martes, 25 de agosto de 2020

Dientes blancos, White Teeth, Zadie Smith

 

Es difícil gestionar las emociones, te atrapan y velan por que seas lo más contradictorio posible. El amor, la lealtad, la amistad, gestionar los procesos por los cuales nos relacionamos con los demás de alguna forma, por qué acabamos con unos y no con otros, por qué gestionamos de una manera tan determinada nuestra vida y no de otra manera que puede ser más racional, más atractiva a nuestros ojos. Vemos una película o leemos un libro y nos identificamos con los personajes, con las situaciones que viven, nos preguntamos si, acaso, nosotros podríamos haber tenido esa actitud ante la vida y no otra, la que tenemos. Ahora pienso en mis hijos, en la distancia generacional que se abrirá, presuponiendo, es arriesgado, que hoy en día los saltos generacionales son más difusos, vivimos todos pendientes de la tecnología que nos iguala de alguna manera. Pero sí, pienso en el compromiso ético para con ellos, pienso en las nuevas paternidades, pienso el cómo se ha ido perdiendo la autoritas del padre entendida como elemento máximo de justicia, cómo el hombre ha ido perdiendo, difuminando, sus roles y reconstruyéndose a pasos de gigante. Si esto es así, ¿por qué no lo hacemos en todos los ámbitos de la vida, en la gestión de todas nuestras emociones, por qué nos cuesta tanto ser nosotros mismos?

Así llegamos al libro del que hoy hablamos. En él se habla del amor, del matrimonio, de las costumbres culturales, de las religiones, de los fanatismos y ortodoxias, de los saltos generacionales, del padre, de la madre, del hijo, del hermano. Se habla de todo, se busca el dilema ético, el contraste entre actitudes: cientifismo como ortodoxia, frente a religión; relaciones familiares frente a responsabilidad; técnica frente a ética. Los debates son intensos y la autora los resuelve con solvencia, la verdad, trabaja todos estos ámbitos dotando a la trama de interés y dinamismo.

Samad y Archie son amigos desde que coincidieron al final de la segunda guerra mundial. Tendrán familias. Uno musulmán bengalí, el otro británico, confrontarán sus culturas, contrastarán sus vidas, el intervencionismo hipócrita de Samad entregado a un islam que no practica, y a Archie, personaje insulso, incapaz de tomar ninguna decisión en su vida y que se la pasa plegando papeles en una imprenta. Después están sus mujeres y sus hijos, esa segunda generación de la que la autora intentará desentrañar sus razones y sus acciones.

Hay ocasiones en que las reflexiones sobre la vida son interesantes, nos podemos preguntar si realmente es así o no, pero de todo lo que cuenta me interesa el intento de explicar por qué es así la segunda generación, o cómo la edad puede ser una fuente de perspectiva. Lo cierto es que a veces se pierde el sentido de lo sencillo.

Tú lo has dicho: cincuenta y siete años. La crisis de la media vida.

¿Media vida? ─exclamó Samad, irritado. Shiva, joder, ¿es que te has creído que pienso vivir ciento catorce años?

Es un decir. Es lo que lee uno en las revistas. Cuando un hombre llega a cierta edad, empieza a pensar que está caduco y lo importante es ser joven de espíritu, ¿verdad?

Yo estoy en una encrucijada moral, y tú te pones a decir sandeces.


La inmigración como desarraigo es una constante en la vida de Samad, fiel a sus costumbres es capaz de compaginarlas con otras típicamente británicas, sin embargo algo no funciona, los elementos que lo anclan a su origen son un lastre constante que no le permite hacer el salto de integración real en Inglaterra, y ahí radica el contraste, en la imposibilidad de vivir en su país, os dejo una descripción que se hace en el libro, frente al deseo de vivirlo, por eso enviará a su primogénito para que sea un buen musulmán no corrompido por occidente (donde veremos el siguiente contraste cuando este vuelva a Inglaterra)


Las cosas son distintas para la gente de Bangladesh, antes Paquistán Oriental, antes India, antes Bengala. Viven bajo el dedo invisible del desastre caprichoso, entre la inundación y el ciclón, el huracán y la avalancha de lodo. La mitad del tiempo, la mitad de su país está bajo el agua; generaciones aniquiladas con matemática periodicidad; esperanza de vida: cincuenta y dos años en el supuesto más optimista. Y ellos son tranquilamente conscientes de que, cuando se habla de apocalipsis, cuando se habla de mortandad en masa, pues bien, ellos iban a la cabeza en este campo, ellos serán los primeros en desaparecer, los primeros en ir a parar, cual nueva Atlántida, al fondo del mar cuando los dichosos casquetes polares empiecen a fundirse. Porque Bangladesh es el país más ridículo del mundo. Es lo que Dios entiende por una broma pesada, un ensayo de humor negro.


