Tal vez lleve cinco meses pensando en cómo abordar el
comentario sobre este libro. He buscado diferentes maneras de hacerlo,
históricas, críticas, literarias, periodísticas, y la verdad es que no
sé muy bien cómo enfrentarme a él.
Empezaré contando mi historia con Norman Mailer. Entré en la librería del Corte Inglés,
hará dos años, no es importante, y buscaba, como casi siempre, libros
baratos para comprar. Estuve mirando en varias estanterías hasta que
llegué a las ediciones de bolsillo de Anagrama. Siempre me fijo en ellas porque el primer libro que ponen como reclamo es la Conjura de los Necios, me imagino que porque consideran que muchos nos identificamos con el Homer Simpson literario y que Ignatius es
una metáfora de lo que en realidad es y no imaginamos. No lo sé, pero
siempre me fijo y una sonrisa me acompaña, después, en mi deambular por
entre los miles de libros que se me ofrecen. En esta ocasión me paré un
poco más y vi un libro gordo, tengo predilección por los libros gordos,
es posible que sea una fijación que nace de cuando no tenía dinero, y
compraba la literatura a peso. ( Obviamente no soy muy fiable en mmis
gustos. También he de deciros que, más tarde, aprendí a gozar con
cualquier tamaño, y a disfrutar la literatura en sí misma. El problema
siempre es la insatisfacción. Los libros de pocas páginas que me gustan,
suelen causarme una desazón que me deja jodido durante un tiempo) El
caso es que el color de sus tapas y las referencias que tenía de su
autor hicieron que lo cogiera. Era Los desnudos y los muertos, vi que trataba de la segunda guerra mundial, de un conflicto en una isla del Pacífico, y vino a mi memoria la magistral La delgada línea roja de Malik,
así que lo compré. Y fue una revolución en mi alma, en mi gusto como
lector, en mi concepción de la literatura. Su prosa brillante, casi
periodística, onírica, descarnada, me impresionó hasta tal extremo, que
decidí elevarlo a los altares de mis fetiches favoritos. En ese momento
la literatura norteamericana ya se había abierto un hueco con una fuerza
temperamental en mi corazón, Walt Whitman, Dos Pasos, Roth, Irving, Capote, Twain y sobre todo Henry Miller,
del que nunca hablo, del que no digo, del que no hago proselitismo,
siendo él quien me hizo ver la angustia necesaria para entender el mundo
con los ojos abiertos del crápula, del outsider ( en otro momento
hablaré de los Trópicos, o de las extraordinarias Nexus, Plexus, Sexus). Para abreviar, fue tal el impacto de la obra que decidí no volver a leer nunca más a Mailer; no quise castigarlo, simplemente me aterrorizaba la idea de que no pudiera volver a entusiasmarme como lo hizo la obra citada.
Rehaciendo
una biblioteca vi que habíamos comprado hace veinte años, una colección
de literatura, RBA o algo así, da lo mismo, donde se nos vendían las
mejores obras de la literatura contemporánea o reclamos publicitarios
por el estilo, así que ordenando y limpiando, cayó en mis manos La Canción del Verdugo,
y esa obsesión por los volúmenes gordos, ¡ja! reclamó mi interés.
Parecía que la obra gritara, que me dijera, ven, léeme, no seas tímido,
no pienso decepcionarte. Hacía relativamente poco que había releído A Sangre fría de Capote, y estaba interesado por la literatura periodística, por las largas crónicas que harían del periodista un ser apreciado. En A sangre fría, Capote
hace un retrato magistral del antihéroe, del asesino confeso que
carece, en muchos aspectos, de un sentido de culpa equiparable al de un
burgués normal. Me impactó, me llenó de una ilusión recobrada por la
literatura, estas novelas que cambian la perspectiva del lector para
acercarnos a la otra dimensión, a la oscura, a la inexistente, a la
olvidada, a la escondida por la sociedad, me abrió los ojos de una
manera definitiva.
Norman Mailer supera a Capote. Sí, ya sé que parece que me haya pasado, pero La canción del verdugo me ha entusiasmado más incluso que la obra de Capote.
La labor investigadora es ingente, la cantidad de documentos hace de la
novela, reportaje, crónica, o lo que sea, me importa un pito, un
monumento al trabajo, al oficio. Discurre la acción cronológicamente. El
lector conoce al asesino, sabe lo que va a hacer, pero desconoce sus
motivaciones ¿Cuáles son? en realidad ninguna. Simplemente mata porque
tiene que matar, porque su cuerpo se lo pide en un momento determinado,
sin causas, sin principios. Sí, la concepción social del mundo rural
norteamericano puede invitar al desencanto y al comportamiento
socialmente desviado (vaya concepto sociológico) pero eso no importa en
la concepción de la novela, lo que importa es el asesino, lo que importa
es su determinación como persona libre, autónoma. Él decide su destino,
no la determinación social, el autor no deja que nos equivoquemos, no
es el peso de lo social, es el peso de la libertad el que lleva a Gary
Gilmore a determinar su vida y su muerte.
Os preguntaréis que dónde
radica lo excepcional en la novela. Primero en su escritura, aséptica,
perfecta, a pesar del traductor al español que llena la novela de
neologismos estúpidos, como cuando al personaje se la chupan y el tío traduce por se la succionan,
vaya que horterada. Destaca el tratamiento poliédrico, el peso de las
entrevistas, cómo van construyendo la trama, cómo, a pesar de la
repulsa, nos vamos identificando con Gary, que grita que quiere
ser libre. Y así el autor nos lleva hasta la comprensión de lo
incomprensible, nos adentra por el lado oscuro con la claridad de un
gurú. Gary es condenado a muerte, claro, y decide no recurrir,
decide pedirle al juez que ejecute esa sentencia que es justa, que él
entiende que es necesaria. Su muerte, como en la tragedia griega,
funcionará como catarsis y le liberará, por fin, del peso de la vida.
Novela
minuciosa, trata al lector como un cómplice al que manipula, hace
pensar y respeta. No es poco para lo que tenemos que leer todos los
días.
El otro gran personaje es Nicole, su novia, personaje complejísimo, atraída fatalmente por un Gary manipulador que la lleva a varios intentos de suicidio. ¿Cómo el ser humano puede ser tan fiel a su propia destrucción?
No os puedo dejar la sinopsis de Anagrama ya que no está en la página Web, así que me he ido a Wikipedia y os dejo la reseña de Gilmore:
Es conocido internacionalmente por haber pedido que se le aplicase la
pena de muerte tras haber cometido dos asesinatos en Utah. Fue la
primera persona en ser ejecutada en Estados Unidos después de que la
Corte Suprema de los Estados Unidos estatuyó sobre la pena de muerte en
1976 tras la decisión del caso Gregg v. Georgia. Es asimismo
célebre por no haber realizado esfuerzo alguno por evitar la pena
máxima, y por no haber aprovechado ninguno de los múltiples recursos
para apelar o posponer la ejecución.
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