miércoles, 23 de septiembre de 2015

El ojo cosmológico, The Cosmological Eye, Henry Miller

Resultado de imagen de el ojo cosmologico millerCada vez nos extrañamos más cuando nos tenemos que sentar y leer sobre aspectos relacionados con el hecho artístico. Lo máximo que hacemos es sentarnos, abrir un libro, leerlo, si hay suerte, reflexionar sobre algún pasaje que nos parece curioso, y, después, nos olvidamos de las palabras, de la construcción, porque olvidamos con mucha facilidad que nos encontramos ante una obra de arte, ante un hecho único fruto de la inteligencia y del espíritu humano. Por eso la literatura ha ido pasando a ser un producto de consumo más, un producto que debe satisfacer necesidades, como un cepillo de dientes o un videojuego. Pensar, reflexionar sobre lo que nos rodea, ser valientes y desnudarnos ante los lectores que nos pueden ver en bolas descubriendo nuestro yo más íntimo, eso, eso es jodido, inusual y raro.



Y Miller lo borda, se desgarra sin problemas, se adentra en todos los charcos, se caga en los eruditos, en los literatos sin entrañas, cobardes que se esconden tras la trama, y reflexiona sobre el cine, sobre la literatura, sobre la creación, sobre sí mismo, y lo hace como el Miller que siempre me he imaginado, a tumba abierta, sin importarle un bledo que estemos de acuerdo o no, siendo el Miller que yo siempre he imaginado. No hay nada en estos ensayos y guión cinematográfico que me haya sorprendido, porque todas y cada una de sus palabras son las que esperaba tras haber leído prácticamente toda su obra. Pero no quiero marearos más, voy a contaros paso a paso.


El arte como trasformación total, la propia vida como arte. ¿Qué es el arte? ¿Cuál es el arte supremo? Todo ello va apareciendo ante nosotros de una manera brillante, claro, armoniosa, con una fuerza y vigor que te duele, que te ensarta, que hace que las lágrimas vengan a ti sin poder evitarlo. Arte y vida, trasformación para vivirla haciéndola en las ficciones de la creación, a través de la literatura, el único arte porque siempre es falso siendo el más verdadero: los signos son ficciones, artificios de los hombres, la realidad una apariencia, un espejismo abordado por la sintaxis, por eso queda la percepción de la vida como única solución para el artista, o convertir la vida, mejor, en una obra sin fin.
  La edad de oro. En este ensayo reflexiona sobre el cine como hecho artístico o como industria, como producción del intelecto humano, o como objeto de uso. Después se centra en esta película de Buñuel y Dalí, en la obra total, en la autenticidad artística, en la capacidad de trasformación.


No existe un arte llamado cinematógrafo, pero hay, como en todas las artes, una forma de producción para los más y otra para los menos.(...)

No se necesitan millones para producir una película artística; en realidad, es axiomático que cuanto más dinero cuesta una película peor será probablemente.(...)

Fuimos educados para fingir placer y admiración por las grandes obras de arte con las que, lamentablemente, no tenemos ya ninguna relación.(...)

Y como sustituto de la vida el cinematógrafo es ideal. (...)

En todas las artes la cima se alcanza sólo cuando el artista desborda los límites del arte que utiliza. Esto último es tan cierto para la obra de Lewis Carrol como para la Divina Comedia de Dante, para Laotsé como para Buda o Cristo. Es preciso poner patas arriba, saquear y trastornar el mundo para que pueda proclamarse el milagro. En La edad de oro contemplamos nuevamente una frontera milagrosa que despliega ante nosotros un mundo nuevo y desconcertante que nadie ha explorado.(...)

el dibujo animado es el censor que nos permite soñar las más horribles pesadillas, violar y matar, y corromper y saquear sin despertarnos. La vida cotidiana es como la vemos en la película principal: el noticioso es el ojo de Dios el dibujo animado es el alma sacudida en su propia angustia. Pero ninguna de las tres formas es la realidad común a todos los que pensamos y sentimos. Se las han arreglado para cubrirnos con un camuflaje, y aunque se trata de nuestro propio camuflaje, aceptamos la ilusión como realidad. Y la razón de ello consiste en que la vida tal como la conocemos se ha convertido en algo absolutamente insoportable. Huimos de ella con un sentimiento de terror y de disgusto.(...)
 
