jueves, 10 de noviembre de 2016

La muerte de Ulises, Petros MáΤριημερία και άλλα διηγήματα, rkaris

Resultado de imagen de La muerte de ulisesLlevo un par de semanas leyendo sobre literatura y el canon, sobre arte y el placer estético, sobre los formalistas rusos o sobre la escuela del rencor, leo sobre ideologías y sobre el revisionismo multicultural y buenista de lo literario, leo y leo. Hace un rato estaba con Bloom y me decía, sí a mí, pero también a ti y a todos, que el placer estético es individual, precioso, cierto y coherente. El placer estético y la extrañeza ante la obra de arte es el signo genuino de la excelencia, la marca de atención sobre la necesidad de no abandonar el camino que emprende en nosotros como lectores y como destinatarios últimos, es preciso, del hecho en sí. Eso es literatura, pero también lo es el placer inmenso que nos proporciona la lectura, un placer que parte del castigo a nuestra inteligencia, a nuestros límites y a nuestras sombras. Pero bueno, hoy os hablo de Márkaris, de un Jaritos que nos viene en forma de relatos, de historias del Mediterráneo, de inmigrantes y migrantes, del exilio interior y exterior de los griegos turcos, de cualquiera que esté a un lado equivocado de la frontera.

Los relatos mantienen el tono habitual del autor, son una mezcla de descripción esquemática y de conciencia social, algo así como lo que diría Bloom que no es literatura, pero que la nueva crítica exaltaría por el uso de la lengua como arma de concienciación social. Vamos, que no resistiría la relectura, pero ¿sabéis? Me importa un bledo, porque mi construcción del canon particular conlleva el disfrute, el hedonismo, el placer de leer por el placer de leer, la subversión de los términos, y a mí Márkaris me gusta, me motiva y me hace pensar, ¿qué más le puedo pedir?

El asesinato de un inmortal. La envidia del mundo editorial, la necesidad de reconocimiento y Jaritos investigando un asesinato. Aprovecha la trama para reírse de sí mismo y del mundo literario.

No lo soporto. Es un logolascivo». Ése era mi tío Lambros. Un lascivo de las palabras. Le encantaba oírse hablar.(…)
Ese editor estaba al borde de la quiebra cuando le cayó como regalo del cielo un autor de relatos policíacos. Hemos llegado a tal punto que son capaces de nombrarlo académico. 
En terrenos conocidos. La xenofobia hacia exocéntrica, pero sobre todo endocéntrica centrada en un asesinato de un musulmán que quiso hacer una mezquita en Alemania. Relato que mantiene la fuerza de la denuncia y la reflexión sobre los problemas de los vínculos multiculturales.

«¿Qué tenía que ver ese hombre con las mezquitas?», se preguntó Murat. Pero luego se acordó de Nermín, con sus estudios informáticos y su pañuelo en la cabeza, que ganaba más dinero que él, y prefirió no contestar su propia pregunta.(…)
—La extrema derecha no quiere mezquitas en Alemania, como Kutlúyol no quiere nada que no cuente con su aprobación y no esté bajo su control.
Tres días. Los años cincuenta parecen pervivir en nuestros días, la persecución de las minorías, la persecución , la culpabilización de nuestros problemas en el otro. A través de la persecución de los griegos en Turquía, el autor reflexiona sobre el miedo y la amistad.

«Se habrá levantado con el pie izquierdo. En cuanto le pegue una paliza a su mujer se sentirá mejor», pensó.(…)
—En este país los armenios, los griegos y los judíos somos los tres mosqueteros. Si uno de nosotros mete la pata, lo pagan los tres. Y cuando los turcos quieren castigar a uno, castigan a los tres. Ahora quieren castigaros a vosotros por lo que hacen los vuestros en Chipre y ya verás, nos castigarán a todos. —Tomó un pedazo de pan y empezó a rebañar la salsa que le quedaba en el plato—. Los tres mosqueteros —repitió—. Aunque al revés. Nosotros no damos leña como la daban ellos; a nosotros nos la dan.
El cadáver y el pozo.Un juego del ingenio, un asesinato que no lo es, pero que parece tener todos los ingredientes necesarios para la investigación criminal. Sin embargo no pierde la oportunidad de reflexionar sobre diferentes aspectos políticos.

«Seguro que no lo mataron sus camaradas. Ellos raras veces llegan a matar. Cuando quieren deshacerse de alguien, lo proclaman traidor y lo delatan, dejando a los nuestros el trabajo sucio.» Lo más probable era que lo hubieran asesinado los paramilitares, y ahora le tocaba a él ingeniarse la manera de encubrirlos.
La muerte de Ulises. Ulises viajó por el Mediterráneo enfrentándose a sí mismo y a las circunstancias adversas de un destino que estaba escrito por los dioses. Ahora son los Lobos grises, la demencia, el fascismo en forma de incomprensión.

