En
Hervaciana el autor recrea los espacios de la memoria en relatos que evocan
momentos vividos en el internado: el cariño, los amigos descubiertos, los
amigos perdidos, la fauna variopinta de niños que descubren la vida en el
interior de unos muros que se convierten en un universo real para los niños.
Me
gustan mucho los autores que disfrutan la lengua. Son un regalo porque crean
felicidad en los lectores. Los recursos construyen la memoria, pero es posible
que la nostalgia de los recuerdos sea la que nos mantiene en vilo respecto al pasado.
(Adames)
Es
uno de los síntomas de la mediocridad; nos satisface más el elogio que el
consejo, el aplauso que la sugerencia. (…)
Solo
sé que el Adames que durante años he querido imaginar no existe, que no
perseveró en el ser que estaba destinado a ser, que fue apenas un fulgor
retórico al que, sin embargo, le debo un porcentaje de las cosas que me han
ocurrido, que me han entretenido, que han acaparado mi tiempo y mi recreo y mi
perseverancia.
Las
anécdotas que nutren los relatos, aquí en Ratón de fondo, sirven para
rescatar los espacios del pasado que han ayudado a que seamos lo que somos en
el presente. Los juegos de la memoria son perversos porque no sabemos si reconstruimos
o recordamos.
Tampoco
sé si puedo hablar en rigor de recuerdo, pues no es un recuerdo puro, sino una
derivación de los acontecimientos.
El
libro trabaja el concepto del recuerdo en la mayoría de los relatos. Los
adolescentes que actúan como adolescentes, le dan al relato una frescura que se
agradece con una prosa precisa, elegante y muy del agrado del lector. El estilo
cervantino, la construcción de la historia como si fuera una casualidad, es un
arte. Sé que hay lectores que no se identifican, pero a mí me retrotrae a mi
poética personal y consigue que me encuentre como lector muy a gusto. («Ut boves
vobis»)
No
creo que los demás, tan indefensos como ellos mismos en los tanteos
preliminares, los tratáramos mal, los miráramos con desconfianza o les
hiciéramos el vacío (procedíamos en general de pueblos similares, pueblos que
sobreviven ahora en abandono, tal vez más llanos, tal vez con mejores
carreteras, pueblos del fin del mundo, pueblos sin heroísmos ni ufanías), pero
pronto advertimos que se sentían más fuera de sitio que nosotros y que por ello
nos evitaban y aislaban.
Las
anécdotas escolares nutren las tramas que van configurando recuerdos muchas
veces ajenos de quienes habitaron el colegio. Lo hace con esa prosa calmada y
elegante que transporta al lector a un espacio de intimidad en que ambos,
escritor y lector, comparten el placer de la literatura. (La cólera de
Isaías)
La
indiferencia con que acogía las palabras primero burlescas, después
admonitorias y finalmente injuriosas del padre vicario tal vez no fuera una
forma de desafío, pero sí invitaban a pensar que tales palabras por un oído le
entraban y por otro salían o que, si acaso entraban, las oía como quien oye
llover, el monótono ruido de fondo que ni siquiera molesta porque, al formar
parte del paisaje, se oye pero no se escucha.
Los
cuentos se van haciendo a partir de las diferentes historias evocadas por el
recuerdo o la visión de algunos alumnos. Todo ello con una prosa exquisita. (La
partida)
Permaneció
sentado inmóvil sobre la maleta, mirando la oscuridad por la ventana abierta,
echando de menos a su madre, temiendo la cólera del padre, y al cabo de las
horas, en la inacabable pesadumbre del insomnio, se fue dando cuenta de la
grata y lo apacible que era la recreación de la tristeza y del sosiego que
sentía como protagonista exclusivo de tantos y tan insospechados infortunios,
igual que aquel pobre muchacho que se moría de hambre y de frío, al que le
caían todas las culpas y todos los golpes y que lloraba su soledad en una
miserable zapatería de Moscú.(…)
A
veces las historias no acaban nunca y a veces también es demasiado tarde para
querer conocer el desenlace.
