viernes, 31 de marzo de 2017

Patria, Fernando Aramburu

patria-fernando aramburu-9788490663196Y llegamos hasta aquí. He viajado por aguas complejas, por espacios desconocidos que han ido llenando mi alma de aventuras y alucinaciones, pero no he vivido la derrota y la persecución política, la presión salvaje del pueblo, qué palabra, me produce escalofríos, ni las habladurías intencionadas, ni la presión cruel y animal de la persecución por respirar. Si he sido señalado no he sentido el dedo en el ojo, si se ha rumoreado, no he tenido oídos para escuchar, si se me ha vituperado, las palabras se han perdido lejos de mí. Por eso sufro cuando leo lo que el hombre por imperativo del pueblo es capaz de hacer, lo que los totalitarismos ideológicos consiguen a través de la demagogia y la construcción de la verdad.

Tengo muchas entradas sobre el tema, libros, la literatura tiene ese papel centinela que avisa y reflexiona, no tiene ningún papel histórico de ser verdad, al menos esa verdad meramente factual y contable, tiene el deber de ser veraz en lo ficcional, de ser voz del ingenio y de la inteligencia, de ver donde otros no ven. Libros, libros que nos alertan de quienes hacen de pueblo, de los que sustituyen a la víscera colectiva y la encumbran en un mandarinazgo de milenios, quienes manipulan el sentimiento convenientemente empaquetado, arreglado, explicado y pildorizado, quienes en nombre de lo ambiguo ejercen la tiranía del ego revolucionario, esos libros abren los ojos, pero solo cuentan historias, solo presentan personajes que, como Smith, pueden querer pensar por sí mismos, ver el mundo con el ojo cosmológico que es capaz de penetrar en lo ignoto, en la apariencia de la verdad que ilumina nuestras vidas, esa única verdad convenientemente endulzada o construida que pormenoriza cualquier aspecto vital de nuestra existencia. Libros, libros que se meten en la sangre para permanecer atentos a los voceros de sus yo tiránicos; 1984, Corazón de perro, Sin destino, Si esto es un hombre, El cero y el infinito, incluso Opiniones de un payaso, libros que nos alertan, que nos gritan desde la trama, desde el constructo literario, que oigamos, que veamos, que alertemos, que permanezcamos sin miedo ante la poderosa máquina de la verdad.
Esa poderosa máquina es la que nos presenta Aramburu, la máquina que precisa el sentimiento del pueblo, las raíces lingüísticas y raciales que debe tener todo buen cristiano, el Rh ausente y la inmersión en estilos de vida de otras épocas. Siempre me da la impresión cuando oigo a los paladines de lo particular que presentan ucro/diacronías como las de Conan el bárbaro, tiempos que no existen, Arcadia feliz, Edén primero del que todo parte, una pureza mística de mansedumbre y buenismo, de hombría primera y adanismo heroico; es una sensación de déjà vu, de mirar dentro del particular cristal que me ofrecen, año tras año, región a región, geografía a geografía, en África, Asia, Europa o América, lunáticos encontrados en una particular visión mesiànica y convencidos de que hay un pueblo detrás que les habla como elegidos ungidos por el poder del mandarín ortodoxo; gremio parlanchín y peligroso, censores de la inteligencia que llevan a sus huestes hacia una guerra contra el ello, contra el otro, el que no es el uno, pueblo, que decide con una sola voz aflautada. Aramburu nos canta su voz, la de ellos, la de personajes que viven en las tinieblas de las fronteras, de las puertas en el campo, de la persiana que no deja ver la luz, que impide que se respire, porque el otro ha de ser señalado por no hablar la lengua mística, o por no pertenecer a la historia mítica del pueblo elegido por dios (qué ardua debe ser la tarea de los creadores al haber elegido tantos pueblos heroicos).
Pero no podemos ser cínicos, a estas alturas no, todos lo sabíamos, todos lo hemos visto, lo hemos olido en la distancia del telediario. Muchos hemos asentido, "algo habrán hecho" "para qué se habrá metido en política, si está en la policía lo llevaba el sueldo" no es hora de cinismos, es hora de abrir el ojo, de mirar a la cara al vecino y darle un breve abrazo íntimo, de perdonar sin olvidar, de vivir y saber que hubo gente que estuvo encarcelada en su casa, que fue señalada, que fue asesinada, que fue perseguida, que fue violada, personas, digo bien, no pueblos que nunca fueron sometidos a nada, que vivieron en condiciones mucho más ventajosas que el resto de sus convecinos de estado, que fueron unos privilegiados desde épocas lejanas, es hora de que Aramburu pueda decirlo, escribirlo, mirarlo desde la ficción y la inteligencia.

