¿Quedan lectores? Por supuesto, pero no lectores como nosotros. No me malinterpretéis, no queda nada como nosotros, hay otras cosas, otros acercamientos a la lectura, mi acercamiento, el de mi padre, el de mi abuelo, el del profesor, el tuyo. El sistema educativo ha conseguido que el gusto por el canon no sea más que una quimera fascista y retrógrada que identifica el Cantar del Cid (tan de moda hoy en día su figura, no la obra, claro) con el ansia de la construcción de una España que no existe, me dijo el otro día un alumno tan contento con la elaboración de un pensamiento tan notable. Es lo que hay, el canon se disipa y deja paso a acciones que intentan descubrir el gusto por la lectura en la población, como si esos estudios, artículos etc., supiesen de qué hablan, me temo. El gusto por la lectura, como otros muchos gustos, se configura y viene muy determinado por el carácter (voy aquí a hablar de carácter como constructo general por no ahondar en dificultades psicosociales, genéticas, educacionales y participativas que cada uno debe rellenar) de cada potencial lector. Todos somos potenciales lectores, sin embargo ante los mismos estímulos, casi exactos, padres ávidos lectores, de tres hermanos solo leo yo, literalmente. Hay algunos otros espacios singulares que deberían ayudar a dar el paso a la lectura, no sé, la escuela, pero claro, creemos que los profes son lectores como nosotros, vaya problemón, si tenemos en cuenta cuál está siendo el destino de la filología, de las humanidades en general, no nos puede extrañar que muchos profes, cada vez más, no se hayan socializado ni en la escuela, ni en la universidad, con nuestro canon, algunos, claro, no sabrán de qué estoy hablando, no importa, deben seguir haciendo controles de lecturas con preguntas tan inquietantes como si el café que se tomó la protagonista en un bar estaba caliente o frío, determinante para la comprensión lectora, determinante para la formación literaria. No existen lectores como yo, ni como tú, claro, existen otros lectores que se adentran en la compresión de lo ficcional desde otras perspectivas y que identifican literatura con los libros entretenimiento para adolescentes que proliferan en el mercado. Todo es legítimo, solo os vengo a hablar del tipo de lector canónico, del sufriente, del que disfruta con Tolstoi mientras se caga en la dificultad farragosa de algún pasaje, del que indaga en la belleza estética de la escritura, el que quiere conocer por qué nuestra literatura es la que es y no otra, quiénes fueron Homero, Virgilio, Dante, Cervantes, Lope, Calderón, Gracián, Marlow, Stevenson, Tolstoi, Espronceda, Galdós o decenas de autores que han poblado el universo y que pasaron a una inmortalidad canónica que se difumina poco a poco y queda relegada, excepcionalmente y no toda, a ciertos programas universitarios. ¿Cómo son los nuevos lectores, qué quieren, qué necesitan, qué entienden por literatura? No lo sé, por eso seguiremos leyendo para descubrir el infinito marco de la creación humana. Este año, dicen, Babelia, ELLE, Esquire, ABC, Elmundo, Elperiodico, GQ, Lavanguardia.
Tras
la separación hay un tránsito hacia la vida, sería, grosso modo, un resumen de
lo que llevo leído de la trilogía. Estamos ante el segundo libro, en él la
protagonista se muda a Londres con sus hijos y ese cambio, ese movimiento que
se corresponde siempre al cambio, queda reflejado en sus reflexiones y sus
actitudes hacia el otro.
Quizá la gente corría maratones para
realizar sus fantasías de fuga, dije.
Como
en el primer volumen la literatura va adquiriendo protagonismo a modo de
encuentro entre escritores donde se impone la necesidad de ser ocurrente, de
significarse. En realidad estos pensamientos no me interesan en exceso como
lector, no sé para qué escribe o se escribe, o si sus libros obedecen a una
necesidad catártica, a mí me gusta disfrutar con la belleza formal, la trama
vehicula el estilo, a veces lo enmascara, pero siempre me ha interesado el arte
por el arte; a pesar de ello destripar una sociedad, imaginar una realidad no
tiene precio. Los escritores somos mentirosos patológicos, bufones de la
realidad en el fondo.
Los escritores, continuó Julian, siempre
trataban de llamar la atención: ¿por qué, si no, íbamos a estar sentados en ese
escenario? Lo cierto, añadió, es que nadie nos había hecho caso de pequeños, y
ahora íbamos a cobrarnos esa indiferencia. Según él, el escritor que negara el
elemento infantil de la venganza en su producción era un mentiroso. Escribir
era la manera que los escritores tenían de tomarse la justicia por su mano,
nada más. Como prueba, bastaba con fijarse en la gente que tenía algo que temer
de tu sinceridad.
La autora,
pues, transita entre los elementos que nos configuran en occidente como seres
ciudadanos, y ella como mujer y escritora. Es interesante, dentro del debate
global que se avecina en este cambio de ciclo histórico y de paradigma social,
su capacidad para, de una manera sencilla, reflexionar sobre estos elementos.
Aunque lo más probable es que estuviera
extensamente documentado en los archivos del departamento de servicios sociales.
Pobreza moderna, todo el mundo viviendo de subvenciones, obesos de aburrimiento
y comida barata, y el televisor como el miembro más importante de la familia.
Así
la novela se trabaja encadenando historias relacionadas con la escritora,
historias que fluyen y que hablan de cualquier cosa: el amor, la adopción de
los hijos, la separación, el sentimiento de ira, la soledad, el odio, el
abandono, y así fluye la narración para crear las diferentes tramas que la
acompañan y de las que somos testigos.
La mujer se llamaba Birgid: me dijo que
se había pasado todo el año anterior, desde que Lawrence había empezado a salir
con Eloise, estudiando atentamente su comportamiento y su carácter. Eloise era
una de sus más viejas amigas, y quería asegurarse de que Lawrence era lo
bastante bueno para ella.
En Libros
del asteroide
ISBN:9788417007225
Última edición: Octubre, 2017
Páginas: 224
Idioma:Castellano
Formato:12,5 x 20
Precio:18,95 €
ISBN e-book:9788417007287
Precio e-book:10.99 €
Tras una dolorosa ruptura sentimental,
una escritora se muda a Londres con sus dos hijos. El derrumbe de su matrimonio
y su hogar ha provocado profundos cambios −morales, artísticos, prácticos− en
su forma de ver la vida. En Londres intentará construir una nueva existencia
para sus hijos y para ella y deberá enfrentarse a aspectos de la cotidianidad
que hasta ahora había evitado y que le permiten reflexionar sobre qué nos hace
vulnerables o poderosos, por qué unas veces nos dejamos llevar y otras tomamos
las riendas de nuestra vida.
Filtrada a través de la fría mirada de
su inteligente narradora, Tránsito profundiza
en los temas de la celebrada A
contraluz en una perspicaz indagación sobre cómo contamos lo que
nos sucede. Cusk captura con particular honestidad ese sentimiento tan humano
de querer apurar la vida hasta el fondo y al mismo tiempo querer huir de ella.
Una novela que la ha consolidado como una de las más destacadas narradoras
inglesas de la actualidad.
Segunda entrega del ciclo iniciado con
la brillante A contraluz,
Rachel Cusk está escribiendo una de las obras más sólidas y fascinantes de la
ficción actual.
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