martes, 30 de septiembre de 2014

La última noche, Last Night James Salter





La última nocheEl relato es un género dificilísimo, complejo, que requiere gran capacidad técnica y expresiva por parte del autor. La síntesis, la precisión argumental, la construcción, hacen del género algo reservado a grandes maestros. La narrativa norteamericana ha dado grandes autores de relatos, de muchos de ellos hemos ido hablando en este espacio, pero todavía no me había acercado a este maestro sin paliativos, sin peros, sin fisuras. 
James Salter es inquietante porque se adentra en todas y cada una de nuestras contradicciones, repasa junto al lector sus miedos y fobias, sus anhelos y temores, así, consigue crear una inquietud que turba y encanta, fascina y conmueve porque sus grandes temas: el sexo, las relaciones de pareja, la necesidad de ser, nos dan miedo a todos, sin excepción, y nuestras seguridades se ven removidas porque se nos obliga a vernos al espejo.
Cometa: Una boda, una pintura dinámica que conlleva reflexiones sobre las relaciones, sobre lo cotidiano, donde el sexo y la infidelidad, el deseo o la traición cobran una fuerza sutil que embarca al lector en la aventura diaria de vivir a pesar de sí mismo.
Los ojos de las estrellas.Hemos hablado en otras ocasiones de la importancia de los comienzos, ¿dicen algo?¿son tan importantes para el desarrollo de la trama?¿hasta qué punto el autor está preso de lo que ha presentado?
Era menuda y de piernas cortas y su cuerpo había perdido esbeltez. Le empezaba en el cuello y continuaba hacia abajo, y sus brazos eran brazos de cocinero. A sus sesenta años Teddy...
Los relatos nos presentan algo con cierta placidez, pero se ramifican con otras historias que configuran el universo particular de cada relato, en este caso el inicio no es quién determina la acción narrativa, pero es imprescindible para entender el desarrollo. Porque en este relato la protagonista no es Teddy, la productora viuda, pero no dejará de serlo como anclaje del desarrollo de la acción. Aquí nos cuenta el encuentro entre una estrella y un joven, las reflexiones inocentes, la aceptación del ser humano con todo lo que arrastra, el peso de la memoria, la resignación,
-Uno nunca tiene la compañía humana que desea. Siempre es algún sustituto.
configuran el relato desdoblado en dos historias, cada una con su carga vital intacta. Puntos de vista masculinos y femeninos, la ausencia del ser amado, la necesidad de un amor fugaz que satisfaga nuestro ego. Simple y conmovedora a un tiempo.
Contigo, Mi señor.Una fiesta es el desencadenante que hace que todo carezca de un sentido lineal. Un poeta alcohólico que toca el pecho a una mujer, y la vida cambiará sin darse cuenta para ella. El sinsentido, la necesidad de ser alguien, de encontrarse, de ser, un perro que la acompañará en su periplo hacia la búsqueda de esa sensación de ser deseada, de entregarse al lado salvaje, y que servirá como catalizador de la acción y despertará el yo dormido por la costumbre.Porque
Mi vida no ha tenido ningún sentido, pensó ella.
Cuanta diversión. Unas amigas hablarán de su vida, de sus divorcios, de sus preferencias sexuales, pero una de ellas, la más hermosa, solo asiente, porque se duele por no haber sido sodomizada, por no haber sido follada en la universidad, porque la vida, cuando puede acabar, solo te recuerda lo que no disfrutaste, lo que has dejado de ser.
El don.  En una familia con un hijo vive Des, un amigo del padre, poeta, presumiblemente desequilibrado, pero con un encanto y un talento especiales.
Ninguno de aquellos psiquiatras tenía ni idea de quién era. Ninguno había leído un maldito libro en su vida, decía Des. Algunos pacientes sí.
Imaginemos que una vez al año pudiéramos pedirle a nuestra pareja un don que consistiera en que dejara de hacer algo que consideramos molesto, y esta vez el don consistiera en que el marido dejara de tener sexo con su amigo, con el poeta, con la persona que le ha conmovido hasta los cimientos, que le ha hecho ser en toda la dimensión de sí mismo. He hablado mucho de los inicios de un relato, pero fijémonos en esta conclusión.
Durante largo tiempo me resentí de aquella injusticia. Des sólo nos había aportado satisfacciones, y que hubiera sido a mí en particular no le restaba mérito.  Yo guardaba unas fotografías en cierto lugar y, por supuesto, tenía sus poemas. Lo seguí de lejos, como hace una mujer al hombre con quien no ha podido casarse. Las relucientes aguas azules se deslizaron cuando él avanzó entre las islas. Allí estaba Ios, blanca en la bruma, donde, según decían, estaba el polvo de Homero.
Platino. Los relatos son crudos, la realidad va afianzándose a otra realidad, la de los cuadros perfectos familiares donde los secretos adquieren una fuerza arrolladora. La vida en el sexo, el deseo o la frustración. Y sobre todo mujeres enteras, absolutas, con determinación propia, con vida y decisiones autónomas. Real, impactante, crudo y revelador.
Lo prohibido nutre el apetito por todo lo demás.
Palm Court. Sabemos que el amor no llega como esperamos e igual el tiempo no deja que cicatricen las heridas. ¿Seremos los mismos ahora que cuando jóvenes? La mentira espontánea en algunos relatos salva al protagonista de un destino en que este tendría que enfrentarse al dolor de la pérdida y al recuerdo.
Bangkok. Inquietante, real y turbador mueve los cimientos de las relaciones de pareja, las desgrana y hace que nos enfrentemos a los porqué, a nuestros anclajes afectivos, a aquello que creemos nos ata a nuestra vida cotidiana, a nuestra pareja, a nuestros hijos, enfrentando el deseo de cruzar al lado salvaje a la cotidianeidad, a lo esperable. Una vez más el pasado vuelve como una tentación de reinventarnos. Es extraordinario y emocionalmente turbador.
-No lo sé. Sentí el estúpido impulso de probar algo diferente. No sabía que la verdadera felicidad consiste en tener lo mismo todo el tiempo.
Arlintong. ¿Qué ocurre cuando lo das todo por una mujer, tu honor, tu salud, tu vida y ella solo sabe aprovecharse de tu estupidez? La unilateralidad, el deseo, puede ser, es solo una proyección de nuestros complejos, un recurso para no tener que aceptar nuestra personalidad.
La última noche. Los relatos buscan explorar nuestros miedos y miserias, aquellos aspectos en que podemos pensar en algún momento, pero que descartamos porque nos da miedo. Nuestra esposa está muriendo de un cáncer y el médico ha dejado una inyección para practicarle la eutanasia. Nos pide una última cosa, ir a cenar a un estupendo restaurante al que invitaremos a una amiga joven. ¿Qué ocurriría si la inyección fallara y nos pillara al día siguiente con nuestra amiga? Es inquietante no por la literatura, sino porque tenemos que afrontar nuestro lado oscuro, nuestras miserias y temores, nuestro miedo a la soledad, a las decisiones que hemos tomado y a las que no.
Gran libro, complejo, escrito con una sencillez turbadora que nos hace reencontrarnos con este grandísimo escritor norteamericano. Lo tenemos en Salamandra.