No encontró, camino de su casa, señal alguna del atentado delas cuatro de la tarde. Aquí las casas ni arden ni están en ruinas. Vio lo habitual: portales a oscuras, farolas, puertas de bares por las que salína rumores de conversación y alguna que otra carcajada.

El libro es fantástico en su concepción, por supuesto, no voy a decir valiente, valiente es el Txato, valiente, motivador y desencadenante de la historia, de hecho con su muerte motiva las vidas que están a su alrededor, es punto y vuelta, es final y principio;  o Bittori, con su búsqueda de exorcizar a través del perdón y del saber; valientes son los que fueron, los que dijeron que tenían derecho a ser, los que denunciaron la presión de la masa sin alma, de los mandarines ocultos de la ortodoxia, ¡querido Espinosa, cuánto me has enseñado!, valiente es Aramburu, el libro no, el libro es literatura, es trama, es narración bien construida y personajes, son situaciones, puntos de vista convergentes, pasiones humanas como el odio irracional por lo, iba a decir distinto, pero ¿cómo calificamos el odio de Miren hacia Bittori, la espalda de los amigos al Txato? ¿De dónde sale, quién lo incita, cómo se propaga? el amor, la soledad, la muerte y la vida, la juventud y las drogas. Es un fresco de Euskadi, de algunos de sus personajes y de un pueblo difuminado por no se sabe muy bien qué características(el tema del nacionalismo cultural es muy delicado, de verdad)
Los personajes son correctos, tampoco hace una delicada descripción del alma; sus acciones no siempre son abiertas, hay cierta topicidad , sobre todo, en Miren y Joxe Mari, aunque reconozco que la última parte del libro hace mejorar la impresión sobre Joxe Mari, ahonda en la sinrazón, en la simpleza ideológica, en lo visceral como motor en lo humano, interesa, claro. 

Miren, decía, me parece más arquetípica, personaje rural, beata debota;  veo cierta equiparación de su religiosidad con su actitud irracional hacia Bittori, y hacia lo político, hacia la liberación utópica de un pueblo que, obviamente, no está esclavizado, probablemente esa elección arquetípica es una necesidad de remarcar lo irracional como conductor del pueblo.

No eran estrictas. ¿San Sebastián? Pues San Sebastián. ¿Donostia? Pues Donostia. Se arrancaban a conversar en euskera, pasaban al castellano, vuelta al euskera y así toda la tarde.


Bittori. Amazona, madre, mujer valiente que no sucumbe al destino, aunque es heroina en sentido trágico y ha de sucumbir en su catarsis de muerte, imprescindible para encajar en su papel; sus visitas al cementrerio, su valentía volviendo al pueblo, pero manteniendo las características arquetípicas de la mujer, se supone vasca. 

Dicen que lo dejan, que ya no van a atentar maś. Bittori no pudo menos de acordarse de los días en que esta misma vecina evitaba encontrarse cone lla en la esclarea o esperaba en la esquina de la calle, mojándose bajo la lluvia, con la bolsa de la compra entre los pies, para no coincidir las dos en el portal.

Joxian me interesa, parece un personaje secundario, pero no lo es, es el cobarde, quien deja a su amigo solo, quien no es capaz de ser, por eso se diluye en Miren, en lo colectivo para no afrontar ni la educación ni la responsabilidad de tener un hijo en ETA. Sufre, es humano, es, por lo tanto, el primero que será capaz de entrar en el juego de Bittori, en el perdón necesario para vivir sin rencor, de Bittori, claro. 

