La literatura que gusta está relacionada con
la trama y la historia, por lo tanto; se busca una acción más o menos lineal de
identificación y recreación que ayude al lector a cambiar o ampliar los
horizontes vitales. Bueno, esto es verdad a medias, deberíamos decir que esto
atañe más a la novela como narrativa de acontecimientos y personajes, de
reelaboración de lo real para convertirlo en una construcción veraz, más o
menos. En el fondo lo que importa, de verdad que sí, es que haya anhelo de estilo,
estética, si podemos llamarlo así, y que el lenguaje sea un instrumento e
incluso un fin en sí mismo. Por eso la
novela evoluciona, pero en el fondo, cuenta una historia.
Con esto quiero decir que la técnica
narrativa, aún sujeta a ciertas características que la hacen reconocible, es
decir, sabemos que es novela el Ulises, la Regenta y Los pilares de la tierra,
la concepción y el anhelo de estilo no es el mismo, claro, pero sabemos que son
novelas. El libro que os traigo tiene una voluntad inequívoca de estilo. Javier
Cercas ha encontrado una voz propia, gústenos más o menos, en el panorama de
la literatura, que se enmarca dentro de una falsa objetividad, “los literatos pueden
fantasear, pero yo no: a mí la fantasía me está vedada”, “Claro que si yo
fuera un literato y esto fuera una ficción podría fantasear sobre lo ocurrido,
estaría autorizado a hacerlo” que trasciende el relato periodístico y lo
acerca mucho más a lo literario. No es Truman Capote, ni Norman Mailer, no,
pero es una voz propia, cosa que agradezco, que nos ofrece un discurso
inteligente que podemos, en el fondo, reconocer como ficcional, como novela.
comprendí que las novelas son como sueños o
pesadillas que no se acaban nunca, sólo se transforman en otras pesadillas o
sueños, y que yo había tenido la fortuna inverosímil de que al menos una de las
mías acabara, porque aquél era el verdadero final de Soldados de Salamina.
La historia parte de los muertos y de la
muerte, ahora os lo explico. Me parece brillante la dialéctica que plantea a
partir, cierto o no muy de ficción, de la lectura de La Ilíada y la Odisea. Los
que me habéis seguido estos años conocéis que he planteado en alguna ocasión el
dilema de Aquiles, la muerte bella, kalos Thanatos, la juventud
consagrada al destino trágico en vez de la vejez tranquila y virtuosa. Cercas
lo plantea desde la perspectiva de La odisea como la monarquía de las sombras o
de los muertos, el ser entre los que fueron, la hegemonía de la nada, de un
recuerdo efímero, de una memoria frágil frente al destino menos trágico de
Ulises de enfrentarse a la vejez y a la vida en matrimonio con el heroísmo del hombre.
Parte de esta dialéctica, digo, para rescatar de la memoria el recuerdo del
héroe familiar, Manolo Mesas, muerto en la batalla del Ebro, guerra civil, y
que se convierte, en la historia familiar, en ese héroe reconstruido por la
memoria y que gobierna las sombras de lo que fue. Es muy inteligente el planteamiento
como el conflicto, porque, la tesis del autor lo corrobora, la única manera de
devolverlo es contarlo, pero aquí entra la ficción como una bofetada, en
realidad no lo escribe, lo reescribe parcialmente a través del recuerdo
rastreable y conocido de la división a la que perteneció, no a partir de la
certeza, incertidumbre real, de lo que fue.
Por lo demás, desde el principio de mis
pesquisas sobre la peripecia bélica de Manuel Mena yo era consciente de que en
realidad no estaba buscando su rastro particular sino el rastro plural del
Primer Tabor de Tiradores de Ifni, y de que eso y no más era lo que estaba
encontrando: un rastro múltiple, vagaroso, un poco abstracto, imaginado y casi
extinto.
Por eso especula, por eso escribe una doble
historia: la historia de la recreación, su propia historia, el enfrentamiento
al sí mismo, al Javier Cercas y la contradicción del pensamiento personal,
izquierdas, frente al recuerdo familiar, derechas, intentando no hacerlo en
términos tan simples, pero a mi modo de ver, cayendo en tópicos sobre la
república y la guerra que sí son simplistas: no explica bien el concepto de
legitimidad, o de buen gobierno, y dota a la república de una certeza discutida
con cierta visceralidad que, en cualquier caso, no dota a la novela de
objetividad sino de literatura.
