignación y frustración. La realidad, casi postergada hasta el infinito, como dice Borges, no es más que una ficción del rumor y de la propia imaginación, que entiendo, construye esa anhelada realidad, la guerra, el ataque del enemigo, convirtiéndola, entonces, por fin, en real.
La novela es una gran alegoría sobre el poder ejercido por el otro, la burocratización de la vida contemporánea, o la amistad como contraposición de intereses. Drogo pierde sus ilusiones y ve cómo pasa el tiempo sin verlo: como pasa con el enemigo imaginario que representan los Tártaros, metáfora de nuestro tiempo que utiliza tan habitualmente la política con el falso victimismo ante un enemigo que no es ni se le espera, pero que en el imaginario de lo irreal, como construcción de la imaginación, acaba siendo la única realidad que es. Como os decía, Drogo, es un peón que vive una vida sin vivirla mientras imagina cómo será la vida de los otros, la de sus amigos, con mujeres, niños, negocios y un lugar en el mundo, mientras que la suya no es más que una sucesión de nadas, que se van alimentando del rumor. La existencia como la ruptura del marco de expectativas, como la frustración ante la ruptura con lo imaginado. La vida como sucesión de rutinas, como ausencia de objetivos, como ilusión de la existencia. La melancolía que nos deja la lectura está ligada a la inevitable pregunta, ¿qué he hecho con mi vida?¿he convertido lo imaginado en real?
La novela deja una pregunta en el aire, vaya cuántas preguntas, ¿qué estamos esperando?
La novela se desarrolla en un marco temporal de unos 30 años: de los 20 años de Drogo hasta los cincuenta y pico que tiene en el desenlace. Bien, pues ese marco temporal no es más que un marco espacial: la fortaleza que también va difuminándose en ese tiempo-espacio único en que toda la trama se desarrolla. El enemigo ficticio, cuando se haga real, cuando la realidad golpee la ficción, hará que la trama se ciña al imaginario de nuestro teniente, por eso Drogo sonreirá ante el choque con lo que es cierto.
Extraordinaria novela, muy loada por en canon y la crítica, difícil en su simpleza, pero recomendable. La portada original es del propio autor, que también era pintor, en España la tenéis en la editorial Gadir, pero creo que es más sencillo encontrar la versión de Alianza Editorial, al igual que la sinopsis que os ofrece:
La fascinación que desde su aparición en 1940 ha despertado “El desierto de los tártaros”, la más célebre novela de Dino Buzzati (1906-1972), proviene tanto del paisaje formal de la fábula que narra, como de la significación que oculta. La historia del oficial Giovanni Drogo, destinado a una fortaleza fronteriza sobre la que pende una amenaza aplazada e inconcreta, pero obsesivamente presente, se halla cargada de resonancias que la conectan con algunos de los más hondos problemas de la existencia, como la seguridad como valor contrapuesto a la libertad, la progresiva resignación ante el estrechamiento de las posibilidades vitales de realización, o la frustración de las expectativas de hechos excepcionales que cambien el sentido de la existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.