COSITAS

06 mayo 2025

Hervaciana, Gonzalo Hidalgo Bayal

Los años escolares quedan en el recuerdo como si hubiéramos escalado el Everest: hay algo de leyenda y de mito. Además de mucho romanticismo que erotiza la etapa de la infancia y adolescencia. El colegio es, y será, el espacio en que somos conscientes de que existen otros semejantes y que puedes relacionarte con ellos; también el espacio místico de los descubrimientos, no solo de tu cuerpo, sino de que en la sociedad hay buenos y malos, acosadores y amigos. En mi caso el cole fue de niños, literalmente, de filas en el recreo y cuadrarse en gimnasia, se llamaba así. De saltar el plinto o de jugar doscientas personas simultáneamente en el patio, a un fútbol con sus propias reglas, el bocadillo en la mano y la sonrisa en la cara. Fue tiempo de todo, de la ignorancia más absoluta de la vida y las relaciones más variopintas que nos podamos imaginar: gente bien de las pedanías de Valencia y quinquis setenteros de barrios marginales, todos a una, todos bajo las batutas de los salesianos. Guardo amistades, guardo recuerdos y reconstruyo el relato como me da la gana.

En Hervaciana el autor recrea los espacios de la memoria en relatos que evocan momentos vividos en el internado: el cariño, los amigos descubiertos, los amigos perdidos, la fauna variopinta de niños que descubren la vida en el interior de unos muros que se convierten en un universo real para los niños.

Me gustan mucho los autores que disfrutan la lengua. Son un regalo porque crean felicidad en los lectores. Los recursos construyen la memoria, pero es posible que la nostalgia de los recuerdos sea la que nos mantiene en vilo respecto al pasado. (Adames)

 

Es uno de los síntomas de la mediocridad; nos satisface más el elogio que el consejo, el aplauso que la sugerencia. (…)

Solo sé que el Adames que durante años he querido imaginar no existe, que no perseveró en el ser que estaba destinado a ser, que fue apenas un fulgor retórico al que, sin embargo, le debo un porcentaje de las cosas que me han ocurrido, que me han entretenido, que han acaparado mi tiempo y mi recreo y mi perseverancia.

 

Las anécdotas que nutren los relatos, aquí en Ratón de fondo, sirven para rescatar los espacios del pasado que han ayudado a que seamos lo que somos en el presente. Los juegos de la memoria son perversos porque no sabemos si reconstruimos o recordamos.


Tampoco sé si puedo hablar en rigor de recuerdo, pues no es un recuerdo puro, sino una derivación de los acontecimientos.

 

El libro trabaja el concepto del recuerdo en la mayoría de los relatos. Los adolescentes que actúan como adolescentes, le dan al relato una frescura que se agradece con una prosa precisa, elegante y muy del agrado del lector. El estilo cervantino, la construcción de la historia como si fuera una casualidad, es un arte. Sé que hay lectores que no se identifican, pero a mí me retrotrae a mi poética personal y consigue que me encuentre como lector muy a gusto. («Ut boves vobis»)

 

No creo que los demás, tan indefensos como ellos mismos en los tanteos preliminares, los tratáramos mal, los miráramos con desconfianza o les hiciéramos el vacío (procedíamos en general de pueblos similares, pueblos que sobreviven ahora en abandono, tal vez más llanos, tal vez con mejores carreteras, pueblos del fin del mundo, pueblos sin heroísmos ni ufanías), pero pronto advertimos que se sentían más fuera de sitio que nosotros y que por ello nos evitaban y aislaban.

 

Las anécdotas escolares nutren las tramas que van configurando recuerdos muchas veces ajenos de quienes habitaron el colegio. Lo hace con esa prosa calmada y elegante que transporta al lector a un espacio de intimidad en que ambos, escritor y lector, comparten el placer de la literatura. (La cólera de Isaías)

 

La indiferencia con que acogía las palabras primero burlescas, después admonitorias y finalmente injuriosas del padre vicario tal vez no fuera una forma de desafío, pero sí invitaban a pensar que tales palabras por un oído le entraban y por otro salían o que, si acaso entraban, las oía como quien oye llover, el monótono ruido de fondo que ni siquiera molesta porque, al formar parte del paisaje, se oye pero no se escucha.

