martes, 7 de febrero de 2017

Qué vergüenza, Paulina Flores


Hace tiempo que no volvía a los relatos. Siempre me pregunto, es una deformación, si lo que leo es un cuento, un relato o una novelita, y la verdad que sus límites son difusos, en muchas ocasiones. Probablemente con el cuento esperamos una enseñanza, que nos trasmita algún tipo de manual de conducta, y eso, claro, no suele ocurrir. Los relatos, imagino, los clasificamos por su tamaño, por sus dimensiones, así si algo es corto, entendido como con pocas páginas, nos decimos que es un relato; sin embargo, me acecha la duda de cómo determinar el número exacto de páginas, y claro, si leemos con formato electrónico, esto se hace difícil, por eso los términos difusos me asaltan en tantas ocasiones, ¿es un relato o no? La novela parece más cierta, nos dicen que es novela y nos lo creemos, pero hay muchas novelas que son relatos, una sucesión cronológica bien estructurada con una trama intensa de, apenas, un par de hojas, y eso me fascina, porque encuentro más literatura en muchos relatos de un par de hojas que en novelones de seiscientas. Reconozco que estas dudas no pienso resolverlas aquí, para nada, me encanta sentir la intensidad de la escritura y no sentirme agobiado por redundancias imposibles o aburrirme con tramas inútiles.

 

Paulina Flores es, por lo visto, una nueva voz en el panorama literario chileno, por lo tanto, en español, y eso es un acontecimiento que me invita a acercarme a ella. Lo hago a lo bruto, como siempre, sin pensar en nada más que en la literatura y en si me habrán vuelto a engañar los críticos de los Culturales. Lo cierto es que no, no me engañan, pero sí que me pregunto por los límites del género y, sobre todo, me pregunto si Afortunada de mí, es un relato o una novela corta. Son las cosas de la lectura.

Los relatos, convenimos llamarlos así se desarrollan en un marco cotidiano que desmenuza con sencillez lo cotidiano. Eso me gusta, me gusta sentirme cómodo con la lectura, me gusta no encontrar moralinas en lo que me dicen y disfrutar del ámbito de lo leído, por eso, poco a poco, voy adentrándome en ellos y me siento con ganas de compartir con vosotros lo que he ido pensando.

Qué vergüenza:A través de los ojos de Simona se ve la figura mítica del padre idealizado, abatido y la comprensión se va haciendo hueco en el dolor. La hija reflexiona sobre la madre, con toques ofensivo maternales sobre los hombres.

Pero su madre no lo entendía, y se quejaba con sus amigas diciendo «es como tener un hijo más» o «siempre me deja como la mala de la película».

 


Teresa: Las mujeres llevan el peso de su vida, con una determinación diferenciada. Aquí nos cuenta una historia simple, un encuentro simple. Esta corriente de contar cosas sencillas se impone en la literatura frente a la densidad formal o intelectual.


Deseó que la llevara a su cama rápido y así sucedió, y durante el tiempo en que se sostuvo de su cuerpo, aferrándose a él, sintió un vértigo maravilloso. Qué entretenida podía llegar a ser la vida. Ya no estaba nerviosa ni asustada, pisaba tierra firme. Y todo gracias a las coincidencias, a la buena suerte.

 


Talcahuano: Una adolescente debe cambiar y abrir los ojos para observar la vida que realmente es la que discurre, y esa observación hace que vea que el devenir es diferente de la apreciación. Me parece estupendo que utilice, en ocasiones, contrastes entre lo físico y lo percibido.


Un puerto que a nadie le gustaba por su cielo encapotado, en donde todo tomaba un tono gris por el hollín de las industrias y con fama de hediondo por la pesca. Pero a nosotros no nos molestaba vivir en un lugar que la gente considerara feo, todo lo contrario, al menos yo me sentía extrañamente orgulloso.

 

Olvidar a Freddy:La pérdida del hombre que vive con la protagonista, la necesidad de olvidarlo en un baño terapéutico que revela la ausencia del padre, las violencias en el cole y la reacción desigual con un hombre, historias que son la historia que se ramifican circularmente sobre un baño liberador que sirve como metáfora de lo que son las relaciones humanas, su toxicidad y los juegos de poder que hacen que el amor se desvanezca.


