Fijaros que es posible que a muchos de vosotros os haya obligado a leer este libro cuando erais adolescentes. Debe ser el
primero de los que critico en el blog del que todos tendréis una visión
particular. Algunas pensaréis, a mí me hizo sentirme bien, es una parábola sobre la adolescencia,
a otros os dejará igual de indiferentes que a los quince años, otras,
simplemente, pasaréis de puntillas por él porque, simplemente no os
interesa. A mí me pasa algo diferente. Yo no lo leí de pequeño. En Salesianos me
pusieron la película, muy onírica, no me gustó, me aburrí, creía que la
mayoría de cosas que contaba eran gilipolleces. Después tuve en mis
manos el disco de Diamond, me gustó, tal vez porque no entendí
gran cosa, mi relación con el inglés no deja de ser una pequeña relación
amor odio. ¿os imagináis que cada quién estableciera sus propias reglas
sin respetar ninguna sola de la comunidad? Me atrae la narquía, es un
grito juvenil, pero me pilla mayor creer que hemos de romperlo todo,
porque entonces, ¿cuáles deben ser las normas de convivencia, las tuyas o
las mías? o, acaso, ¿es que piensas que las mías no son válidas y, por
ello, no merece la pena respetarlas?
Así
que esta mañana, hace una hora más o menos, se me había acabado el
último libro que había estado leyendo, me he sentido vacío, perdido, ya
que estoy fuera de mi casa y no puedo ir a morir a mi estantería
favorita, así que rebuscando en estanterías ajenas, y por una pura
cuestión de probabilidad, me he encontrado esta fábula, porque es eso lo
que es, que debéis tener todos en vuestra casa. Me he dicho, vaya, el
librito, así que lo he tomado, lo he hojeado, ojeado, y he visto las
fotografías de Russell Munson, flojitas, y la horterada del papel cebolla imitando el vuelo de una gaviota. La editorial, en este caso, era Pomaire,
de la que casi no queda rastro en España, y una primera edición en tapa
rígida, será por eso que me he decidido a llevármelo a la cama, y me lo
he leído con una pequeña sonrisa en los labios.
Sí, es un breve manual de autosuperación con tintes místicos, religiosos, que me hace pensar en otros libros como Un camino sin huella de M.Scott Peck,
que trabajan el concepto de la divinidad en nosotros mismos, que no
digo yo que esté mal, no, pero que me carga un poco. También es
interesante el concepto de amor, pero en este caso muy ligado a la
renuncia del yo, paradoja, y en el altruismo indiscriminado. Es posible
que muchos profesores desde 1972 hayan decidido poner este libro porque
les daba una cobertura ética a lo que ellos creían estar haciendo en
clase. No lo sé, a mí no se me pasaría por la cabeza, antes está Kafka, mi gran Kafka, prometo releer la Metamorfosis y deciros cómo ha evolucionado mi pensamiento estos últimos 30 años, o Hesse, pero este librito, para mí, no tiene más mérito que la fábula del cuervo y la zorra
u otras, que pretenden darnos una lección vital. Y a mí las lecciones
vitales, los predicadores sutiles, no me gustan, no veo una razón
universal que sea aplicable a todos los seres humanos, ni tampoco
entiendo la obsesión del autor por la perfección. La imperfección es
hermosa, la equivocación nos hace humanos. Un compañero, me imagino que
para insultarme, me dijo hace cinco años, tomando café, que el sueño de la razón produce monstruos,
un filósofo el catedrático, todo por mi marcado carácter irracional,
intuitivo, no sé, pero a mí solo se me ocurrió contestarle que sí, que
producía los monstruos de los cuadros, los personajes de las novelas, o
las alucinaciones maravillosas de Pollock. ¡ja!
Sí,
ya lo habéis adivinado, no me ha gustado en exceso, las parábolas
pseudocristianas de predicadores alucinados, me causan cierta prevención,
me hacen pensar que si los hombres leyeran más filosofía y vieran menos
televisión, igual tendrían antes un criterio propio, pero en fin,
entiendo que guste leer sobre una gaviota que simboliza la libertad, el
ansia de una perfección hacia dentro, de un trascender de las
dimensiones espacio temporales. Es más fácil así que elaborar un
criterio propio sobre la naturaleza, el sacrificio, la renuncia, la
libertad, la necesidad. No tengo nada, pero nada absolutamente en contra
de la novelita, pero es una obra menor. En fin, hoy en día ya tenemos a
Paulo Coelho, ¿no?
