Aquí estoy pensando en los libros que habría de leer antes de morir y me entra la risa tonta: seguro que todavía hay muchos que no se han publicado, seguro que hay muchos que nunca leeré. Es una certeza íntima, configurada a través de cientos de lecturas, de un montón de momentos intuidos. Leo que Vargas Llosa nos recomienda nueve novelas que hemos de leer, la curiosidad me pica y abro el artículo, fijaros el uso verbal, "abro", veo, repaso, confirmo y elijo. ¿Cuántos libros os recomendaría yo? La pregunta me ronda. En otros blogs se hacen encuestas, listas interminables, elecciones, sin embargo sigo sin atreverme, sigo sin poder traeros una lista. Cada libro tiene un tiempo y es tan importante el best seller que nos hemos leído en verano, como el libro con el que no podemos avanzar porque hemos y debemos de pensar a cada página.
Pero el caso es que cojo este libro y lo leo. En principio me entusiasma su escritura, la construcción, el estilo, veo que hay algo que me va a enganchar, así que lo asedio. Sin embargo decae mi interés, no estrictamente literario, eso no es posible, los logros son notables, pero sí en cuanto a la trama. La historia es interesante, la decadencia e introspección de un payaso obsesionado por recuperar a su santa esposa. Sin embargo esa obsesión que destila mala leche contra ciertos aspectos del catolicismo, se convierte en soflama y en una espiral reiterativa que, en ocasiones, me aburre. Algunas estaréis pensando, sacrilegio, cómo se atreve. Has de atreverte lector, has de atreverte a decir que hay pasajes del Quijote que te agobian, que no han resistido el tiempo, y no pasa absolutamente nada: la literatura es fruto de su tiempo, incluso Hamlet, la atemporalidad es otra cosa, es poder leerla a pesar de sus anacronismos.
El pasado Nazi vuela sobre todo, su hermana, los juegos de las juventudes hitlerianas en el patio de su casa, esos recuerdos que le traen un rencor que construye su personalidad.
Nos enteramos, desde luego: otro desertor era fusilado allá lejos en el bosque. "He aquí lo que les ocurrirá", dijo Brühl, "a todos los que se niegan a defender nuestro santo suelo alemán contra los judíos yanquis." (Hace poco me encontré con él, ahora es viejo, canoso, profesor en una Escuela Normal, y pasa por un ciudadano de "honroso pasado político", porque nunca fue del partido.)
Schnier es un personaje redondo, genial, su angustia debe pasar a los anales de la literatura, es una gran construcción de personaje: obsesivo, irracional, irónico, maleducado, alcohólico (mira que gusta el personaje alcohólico en las novelas)
Siempre me es penoso ser testigo ocular o auditivo de sucesos no destinados a mis ojos u oídos, y el don místico de notar olores por teléfono, lejos de ser un placer, se me hace una carga. El piso de los Kinkel olía a caldo de carne, como si hubiesen guisado un buey entero...
"Pero, ¿qué clase de persona eres tú?", preguntó. "Soy un payaso", dije, "y colecciono momentos. Adiós." Y colgué.
El libro es una sucesión de deudas pendientes con el catolicismo, como os he dicho, pero no tanto contra el catolicismo, sino contra algunas formas, algunos aspectos morales que pervierten el espíritu y convierten los momentos vividos en una discusión teológica.
En Osnabrück me dijo ella por primera vez que tenía miedo de mí, al negarme yo a marchar a Bonn, y que quería ir allí a toda costa, para respirar "aire católico"...
"Entiendo lo suficiente para ver que ustedes, los católicos, ante un no creyente como yo son tan inflexibles como los judíos frente a los cristianos, o los cristianos frente a los paganos. No oigo más que hablar de ley y de teología, y lo único que se discute es no sé qué documento que el Estado, el Estado precisamente, se encarga de extender." ...
