sábado, 9 de agosto de 2014

Entre las sábanas,In Between the Sheets Ian McEwan

En muchos otros post he reflexionado sobre la novela y el relato, siempre dejando un tono de ambigüedad que no he podido resolver de una manera sencilla. Conforme avanzo en mis lecturas y se acumulan los relatos leídos, un criterio que cada vez me gusta más es el del propio escritor, es decir, lo que él mismo entiende que ha escrito. Así Márquez gusta de decir que lo que hace son cuentos, no sabría decir si por su carácter fantástico o por la impresión de que lo que ocurre va hacia otras dimensiones diferentes de lo real, otros, como Bukowsky, son mucho más de relatos, e incluso este último llega a afirmar que es el mejor escritor de relatos vivo de Norteamérica, podría ser. La novela, por lo tanto, sería un relato o un cuento desarrollados, pero en el concepto de desarrollo es donde me pierdo, porque un enunciado con un solo verbo, e incluso sin verbo, puede contener el desarrollo de una trama entera con su nudo y conclusión incluidas, por ejemplo pensad en el siguiente texto. Buenos día, mi amor.


El relato, por lo tanto lo dejaríamos para composiciones más breves, y ¿cuánto es breve?, donde la acción se sintetiza en pocas páginas y las acciones son esbozadas por el escritor y acabadas por el lector. Sí, ya sé que la legión de filólogos que existen en el mundo me dirán, pero Jaume, haz el favor de leer a fulano, verás como… ya lo sé, por eso sigo fiándome de mi inteligencia y soy yo el que determina si lo que leo es una cosa u otra, claro, siempre que el escritor no haya solucionado mi problema. Ja.


En el caso que nos ocupa me soluciona el problema.


Además, es notoriamente difícil escribir buenos relatos cortos, quizá aún más que escribir novelas, y las historias mediocres abundan.


Así que nos enfrentamos a un libro de relatos: son breves, el lector acaba de configurar la acción, pero están entramados con su introducción, desarrollo y conclusión, y lo más importante, es el propio escritor el que nos ayuda a saber qué coño estamos leyendo. Ian McEwan es, desde mi punto de vista, uno de los más grandes escritores del momento, hay que disfrutarlo.


Pornografía: Dos hermanos trabajan en una tienda de revistas pornográficas, uno de ellos tiene relaciones con varias chicas a la vez, una particularidad le caracteriza, su inconstancia, claro, y una gonorrea supurante. Las últimas dos víctimas son enfermeras, y eso tiene consecuencias muy difíciles para él. La escritura es envolvente, segura, a mí me evoca con nostalgia los años ochenta, los iconos de entonces. Los personajes tienen cierto laconismo que me cautiva, y la acción es sorprendente por sórdida, y eso me encanta.


Reflexiones de un simio cautivo. Es probablemente el cuento, perdón, el relato, que más me ha gustado. La trama es sugerente, inteligente, metafórica. Un simio vive en cautividad con su cuidadora, Sally, ambos se enamoran y tienen relaciones durante una semana, pero todo acaba. Sally es novelista y ante el vacío creativo copia página por página por las noches la única novela que ha sido capaz de crear. El simio reflexiona sobre la necesidad, sobre la invisibilidad de las relaciones. Ahí está la historia, pero hay mucho más. Es un relato intenso, rico y hermoso sobre la necesidad y la incomunicación, sobre el sexo y la soledad del hombre moderno. Me ha gustado mucho.


Dos fragmentos: marzo 199… Fragmentos de un futuro incierto, de un futuro de necesidades y recuerdos imprecisos, de la lucha por la supervivencia. Hary y su hija en un Londres decadente, los recuerdos de una amante o los de una familia china que le ofrecen una comida de mierda y orines; el hombre desarraigado y solo en busca de un espacio que sabe dónde se encuentra.


Más muertos imposible. Un hombre que ha triunfado en la vida se enamora del maniquí de una mujer que está en unos grandes almacenes, es perfecta, sin defectos, el ideal onírico de todo hombre. La mujer neumática y plástica, amorosa, silenciosa, complaciente, metáfora del amor y el deseo modernos, con una ausencia comunicativa que se suple con el deseo sexual, con los cuerpos entrelazados. Sexo, muerte, violencia, desesperación porque el amor y el sexo son sensaciones que embrutecen y pueden convertirnos en verdaderos salvajes solitarios. El silencio como valor, el sexo como necesidad configuran este relato magnífico que tantas veces ha sido llevado al cine: maniquíes, muñecas hinchables…en realidad los hombres, ¿queremos eso, un maniquí? A mí me dan repelús.


