viernes, 17 de marzo de 2017

Nocilla Lab, Agustín Fernández Mallo

Resultado de imagen de Nocilla labHace tiempo que no escribo, mi vida sigue la lectura a través del trabajo, de los informes de los que os he hablado, de la búsqueda bibliográfica, de los artículos, reseñas y otros. No me acerco a los libros como quisiera, ni a las cosas, pero sigo, con voluntad firme, leyendo, poco, pero leyendo a Berlin y Patria, os adelanto que me gusta, pero con peros. La lectura sigue tranquilizándome, pero ya no es un fin en sí misma. Leía, hace poco, a una bloggera obsesionada con llegar a ciento no sé cuántas lecturas este año, incluso se había hecho listas, listas, nuestra vida tiene demasiadas listas y poco de aventura, de improvisación; pretender llegar a una meta significa hacer una carrera, y por experiencia en carreras os lo digo, en las carreras no se mira el paisaje. Ahora me dicen o escucho, Jaume lee tal o cual, y dejo, me acerco y leo lo inesperado, porque nunca se sabe si encontraremos literatura en el panorama que nos ofrecen, nunca, yo no lo sé.

Hace tiempo que tenía pendiente el último libro de la trilogía, ni idea si lo quiere llamar trilogía el autor o es una reflexión sobre el proyecto, como lo llama en la novela, proyecto vital de encontrar en la vida espacios y casuísticas que determinen los acontecimientos, la literatura explícita desde el caos aparente, desde las listas de cosas que se guardan en una caja de guitarra sin guitarra, lo que ocurre, los viajes y los folletos, las anotaciones, todo lo que ha configurado lo ficcional en la realidad aparente que se vive. ¿Qué configura lo real? ¿Qué es lo real? Esa ficción ayuda a montar la escritura y a crear una trama que se nutre de la propia trama hasta la extenuación, sin descanso, observando el universo como una serie de acontecimientos interconectados.
En, motor automático de búsqueda, el libro ofrece la sucesión de una conciencia que se plasma en la autonarración, no autobiografía, autonarración, en una sucesión sin puntuación, curiosa, con pausas y comas, dos puntos, reflexionando sobre la mímesis, sobre el arte, sobre la identidad que puede ser abordada, la trama parece una coral poemática, rumor de olas en un chiringuito de la playa, con ritmo  declamatorio, sucesión y reflexión, repito, sobre la poesía, la vida y el devenir.
siempre he huido de los criterios morales, especialmente en el ámbito de la creación artística, me causan estupor los artistas que creen que poseen la moral justa y la pregonan con sus obras, hay que ser muy petulante para creer que tú posees el sentido de lo verdaderamente justo y que tu vecino no, siempre he intentado escribir de una manera totalmente amoral, como la Coca-Cola, sin raíces morales manifiestas, quizá por eso me gusta Norteamérica, porque, como yo, son paletos, carentes de filiación y de mochila histórica pesada a la espalda, un estar siempre de turista en tu propia vida, por eso también comparto al 100% las palabras del artista John Currin cuando dice que él va al Museo de Arte Moderno de Nueva York, está 10 minutos y ya tiene suficiente porque más tiempo allí le impide progresar como artista, hay que considerar la Historia como un gran supermercado, sí, esa frase me gusta, la Historia como supermercado…
esa forma de narrar amoralmente, documentalmente, no me la dio la literatura, sino una película que casualmente vi a principios de los 90 y que me indicó el camino, Hana-Bi, del japonés Kitano, una forma de narrar en la que el único criterio a seguir es la respiración del propio lenguaje,..
hasta la extenuación noche y día a un proyecto como el nuestro, un lugar para crear un proyecto que excediese al propio lugar,…
eso es lo que era mi vida 7 años atrás, y un día me encontré comiendo una rebanada de pan con Nocilla que ella misma me había preparado, y pensé en la fascinación que ejercía sobre mí toda esa pastosidad que se hormigonaba en mi boca, toda la antimetafísica que recorría aquella masa sin centro de gravedad definido en mi boca, toda aquella cosa marrón que sólo era espesa piel en una rebanada, superficie, apariencia, simulacro, lo que quieras,…