Reflexiones sobre Éxtasis. La lentitud del argumento da paso a diferentes reflexiones que ocmplementan a la Edad de oro de Buñuel. El público ausente, la incomprensión del artista y de la obra, la genialidad, la trasformación de lo trasformado queda vedado, difuminado, pero la grandeza se instala en nosotros que gozamos de su monumentalidad. Que le vamos a hacer, el público está viciado por la linealidad y la suntuosidad. ¿Está preparado para el placer diferido?




Utilizando lo que, a falta de un nombre mejor, podríamos denominar “movimiento lento”, se obliga al espectador a abandonar su complaciente dependencia del argumento y de la acción; se le obliga, quiéralo o no, a sumergirse en la esencia misma de la creación de Machaty. Es difícil no caer en una postura abstrusa cuando se intenta aprehender el motivo fundamental de esta película; es una producción cuya pulsación se origina en un sentido cósmico del ritmo(...) Según lo conocemos, el movimiento lento ha sido utilizado hasta ahora casi exclusivamente como ejercicio de destreza, como recurso o truco destinado a excitar la sensibilidad fatigada del público. Sin embargo, en Éxtasis se lleva esta técnica al plano de la conciencia; no aparece como un choque o como una novedad, sino como el vehículo mismo de la expresión, y conserva ese carácter a lo largo de toda la película, impregnando inexorablemente la mente.(...)

En resumen, pedimos violencia y drama al arte porque la tensión vital ha decaído; no nos oponemos mutuamente en un sentido primordial, y evidentemente no nos oponemos como, individuos.(...)
Escenario (una película sonora) Pero Miller no es un hipócrita, no, a diferencia de cualquier otro escritor de ensayos, él propone, se moja, deja las pelotas al descubierto y se arriesga con su propio guión, con su concepción surrealista y primitivista, Kitsch y original. Porque en realidad es un guión sin película donde la trama son los símbolos que pueblan el relato: la pluma, la flor púrpura, la sangre, los colores de pasión, y una sucesión interminable de reconstrucciones ficcionales.


La movilidad de sus rasgos contrasta con la tiesa rigidez de su postura, con la extraña y geométrica ornamentación de su trono. Imágenes sucesivas y calidoscópicas de los detalles de la silla, de los móviles rasgos de Mandra, de ídolos ricamente ornamentados, de bailarinas del templo, de la diosa Iris, de un abanico, de una pluma de pavo real, de los movimientos felinos de Alraune, del movimiento circular de su vestido, del flujo de las olas, de las manchas que dejan sobre la arena, de la alfombra de brocado.(...)

Danza con la desesperación del ser insaciable, los ojos se le revuelven en las órbitas, la boca se deforma, el torso salta y se estremece como flagelado por mil látigos. Mientras ella baila, aparecen imágenes de hombres atados a la tierra, y se está aplicando tatuaje a sus cuerpos, y hay niños circuncidados con agudos pedernales y fanáticos que se mutilan con cuchillos, derviches que giran como trompos, y mientras se arremolinan y tajean y mutilan caen uno tras otro y yacen en tierra y se retuercen y echan espuma por la boca como epilépticos. Todo ello con acompañamiento de gruñidos y gemidos, de aullidos que hielan la sangre y de gritos que erizan los cabellos.(...)

Nuevamente el pez de aletas eléctricas, los muros que oscilan y se columpian, los campanarios con sus enormes campanas que repican lentamente.(...)