Y de ahí la contradicción insufrible, porque mientras el primogénito vuelve de Bengala anhelando occidente, Millat, el segundo, sufre un proceso de islamización ortodoxa en suelo británico y es esta la clave que intenta desentrañar la autora, cómo se busca lo que no se es, y siendo, lo que se imaginó ser.


Es la liberación del velo, ¿comprendes? le explicó─. Mira lo que dice aquí: “liberada de la persecución de la mirada masculina y de los cánones del atractivo, la mujer está en disposición de ser quien ella es interiormente, inmune a ser exhibida como símbolo sexual y objeto de deseo, como carne en un mostrador que se palpa e inspecciona”. Eso es lo que nosotros pensamos dijo, no muy seguro de si era lo que pensaba él─. Esta es nuestra opinión terminó, sin saber si era su opinión ─. Mira, yo pertenezco a un grupo que…


La lucha de Millat consigo mismo contrasta con la lucha de la autora por explicar las razones que llevan al extremismo islámico a los componentes de la segunda generación; también pretende ofrecer el contraste contradictorio entre la ortodoxia musulmana con el laicismo cientificista militante de los Chalfen o la locura apocalíptica de los testigos a través de Hortense equilibrando las posturas y ofreciendo esa visión de que todos los extremos son peligrosos.


Dispuesta a dejarse convencer de que el Apocalipsis estaba a la vuelta de la esquina, tal como le había explicado el venerable señor Rangeforth…

¿Qué significa “Islam”? ¿Qué significa esta palabra, la palabra en sí? Me entrego. Me entrego a Dios. Me rindo. Esta vida no es mía sino de Dios…

¿qué ciencia es la suya? La que decide quién nace y quién no, la que cría a las personas como si fueran pollos y destruye a las que no se ajustan a las especificaciones.


Por último os dejo esta reflexión que me ha parecido interesante sobre el egocentrismo occidental y la ilusión vital consumista burguesa en que estamos inmersos.


Ocurre una cosa muy curiosa en este mundo de ahora. En los tocadores de las discotecas se oye a chicas que dicen: “ Sí, me folló y me plantó. No me quería. Era incapaz. Estaba muy jodido para saber querer”. Bueno, ¿qué es lo que ha pasado? ¿Qué tiene este poco adorable siglo para hacernos pensar que, a pesar de todo, somos adorables como personas, como especie? ¿Qué nos hace pensar que, si alguien no puede querernos, es porque está discapacitado en cierta manera? Y, si nos sustituyen por un dios, una virgen dolorosa o la cara de Cristo en una ciabatta, los llamamos locos. Ofuscados. Regresivos. Estamos tan convencidos de nuestra bondad y de la bondad de nuestro amor que no podemos soportar la idea de que pueda haber algo más digno de ser amado que nosotros, más digno de adoración. Las tarjetas de felicitación nos dicen rutinariamente que todo el mundo merece amor. No. Todo el mundo merece agua limpia. Pero no todo el mundo merece amor continuamente.


Lo tenemos en Salamandra

Fecha de lanzamiento enero 2019

EAN 978-8498389456

ISBN 9788498389456

Encuadernación Tapa blanda

Nº de páginas 528 páginas


Sin duda uno de los autores jóvenes más importantes que han surgido en la literatura anglosajona de los últimos años, la británica Zadie Smith asombró a la crítica y al público lector cuando, con apenas veintidós años, reveló en esta excepcional primera novela una inaudita capacidad para registrar las grandezas y miserias humanas con un ojo observador y distante, pleno de humor y sabia ironía. Galardonada con los premios Whitbread y Guardian, además de quedar finalista en todos los demás concursos literarios importantes de Gran Bretaña, Dientes blancos ha sido portada del New York Times y Le Monde y, por si fuera poco, ha ocupado los primeros puestos en las listas de libros más vendidos en ambas orillas del Atlántico. Situado en un barrio londinense de inmigrantes, el inmenso fresco humano que dibuja la autora tiene como epicentro las familias de Archie Jones y Samad Iqbal, dos excombatientes de la Segunda Guerra Mundial que vuelven a encontrarse después de treinta.

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