Cuando ha pasado un tiempo de la lectura de una novela, es increíble cómo se difumina en la memoria: nos sorprende que los recuerdos no sean consistentes, e incluso si nos gustó, nos llama la atención que se nos pueda haber borrado de la mente. No sé si la realidad emula a la ficción, si los recuerdos que traumatizan y configuran aspectos de nuestra personalidad, no son más que reconstrucciones interesadas que hemos olvidado, como las novelas que leímos hace tiempo. Ni siquiera este blog es fiel reflejo de la realidad. A veces, cuando vuelvo sobre mis anotaciones, no recuerdo muy bien, los aspectos fundamentales de la novela se difuminan entre los miles de páginas que he leído. Tengo impresiones, sensaciones, tal vez por eso, dicen que la verdadera memoria son sensaciones, tener, al menos, la impresión de que se ha vivido.
En La particular memoria de Rosa Masur, Vladimir
Vertlib construye una narrativa profundamente humana y cargada de ironía.
La novela sigue a Rosa, una anciana judía rusa que relata su vida para
participar en un concurso de memoria en Alemania. A través de su testimonio,
emerge un retrato vívido de los traumas del siglo XX: la Revolución Rusa,
el estalinismo, la Segunda Guerra Mundial y la emigración.
Vertlib combina humor y tragedia para explorar
temas como la identidad, la supervivencia y la memoria. Rosa, con su voz
única, transforma su experiencia personal en un espejo de las complejidades
históricas, dejando al lector reflexionando sobre el peso del pasado y su
influencia en el presente.
La novela transita por la historia de Rusia, de
los judíos biolorusos, de Polonia, de Alemania. Observamos los testimonios de
los pogromos, de las vejaciones del ejército. La arbitrariedad del poder. Vemos
la evolución, desde el presente, y lo hace de una manera inteligente, muy útil
para el lector.
A duras penas conseguimos sacar a los niños
exhaustos del tren. En el vestíbulo, los esperaban ya sus familiares o amigos,
la mayoría con bolsas llenas de alimentos en las manos. Hubo gritos, lágrimas
de alegría, abrazos y caras cuya expresión pasaba de la expectación al asombro,
a la preocupación, hasta que finalmente, mudaba en desesperación.
El peso de la xenofobia está por todas partes,
incluso en el totalitarismo soviético. Aparecen los judíos como un grumo a
discriminar, a obviar. Me gusta cómo plantea la actitud del poder de la
burocracia temerosa.
—A ver—dijo. Y cerró la puerta y giró la
llave—. Es obvio que se ha cometido una injusticia contigo. Pero estos no son
tiempos de palabras superfluas. Nadie sabe qué será de nosotros mañana. Hablo
con toda franqueza. A veces, saber soportar la impotencia propia es sinónimo de
fortaleza. ¡Recoge tu carnet!¡Si te sales de la organización, será tu sentencia
de muerte! Pero no te he dicho nada. Esta conversación ni siquiera ha existido.
La tenemos en Impedimenta.
ENCUADERNACIÓN 13,65x21
FORMATO Rústica con sobrecubierta
ISBN 978-84-18668-67-8
PÁGINAS 440
PRECIO 25,95 €
EDICIÓN 1ª
COLECCIÓN Impedimenta
Rosa Masur tiene noventa años. Acaba de llegar
de Rusia con su hijo Kóstik y su nuera Frieda a un pequeño pueblo alemán que
celebra su 750 aniversario. Alguien le pide que rememore su vida y ella accede:
de hecho, tiene la anécdota del siglo. En el fondo sigue siendo la misma chica
oriunda de un pueblo en la frontera entre Polonia y Rusia, célebre por sus
pogromos; la misma mujer emancipada que creció en el Leningrado de los años
veinte, en plena «fase de construcción» del comunismo, que se convirtió en obrera
de una fábrica textil y luego en traductora del alemán, y que sufrió el
interminable asedio de la ciudad mientras criaba a sus dos hijos, y la gente
sobrevivía haciendo caldo con la cola del empapelado, comiéndose al canario o
devorándose los unos a los otros. Brujas, apparatchiks, soldados, caníbales,
antisemitas, burócratas soviéticos, contrabandistas y chismosas desfilan en una
epopeya protagonizada por una mujer extraordinaria, divertida, inteligente y
que no le tiene miedo a nadie. Ni siquiera a Stalin.
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