lunes, 9 de agosto de 2021

El rey recibe, (Las tres leyes del movimiento I) Eduardo Mendoza

 


El verano es una época de contrastes, por una parte dejamos el trabajo para disfrutar de las vacaciones, y por otra, anhelamos lo que no tenemos, nunca nos conformamos, nunca tenemos bastante con lo que el día a día nos sorprende. Sin embargo he descubierto que no añoro la actividad frenética de mi día a día, para nada, la molicie se ha instalado en mí y no siento la culpabilidad luterana de perder el tiempo, al contrario, siento que tendré tiempo para redimirme y pedirme perdón, si procediese, porque el cuerpo y la mente también necesitan desconectar de la gran farsa. Es curioso, pues, que esté escribiendo esto cuando, al ir a comenzar, tenía el firme propósito de excusarme por no haber hecho las entradas que había prometido, mas conforme escribía, escuchando las sonatas  para chelo de Bach interpretadas por Mischa Maisky, he descubierto que me importa un pito, que este blog que disfrutáis, o que ignoráis, es mi particular cápsula del tiempo, el reducto al que vuelvo cuando me lo pide el cuerpo para satisfacer la vanidad de quien no es capaz de escribir como un escribidor de verdad. (Anotación: me encanta cuando comparto impresiones con alguno de vosotros sobre lo que os ha parecido tal o cual lectura, ¿Vanidad?)

Eduardo Mendoza es uno de los escritores españoles que me ha hecho feliz, esta afirmación tan rotunda como poco crítica, describe a la perfección la relación que tenemos los lectores con los autores. Es cierto que debería ser más crítico, es mi profesión, y hablaros de lo que supone su obra para el conjunto de la literatura en español de finales del siglo XX y principios del XXI, pero no os pienso engañar, ni hacerlo mucho menos conmigo, la realidad es que la mayoría de estudios particulares sobre literatura contemporánea ni se estudian en la facultad de filología, ni son motivo de másteres, ni interesan a la mayoría de futuros profes de lengua y literatura, así que el incontrolable tamaño del ego de quien vive su existencia en la feliz idea de que sus estudios de literatura contemporánea van a llegar a ningún sitio más allá de congresos endogámicos o círculos intelectuales, pues como que no. ¡Qué libertad, lector! Es una liberación sin control, puedo explicaros mi experiencia lectora sin miedo a que esto pase a la posteridad, porque mi intención, consciente, de la inconsciente no respondo, es tributar al autor por los momentos de felicidad que me brinda, y os brinda.

Así que, aun no siendo crítico en un sentido de incisivo, os cuento que el libro tiene todos los ingredientes del autor, desde la ironía o, directamente, el sarcasmo, pasando por períodos de análisis históricos o políticos (podéis ver otras entradas del mismo en este blog), porque Mendoza es un autor que ha sido capaz de crecer y de trabajar diferentes géneros de una manera notable. Es un autor inteligente y sagaz, capaz de dar al lector lo que espera, y al tiempo, no hacer ningún tipo de concesión al mismo. Esta aparente contradicción es lo que engrandece al autor porque no nos desprecia, sino que entiende que hemos de hacer nuestro trabajo.

La novela es la primera de la trilogía Las tres leyes del movimiento, no nos encontramos a un detective anónimo o loco, no esperéis que sea la continuación de aquella saga, o un nuevo Pomponio Flato, no, porque nuestro personaje es inteligente y a través de su experiencia vital transita por el tardo franquismo de los setenta (hasta la muerte de Carrero Blanco) o por la Norteamérica del escándalo Watergate, mostrando costumbres, cambios en la mentalidad política y de costumbres relacionales, a través de un hilo conductor, extraño, del príncipe aspirante al trono báltico.

Como os decía la novela tiene aspectos muy del autor como la fina ironía y la mala leche que destripa lugares comunes que construyen un leitmotiv único.

 

La mayoría sabía leer y escribir lo justo, contar lo justo. El resto se lo enseñaba la tradición, la experiencia y la palabra de Dios por boca del clero. Los conocimientos se ajustaban a la condición de cada ciudadano, a su oficio, a su vida y a su medio. Ahora pululan por todas partes miles de graduados universitarios sin trabajo, sin dinero y sin futuro, pero convencidos de saberlo todo. Henchidos de su valía personal, se les puede embaucar con halagos y comprar con golosinas. Esto traerá la decadencia y el caos. Por raro que parezca, los países comunistas saldrán mejor librados de este fraude, porque su sistema es tan estúpido que lo que se gana por un lado se pierde por el otro.

 

De Mendoza siempre me ha gustado su olfato político y su capacidad de análisis del tardo franquismo y de la transición, ayuda haberlo vivido en primera persona, así consigue que el lector vaya adentrándose en una realidad que a muchos les parecerá lejana porque educar contraculturalmente sin necesidad de seguir el discurso omite, pues, el revisionismo cobarde, puesto que la literatura no es historia, es mucho más, ya que hace que lo que fue se presente como verosímil, de ahí su peligro, claro, pero también la virtú.

