En alguno de mis textos, yo había mencionado
los eufemismos de nuevo cuño de nuestra época. Encontrarse en estado
transitorio significaba estar sin trabajo. Fingí no haber captado la señal. Me
ponían nerviosa sus citas, las usaba en un tono inoportuno.
Porque
Baba Yagá es una bruja (es un personaje episódico, pero sus intervenciones en el cuento son clave, y difícilmente se puede decir algo acerca de ella sin mencionar al mismo tiempo el lugar que ocupa en el relato y sus vínculos con los demás personajes), es un referente del cuento popular eslavo, un personaje
que sintetiza tradiciones y vertebra toda una cuentística. Estamos ante una
novela que es un libro de cuetos, un ensayo o, simplemente, una novela extraña
sobre las relaciones humanas, sobre la vejez y su relación con la vida.
Y ¿nosotros? Nosotros tiramos hacia delante...Mientras que la vida a menudo nos aprieta y ahoga, el cuento solo por sí mismo aboga.
Se
estructura en un par de cuentos y en una parte final, extensísima, donde se
analizan los propios cuentos y los diferentes símbolos que aparecen en el
folklore: la obsesión de una folklorista ayuda a entender la dimensión del
personaje de patas de pollo o de alambre que se come a los niños crudos.
Y ¿nosotros? Nosotros corremos hacia delante. Mientras que la vida a menudo nos pisotea, el cuento como un pájaro por el aire revolotea.
En
seguida entra la anciana, en este caso la madre de una escritora, las
conversaciones con la octogenaria son delirantes y únicas, llenas de
cotidianeidad y familiaridad, entrañables, aunque subyaga toda una vida de
reproches. La agilidad es imprescindible, porque una de las cosas que me ha
sorprendido es la capacidad de mezclar géneros, estilos y finalidades, me gusta
sentir, como lector, esa propuesta de experimentación.
―Ya no están los asquerosos…―dijo.
―¿Quién no está?
―Pues ellos, los estofados…
―¡Querrás decir los “estorninos”!
―Eso es lo que he dicho, estofados.
―Los estorninos son pájaros, y el
estofado es un plato…
―Pues es lo que he dicho…
―¿Qué has dicho?
―Que ya no están los asquerosos…
Y luego añadió de manera un tanto
enigmática…
―Tal como llegaron, se fueron…
Hay
aspectos que me resultan atractivos como las voces que denuncian la transformación
del ser humano en la terrible lucha que desde el siglo XIX se libra contra la anomia,
contra una individualidad que nos viene grande, contra un ego impuesto y
creado.
Más por casualidad que intencionadamente, Mr Shake había descubierto la obsesión fundamental de nuestra época, y de ahí su éxito. Con la desaparición de todas las ideologías, a la imaginación humana le quedaba el cuerpo como único refugio. El cuerpo humano es el único territorio que su dueño puede controlar, hacer adelgazar, empequeñecer, inflar, aumentar, moldear, endurecer y adaptar a su ideal, llámese este ideal Brad Pitt o Nicole Kidman.
Así
Baba deambula, disfrazada de los personajes mayores, todas tienen algo que la
caracteriza, por entre los cuentos expandiendo su poder y acercándose al alma
de sus víctimas para que descubran algo de su yo.
Pupa
tenía una gracia con la que las desarmaba y constantemente las empujaba a ser
sus sustitutas.
Además
tiene reflejos brillantes que hacen que sea posible el análisis de aspectos de
la Europa del Este, de las miserias, de la libertad y de las promesas perdidas.
Lo que más les dolió, sin embargo, fue
que ni siquiera se les rindiera reconocimiento moral. Ya nadie mencionaba la
lucha clandestina en la que ellos habían participado durante años. Lo único que
les quedaba era enfrentarse diariamente a los resultados de la libertad por la
que habían sacrificado su juventud. El entorno había cambiado, mientras que
ellos seguían igual: en un piso pequeño, con una pequeña pensión, con los dos o
tres amigos que les quedaban, perdedores igual que ellos. Habían luchado y
vencido al Gran Hermano, y ahora veían Big Brother Show todos los días en la
televisión. Los rusos emprendieron la segunda ocupación de una manera suave, no
con tanques como antaño, sino con dinero contante y sonante.
Los
elementos del cuento son constantes, me encantan las diferentes conclusiones
que me recuerdan a nuestro “y fueron felices y comieron perdices” que juega con
rimas sencillas y ritmos que no dejan margen a la imaginación del lector, es un
cuento, la intención es la del cuento y su forma, también. Es todo un tratado
de cómo ha de ser, jugando metaliterariamente, trabajando la exposición
argumental, explicando las diferencias con lo real y dotando a todos los
personajes de algo excepcional, un don oculto que los une en lo singular. Por
eso son tan importantes ls referencias constantes al hecho de que el lector se
encuentra ante un cuento, ayudan, como he señalado, a crear ese ambiente irreal
en el que esperamos la sorpresa de la resolución.
Pero nos quedaremos despiertos, para que
el cuento no se nos escape dejándonos boquiabiertos…
Pero, como la vida se vive lentamente y
el cuento, sin embargo, se cuenta enseguida, nosotros aquí queremos acelerar un
poco, y ya ralentizaremos más tarde el ritmo para contar la breve historia de
la enemistad entre Beba y su cuerpo…
Porque mientras la vida aúlla, retumba y
relampaguea, el cuento, cual moscardón, bordonea…
Pero mientras en la vida el hombre
vagabundea sin rumbo ni tregua, el cuento anda con botas de siete leguas.