Y ella miraba arriba, hacia el techo, y veía cómo nacía y se apagaba una onda de luz tras otra, de una esquina a otra, en un vaivén eterno, como olas. Y eso de seguro debía ser el amor. Él era grande, y ella era muy pequeña, y un colchón de una plaza les bastaba. Luego, cuando él se subía sobre ella y estaba adentro, ella seguía viendo olas en el techo, olas toda la noche...

Con su tono severo, dijo que ella había comprado el reloj por culpa. Que primero se había comprado el reloj para ella y que luego, por remordimiento, había vuelto a la tienda a comprar uno para él...

 

Tía nana: Nos cuenta cómo se forja una mujer, desde los miedos bajo la cama, hasta la huida adolescente con la tía como una presencia cotidiana; sencilla y directa.

Quería hablar de todas las cosas que me enseñó tía Nana, quería hablar del silencio. Tía Nana era callada y todas esas tardes en la cocina juntas, ella me mostró el silencio, lo bello que es. 

 

 

Espíritu americano: Unos excompañeros contactan por el facebook y recuerdan unas anécdotas que sirven para explicar la casualidad y fugacidad de las relaciones.

 

Laika: Una niña y un adolescente miran las estrellan y surge el primer deseo, lo prohibido, lo escondido tras las emociones.

 

Últimas vacaciones: En el cambio está el descubrimiento, la renovación y la vida. Son fantásticas las reflexiones sobre el descubrimiento de la lectura.



Lo que voy a contar sucedió el último verano de mi niñez, o lo que yo entiendo por mi niñez, como un estado instintivo e inconsciente, justo antes de que mi vida cambiara o tomara un rumbo definitivo...


A mi abuela le decía «mami» y a mi madre le decía «mamá», y lo mismo con mi abuelo y mi padre, aunque a mi papá, preso desde que yo era una guagua, prácticamente no lo conocía...

Ese fue mi camino hacia los libros. Puede que no sea muy romántico, pero supongo que debe pasarle a una parte de los lectores: el reclutamiento nace del desafío. Los libros que me hacían leer en el colegio no me desafiaban, pero los que me llevó Javiera sí. Leer era como armar un rompecabezas o, como en las aventuras de Sherlock Holmes, ser un detective. Había algo oculto, una pieza perdida, y no siempre podías encontrarla, tal vez ni siquiera existía...

 

Al hacerme leer, Javiera no me decía «vas por el camino equivocado, tienes que tomar este otro», sino más bien: «Hay muchos caminos y cuando llegue el momento de decidir cuál tomar, es mejor estar preparado». 



Afortunada de mí: El relato se estructura desde la memoria de un espejo, del significado oculto que tuvo para la protagonista en una experiencia personal que alteró su primera amistad, y la evocación de una infancia en que exploró esa amistad. El desencanto, es posible, ayuda a crecer.

«Tú no tienes experiencias —le dijo—, tú acumulas vivencias, porque solo lo pasas bien, con las experiencias se sufre.»...


—Me carga lo especial, me carga que todo el mundo busque ser distinto y único. Yo quiero ser lo más común y corriente que se pueda.

 


Lo podemos encontrar en Seix Barral, y como siempre os dejo datos de vuestro interés.

 

Nº de páginas: 296 págs.

 

Encuadernación: Tapa blanda

 

Editorial: SEIX BARRAL

 

Lengua: CASTELLANO

 

ISBN: 9788432229503

 

En estos nueve relatos que conforman su primer libro, Paulina Flores entrega una visión despojada, de una sinceridad apabullante, de la vida actual en las ciudades: mujeres que viven en edificios de viviendas; hombres que, al perder su trabajo, revelan los frágiles cimientos que sustentan la familia; jóvenes que trabajan en bibliotecas o en locales de comida rápida, y que recuerdan el día en que perpetraron un pequeño robo, las razones que los llevaron a separarse o aquel instante en que perdieron, definitivamente, la inocencia. Personajes que, al pasar por el tamiz de Paulina Flores, por su extraña mezcla de crudeza y ternura, de transparencia y densidad, sentimos que conocemos desde siempre. Sus historias se expanden y operan por acumulación, pegándose a nuestra piel. Desde allí Paulina Flores observa y, con una madurez admirable, funda un universo literario deslumbrante.

 


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