 

De hecho, el partido comunista español ya lo hacía con sus militantes y, en la medida de lo posible, con sus simpatizantes. Sus dirigentes y sus mentores no tenían el menor reparo en poner de manifiesto un autoritarismo similar al que combatía, ni en dictar unas condenas desmedidas e implacables, que sin duda habrían llevado a la práctica de haber dispuesto de los medios necesarios.

 

A pesar de que pueda parecer que el tono del libro es irónico, sus reflexiones son de gran interés, de hecho va evolucionando para conseguir formar un libro más complejo de lo que parecía al principio.

 

Aunque parezca mentira, su verdadero nombre era Petra sobada. En el transcurso de la entrevista se me ocurrió rebautizarla Liviana de Lejos. Al ver que el nombre causaba una gran impresión, la invité a tomar algo después de la función.

 

Nuestro personaje, en su estancia en Nueva York como funcionario gris de un negociado más gris aun, va adquiriendo un tono diferente, madurando. La descripción de personajes y espacios entronca con la tradición de ciudad deshumanizada, invivible, peligrosa, sucia y ajena, pero me gusta que se recree en alguno de estos tópicos.

 

El apartamento distaba de ser acogedor. Consistía en un rectángulo demasiado largo y demasiado alto de techo, sin particiones. Unos paneles de madera sin pulir separaban el cuarto de baño del resto de la vivienda. Al fondo, en el extremo opuesto a la entrada, una ventana ocupaba todo el paño de la pared. Los cristales estaban muy sucios por la parte de fuera y no tenían cortinas ni nada que protegiera la vivienda de las miradas de los vecinos.

 

Si bien la novela transcurre con el estilo inequívoco del autor no es menos cierto que tiene pasajes notables en que analiza las relaciones humanas de una manera inteligente e incisiva.

 

Nunca la volví a ver, pero recuerdo el roce de aquella piel exquisita, el suplemento calórico que su compañía aportaba a la exagerada calefacción del apartamento y la sensación de tristeza que me produjo su indiferencia, como si aquel estar en cualquier sitio con cualquier persona fuera el paradigma de la soledad.

 

Dentro de las innumerables reflexiones notas históricas y pseudohistóricas sobre política, modernidad, las reflexiones sociales me parecen de especial interés, porque son testimonios literarios de personajes que los han vivido en primera persona, transformaciones sociales, revoluciones que configuran nuestro universo contemporáneo.

 

A diferencia de la doctrina católica, basaba en la correcta interpretación de la palabra divina por el ministerio de la iglesia, aquellos predicadores ponían de manifiesto la oscuridad de los textos bíblicos, el misterio de una voz que exigía la sumisión incondicional, inmediata y sin fisuras. Esta forma de religión podía parecer exótica a un forastero. Los europeos tenían de ella una imagen infantil y ridícula. Pero si la religión era el opio de los pueblos, aquella variante era la cocaína.

 

En Seix Barral.

 

 

Nº de páginas: 368

Editorial: SEIX BARRAL

Idioma: CASTELLANO

Encuadernación: Tapa blanda

ISBN: 9788432234071

Año de edición: 2018

Plaza de edición: BARCELONA

Fecha de lanzamiento: 04/09/2018

Hay dos formas de contar la historia: como sucedió y como la hemos vivido.
Eduardo Mendoza regresa con una novela que hace sonreír… y sobre todo recordar.

Barcelona, 1968. Rufo Batalla recibe su primer encargo como plumilla en un periódico: cubrir la boda de un príncipe en el exilio con una bella señorita de la alta sociedad. Coincidencias y malentendidos le llevan a trabar amistad con el príncipe, que le encomienda, entre otras cosas, escribir la crónica de su peculiar historia. El opresivo ambiente de la gris España franquista pronto se quedará pequeño para Rufo, que viajará a Nueva York con poco dinero, grandes esperanzas y el difuso objetivo de hacer algo emocionante con su vida.

Rufo Batalla será testigo de los fenómenos sociales de los años setenta, como la igualdad racial, el feminismo, el movimiento gay o el desplazamiento de los grandes centros culturales y la deriva de la cultura hacia nuevas formas de expresión, fenómenos que en buena parte hicieron del presente lo que es hoy. Y dejará constancia, no tanto de los hechos como de la forma en que lo vivieron quienes los presenciaron.

Con la conocida unión de maestría narrativa y refinamiento estilístico del autor, personajes reales e imaginarios, típicos del universo de Eduardo Mendoza, se dan la mano en esta novela, brillante inicio de la trilogía Las Tres Leyes del Movimiento, que recorrerá los principales acontecimientos de la segunda mitad del siglo XX.

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