Esa
ascensión requiere de pericia y de suerte, pero también requiere falta de
escrúpulos, ausencia de lealtades y de infidelidad absoluta a unos principios
estándares. Querer ser, en cualquier ámbito, o llegar a ser, en muchas
ocasiones, requiere de estómago y de una ausencia alarmante, para los
espectadores de sofá, de unos principios universales. Pero esto también es
ficción. La lucha por el éxito no tiene que ser entendida de una manera
negativa, obedece a otros patrones que no son los acostumbrados, sin embargo,
si observamos con detenimiento nuestro entorno, vemos cómo nuestro compañero
nos traiciona por un café a cambio de hacer una hora menos en aquel puesto tan
poco atractivo. Después vendrán los disfraces, la apariencia de honradez, el
cubrir nuestra honra con explicaciones peregrinas, pero la realidad es que se habrá
luchado por ascender, aunque sea a la habitación de al lado.
En el
mundo de la creación puede pasar lo mismo, debería pasar lo mismo, no es ajeno
a la realidad del mundo. Querer publicar, tener éxito, que venga la fama, que
se acceda a la ilusión de poder, a que en las fiestas seamos el centro de
atención, todo esto es goloso, crea acólitos. La novela navega en esta ficción,
una más, de lo humano, y lo hace con la maestría habitual de mi admirado Chirbes,
de este autor que tanto me ha dado y del que tanto he escrito y hablado. Tiene
una capacidad innata para el análisis de lo humano, para exponer la vergüenza
de lo humano, para mostrar la indecencia del comportamiento. Hay principios
universales, como la amistad, que no tienen importancia cuando de lo que se
trata es de ser la proyección de uno mismo. Fausto sobrevuela nuestro
imaginario.
El
libro cuenta una historia sencilla con la maestría de hacer fácil lo
pretendidamente complejo. El hecho de que un escritor esté en el centro de la
acción vuelve a situar a la literatura como protagonista, con sus miserias
morales y sus contradicciones previsibles.
A
cuantos escribimos nos duele tener que admitir que lo esencial no está en los
libros, sino en el antes y en el después; que la medicina con la que uno se
cura no se guarda en el interior de las palabras, sino en torno a ellas. La
medicina de José estaba en limpiar el polvo de la mesa, afilar el lápiz y
acariciar la superficie del cuaderno, como si fuese de terciopelo, todos los
días a la misma hora de la tarde. Y el tónico que le permitía advertir
enseguida los efectos de esa medicina lo encontraba en la admiración de Concha
y de sus amigos, en las críticas a sus libros publicadas en periódicos y
revistas; en los dominicales que hablaban de esa vida que él se inventaba para
prensa; en la televisión, que hacía reconocible su rostro a los vecinos, a los
porteros, a los taxistas.
La disección
de la vida, de las relaciones, se hace con precisión quirúrgica, con brillantez,
adentrándose en la contradicción inherente a estas.
Desde
hace algún tiempo —y a Concha le gustaba hacer coincidir ese tiempo con la
llegada de Ricardo—, nadie parecía tener fronteras estables. Ellos mismos
—José, Lucas y Concha— eran (ella lo explica de otra manera) una especie de
territorios deshabitados, cambiantes, ocupados por los vencedores
provisionales, que luego se iban dejando el campo lleno de despojos y los
bosques repletos de sospechas (ella dice: «Estábamos como a merced de alguien.
Como si todo el mundo pudiera entrar libremente y llevarse algo de nosotros»).
El
personaje de Ricardo usa el diario como excusa para amplificar su voz y mostrar
su gusto por la heroína, su homosexualidad, además de para descubrir la
verdadera dimensión de su faceta de escritor. Lo que me gusta es la precisión y
la facilidad con la que compone la escritura.
11 de
noviembre
Los
tipos excepcionales comparten los sórdidos espacios repetitivos con los tipos
más vulgares: sólo cambia la rutilante materia del disfraz. Sin S. vuelve a
llenárseme todo de repliegues misteriosos: hay en mí monedas valiosas, por más
que estén sucias, y espacios queme convierten otra vez en mí mismo.
En Anagrama.
ISBN 978-84-339-0918-3
EAN 9788433909183
PVP
CON IVA 7.8 €
NÚM.
DE PÁGINAS 192
COLECCIÓN Narrativas hispánicas
CÓDIGO NH 108
PUBLICACIÓN 01/02/1991
En la
novela de Rafael Chirbes, situada en el Madrid contemporáneo, desvelados por un
narrador que aún no ha conseguido las credenciales para pertenecer al grupo
cuyas peripecias relata, desfilan los miembros de una nueva clase social, los
que ahora pelean en un estrecho cuerpo a cuerpo por el poder y sus migajas, y
viven con el sordo y continuo temor a la caída. Amelia, importante colaboradora
en una editorial, que vive con Carlos, el «rico» del grupo, pero mantiene
fugaces amoríos con otros; José, escritor de éxito, que utiliza la literatura
para ocultarse; Concha, su mujer, que defiende despiadadamente el espacio
conquistado en una clase social superior que siempre la fascinara; Ricardo
Alcántara, el enigmático personaje que, después de un largo exilio, regresa al
grupo quince años después...
Todos
ellos paradigmas ejemplares de una clase social cuya única aspiración verdadera
es subir cada día un escalón más, aunque se deleiten en recordar de vez en
cuando, con pegajosa nostalgia, los días en que amaban la literatura y la
justicia y soñaban con ser protagonistas en la gloriosa «lucha final».
Rafael
Chirbes, que se revelara en Mimoun, esa «hermosa e inquietante novela», en
palabras de Carmen Martín Gaite, como una de las voces más personales e
interesantes de la actual narrativa española, confirma con En la lucha final
todas las esperanzas depositadas en él. Novela densa y ambiciosa, complejo
fresco de una escena política y cultural fácilmente identificable, nos muestra
a un narrador espléndido con total dominio de sus recursos, a un urdidor de
historias y personajes que, como en toda la gran literatura, alcanzan una
entidad y verosimilitud iluminadoras.
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