Otra vez tiempos convulsos, otra vez dolor y pasmo ante las noticias que nos traen las redes, inmediatez, alucinación ante la construcción de la barbarie de los bárbaros, porque estos construyen una violencia 2.0, una construcción postmoderna e inocua de la muerte: los talibanes entran en Afganistán, dicen, como si alguna vez hubieran desaparecido y muestran al mundo escenas idílicas de una bondad que nace de su convicción religiosa, como si sus convicciones fueran el amor universal o la fraternidad entre todos los hombres, tanto, la apariencia, que la gran organización tan post segunda guerra mundial, tan buenista, tan in, les pide un gobierno inclusivo, y no produce cabreo, no produce sonrojo, porque vivimos en un orden chupi guay, multicultural en que cualquier manifestación cultural es válida, y por supuesto religiosa, menos las que no valen, claro, plagadas de violadores pederastas y otras lindezas, u opciones políticas no aptas para el consumo de la población sensible y progresista, es un mundo global, donde todo se respeta, todo se trivializa y el relativismo es la norma dominante, eufemismo power, criminalización, ofensa, y eso genera la paradoja de la uniformización, cuanto más diversos creemos ser, mucho más iguales somos en realidad. Otra vez refugiados, otra vez saltarse las reglas de respeto de los derechos humanos (prefiero creen en elementos básicos de dignidad), otra vez dolor, otra vez imágenes manipuladas, otra vez palmeros justificando la decadencia de occidente, otros resaltando el domino asiático, algún otro queriendo explicar el repliegue del imperio, pero ninguno de nosotros sabemos, ni alcanzamos a intuir, que ni todas las personas son ciudadanos, ni todos los hombres viven en el idilio de la igualdad y la fraternidad, hay gente que sufre, gente que vive como animales, y mientras tanto, las hordas de llorones se quejan de que viven en la opulencia. Cuánto nos queda por sufrir.
La
novela habla de esto, de las hordas de bárbaros, del crimen y de la huida, de
los refugiados de guerra, del trasplante cultural, de la anomia, del
extrañamiento cuando hemos de irnos a tierra extraña, cuando somos extranjeros
o refugiados acogidos. Es de una absoluta actualidad, tan necesaria que
molesta, y lo hace, el molestar, porque nunca se resuelve este problema, porque
vivimos la diferencia irreconciliable entre países medievales, en el sentido de
que las teocracias se imponen a lo político, contrastando con estados de
políticas avanzadas que tienden a desdibujarse en la inanidad y en la renuncia
a sus elementos constitutivos, es decir, van inexorablemente hacia su
destrucción cultural porque borran lo que fueron, piden perdón por lo que
supuestamente hicieron y renuncia a ser lo que podrían ser. Es posible que
estemos en el centro del bucle de la decadencia de occidente, pero, en
realidad, occidente ¿no está en decadencia desde el tardo imperio romano?
Así
la novela cuenta el tránsito, desde el Vietnam convertido al comunismo, de una familia que debe huir como refugiada a
Canadá. Habíamos visto algunos elementos de esta autobiografía novelada,
imaginada, supongo, en la novela Rú,
de la misma autora, cómo asume la nueva cultura occidental y cómo contrasta con
los puntos de vista tradicionales de su familia. Aquí otra de las paradojas del
occidente contemporáneo: la gente huye de culturas que los oprimen o que los
llevan a la miseria, pero, sin embargo, reproducen todas y cada una de las
pautas culturales como una necesidad de identificación y valor frente a lo
igualitario dominante.
Así
pues, de una manera sencilla el libro describe retazos de la vida de al
protagonista en Vietnam antes de la guerra y después describe los elementos de
la huida, las pérdidas, la barbarie que he mencionado o el miedo contado sin visceralidad
como parte del acontecer humano.
Cuando las palabras comenzaron a rozar
los labios descoloridos de aquella mujer que parecía un fantasma, mi madre me
echó de la cabaña con el fin de proteger la inocencia de mis ocho años. Su
gesto inútil, pues las paredes eran de arpillera y los techos, de lona. De
todos modos, se oían historias parecidas alrededor del pozo, en medio del
polvo, durante la noche, por todo el campo. Sabía que había que evitar a los
dos hombres sospechosos de canibalismo durante la travesía y que no había que
molestar a la mujer-estatua que esperaba religiosamente del alba al crepúsculo
la llegada de su bebé a la playa.
No
tiene la poesía de otros libros orientales porque lo que describe no tiene la
belleza, pero en ocasiones el lenguaje es tan claro, armonioso, que impacta por
su verdad.
Llegamos a la ciudad de Quebec durante
una ola de calor que parecía haber desvestido a la población entera, Los
hombres, sentados en los balcones de nuestra residencia, tenían todos el torso
desnudo y la barriga bien visible, como los Putai, budas risueños que, si
frotan sus redondeces, les prometen a los comerciantes el éxito económico y a
los demás la alegría.
En periférica.
Nº de páginas: 160
Editorial: PERIFERICA
Idioma: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788416291700
Año de edición: 2018
Plaza de edición: CÁCERES
Traductor: LAURA SALAS RODRÍGUEZ
Fecha de lanzamiento: 12/09/2018
Vi es la única hija de una familia
vietnamita muy singular: una madre trabajadora, de extracción humilde, y un
padre rico y mimado que nunca tuvo que crecer. La Guerra de Vietnam destruirá
el equilibrio familiar conseguido por la madre, un personaje «de otro tiempo».
Vi, junto a ella y sus hermanos, huirá a Canadá, tras pasar por un campo de
refugiados; su padre no tendrá la misma suerte…Hay novelas que suelen ser
llamadas «perfectas» en cuanto parecen mecanismos de relojería suiza; en otras,
sin embargo, la vida se cuela por todas partes y la realidad, que es
imperfecta, se impone sobre el artificio. Verdad y verosimilitud se confunden
entonces. Ésta es una novela sobre la vida de una mujer joven que nació en un
antiquísimo Vietnam, en rotunda transformación, y que creció en un Occidente de
emigrantes atados a tabúes y contradicciones sin fin. Es una novela sobre
refugiados y emigrantes, pero también sobre el amor y el misterio de la
existencia en cualquier lugar de la Tierra. Flores y lecturas, comidas y viajes,
además de ternura y nostalgia, van conformando la idiosincrasia de Vi, que
recorre nuestro extenso mundo como si en realidad fuera diminuto, tanto como
indica su propio nombre: Vi, que en vietnamita significa literalmente «preciosa
minúscula microscópica».
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