martes, 24 de enero de 2017

Dulce caricia, Sweet Caress, William Boyd

Resultado de imagen de dulce caricia boydA vueltas con los best seller. Vuelvo a uno, con su consiguiente matraca mediática que nos indica que es la mejor obra del autor, me encanta que en una lectura diagonal, transversal y fugaz nos atrevamos a decir eso sin ningún tipo de perspectiva, los críticos son lo mejor, claro, lo dicho, me atrevo porque una amiga fiable me lo comenta, lo consigo, lo leo; además tiene cierto sentido para mí porque aborda la vida ficticia de una fotógrafa inexistente, Amory Clay, y ese mundo de fotos casuales, de instantáneas, rememora en mí cosas hermosas.


Best seller, pero ojo, os he comentado en otros momentos que el best seller no tiene por que ser un bodrio o pura industria, para nada, se aprovecha de la industria para sacar beneficio, para vender libros, claro, para amortizar la traducción, faltaría, pero no por ello debe carecer de elementos constitutivos de lo literario como la voluntad de estilo, que la tiene, el dominio del género, que lo domina, y una finalidad claramente estética, que también; el problema es la concesión a la trama, la historia es lo fundamental que determina la escritura, sacrificando las posibilidades de la escritura en sí, y esto no es negativo, para nada, pero pertenece a otro ámbito diferente más relacionado con el consumo.
La obra toma el género de la autobiografía y el dietario, por eso incluye fotos que muestran momentos de la acción; la inclusión de las fotos, que puede parecer un artilugio inteligente de la creación, en ocasiones pesa porque determina el hilo narrativo y descoordina la verosimilitud de lo contado. Pero todo no se puede tener, claro, aun así sigue siendo una obra interesante y agradable. Por eso la fotografía se convierte en uno de los personajes que marcan el ritmo de la escritura.

De algún modo, sabía que tenía la capacidad de detener el implacable avance del tiempo y conservar aquella escena, aquella fracción de segundo en la que todas aquellas damas y caballeros, ataviados con sus mejores galas, se reían, indiferentes y despreocupados. Los captaría en un instante, para siempre, gracias a las propiedades de mi maravillosa máquina. Tenía en mis manos el poder de detener el tiempo, o eso me imaginaba.


Y la discusión sobre el contenido artístico. Lo cierto que la fotografía reconfigura lo recreado, en muchas ocasiones, por eso y por la voluntad artística, es cierto, que muchas veces nos encontramos ante verdaderas manifestaciones,

Creo que soy fotógrafa, no artista. Les pongo títulos a mis fotos para poder recordarlas, no para hacerlas pretenciosas. Pero hay grandes artistas que son fotógrafos —comencé a nombrarlos—: Stieglitz, Adams, Kertész, August Sander…
—Eso no es arte —dijo, interrumpiéndome de manera agresiva—. Tú apuntas con tu cámara. Clic. Es un mecanismo —sacó su estilográfica del bolsillo de la americana y me la ofreció—. Aquí está mi pluma —se volvió hacia el menú—. Aquí hay un trozo de papel en blanco. Dibuja un «Francés enfadado» y debatiremos si es arte o no.
El libro intenta ser un repaso por acontecimientos notables del siglo XX como la primera guerra, donde luchó el padre de Amory con consecuencias nefastas para su vida, un escritor sin casi obra torturado por la melancolía.

Tu padre siempre ha sido un tanto melancólico, decía mi madre, siempre dándole vueltas a algo. Es un escritor que no puede escribir, y eso le pone de mal humor. Y así era como soportábamos sus interminables silencios, solo rotos cuando se lanzaba a despotricar como un poseso en los momentos en que por fin perdía la paciencia y se ponía a deambular por la casa gritándole a todo el mundo, bramando: «¡Un poco de paz y tranquilidad, por amor de Dios! ¿Es mucho pedir?». Nosotros simplemente nos escabullíamos, y mi madre lo calmaba, llevándolo de vuelta a su estudio mientras le susurraba al oído. No tengo ni idea de lo que le decía, pero al parecer funcionaba.