De
los muchos fragmentos que me han llamado la atención me ha interesado cuando el
lamento por e hecho de que no nos enseñan a morir. La muerte es tabú en la
sociedad de la opulencia sin vejez, que se contrapone a la cultura de la pose
juvenil industrializada, en la vanidad insoportable de los medios y en la
medicina de la eterna juventud, así el balneario aparece como alegoría a la
estética del cuerpo, a la búsqueda de la fuente de la eterna juventud, al
destierro de la vejez como algo feo y curable, así se convierte el hombre en un
monstruo irreconocible de belleza de ciencia ficción. Por eso la importancia de
Baba como espejo revolucionario de la vejez ante la impasibilidad acomodada del
hombre (quienes hemos vivido con abuelas en casa, hemos compartido la vejez
como un hecho físico y psicológico, entendemos, quiero creer, la muerte y la
senectud como consustanciales e inherentes y sabemos convivir con lo que
representa).
Todas las culturas primitivas sabían
cómo enfrentarse a la vejez. Las reglas eran sencillas: cuando los viejos ya no
eran capaces de contribuir a la economía familiar, los dejaban morir o los
ayudaban a abandonar este mundo. Como en esa película japonesa en l que el hijo
mete a la madre en una cesta y la lleva ala cima de una montaña para que muera
allí. Incluso los elefantes son más listos que los humanos a este respecto.
Cuando llega su hora, se separan de la manada, se van a su cementerio, se
tumban sobre los huesos de otros elefantes y esperan a convertirse ellos mismo
en huesos. Y, sin embargo, los hipócritas de hoy en día, que se escandalizan
por el primitivismo de las antiguas costumbres, aterrorizan a sus ancianos sin
sentir una pizca de remordimiento. No son capaces de matarlos, ni de ocuparse
de ellos, ni de construirles unos establecimientos apropiados, ni de
organizarles un servicio de cuidados digno. Los abandonan en dispensarios de
muerte, en residencias de ancianos, o los que tienen influencias alargan su
estancia en las unidades gerontológicas de los hospitales, con la esperanza de
que los viejos la palmen antes de que alguien se dé cuenta de que su estancia
allí carece de sentido. Los dálmatas tratan con más cariño a sus burros que a
sus ancianos. Cuando los borricos envejecen, los llevan en barca a unos islotes
deshabitados y los dejan morir allí.
Los cuentos, como construcciones
literarias, no solo ofrecen una trama más o menos elaborada, la sucesión de
acontecimientos condensados para que el lector se sumerja en el devenir de acciones
y personajes, sino que la autora, además, es capaz de construir las bases de
una teoría que rivalice con Labov o Popp.
Pocas personas pueden jactarse de tener
guionista a su gusto. Quién sabe, tal vez las oficinas burocráticas del señor
Destino se parecen a Hollywood o a Bollywood, tal vez allí, en vez de millones
de funcionarios diligentes, trabajan millones de chapuceros, que copian,
reelaboran, machacan y emborronan el papel. Tal vez incluso existen
departamentos, y unos se ocupan del argumento, otros de los diálogos y los
terceros de los personajes, y quizá por eso nuestras vidas parecen un mejunje
indescriptible. En cuanto nacemos, a todos nos ponen en la mano un paquetito invisible
con las pisas, y todos empezamos a explorar nuestras vidas como boy scouts. Cada
uno con sus coordenadas invisibles en la mano. Y tal vez de ahí, de este
correteo nervioso, viene nuestro monstruoso desconocimiento de las vidas
ajenas, de las vidas de las personas que más queremos…
Ya he dicho que la última parte es un ensayo que mezcla el trabajo de una folclorista, mezclado con metaliteratura y discursos políticos. Novela, pues, poliédrica, entretenida, compleja, diferente.
Que se ponen en marcha las muejres africanas con los cuellos presos de anillos de metal; que se ponen en marcha las mujeres de clítoris mutilados y vaginas cosidas; que se ponen en marcha las mujeres con pechos y labios de silicona, con rostros-bótox y sonrisas clonadas; que se ponen en marcha también los millones de mujeres hambrientas que paren niños hambrientos… Que se ponen en marcha los millones de mujeres que rezan a os dioses varones y a sus representantes en la tierra, ancianos impúdicos tocados con us gorritos púrpura, blancos dorados y negros, con tiaras, birretas, cufias, camauros, feces y turbantes, estos sustitutos simbólicos del pene, estas “antenas” con ayuda de las cuales comunican con sus dioses sin ser estorbados.
En impedimenta.
ISBN:
978-84-17553-39-5
Encuad:
Rústica
Formato:13
x 20 cm
Páginas:376
PVP:
22,80 €
Un
magistral cuento de cuentos que, lleno de ingenio y perspicacia, pone en el
punto de mira la archiconocida figura de la anciana perversa. Un viaje
fascinante en el que Baba Yagá, adoptando numerosos disfraces, nos invita a
explorar el mundo de los mitos y a reflexionar sobre la identidad, los
estereotipos femeninos y el poder de las fábulas.
Baba
Yagá es una criatura oscura y solitaria, una bruja que rapta niños y vive en el
bosque, en una casa que se sustenta sobre patas de gallina. Pero también viaja
a través de las historias, y en cada una de ellas adopta una nueva forma: una
escritora que regresa a la Bulgaria natal de su madre, que, atormentada por la
vejez, le pide que visite los lugares a los que ella ya no podrá volver; un
trío de ancianas misteriosas que se hospedan durante unos días en un spa
especializado en tratamientos de longevidad; y una folclorista que investiga
incansable la figura tradicional de la bruja. Ancianas, esposas, madres, hijas,
amantes. Todas ellas confluyen en Baba Yagá. A caballo entre la autobiografía,
el ensayo y el relato sobrenatural, su historia se convierte en la de Medusa,
Medea y tantas otras figuras malditas, dibujando un tríptico apasionante sobre
cómo aparecen y desaparecen las mujeres de la memoria colectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.