Tengo, como Sommerwild expresó una vez, "una inclinación aguda y cierta hacia la belleza física", y me gusta ver a mi alrededor mujeres bonitas, como mi vecina, la señora Grebsel, pero no experimentaba ninguna "concupiscencia carnal" por estas mujeres, y a la mayoría de las mujeres esto les ofende, aunque ellas, si yo sintiese deseos e intentase satisfacerlos, seguramente llamarían a la policía.
La indiferencia y el rencor acumulado marcan la personalidad de nuestro payaso, el encuentro con su padre es fundamental, a pesar del dolor que suscita, por ejemplo, la hermana muerta por el fanatismo nazi. La madre es una antiheroína: indiferente, plana, ausente.
Mi padre asintió abatido, le tendí los cigarrillos, cogió uno, le di lumbre. Tuve compasión de él. Tiene que ser desagradable para un padre hablar por primera vez sinceramente con su hijo que casi cuenta veintiocho años.
El libro está lleno de cinismo, de reflexiones agudas sobre diferentes aspectos de la Alemania de posguerra.
La llamada prensa de izquierdas escribió de ello que yo me había dejado intimidar por los reaccionarios, la Prensa de derechas escribió que yo había comprendido al fin que hacía el juego al Este, y la Prensa independiente escribió que era evidente que yo había renegado de todo extremismo y de todo compromiso. Todo pamplinas.
El libro se puede encontrar en la editorial Seix Barral, y aquí os dejo datos de interés.
Nº de páginas: 256 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: SEIX BARRAL
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788432219542
«Soy un payaso y colecciono momentos», con estas palabras se describe a sí mismo Hans Schnier, un artista venido a menos, destruido por la pérdida de un horizonte social y personal que le es tan ajeno como la felicidad que le ha sido vetada. Narrada en primera persona, Opiniones de un payaso es la obra con la que Heinrich Böll se situó definitivamente en el centro de la conciencia alemana, no solamente de la literaria sino sobretodo de la moral, política y religiosa. Católico ferviente, Böll se sintió obligado a manifestar su repugnancia ante las formas de adulteración y perversión que ciertos elementos representativos del catolicismo alemán creyeron conveniente adoptar con el fin de defender posiciones del poder político.
A través de la irónica, inconformista, y a la vez conmovedora historia de «su payaso», Böll quiso devolver al catolicismo la conciencia de su espiritualidad y de sus deberes con las personas y sus humildes y patéticas pasiones individuales. Humor y ternura convierten estas páginas en el magistral retrato de una sociedad hipócrita y materialista, en una crítica feroz capaz de sobrecoger al admirado lector. No en vano ha sido éste uno de los mayores best-sellers de la literatura alemana de posguerra; no en vano es, hoy en día, un clásico imprescindible.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: SEIX BARRAL
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788432219542
«Soy un payaso y colecciono momentos», con estas palabras se describe a sí mismo Hans Schnier, un artista venido a menos, destruido por la pérdida de un horizonte social y personal que le es tan ajeno como la felicidad que le ha sido vetada. Narrada en primera persona, Opiniones de un payaso es la obra con la que Heinrich Böll se situó definitivamente en el centro de la conciencia alemana, no solamente de la literaria sino sobretodo de la moral, política y religiosa. Católico ferviente, Böll se sintió obligado a manifestar su repugnancia ante las formas de adulteración y perversión que ciertos elementos representativos del catolicismo alemán creyeron conveniente adoptar con el fin de defender posiciones del poder político.
A través de la irónica, inconformista, y a la vez conmovedora historia de «su payaso», Böll quiso devolver al catolicismo la conciencia de su espiritualidad y de sus deberes con las personas y sus humildes y patéticas pasiones individuales. Humor y ternura convierten estas páginas en el magistral retrato de una sociedad hipócrita y materialista, en una crítica feroz capaz de sobrecoger al admirado lector. No en vano ha sido éste uno de los mayores best-sellers de la literatura alemana de posguerra; no en vano es, hoy en día, un clásico imprescindible.
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