Para entonces Ibahernando ya había ingresado
de pleno en la ficción, en una inducida fantasía de desigualdad básica según la
cual, mientras los campesinos sin tierra seguían siendo siervos, los campesinos
con tierras se habían convertido en patricios y por tanto los intereses de unos
y otros divergían sin remedio y su enfrentamiento resultaba inevitable; para
entonces Ibahernando se había partido por la mitad…
pensé que para escribir un libro sobre Manuel
Mena debía desdoblarme: debía contar por un lado una historia, la historia de
Manuel Mena, y contarla igual que la contaría un historiador, con el desapego y
la distancia y el escrúpulo de veracidad de un historiador, (…) y, por otro
lado, debía contar no una historia sino la historia de una historia, es decir,
la historia de cómo y por qué llegué a contar la historia de Manuel Mena a
pesar de que no quería contarla ni asumirla
Así aparece el conflicto como una redención,
al menos lo ficciona así, como una necesidad de desprenderse de la culpa, una
culpa heredada, de lo que se fue, como si no pudiéramos deshacernos de lo que
fueron nuestros padres.
Muy sencillo: ahora comprendo que en Soldados
de Salamina inventaste un héroe republicano para esconder que el héroe de
tu familia era un franquista.
Pero el autor mantiene una honradez
intelectual al entender su propio posicionamiento, entendiendo la distancia y
la debilidad de la memoria, mas posicionándose con ese privilegio moral que
entiendo tan discutible, pero entendiendo la debilidad de la memoria y la reconfiguración
que sufre el recuerdo.
tampoco voy a ser tan frívolo y tan
sinvergüenza como para juzgarlos ahora, ochenta años después de aquello, con la
mentalidad y la comodidad de ahora y cuando ya conocemos el desastre que vino
después...
Lo que ocurre a continuación es confuso y
nuestro conocimiento de ello imperfecto, porque la memoria es todavía menos
fiable que los documentos y lo que sabemos de las últimas horas de Manuel Mena
depende, mucho más que de los documentos, de la memoria del asistente de Manuel
Mena (o, mejor aún, de la memoria que el asistente de Manuel Mena legó a la
madre y los hermanos de Manuel Mena y que la madre y los hermanos de Manuel
Mena legaron a los sobrinos de Manuel Mena y que los sobrinos de Manuel Mena
nos han legado a nosotros, tantas décadas después de ocurridos los hechos)
La novela te devora, es muy sencillo leerla,
me cabreo porque pensaba que el filón Cercas se había agotado, pero no porque
la memoria pueda confabularse hasta el infinito, sino porque su técnica de narrador
ausente presente, equidistante, pero militante, con una redacción aséptica,
pero llena de contraargumentos y dudas, la hace subjetiva y eso es lo que te
engancha, no es novela histórica, mas es novela histórica, al menos de la
memoria histórica, por eso trata el hecho histórico como objeto y comentario
simultáneamente, como si pretendiera en un bucle infinito, explicar lo que ya
ha explicado.
pero cabe también la posibilidad de que aquel
retorno precipitado fuera una muestra más de las ingenuas pretensiones de
independencia que todavía alimentaban algunos falangistas puros al principio de
la guerra, obsesionados con la ambición de no ser engullidos por el omnívoro
conglomerado franquista
La
podemos encontrar en Ramdom House. Aspectos de interés.
Nº de páginas: 288
págs.
Encuadernación: Tapa
dura
Editorial:
LITERATURA RANDOM HOUSE
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788439732570
Esta es la novela que Javier Cercas se había
estado preparando para escribir desde que quiso ser novelista.
O desde antes.
El monarca de las sombras narra la búsqueda
del rastro perdido de un muchacho casi anónimo que peleó por una causa injusta
y murió en el lado equivocado de la historia. Se llamaba Manuel Mena y en 1936,
al estallar la guerra civil, se incorporó al ejército de Franco; dos años
después murió combatiendo en la batalla del Ebro, y durante décadas se
convirtió en el héroe oficial de su familia. Era tío abuelo de Javier Cercas,
quien siempre se negó a indagar en su historia, hasta que se sintió obligado a
hacerlo.
El resultado de esa indagación es una novela
absorbente, pletórica de acción, de humor y de emoción, que nos enfrenta a
algunos de los temas esenciales de la narrativa de Cercas: la naturaleza
radiante, poliédrica y misteriosa del heroísmo, la terca pervivencia de los
muertos y la dificultad de hacerse cargo del pasado más incómodo.
Exploración a la vez local
y universal, personal y colectiva, novela belicosamente antibelicista, El
monarca de las sombras da una vuelta de tuerca inesperada y deslumbrante a la
pregunta sobre la herencia de la guerra que Cercas abrió años atrás con
Soldados de Salamina.
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