Anatomía de un instante es una obra en prosa extraña, que camina como un malabarista entre el ensayo, la crónica y la novela, tal vez esta en la última parte.
Es una obra coral que modaliza sutilmente y lleva al lector a un falso objetivismo que le hace creer que lo que está leyendo son los hechos reales. Sin embargo tiene mucho de literario, ya que la subjetividad se va imponiendo hasta que en la última parte se hace definitivamente con esta obra.
Es coral porque los protagonistas son Suárez, Mellado y Carrillo, que con un gesto, el instante, cambiaron el signo de lo que todavía no entendíamos por democracia, y engrandecieron todas las dimensiones de esta palabra. El rey, tal vez cuarto personaje, queda en segundo plano, superado por las tramas militares y los intentos, o no, no queda claro, de los servicios de inteligencia por hacerse, o por parar, el golpe. Contrasta la dignidad de los personajes principales, con sus miserias y aciertos, frente a los secundarios que aparecen en una dimensión algo esquemática y simplificada. No me gustan las novelas que establecen diferencias entre bueno y malo, entre lo que debe ser y lo que no debe ser. Armada, Tejero, Milán, son los cocos de la peli. Querría saber más de ellos, no acabo de convencerme con su simplicidad. Aunque no me gusten, representaron a muchas personas y sintetizaron ciertas corrientes de opinión que les llevó a realizar una intentona que fracasó.
Repito, es literatura porque engaña al lector que cree que está leyendo una crónica, en ocasiones un ensayo, siempre una historia vista con una perspectiva, la del autor, monofocal, mucho menos plural de lo que nos diría la apariencia. En fin, hace ciertas afirmaciones harto discutidas, como exonerar completamente a Carrillo de las matanzas de Paracuellos del Jarama, atendiendo solo a una parte de la historiografía, y obviando, dice que no merecen crédito, otra parte de la historiografía que no ve tan claro ese pasotismo autista del colega. Eso, cuidado, no es desmerecedor de la figura que le tiró un par de cojones durante el golpe y, que si somos sinceros, fue reintegrado en la colectividad con un gesto tan valiente, como audaz y temerario. La memoria tiene estas cosas, que se reconstruye dependiendo del individuo y no siempre es unidireccional. Por eso ese estatismo, como el de dar ciertos méritos morales y éticos a El País, pues, no sé, me chirría, suena a otra época, a una falta de objetividad que me reafirma en mi idea de que estamos más bien ante una novela histórica, con sus licencias, sus figuras y su imaginación.
No os equivoquéis, no es Soldados de Salamina, otra novela coral y rica en géneros, ni mucho menos, creo que es menos fresca y mucho más perversa, sin embargo la recomiendo a pesar de que la pretendida objetividad no alcanza para ser historia, la ausencia de tesis la aleja del ensayo, la sucesión cronológica la acerca a la crónica y la subjetividad, la imaginación y la veracidad literaria la llevan a la novela.
La tenemos en Mondadori, y aquí os dejo la sinopsis:
páginas: 464
Un relato vibrante, tenso y pormenorizado que empieza leyéndose como una novela policíaca y acaba leyéndose como una novela de terror.
«Este libro es un ensayo en forma de crónica o una crónica en forma de ensayo. Este libro no es una ficción. Este libro es la anatomía de un instante: el instante en que Adolfo Suárez permaneció sentado en la tarde del 23 de febrero de 1981, mientras las balas de los golpistas zumbaban a su alrededor en el hemiciclo del Congreso de los Diputados y todos los demás parlamentarios -todos menos dos: el general Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo- buscaban refugio bajo sus escaños. Este libro es la crónica de ese gesto y la crónica de un golpe de estado y la crónica de unos años decisivos en la historia de España. Este libro es un libro inclasificable. Un libro único.» Javier Cercas
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