También
son reseñables algunas descripciones de personajes. (El signo del león)
Calderón
era el ser más insoportable del mundo, un sujeto entregado a la más detestable
petulancia, de una chulería superlativa e hiperbólica.
Esta
descripción también me ha gustado. (Arte de prudencia)
Zamora
tal vez fuera el único del que se podía decir que ni caía mal a nadie ni era amigo
de nadie. No tenía enemigos, pero tampoco tenía amigos; no despertaba
hostilidades, pero tampoco adhesiones incondicionales; nadie lo malquería, pero
nadie tampoco lo bienquería sobre todos los demás: cabría decir que marcaba el
grado cero de las relaciones entre compañeros, el término medio de los afectos
y las preferencias.
Cuando
es la anécdota la que motiva la acción de lo relatado, la que motiva la acción
narrativa, este participa de la verdadera naturaleza del cuento, adquiere
sentido y así, lo trivial, deviene literario. (Pluma 22)
Así
pues, de la Pluma 22 arrinconada en el trastero arranca la evocación de aquel
tiempo, de aquella muchacha, de aquella fatalidad. La memoria, sin embargo, es
engañosa, se pierde en desfiladeros improbables, se tambalea en el abismo.
La
mitología alrededor del buen profesor, del que conecta con lo imposible frente
a la norma, es un clásico de los chascarrillos entre compañeros, ese ser mítico,
titánico que revolucionaba la realidad para darle cierto empaque. (El
profeta Nicolai)
Era
un buen hombre, sin duda, apacible, metódico, benigno, complaciente, que no
supo decirnos qué había sido del profesor (digamos) titular y que volvió las
aguas riegas a su cauce, esto es, que no hubo más Ulises ni más Edipo y que los
verbos polirrizos fueron solo y únicamente lo que siempre habían sido: verbos
ingobernablemente polirrizos.
Las
historias consiguen el círculo completo dela trama, ese arte notable de manejar
lo breve es de una complejidad notable; la historia del portero del colegio,
con sus vaivenes, recorre esta historia que contiene los gérmenes de muchas otras.
(Cancerbero)
Lo
que no creo es que viniera con ningún otro propósito distinto a vernos jugar y
a formar parte del juego desde fuera.
Temáticas
Relatos Novela literaria
Publicación
1 se 2021
Sentido
lectura Occidental
Colección
Andanzas
Presentación
Rústica con solapas
Formato
14.8 x 22.5 cm
Editorial
Tusquets Editores
ISBN
978-84-1107-000-3
Páginas
272
Código
0010281642
Como
páginas arrancadas de un álbum, a través de trece relatos, el autor evoca sus
años de estudiante en el internado del Colegio de San Hervacio.
Este
es en apariencia un libro de evocaciones sobre los compañeros y maestros del
autor en el Real Colegio de San Hervacio, un internado extremeño en pleno
franquismo. Surgidas de la memoria involuntaria que activan ciertos nombres o
algunos objetos, propiciadas por reencuentros inesperados años más tarde, sus
historias recrean escenas de una edad febril y atemorizada, en un universo
colectivo de pupitres, recreos y dormitorio común. Y nos hablan de un tiempo de
formación y descubrimiento del mundo, pero también de la vida encogida y
avergonzada de los más humildes, del descaro de los afortunados, de las
resistencias obstinadas o la sumisión callada, de los júbilos de las mañanas y
los llantos de la noche, de los regresos y las despedidas. Con la voluntad de
redescubrir y comprender lo ocurrido, cada relato sigue el hilo hasta un
verdadero desenlace. Y lo más importante, con la prosa más deslumbrante, cada
historia nos habla de la forja del carácter, de cómo, con su fortuna o su
condena, condiciona nuestra vida posterior.
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