Título original: Last Night




ISBN: 978-84-9838-070-5 
Número de páginas: 160
Tipo de edición: Rústica con solapas
Sello editorial: Salamandra 
Colección: Narrativa
PVP: 14,00 €
Grande entre los grandes escritores norteamericanos contemporáneos, James Salter es famoso por su escritura despojada, hecha de palabras certeras y silencios elocuentes. Su incuestionable prestigio, cimentado a lo largo de casi cincuenta años con tan sólo siete libros publicados, se vio reforzado, si cabe, con la aparición de La última noche en abril de 2005, un auténtico acontecimiento literario, puesto que había que remontarse hasta 1988 para hallar su anterior libro de ficción inédito (Anochecer).

La última noche contiene diez relatos magistrales, en los que, a partir del retrato íntimo de las relaciones entre hombres y mujeres, salen a la luz los temas favoritos del autor: el amor, el desengaño, el deseo, la traición, la soledad. En el cuento que da título al libro, y que Frank Conroy ha definido como «una indiscutible obra maestra», una mujer enferma de cáncer terminal pide a su marido y a una amiga que la ayuden a adelantar su muerte, con resultados inesperados para los tres. Maestro del estilo, admirado por escritores como John Irving, Richard Ford o Susan Sontag, Salter describe la intimidad con una prosa casi pictórica, en un juego de luces y sombras sin aparente solución. En todos sus personajes, el recuerdo de la felicidad y del éxtasis convive con los efectos devastadores de la traición, llevándonos finalmente a reflexionar sobre si cambiamos con el paso del tiempo o estamos condenados a repetir los mismos errores; o dicho de otro modo, si existe alguna relación entre quienes fuimos en nuestra juventud y las personas en que nos convertimos en la madurez.

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