Os adelanto que no soy muy aficionado a la fábula, es decir, al género literario que utiliza animales para ofrecernos un caso vital, una enseñanza. No me suelen gustar. Os he dejado, por ejemplo, la reseña de Juan Salvador gaviota, y ya sabéis que no me dice mucho. Los animales como excusa para abordar temas humanos: trascendencia, éticas, modos de vida, no me gusta, no me va el recurso. Soy más práctico. No me gusta que el sexo se enseñe con abejitas, con flores o cigüeñas, no encuentro nada de entrañable en ello. Me gusta la vida, conozco al hombre, y acepto lo que somos. Sin embargo, a veces me acerco al género, recaigo, por decirlo de alguna manera, e intento descubrir qué nos quiere decir.
Es probable que otras reseñas referidas a la obra os hablen de belleza, de inteligencia social, de afortunada elección de esta gatomaquia; sin embargo, a mí el libro me parece plano, sabio con pretensiones, del rollo, acéptate para poder aceptar, o conócete a ti mismo para ser. Suena a autoayuda, y hay algo en ello que me repele, es así.
La fábula cuenta la historia de una gaviota que en la emigración hacia Vizcaya es alcanza por la marea negra que algún hombre malísimo ha soltado al limpiar los tanques de un barco, ella llegará a Hamburgo y depositará un huevo que será incubado por gatos, que se erigirán en maestros de la gaviota recién nacida con la ayuda de un poeta.
Es evidente que la intención del autor es hacer una reflexión sobre la gestión ambiental de los humanos, pero creo que cae en todos los tópicos del ecologismo: lo malos que son los humanos, que puede que sea cierto, y lo mal que gestionamos, pero en este tipo de literatura siempre echo de menos lo mismo: qué alternativas tenemos, hacia dónde vamos, qué queremos, a qué debemos renunciar. A los niños les decimos todo lo malo, pero, ¿les enseñamos a gestionar de otra manera? ¿Les decimos y preparamos para todo lo que deben perder? No, no lo hacemos, por eso no me gusta, porque hablamos con grandes tópicos, con grandes lugares comunes, pero no nos atrevemos a decir: para acabar con esta mierda hemos de renunciar, hemos de aprender a renunciar, y esto es a lo que tenemos que renunciar. Otro tema es la autoayuda, claro.
En fin, la tenemos en Tusquets y aquí os dejo datos de interés, si os va la fábula es una buena fábula, si os va la literatura juvenil, no lo tengo tan claro, si os gusta la literatura como literatura, pues eso, no lo intentéis.
NARRATIVA (F). Novela
Octubre 1996
Andanzas CA 280
ISBN: 978-84-7223-796-4
País edición: España
144 pág.11,54 € (IVA no incluido)
Luis Sepúlveda, a quien el público de lengua española ya conoce bien, tiene dos hijos muy jóvenes, a quienes llama «mis enanos» y a quienes prometió un día escribir una historia acerca de lo mal que gestionamos los humanos nuestro propio entorno, lesionando la naturaleza, que nos brinda tantos bienes, y de paso autolesionándonos sin piedad.
Así nació Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, que cuenta las aventuras de Zorbas, un gato «grande, negro y gordo», cuyo inquebrantable sentido del honor le conduce un día a comprometerse a criar un polluelo de gaviota. Su madre, una hermosa gaviota, atrapada por una ola de petróleo vertido en el mar por un buque varado, le deja en prenda a Zorbas, justo antes de morir, el huevo que acaba de poner. Zorbas, que es gato de palabra, cumplirá sus dos promesas: no sólo criará al polluelo, sino que le enseñará a volar. Los amigos de Zorbas, Secretario, Sabelotodo, Barlovento y Colonello, le ayudarán en una tarea que, como se verá, no es tan fácil como parece, y menos para una banda de gatos más acostumbrados a hacer frente a la dura vida en un puerto como el de Hamburgo que a hacer de padres de una cría de gaviota...
Pensada en principio como un cuento para «enanos», Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar se dirige en realidad a todos aquellos que, chicos o mayores, no sólo disfrutan con las historias bien contadas que estimulan la imaginación y el ingenio, sino que, a la vez, aprenden a ver el mundo bajo una óptica distinta, conociéndolo mejor y, por lo tanto, amándolo y cuidándolo con más inteligencia.
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