- No sabemos si ha entrado en ETA. Igual está de viaje ahora en México. Pero si ha entrado es para liberar Euskal Herria.
-Para matar.
-Si lo sé no te cuento nada.
- Yo no hje educado a mi hijo para que mate.
-¿Educar?¿Tú a quién has educado?No te he visto nunca hacer nada con los hijos.


Los hijos, todos menos Joxe Mari, claro, víctimas del ambiente, presos del ambiente pútrido, con vidas extrañadas, complejas en el amor, en lo físico, Arantxa sucumbe a un ictus como metáfora de la prisión exterior y la libertad interior.
Y por supuesto ETA. Establece cierta identidad con el concepto pueblo, el personaje pueblo actúa a los dicatados del clan, es una presencia inmaterial que se materializa de manera constante en cada pintada, en cada insulto, en el miedo, en los silencios, en la presión irracional. ETA como realidad histórica pero como metáfora del miedo, del mandarinazgo de los elegidos, de los dictadores del libro y censores de la patria. Es una constante, claro, es un dibujo, una reflexión; los jefes en Francia, los soldados en Euskadi; las ideas en los políticos; los muertos en manos de los gudaris; la ideología de café y cartas en las tabernas. Todo como un cáncer, creo que sin pretenderlo teje una caracterización parecida a los fractales, con esa hermosa elegancia de lo caótico, esa extensión cancerígena incontrolada que infiltra cualquier aspecto de la vida cotidiana.

-Ni me dejaron preparar el entierro.Cogieron a mi hijo y montaron con él un numerito patriótico. Les vino de perlas que se moriría. Para usarlo con intenciones políticas, ¿sabes?Como los usan a todos.

Es curioso, no debe pasarnos desapercibido, el autor también habla de la novela, de su concepción, de la literatura, de la necesidad de decir lo que sabemos, pero decirlo, mostrarlo y ofrecernos una visión, una, la del autor y su inteligencia.

-Escribí , pues, en contra del sufrimiento inferido por unos hombres a otros, procurando mostrar en qué consiste dicho sufrimiento y, por descontado, quién lo genera y qué consecuencias físicas y psíquicas acarrea a las víctimas supervivientes...
Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de inventarse una hisotria al servicio de su proyecto y sus convicciones totalitarias...
Le parecía que, hasta la fecha, a las víctimas del terrorismo se les ha prestado poca atención por parte de los escritores vascos. Interesan más los victimarios, sus problemas de conciencia, su trastienda sentimental y todo eso. Además, el terrorismo de  ETA no sirve para atacar a la derecha. Para eso es mucho mejor la guerra civil.

Un gran libro. La literatura siempre ha estado atenta a la sin razón, a la injusticia y a la falta de libertad, por qué no lo iba a hacer un vasco. Lo tenemos en Tusquets, y aquí os dejo datos que os van a interesar.



Nº de páginas: 648 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: TUSQUETS EDITORES
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788490663196


El día en que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori se dirige al cementerio para contarle a la tumba de su marido el Txato, asesinado por los terroristas, que ha decidido volver a la casa donde vivieron. ¿Podrá convivir con quienes la acosaron antes y después del atentado que trastocó su vida y la de su familia? ¿Podrá saber quién fue el encapuchado que un día lluvioso mató a su marido, cuando volvía de su empresa de transportes? Por más que llegue a escondidas, la presencia de Bittori alterará la falsa tranquilidad del pueblo, sobre todo de su vecina Miren, amiga íntima en otro tiempo, y madre de Joxe Mari, un terrorista encarcelado y sospechoso de los peores temores de Bittori. ¿Qué pasó entre esas dos mujeres? ¿Qué ha envenenado la vida de sus hijos y sus maridos tan unidos en el pasado? Con sus desgarros disimulados y sus convicciones inquebrantables, con sus heridas y sus valentías, la historia incandescente de sus vidas antes y después del cráter que fue la muerte del Txato, nos habla de la imposibilidad de olvidar y de la necesidad de perdón en una comunidad rota por el fanatismo político.

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