Persiste un bloqueo mental que no controlo, me lleva a la apatía y a la alienación de mí mismo, me miro, no soy, soy, no lo sé, pero pasa el tiempo veloz, no al abrigo de un bar, ni con el paso marcial o suave de la música, aunque la música me salva de mi mismidad abismal y me ayuda a ser hombre; contradicciones, porque no veo bien el horizonte, me quedo, con esta miopía que no se cansa, cerca de mis narices pero, más allá, todo aparece difuso, borrado, siluetas que quiero reconocer y no puedo. Bloqueo, sí, apatía, también, ¿estaré estregado a la anomia del hombre moderno, a la indiferencia individualista del postmoderno? No lo sé, pero estar en el rebaño me mata.
¿Es suficiente reconocer los
iconos modernos de una generación para que sea una novela generacional? En
realidad ¿de qué habla? ¿a quién lo hace? No sé si los himnos proclamados me
van, si los veo, si consiguen que pase bien el tiempo, si nos podemos
reconocer,, de alguna manera, en sus páginas, en las ideas que nos regalan.
El libro juega con
inteligencia con diferentes aspectos, la ilusión de la ficción es fascinante,
la capacidad de ir al origen del yo creador y reflexionar sobre la ficción se
convierte en ese elemento recurrente que agranda la capacidad de la historia y
la trasciende convirtiéndola en literatura. Sí, es literatura porque
manifiesta voluntad de estilo aderezada con reflexiones sobre el mismo hecho de
la creación. Así la novela deviene en ejercicio, a veces estos saltos la apaga
porque la trama se resiente, es algo almibarada, artificial, rígida, porque se
tiene que adecuar al hecho de la reflexión, a las contradicciones de los personajes
y a la propia escritura, me resiento como lector, pero agradezco el
atrevimiento.
Los personajes se
desdoblan en el tiempo, como micropartículas alteradas por física cuántica.
Como víctimas de la dictadura de la ficción. Yo soy la tirana y decreto que
mientras Julia charla con Dylan en un irlandés llamado Twelve O’Clock, ocurre
que meses antes Aurelio aparece en su buhardilla con una caja de vino.
Por eso, en ocasiones, me
siento molesto, perdido en el marasmo de la inteligencia de la autora que, no
obstante, muestra voluntad y fuerza.
Sin embargo, poco a poco, mi interés por Aurelio ha ido creciendo hasta
igualar en importancia al de Julia, mi primera intuición: la muchacha de senos
puntiagudos que nació en un irlandés cercano a Atocha. Se me acumulan
personajes con los que nunca había soñado, porque estoy inmersa en un proceso
de muñecas rusas: dejo que Julia se invente a Aurelio y este, a su vez,
rápidamente construye un mundo de relaciones a su alrededor.
Por eso la trama, un autista
que se salvó por la música celebra la
vida en una conversación llena de recuerdos y reconstrucciones con Julia en un
irlandés, se ve resentida, porque la narradora se hace omnipresente como parte
de la esta y regenera la acción en otra nueva que es la propia narración, así
el lector se hace cómplice necesario del artificio, pero la presuposición no
funciona a estas alturas porque el lector puede aburrirse, ve la parte
insustancial de la historia, la escritura ligera y entiende que puede haber un
bloqueo, una incapacidad de enganchar, de ahí el recurso a este artificio que
ayuda en la construcción de la ficción. Diría que, a partir de la
metaliteratura se crea la ficción de lo narrativo.
Como
el profesor bromista, yo también aspiraba a involucrar a mis lectores en el
experimento. A estas alturas ya habrán construido sus propias hipótesis sobre lo
que resulta arbitrario en la estructura de la novela. Pensarán que todo aquello
que se escapa de la trama es un recurso para distraerlos; pensarán que tiene
sentido o que no lo tiene en absoluto. A mí no me pregunten en absoluto: tengo mis
dudas.
Aquí os dejo algo que os
interesa. En 451 EDITORES.
Nº
de páginas: 496
ISBN:
978-84-96822-80-1
Editorial:
451 EDITORES (INACTIVA)
Coleccion
del libro: Sin Colección
Idioma:
Castellano
Número
de páginas: 236
Dimensiones:
145x240
Fecha
edición:01/07/2009
Materia:
Narrativa EUROPEA
Un
encuentro fortuito. Una charla que se anima al calor de la cerveza. Los mapas
de dos vidas se despliegan. ¿Se vislumbra un romance?
Madrid.
Cualquier pub irlandés. Cerveza y cerveza. De fondo suena el contradictorio
imaginario musical de dos generaciones.
Él
es profesor de piano. Cuarentón. Escapó del autismo gracias a la música.
Ella
es una de sus ex alumnas. Veinteañera. Acaba de firmar una hipoteca con un
rockero de tercera.
Banda
sonora original de la novela: Patti Smith, Public Enemy, los Ramones, Bob
Dylan, Kurt Cobain, Johnny Cash...
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