miércoles, 25 de noviembre de 2015

Ciudad de cristal, City of Glass, Paul Auster

PN 622Hay escritores que tienen una manera de decir las cosas que te envuelve en un estado de ánimo muy particular: saben interpretar las atmósferas, los tiempos y espacios y convertirlos en dimensiones ficcionales de primera. Con esto quiero deciros que la escritura no siempre ha de ser una planicie de objetividad o de formalidad estructural clara y obvia: inicio, desarrollo conclusión, sino que muchas veces ha de imponerse acción in media res, saltos espaciales o temporales, e incluso, saltos dramáticos en la trama que despisten al lector y le obliguen a currar de verdad, vamos, a ejercer de lector. Otras veces estos cambios que crean la atmósfera que os he descrito, están en el ámbito de los personajes, cuando se construyen sin marcas claras de identidad y muestran la extraordinaria complejidad de los constructos personales.

Auster es un autor mayúsculo, eso no significa que siempre me guste, o que me divierta como un loco, no, es un autor que tiene clara su voluntad de estilo y, por ello, trabaja la novela como construcción literaria, más o menos afortunada, pero lo hace eligiendo diferentes elementos clásicos de la trama y transformándolos en pura creación, es decir, en obra de arte. Fijaos en lo que os digo, en obra de arte, eso no significa que nos tenga que gustar, esta concretamente me gusta, igual que pasa con un cuadro o una escultura, sabemos que es una obra de arte porque transciende lo dimensional y busca trasformar, de alguna manera, algún elemento de lo cotidiano. Eso mismo hace Auster con los personajes y la trama. 
Con los personajes trabaja la ambigüedad nominal, es decir, el personaje tiene una primera conciencia de sí como Quinn, después tiene una conciencia literaria William Wilson o Max Work, en este caso como autor de novelas, y finalmente como personaje de la trama principal, Auster, Paul,  que parece policial, y de la trama secundaria relacionada con su propia existencia en la ficción dimensional de la literatura, el otro Paul Auster que no es Paul Auster, pero es él mismo, sin duda. Así la metaliteratura adquiere dimensión propia, como en los personajes de Beckett o Pirandello, y Auster, personaje, busca al Auster escritor convertido en personaje, a su vez, de una tercera trama, la del personaje que busca a su asesino.

Le resultó doloroso pensar en aquello y trató de borrar las imágenes que se estaban formando en su cabeza. «Míralo a través de los ojos de Auster», se dijo, «y no pienses en nada más.» 
 
Así es notable la construcción de presentación de Peter Stillman, verbalizando la estructura de los pensamientos con una forma impactante y dolorosa que va golpeándote como lo hace esa verbalización, poco a poco. El maltrato o el abandono, la reeducación del niño rehén, del hombre salvado de las visiones alucinadas del padre y la conversión al adulto informe que huye  de la luz, esta sucesión de tramas se asienta en los puzles infinitos del pensamiento y de la escritura. Este fragmento que os traigo es notable.

»Por ahora, sigo siendo Peter Stillman. Ése no es mi verdadero nombre. No puedo saber quién seré mañana. Cada día es nuevo y cada día vuelvo a nacer. Veo la esperanza por todas partes, incluso en la oscuridad, y cuando muera quizá me convierta en Dios.
»Hay muchas más palabras que decir. Pero creo que no las diré. No. Hoy no. Mi boca está cansada ahora y creo que ha llegado la hora de que me vaya. Por supuesto, yo no sé nada del tiempo. Pero es igual. Para mí. Muchas gracias. Sé que usted me salvará la vida, señor Auster. Cuento con usted. La vida sólo puede durar cierto tiempo, ¿comprende? Todo lo demás está en la habitación, con la oscuridad, con el lenguaje de Dios, con los gritos. Aquí soy del aire, una cosa hermosa para que la luz brille sobre ella. Quizá recordará usted eso. Soy Peter Stillman. Ése no es mi verdadero nombre. Muchas gracias.

De esta manera se van construyendo todas las tramas, y construyendo el universo difuso de Auster, un universo que nos causa desazón, desequilibrio, cierta sensación de vértigo. Estupendos los parlamentos del Auster detective con el padre iluminado y su intento de conocer el lenguaje de Dios.

–¿Alguien va a matarle a usted?
–Sí, matarme. Eso es. Van a asesinarme.
–¿Y quiere usted que yo le proteja?
–Que me proteja, sí. Y que encuentre al hombre que va a hacerlo.
–¿No sabe usted quién es?
–Lo sé, sí. Claro que lo sé.(...)
Un lenguaje que al fin dirá lo que tenemos que decir. Porque nuestras palabras ya no se corresponden con el mundo. Cuando las cosas estaban enteras nos sentíamos seguros de que nuestras palabras podían expresarlas. Pero poco a poco estas cosas se han partido, se han hecho pedazos, han caído en el caos. Y sin embargo nuestras palabras siguen siendo las mismas. No se han adaptado a la nueva realidad. De ahí que cada vez que intentamos hablar de lo que vemos, hablemos falsamente, distorsionando la cosa misma que tratamos de representar. 

Las tramas no se resuelven, claro, no hace falta, por eso Quinn, Auster, Wilson, va difuminándose en los espacios de la dimensión literaria porque ya no tiene sentido, una vez concluida la novela, continuar existiendo como tal. No se rebela, como los personajes de Unamuno, sino que se va reintegrando al universo al que pertenece. Por eso el personaje autor demiurgo reconstruido por la ficción no es más real que sus propias ficciones, que sus propios personajes, no es más que una sucesión más o menos verosímil de acciones o circunstancias.

Pasó mucho tiempo. Cuánto exactamente es imposible saberlo. Semanas ciertamente, pero quizá incluso meses. El relato de este periodo es menos completo de lo que el autor habría deseado. Pero la información es escasa y ha preferido pasar por alto lo que no podía confirmar de un modo definitivo. Dado que esta historia se basa enteramente en hechos, el autor cree que es su deber no sobrepasar los límites de lo verificable, resistirse a toda costa a los peligros de la invención.

Podemos encontrarlo en Anagrama, y aquí os dejo datos de vuestro interés.


ISBN 978-84-339-7083-1
PVP SIN IVA 12.02 €
PVP CON IVA 12.50 €
NÚM. DE PÁGINAS 158
COLECCIÓN Panorama de narrativas
TRADUCCIÓN Francisco Pérez Navarro

Quinn, que en otros tiempos fuera poeta y cuya mujer e hijo han muerto, vive en soledad escribiendo novelas policíacas. Alguien lo llama varias veces por teléfono en medio de la noche, tomándolo por un detective llamado Paul Auster, y solicitando su ayuda. Quinn decide al fin personificar al desconocido Paul Auster y conoce entonces a otro pálido poeta, que cuenta una historia aterradora: cuando nació, su padre lo encerró y aisló del mundo durante años para que pudiera hablar la lengua que olvidaron los hombres tras la construcción de la torre de Babel. Pero el niño fue rescatado y el padre recluido en una institución, de la que ahora está a punto de salir. El hijo teme por su vida y desea que el detective Paul Auster ?o Quinn? lo proteja. Ciudad de cristal inicia La trilogía de Nueva York, un deslumbrante conjunto de thrillers posmodernos que consagró a Paul Auster como un clásico contemporáneo. Ahora nos llega en forma de novela gráfica de la mano de los grandes dibujantes David Mazzucchelli y Paul Karasic, quienes consiguen crear «un extraño doble, un Doppelganger del libro original», como dice Art Spiegelman, creador de Maus e instigador de la adaptación.

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