la máxima que me ha acompañado siempre y que asumo como mi principio ético a la vez que estético: «poesía es todo objeto, idea o cosa en la que encuentro lo que esperaría encontrar en la poesía»
La segunda parte, motor automático, se encuentra con los patrones más clásicos de la escritura, cierta normalidad, aunque la trama sigue alucinando en un bucle infinito de búsqueda. Ahora la vida se sucede cronológicamente en un ciclo anodino de acciones a retazos continuados. Sin embargo ese ciclo infernal acaba en una cárcel, metáfora, convertida en hotel rural sin clientes, donde llega Agustín que se reconvierte en Agustín, un alter ego que es él mismo centrado en la escritura de su propia historia.
Lo que une a las parejas no es el afecto mutuo que se den, ni los planes construidos a medias llevados a buen término, ni compartir una misma vivienda elegida y decorada a medias, ni parir hijos, ni nada de eso que sale en las novelas y películas. Lo que une a las parejas es el sentido del humor. Dos personas, por diferentes que sean, si tienen el mismo sentido del humor sobreviven como pareja.
Motor. Fragmentación del proyecto, retazos consumidos por el tiempo del reflejo. La identidad del autor se desvanece en la del hombre, se confunde el personaje y el autor y el hombre, pues. Los personajes entre sí como identidades metafóricas, repito, la prisión hotel se cubre de raíces de plástico, hipérbole post narrativa, debe ser eso, que engulle la memoria de la trama y la propia escritura diversificándose en la literatura y obviando la historia, acabando con un cómic en que quien fue Mallo se encuentra en una plataforma petrolífera con Vila Matas, escritor, referente, no sé, y la imagen de la prisión se materializa en un desierto que es, como un espejo, un reflejo de la creación, un principio y un final del laberinto que crea la ficción.
El Resplandor: todo objeto, si te fijas bien, es un animal que en silencio se ríe de nosotros. La versión más ascética de ese silencio es su código de barras, que es el ingrediente que la alquimia buscaba en los objetos. Eso he pensado hoy cuando encontré una pequeña braga sucia de mujer metida entre dos páginas de un grueso libro de la biblioteca de Agustín.
Los días pasan como segundos. Pero cada segundo dura mucho tiempo.
Os dejo datos de interés. Podemos encontrarla en la editorial Alfaguara.
  • Título: Nocilla Lab
  • Autor (es): Fernández Mallo, Agustín
  • Traductor:  
  • Sello: ALFAGUARA
  • Precio sin IVA: 4.12 €
  •  
  • Precio con IVA: 4.99 €
  • Fecha publicación: 10/2010
  • Idioma: Español
  • Formato, páginas: E-BOOK EPUB, 184
  • Medidas:   mm
  • ISBN: 9788420492551
  • EAN:  
  • Temáticas: Contemporánea
  • Colección: Alfaguara digital..
  • Edad recomendada: Adultos

El desastre de Chiang Mai durante un viaje a Tailandia fue la azarosa oportunidad para que Agustín Fernández Mallo volcara en un relato tripartito sus experiencias con esa cosa tan extraña llamada Mundo. Nocilla Lab es el cierre lógico y multidisciplinar del Proyecto Nocilla.
Una road movie autorreferencial y visionaria, inquietante, donde un hombre y una mujer buscan poner en marcha el Proyecto, una excusa para hurgar en sus sueños y en su propia relación. Un certero relato del arte de crear, de escribir, de imaginar. El trayecto acaba en una antigua prisión en la que un hombre se enfrenta a otro, con el suspense y la tensión de un thriller, un hombre contra sí mismo en un final original y sorprendente.
Como un demiurgo disfrazado de DJ ficcional, Agustín Fernández Mallo transforma cuanto encuentra a su paso en una nueva realidad, la creada por su mesa de mezclas, convirtiendo lo paradójico de la existencia en una verdadera poética. Pura física elemental.
Nocilla Lab cuenta con la colaboración del historietista e ilustrador Pere Joan.

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