 

Los cuentos se van haciendo a partir de las diferentes historias evocadas por el recuerdo o la visión de algunos alumnos. Todo ello con una prosa exquisita. (La partida)

 

Permaneció sentado inmóvil sobre la maleta, mirando la oscuridad por la ventana abierta, echando de menos a su madre, temiendo la cólera del padre, y al cabo de las horas, en la inacabable pesadumbre del insomnio, se fue dando cuenta de la grata y lo apacible que era la recreación de la tristeza y del sosiego que sentía como protagonista exclusivo de tantos y tan insospechados infortunios, igual que aquel pobre muchacho que se moría de hambre y de frío, al que le caían todas las culpas y todos los golpes y que lloraba su soledad en una miserable zapatería de Moscú.(…)

A veces las historias no acaban nunca y a veces también es demasiado tarde para querer conocer el desenlace.

 

También son reseñables algunas descripciones de personajes. (El signo del león)

 

Calderón era el ser más insoportable del mundo, un sujeto entregado a la más detestable petulancia, de una chulería superlativa e hiperbólica.

 

Esta descripción también me ha gustado. (Arte de prudencia)

 

Zamora tal vez fuera el único del que se podía decir que ni caía mal a nadie ni era amigo de nadie. No tenía enemigos, pero tampoco tenía amigos; no despertaba hostilidades, pero tampoco adhesiones incondicionales; nadie lo malquería, pero nadie tampoco lo bienquería sobre todos los demás: cabría decir que marcaba el grado cero de las relaciones entre compañeros, el término medio de los afectos y las preferencias.

 

Cuando es la anécdota la que motiva la acción de lo relatado, la que motiva la acción narrativa, este participa de la verdadera naturaleza del cuento, adquiere sentido y así, lo trivial, deviene literario. (Pluma 22)

 

Así pues, de la Pluma 22 arrinconada en el trastero arranca la evocación de aquel tiempo, de aquella muchacha, de aquella fatalidad. La memoria, sin embargo, es engañosa, se pierde en desfiladeros improbables, se tambalea en el abismo.

 

La mitología alrededor del buen profesor, del que conecta con lo imposible frente a la norma, es un clásico de los chascarrillos entre compañeros, ese ser mítico, titánico que revolucionaba la realidad para darle cierto empaque. (El profeta Nicolai)

 

Era un buen hombre, sin duda, apacible, metódico, benigno, complaciente, que no supo decirnos qué había sido del profesor (digamos) titular y que volvió las aguas riegas a su cauce, esto es, que no hubo más Ulises ni más Edipo y que los verbos polirrizos fueron solo y únicamente lo que siempre habían sido: verbos ingobernablemente polirrizos.

 

Las historias consiguen el círculo completo dela trama, ese arte notable de manejar lo breve es de una complejidad notable; la historia del portero del colegio, con sus vaivenes, recorre esta historia que contiene los gérmenes de muchas otras. (Cancerbero)

 

Lo que no creo es que viniera con ningún otro propósito distinto a vernos jugar y a formar parte del juego desde fuera.

 

 La tenemos en Tusquets.


Temáticas Relatos Novela literaria

Publicación 1 se 2021

Sentido lectura Occidental

Colección Andanzas

Presentación Rústica con solapas

Formato 14.8 x 22.5 cm

Editorial Tusquets Editores

ISBN 978-84-1107-000-3

Páginas 272

Código 0010281642

Como páginas arrancadas de un álbum, a través de trece relatos, el autor evoca sus años de estudiante en el internado del Colegio de San Hervacio.

Este es en apariencia un libro de evocaciones sobre los compañeros y maestros del autor en el Real Colegio de San Hervacio, un internado extremeño en pleno franquismo. Surgidas de la memoria involuntaria que activan ciertos nombres o algunos objetos, propiciadas por reencuentros inesperados años más tarde, sus historias recrean escenas de una edad febril y atemorizada, en un universo colectivo de pupitres, recreos y dormitorio común. Y nos hablan de un tiempo de formación y descubrimiento del mundo, pero también de la vida encogida y avergonzada de los más humildes, del descaro de los afortunados, de las resistencias obstinadas o la sumisión callada, de los júbilos de las mañanas y los llantos de la noche, de los regresos y las despedidas. Con la voluntad de redescubrir y comprender lo ocurrido, cada relato sigue el hilo hasta un verdadero desenlace. Y lo más importante, con la prosa más deslumbrante, cada historia nos habla de la forja del carácter, de cómo, con su fortuna o su condena, condiciona nuestra vida posterior.

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