Pero el miércoles pasado hicieron su aparición por primera vez los Lobos Grises.Normalmente se reúnen para protestar delante del Patriarcado. Cerramos las puertas, hicimos entrar a los viejos que estaban en el jardín y nos encerramos dentro de la residencia para esperar a la policía. De repente, apareció Ulises de la nada. Corrió hasta la verja del jardín, empezó a zarandearla y a increpar a los Lobos Grises.
»“¡Marchaos de aquí!”, gritaba, y sacudía la verja. “¡Han venido los salvajes para echar a los mansos!

La destrucción de Pompeya. Pero no hay que dejarse engañar, los nuevos fascismos no son exclusivos de Alemania, Francia o Grecia, en este relato salta a Turquía, porque allí son también un cáncer de intransigencia.

—Antes sólo les dabas de comer, ahora les regalas ropa —dijo el hombre de la camiseta—. ¿Cómo se van a ir, si te tienen a ti para que los vistas y les des de comer?
Un atentado que llegó tarde. Y ahora saltamos a la Alemania del cuarenta, al Führer, al Duce y al hambre, a la manipulación de los medios y a la vida cotidiana.

—¿Por qué «esperemos»? ¿Tanto te preocupa la vida de Hitler?
—Agnes, echa un vistazo a tu alrededor —contestó Hans en el tono didáctico que le parecía obligado cuando hablaba con su mujer, ya que era quince años más joven que él—. Con el resto del mundo en contra nuestra, con nuestras condiciones de vida más insoportables cada día, con los bombardeos que nos mandan a los refugios cada dos por tres, necesitamos una mano fuerte que lleve el país. Y Hitler es la única mano fuerte que tenemos. No te olvides de que tenemos un hijo en el frente.
—Precisamente porque pienso en él, me pregunto si podríamos llegar a una paz honrosa si Hitler no estuviera.

Poemas y crímenes. Una de las cosas que más me gustan de la literatura son las casualidades porque lo que le pasa a Jaritos no le pasa a otro, es una casualidad literaria que configura la trama y le da el carácter que necesita para convertirla en parte de la excepción a la normalidad. Hay un cambio de paradigma y se van oyendo los estertores de lo que fue, es difícil engañar, pero nos engañan. Sin embargo el acceso a la cultura es más universal que nunca y la música no es ya solo para unos pocos, ni el gran cine, ni la gran literatura canónica. Podemos leer autores húngaros o americanos, chinos o etíopes, fácilmente; los cuadros no son ya solo para los riquísimos, podemos verlos en quías online, fijaros que Dylan gana el Nobel o Bransky es un autor respetado universalmente, ¿visionarios o estafadores, arte o kitch? En cualquier caso la reflexión es inaplazable y el canon se reconstruye con tantas voces que nos sentimos confundidos.

Cuando llegamos al escenario del crimen, me doy cuenta de que la cafetería es el mismo local donde estuvimos divirtiéndonos anoche.
Los directores de cine son asesinados, los polis escriben poemas, las editoriales se convierten en salas populares y Grecia está yéndose al carajo

Tusquets os espera. 

 
Nº de páginas: 184 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: TUSQUETS EDITORES
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788490662335

Ulises, el protagonista del relato que da título a este volumen, es un anciano griego que, cuando ve acercarse la hora de su muerte, decide que lo entierren en el lugar en que empezó a soñar: Estambul, su verdadera patria. Y es que el pueblo griego vive en el siglo XXI, con la llegada de refugiados que huyen de la guerra, lo que ya experimentó en carne propia a lo largo de todo el siglo anterior: una persecución que terminó para los griegos en una emigración forzosa, y que se narra con gran fuerza en el cuento titulado Tres días. Pero Ulises, recién llegado a su Ítaca soñada, ya sin nada que perder, decide enfrentarse temerariamente a los Lobos Grises, organización paramilitar turca muy semejante a la Aurora Dorada que, en Grecia, rechaza a todo emigrado. Por otro lado, envolviendo los relatos de candente actualidad, Petros Márkaris vuelve a hacernos disfrutar con dos casos protagonizados por el comisario ateniense Kostas Jaritos, cuyas víctimas son un escritor y un director de cine, y una tercera investigación a cargo de su amigo el comisario turco Murat, que transcurre entre los emigrados griegos en Alemania.

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