Como sé que a muchas no os ha gustado nada
lo que acabo de decir, para compensaros os dejos lo que dice la
wikipedia sobre esta obra, probablemente sea más democrático:
Primera parte
Lo
único que hace es practicar su vuelo y no se dedica a hacer lo que
hacen las demás gaviotas. La bandada intenta hacerlo cambiar, puesto que
no ven normal que una gaviota intente hacer piruetas en el aire, en vez
de buscar su alimento. sigue practicando y persigue libre, aprender
nuevas maneras de acrobacias. Su bandada no lo entendía, ni siquiera sus
papás, a quienes en vez de darles gusto, les avergonzaban los logros de
Juan; él era la primera gaviota en hacer acrobacias aéreas. Un día se
elevó tan alto que al caer en picada perdió el control y se estrelló con
el agua; cuando recobró el sentido se prometió ser como las demás
gaviotas, pero en ese mismo instante rompió su promesa, ya que voló a
setecientos metros de altura en la noche, cosa que ninguna gaviota había
hecho, pues las gaviotas no vuelan de noche. Al llegar a la Bandada
había una Sesión de Consejo, a la cual lo llamaron para que se pusiera
en el centro, lo que solo podía significar dos cosas: gran honor o
exilio. El Consejo destierra a Juan.
Él
se fue a los Lejanos Acantilados, pero no le importó estar solo y
siguió aprendiendo. Un día mientras volaba, dos radiantes gaviotas se
acercaron volando, una de ellas le dijo que volara, porque tenía que
pasar a una nueva etapa, y las tres gaviotas volaron hasta desaparecer
en el cielo. La mayor idea de Juan era poder ser libre, y si su libertad
era volar y aprender a hacer acrobacias y morir en el acto era un
riesgo que había que correr, entonces la libertad era la recompensa más
grande para una gaviota.
Segunda parte
En
la segunda parte, Juan trasciende a otra sociedad en la que todas las
gaviotas gozan del vuelo. Él fue capaz de hacer esto luego de trabajar
solo y con gran esfuerzo por mucho tiempo (como se describió en la
primera parte); el respeto surge en este lugar como contraste a la
fuerza coercitiva que se daba en el seno de la "Bandada de la comida" a
la que perteneció Juan. El proceso de aprendizaje junto con la
vinculación de una adecuada experiencia docente y el estudio diligente,
se elevan a un nivel casi sagrado, lo que sugiere que éstas pueden ser
la verdadera relación entre los humanos y Dios. Richard Bach se ha
descrito como alguien que cree que seguramente los humanos y Dios,
independientemente de la enorme diferencia que hay en ambos, están
compartiendo algo de gran importancia que los hace tener algo en común:
"Tienes que comprender que una gaviota es una idea ilimitada de
libertad, una imagen de la Gran Gaviota", "Tienes la libertad de ser tú
verdadero ser, aquí y ahora, y nada se interpone".
Tercera parte
"¿Quieres
volar tanto, que serás capaz de perdonar a la Bandada y aprender, y
volver a ellos un día y trabajar para ayudarlos a saber?" es lo que Juan
le dice a su primer estudiante Pedro Pablo Gaviota (Fletcher
Lynd Seagull), antes de llegar a profundizar en la enseñanza. La idea de
que el más fuerte puede llegar a más fuerte y podrá dejar atrás a sus
amigos más débiles parece totalmente rechazada.
Por
lo tanto, el amor, el respeto merecido y el perdón, parecen ser
igualmente importantes tanto como la libertad de no ceder a la presión
de obedecer las reglas, sólo porque sean malamente aceptadas. La
introducción a la tercera parte del libro son las últimas palabras de
Chiang, el maestro de Juan: "Continúa trabajando en el amor". En esta
parte Juan entiende que el espíritu no puede ser realmente libre sin la
capacidad de perdonar, y la manera de avanzar lo hace convertirse en
maestro, no sólo a través de trabajo duro como lo hiciera cuando
estudiaba. Juan regresa a "la Bandada de la comida" a compartir sus
recién descubiertos ideales y la enorme experiencia que ahora posee,
listo para la difícil lucha contra las normas actuales de la sociedad.
La capacidad de perdón parece ser un imperativo para superarse a un
plano superior.
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