Tiende el arco y suelta la afilada flecha. Una flecha tras otra hasta que el cielo está sembrado de sangrantes perros. Y cuando ha gastado todas las flechas cae el velo y sobre la tierra se derrama una alfombra mágica, y sobre ésta bailan gitanos de rostros adustos, sus trajes resplandecientes de lentejuelas, y sus codos restallan sobre las tintineantes panderetas. Mientras danzan sobre la alfombra de brocado, los pies pintados como rosas, Mandra se precipita entre ellos, escrutando ansiosamente les rostros. Pronto está en el centro de los gitanos, y sus pies se mueven al mismo ritmo. Baila con los ojos cerrados, y su cuerpo se mueve lascivamente. Del cinturón que ciñe su cintura cuelga la flor púrpura de corola acampanada y espesas raíces. Se balancea entre sus piernas. Su danza se torna obscena. Baila sobre una espada, las piernas dobladas, el torso retorciéndose y serpean-do. Sus movimientos son como una sucesión de orgasmos. Los ojos se abren pero sólo muestran el blanco.

Reflejada en mil espejos, Mandra continúa bailando, los ojos revueltos en las órbitas, el blanco al descubierto. Los espejos están tachonados de rostros brillantes, las aletas nasales dilatadas, duras las bocas abiertas, los ojos protuberantes. La flor púrpura se columpia sobre el extremo que apunta de la espada. La capada centellea con los brillantes reflejos de los espejos. Entre las piernas de Mandra que danza se balancean los rostros, las bocas abiertas, los ojos protuberantes, las aletas nasales dilatadas.

Universo de muerte. Extraído del mundo de Lawrence. Pero Miller no puede abandonar la literatura, no puede dejar sus libros, sus lecturas, su particular punto de vista de escritor y lector voraz, sus reflexiones sobre la autenticidad. Siento un placer enorme leyendo este ensayo, disfrutando de sus visiones, del placer y el dolor que nos trasmite como lector. Proust, Joyce, Petronio, Dostoievski, Lawrence, él mismo.


Cuando seleccioné a Proust y a Joyce elegí a las dos figuras literarias que me parecieron particularmente representativas de nuestro tiempo. Todo lo que puede haber ocurrido en literatura desde Dostoievski sucedió allende la muerte. Aparte de Lawrence, ya no tratamos con hombres vivos, con hombres para quienes la Palabra es un ente vivo. La vida y las obras de Lawrence representan un drama cuyo eje es el intento de esquivar la muerte en vida, una muerte que, de ser entendida, provocaría una revolución de nuestro modo de vivir.(...)

Lawrence se suicidó en el esfuerzo por romper las ataduras de la muerte en vida. Si analizamos una obra como The Man Who Died, hallamos indicios que nos inducen a pensar que si hubiera vivido el término medio de vida, habría alcanzado cierto estado de sabiduría, un modo místico de vida, en el que se habrían reconciliado el artista y el ser humano.(...)

Adoración del arte por el arte… no por el hombre. En otras palabras, el arte concebido como medio de salvación, como redención del sufrimiento, como compensación al terror de vivir. El arte como sustituto de la vida. La literatura escapista, de una neurosis tan brillante que casi nos induce a dudar de la bondad de la salud. Hasta que se echa una ojeada a esa “neurosis de la salud” cantada por Nietzsche en EL nacimiento de la tragedia.(...)

En Joyce vemos la incapacidad del hombre moderno siquiera sea para dudar: el autor nos ofrece no la sustancia de la duda, sino su simulacro.(...)

El análisis y la descripción de la desintegración, tanto en Proust como en Joyce no tienen igual, salvo quizás en Dostoievski y en Petronio. Ambos aplican un tratamiento objetivo; clásico desde el punto de vista técnico, aunque romántico en el fondo. Son naturalistas que presentan el mundo, según lo ven, y que nada dicen de las causas, ni extraen conclusiones de sus observaciones. Son derrotistas, hombres que huyen de una realidad cruel, horrible, repugnante, para refugiarse en el ARTE.(...)

Ulises ocupa su lugar cósmico, elevándose con una maldición y cayendo con un suspiro. Pero como un sol modernizado, el dividido héroe de Ulises erra, no sobre las aguas de la vida y la muerte, sino a través de las calles eternas, monótonas, fúnebres, vacías y lúgubres de la gran ciudad … la sucia Dublín, el sumidero del mundo.(...)