Un hombre de cuarenta y cuatro años no puede parar. Siempre tengo prisa. Cada chorro de esperma de las vesículas seminales, o dondequiera que se origine, es una eyaculación menos en el número totales de ellas que tenga asignadas mi vida. No tengo tiempo para el análisis, para la introspección de las relaciones frenéticas, para las acusaciones tácitas y las defensas silenciosas. No quiero estar con mujeres que sienten la necesidad de hablar cuando hemos terminado de copular. Quiero quedarme quieto, lleno de paz y de claridad. Y luego ponerme los zapatos y los calcetines y peinarme y ocuparme de mis asuntos. Prefiero a las mujeres calladas que consumen sus goces con aparente indiferencia. Todo el día me encuentro rodeado de voces, al teléfono, en las comidas, en conferencias de negocios.


Entre las sábanas. Siguiendo con la tradición de los libros de relatos, el autor toma uno de ellos para dar título a la obra. En este caso la forma de comenzar el relato determina la actitud del lector, la dirige hacia un marco concreto de expectativas.


Aquella noche Stephen Cooke tuvo una polución, la primera en muchos años. Después se quedó despierto y tendido de espaldas, con las manos detrás de la nuca, mientras las últimas imágenes de su sueño erótico se desvanecían en la oscuridad y su semen, que se había ido escurriendo hacia su zona lumbar, se enfriaba.


Un padre divorciado sensible y tímido ha de recoger a su hija y a la amiga enana de esta para que vayan a pasar unos días con él. Reflexiones sobre el propio sexo, sobre las relaciones fracasadas, sobre la sexualidad de nuestros hijos, sobre aceptar la adultez de estos y sus particularidades, hacen un gran relato, muy bien construido y con una prosa potente.


Vaivén. Hay algo en el latir de un corazón ajeno que nos tranquiliza, nos trasmite el principio de todo, el big bang que todos llevamos prendido en el ADN. Es un corazón ancestral tranquilizador, un latir constante que nos remite al lugar común del que todos venimos. Una pareja en la cama, entre las sábanas, tendidos. Ella soñando, él, esperando la mañana, imaginando a las hijas de ella jugando en la cama, y mientras la trivialidad del trabajo, el mundo lineal y plano como un esqueleto. Es un gran relato, inteligente y emocional.


Psicópolis. El encuentro entre Terence y Sylvie en que esta le pide que se orine encima en un restaurante mientras entran los padres de ella y se los presenta da pie a este relato que cierra el libro. El relato como novela, volvemos a darle vueltas a la teoría literaria, con el desarrollo completo de la trama, con la construcción paciente del argumento se convierte en una arte sublime de síntesis y de maestría literaria. Cada personaje es una isla infinita de desesperación y búsqueda del amor, de la identidad y de la vida.

Libro estupendo de relatos publicado por Anagrama, y aquí os dejo cosas que os van a interesar.


ISBN 978-84-339-6913-2
PVP SIN IVA 15.38 €
PVP CON IVA 16 €
Nº DE PÁGINAS 192
TRADUCCIÓN Federico Corriente

Como un mapa atrozmente exacto de las zonas oscuras de la mente, los relatos de este libro atrapan la atención del lector, y quizá multipliquen sus pesadillas. Un pornógrafo nada inocente se convierte, sin desearlo, en objeto de las fantasías de sus víctimas. Un millonario aburrido se compra una amante perfecta que le hará descender a los infiernos de los celos y la desesperación. Stephen, un padre divorciado, descubre durante un fin de semana con su hija Miranda y una amiga de ésta la magnitud de su propia inocencia. Y Terence, el guapísimo Terence, que se enamora de Sylvie y haría cualquier cosa que ella le pidiera como prueba de su devoción, deberá satisfacer la más inesperada de las peticiones. Porque para McEwan, la inocencia infantil puede esconder simas de depravación, y de la necesidad de amor surge a veces la perversidad. Y todos sus relatos hablan del amor, de su exceso o de su ausencia, del deseo y de sus frustraciones, de fantasías sádicas o masoquistas.


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