Los amantes se suceden lentamente, muy lentamente, pero todos van a dejar una huella imborrable en Amory. Todos son independientes, y ella, por supuesto. Me ha parecido interesante este fragmento que resume muy acertadamente el espíritu europeo contemporáneo.

Me volvía loca con ese análisis. Al igual que muchos intelectuales franceses de la época, Charbonneau sentía un sofisticado desprecio por los Estados Unidos —que encontraba un país grosero, vulgar, inculto, carente de cocina, obsesionado por el dinero, etcétera—, pero al mismo tiempo era, culturalmente, un apasionado americanófilo: películas, jazz, literatura.

La podemos encontrar en la editorial Alfaguara, y como siempre os dejo datos de interés.



Título: Suave caricia

Autor (es): William Boyd

Traductor: 

Sello: ALFAGUARA

Precio sin IVA: 8.26 €


Precio con IVA: 9.99 €
Fecha publicación: 10/2015
Idioma: Español

Formato, páginas: E-BOOK EPUB, 416
Medidas: mm
ISBN: 9788420419923
EAN: 
Temáticas: Contemporánea
Colección: Literaturas
Edad recomendada: Adultos

Nacida en la Inglaterra de principios del siglo XX, Amory Clay crece con la permanente ausencia de su padre, quien lucha en la Primera Guerra Mundial. Su tío Greville, un apasionado fotógrafo, le proporciona el vínculo emocional que necesita y le regala su primera cámara, sin saber que ese inocente presente determinará su futuro. Tras su abrupta salida del internado Amory se dirige a Londres, donde se convertirá en la aprendiza de Greville y trabajará fotografiando a la alta sociedad para la revista Beau Monde.

En busca de nuevas emociones se desplaza al loco Berlín de los años veinte, al apasionante Nueva York de los treinta, vive de primera mano las protestas de los camisas negras de Londres y la Segunda Guerra Mundial en París, convirtiéndose en una de las primeras fotógrafas bélicas. Su deseo de vivir al límite la lleva a nuevas contiendas, a los brazos de distintos amantes y a la maternidad. Hasta el final de sus días, Amory luchará por conseguir sus sueños y por combatir sus demonios.

William Boyd regresa con la mejor novela de su carrera. La apasionante historia del siglo XX contada a través de la cámara de una mujer inolvidable: Amory Clay. En un proyecto literario sin precedentes, Boyd ha recopilado durante años fotografías anónimas, que ahora conforman el poderoso retrato y legado artístico de una mujer que, de tan fascinante, se ha vuelto real.

«Dure lo que dure vuestra estancia en este pequeño planeta, tanto da lo que ocurra en ella, lo más importante es sentir -de vez en cuando- la suave caricia de la vida.»

La crítica ha dicho...
«Un escritor que se las ha arreglado para fotomontar la literatura y lo popular con técnica envidiable y colores y contrastes y encuadres muy personales.»
Rodrigo Fresán, Vanity Fair

«Boyd busca, de la forma más directa y clara posible, conectar con ese tipo de lector que añora ciertos tiempos en que los narradores se dedicaban a contar y visualizar, a divertir y entretener.»
Enrique Vila-Matas, El País

«William Boyd es un narrador extraordinario: un autor sólido y versátil que sabe experimentar con las formas y los juegos literarios, capaz de hacer que lo difícil parezca fácil, y de crear personajes y situaciones inolvidables.»
Luisa Bonilla, Letras Libres

«La mejor novela de Boyd desde Sin respiro. En el retrato íntimo de Amory es donde brilla especialmente. No es un mal epitafio, sino más bien un tributo al talento de Boyd, afirmar que extrañamos a Amory como a una amiga cuando nosotros, y ella, llegamos al final del libro.»
Mary Hoffman, The Independent

«Suave caricia es el logro más asombroso de William Boyd hasta ahora.»
Planet Arts Melbourne

«William Boyd tiene un gran don como narrador, sabe evocar como nadie tiempos pasados y lugares recónditos. La prosa de Boyd da tanto placer como el primer sorbo de una cerveza bien fría consumida en una terraza tropical después de un largo y difícil día.»
Mail Online

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