COSITAS

04 febrero 2025

Vengo de ese miedo, Miguel Ángel Oeste


Las relaciones entre padres e hijos son intrínsecamente complejas, y en muchos casos, algunos padres pueden convertirlas en experiencias imposibles, difíciles o agotadoras. La paternidad, en su esencia, es una institución social, lo que implica que está regida por normas, acciones, consensos y consentimientos. Como ejercicio social, la paternidad está determinada por lo cultural, lo que significa que cada sociedad le otorga un papel distinto según sus valores y creencias. En una Europa y un mundo que avanzan a pasos agigantados en el ámbito de la inteligencia artificial, parece que ciertos comportamientos, como la violencia, el abuso o el desentendimiento, deberían ser inaceptables en la modernidad. Si bien Platón defendía una paternidad estatal, desvinculada del sentimiento de pertenencia familiar y reemplazada por la obediencia al Estado, este modelo ha sido implementado en diversas sociedades a lo largo de la historia. Hoy en día, su influencia persiste de manera difusa y con límites difusos, como parte de la vasta y cambiante obra de la ingeniería social. Sin embargo, lo que me interesa explorar no es este extremo, sino la paternidad como un fenómeno humano, la relación que se establece con el hijo. ¿Cómo se ejerce el poder en esta relación? ¿Cómo se administra la justicia y se apoya en la educación? ¿Qué sacrificios está dispuesto a hacer un padre? ¿Cómo se concilia la vida personal con la de otro ser humano? Y, sobre todo, ¿dónde quedan los espacios de libertad individual en medio de todo esto?

El libro explora la violencia, el abuso sistemático, la concepción de la paternidad como una ausencia, como un ejercicio irresponsable de autoridad. El padre es un elemento distorsionador en la vida del personaje, es alguien que consta pero que no está, alguien que se cree que la potestad del cargo conlleva lo absoluto, la dominación sobre las almas y las vidas de los otros. Es cierto que hubo una paternidad irresponsable que se preocupaba solo de proveer, que su ejercicio afectivo era solo testimonial, su aparición se convertía en una fiesta teatral que se repetía a últimas horas de la tarde. Eran padres de un individualismo total, que ejercían un egoísmo atroz; confundían el dar con el derecho a ser. Toda una tragedia.

  

La influencia del padre determina a muchas personas el devenir como adultos. Es complejo entender que el padre no somos nosotros, que no existe el nosotros (sigo pensando que es un pronombre sobrevalorado), nunca hay un nosotros indeterminado, si no es en el encuentro en un espacio, por eso preferimos creer que tienen una obligación que les anula, pero no es así. Preferimos creernos depositarios de sus vidas, de sus pensamientos. Nos parece un derecho que no es cierto. Los padres son de ellos, de su destino y nosotros del nuestro. Eso, sin embargo, no evita un concepto importante, el de paternidad responsable.

 

Pienso: mi padre muere. Pienso que yo lo mato. Lo he pensado demasiadas veces, tantas que casi he agotado la imaginación. En el fondo sé que soy un cobarde, un iluso, motivo por el que este sentimiento homicida, esta obsesión visceral que habita dentro de mí, me causa dolor.

Mi padre aún vive.

Se reproduce igual que la hierba salvaje. Se hace fuerte en lo adverso. Ese es mi padre: mala hierba que crece en cualquier sitio de mi cuerpo tembloroso, apoderándose de mí.

 

El odio que destila, la bilis que determina cada espacio de la vida del autor, es un testimonio que parte de las vísceras, del dolor, del rencor, del abuso. ¿Es posible perdonar para por vivir? El libro funciona como terapia, pero la historia es un bucle de ese dolor, de cuentas sin resolver, de salvaje incapacidad, de odio, de la imposibilidad de poder vivir, de poder respirar. No me gusta, no me estimula, no me aparta de mi duelo ni empatizo. En realidad, me lleva a pensar que se viene llorado o se aprende a llorar, pero escribir un libro para buscar cómplices, hace que me falle el discurso narrativo, el análisis. No el el objetivo, no, el objetivo está claro.

 

Papá me dijo que él moriría solo. Lo llama papá cariñosamente. Papá, repito con la saliva en la boca, con la alimaña desgarrando el esófago. ¿Se puede nombrar a una persona que hizo lo que hizo con el apelativo de papá?

 

La encontramos en Tusquets.

 

Temática Novela literaria

Publicación 7 sep 2022

Colección Andanzas

Presentación Rústica con solapas

Formato 14.8 x 22.5 cm

Editorial Tusquets Editores

ISBN 978-84-1107-156-7

Páginas 304

Código 0010303936

Tinta texto interior Blanco y negro

Incapaz de visitar a su padre, el narrador de esta historia decide escribir sobre su familia sin contar con ese testimonio. El miedo a estar junto a él lo paraliza. Y así, como una infección que lo invade todo, aflora la narración de este infierno. Su madre, una belleza de menos de veinte años, se dejó seducir por el padre, un hombre dotado de gran encanto entre las amistades y muy generoso con los que le rodeaban en el trabajo, pero un egocéntrico maltratador en casa. En este retrato falsamente doméstico se perfilan los inicios del turismo en la Málaga de los años setenta, cuando el dinero europeo de veraneantes e inversores trajo en plena dictadura una insólita apertura en forma de diversión y juerga, aire fresco para una sociedad que ni en sueños habría imaginado noches de orgías sin fin. Miguel Ángel Oeste desciende al abismo de sus recuerdos y, en una dolorosa investigación, confronta su memoria con la de familiares y conocidos para elaborar un testimonio desgarrador, que a la vez es una crónica de los últimos cuarenta años de este país. Un viaje en el que el miedo es el protagonista, primero como padecimiento y luego como motor de escritura. 

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