Acabamos de celebrar un año más el día del libro, día fundamental, ya que es el único en que la gente se lanza como posesa a regalar esos extraños objetos que no se retro iluminan, ni tienen menú contextual, ni pueden conectarse a la red, esa curiosidad alimentada por la leyenda hace que los puestos donde se ofrecen se conviertan en lugares de culto, como si uno fuese a una iglesia universal donde pedir deseos e ilusiones. Sin embargo, vaya, existe el resto de los días, el desierto sin agua en que los libros son abandonados en las mesas, o lo que es peor, en las estanterías, objeto también extraño que se pensaba, pura cuestión arqueológica, que servía para poner las fotos que el artista de turno a realizado en ese momento mágico de inspiración inenarrable.
Vuelvo a un libro más sobre la escritura, como si el artista se aburriera de deambular por dimensiones ignotas y necesitara confirmar su vocación. Es posible que sea yo el que busque este tipo de libros, libros en los que la metaliteratura, las referencias cruzadas, la participación de personajes son conocidos, en que se reflexiona sobre el mismo hecho de escribir, sean el motivo fundamental del mismo. Pero me aburro, comienzo a aburrirme, necesito otro tipo de aventuras equinocciales, de dementes maravillosos, de situaciones verosímiles y falsas, coño, necesito literatura en estado puro, ¡ya!
-Eso no es más que orgullo de editor -dije-. Les resulta difícil ver un manuscrito y no atacarlo con un lápiz rojo. La verdad es que creo que acabará usted por encontrarles sentido a las partes que ahora no le gustan, y se alegrará de no haber podido tocarlas...
Las historia sin final no pueden hacer otra cosa que continuar eternamente, y verse atrapado en una de ellas significa que morirás ants de haber interpretado tu papel hasta el final.
Estos libros de Auster, que pertenecen a la trilogía de NY, consiguen que el escritor y el personaje se fusionen en una unicidad, en un destino compartido que nace del conocimiento del otro y que contribuye al constructo de la identidad. Es posible que la escritura sea una caja donde cabe todo, donde lo soñado, imaginado y escrito se van fusionando para no parecer lo que son, para recrear el mundo que nos mira alucinado y sorprendido. Esa es la virtud de estas obras, la pesadilla se convierte en realidad y la realidad deja paso a dimensiones que el lector debe configurar.
-No sé en qué estaba pensando. No se parece usted a él en nada. Ha debido ser que he visto al americano que hay en los dos.
-No sé en qué estaba pensando. No se parece usted a él en nada. Ha debido ser que he visto al americano que hay en los dos.
Como os he dicho le encanta jugar con los personajes, consigo mismo como un ardid indescifrable de la mente, porque para él la trama no es más que una excusa del intelecto y, como os he dicho, la reidentificación de los personajes, un juego entre la realidad y la literatura.
Toda la historia se resume en lo que sucedió al final, y, sin tener ese final dentro de mí, no habría podido empezar este libro. Lo mismo es válido para los dos libros anteriores, La ciudad de cristal y Fantasmas. Estas tres historias son finalmente la misma historia, pero cada una representa una etapa diferente en mi conciencia de dónde está el quid.
Toda la historia se resume en lo que sucedió al final, y, sin tener ese final dentro de mí, no habría podido empezar este libro. Lo mismo es válido para los dos libros anteriores, La ciudad de cristal y Fantasmas. Estas tres historias son finalmente la misma historia, pero cada una representa una etapa diferente en mi conciencia de dónde está el quid.
Paul Auster. El libro lo publica Anagrama. Aquí os dejo datos de interés.
PVP SIN IVA 5.77 €
PVP CON IVA 6 €
NÚM. DE PÁGINAS 144
COLECCIÓN Compactos
TRADUCCIÓN Maribel De Juan
El narrador y Fanshawe se conocían desde muy niños. Antes de cumplir los siete años ya se habían pinchado en los dedos con un alfiler y se habían hecho hermanos de sangre. Estaban siempre juntos, compartían los pensamientos, y era el rostro de Fanshawe lo que el narrador veía cada vez que apartaba la vista de sí mismo. Pero eso fue hace mucho tiempo, en el remoto territorio de la infancia. Después crecieron, fueron a distintos sitios, se distanciaron y ahora Fanshawe no es más que un fantasma que el narrador, un joven crítico y periodista que ha abandonado ya la idea de escribir un gran libro, lleva dentro de sí. Hasta que un día recibe una carta de la mujer de Fanshawe. Va a verla, descubre que su amigo ha desaparecido misteriosamente hace meses y ha dejado dos maletas llenas de manuscritos que nunca quiso publicar. Y un mensaje para su antiguo amigo, o quizás una misión: que sea él quien decida si su obra debe sobrevivir o ser destruida. "La habitación cerrada" es el último volumen de La trilogía de Nueva York y cierra espléndidamente esa magistral «banda de Möbius» literaria, ese conjunto de thrillers fascinantes, de pesadillas implacablemente lógicas en las que pareciera, según Pascal Bruckner, que la única libertad del hombre fuera la de imaginar su prisión, descubrir los límites antes de ser apresado dentro de ellos.
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