Si la Odisea fue rememoración de grandes hechos, Ulises es el medio de olvidarlos. Ese sombrío, nervioso e interminable flujo de palabras que arrastra el alma gemela de Joyce como un coágulo de desperdicio que pasa por la tubería, ese tremendo diluvio de pus y de excremento que atraviesa el libro buscando lánguidamente una salida, al fin obtura los desagües y, elevándose como una marea, destruye este mundo indefinido en que se ha concebido esta indefinida épica. El penúltimo capítulo, que constituye la obra de un temerario erudito, es como dinamitar un dique. En la simbología inconsciente de Joyce, el dique es la última barrera de la tradición y la cultura, las que deben saltar para que el hombre se afirme sobre sus propios pies. Cada interrogante absurdo es un agujero taladrado por un loco y cargado con dinamita; cada respuesta absurda es la detonación de una arrolladora explosión. Joyce, el mandril loco, destruye la paciente industria de hormiga del ser humano que se acumula alrededor de él como un férreo anillo de conocimientos muertos(...)

Cuando Molly Bloom yace soñando en su lecho sucio y desvencijado, hay en ella algo que nos retrotrae a las imágenes primordiales. Es la quintaesencia de esa gran prostituta que es la Mujer, de Babilonia, el navío de abominaciones. Flotante, dócil, eterna, total, es como el mar mismo. Y como el mar es receptiva, fecunda, voraz, insaciable. Engendra y destruye, alimenta y devasta. Con Molly Bloom, con anonyme, se restituye a la mujer su esencial significado… el de útero y matriz de la vida. Es la imagen de la naturaleza misma, opuesta al mundo ilusorio que el hombre por su propia insuficiencia, vanamente procura colocar en lugar de aquélla.
Carta abierta a los surrealistas de todo el mundo.La metafísica de la literatura, la declaración de principios que rigen un movimiento, su análisis, las razones que llevan al artista a suscribirse al conjunto, a buscar cobijo junto con sus semejantes, se convierte en un manifiesto, en una bronca, e una salida a la escritura. No estamos acostumbrados a esto, leemos y no nos planteamos qué  principios rigen al autor, en realidad ¿tiene alguno?¿Es consciente de esa ética literaria? El rebaño nos iguala y, paradójicamente, nos singulariza, el pertenecer a un movimiento, ¿castra al artista en su singularidad? La carta es un canto a la libertad individual, a la singularidad, al yo por encima de todo, al hedonismo y a los elementos festivos de la vida.

Debajo de la cintura todos los hombres son hermanos. Salvo en las regiones superiores, donde se es poeta o chiflado (o criminal), el hombre jamás conoció la soledad. “Actualmente - escribe Paul Eluard - está disipándose la soledad de los poetas. Ahora son hombres entre hombres, y tienen hermanos”. Lo cual, desgraciadamente, es por demás exacto, y por eso a medida que pasa el tiempo es más difícil hallar al poeta. (...)

La hermandad del hombre es una ilusión permanente, común a los idealistas de todas las épocas: es la reducción del principio de individualización al mínimo común denominador de inteligencia. Es lo quo impulsa a las masas a identificarse con las estrellas cinematográficas y con megalomaníacos como Hitler y Mussolini.(...)

Pero cuando Paul Eluard baja a la calle y se convierte en un hombre, no se hace entender ni apreciar por lo que es… es decir, por el poeta que es. Por el contrario, se comunica con sus semejantes por vía de capitulación, por el renunciamiento a su propia individualidad, a su elevado papel. Si se lo acepta, ello ocurre simplemente porque está dispuesto a renunciar a las cualidades que lo distinguen de sus semejantes, y que a los ojos de éstos lo convierten en una figura antipática e incomprensible(...)

Cuando los hombres se inclinan a la fraternidad, también adquieren inclinaciones ligeramente canibalísticas.(...)

Cuando al fin todos comprendan que nada pueden esperar de Dios, o de la sociedad, o de los amigos, o del déspota benévolo de los gobiernos democráticos, o de los santos, o de los redentores, o de ese sancta-sanctórum que es la educación; cuando todos comprendan que deben trabajar con sus propias manos para salvarse, y que nadie puede esperar piedad, quizás entonces… ¡Quizás! Aun así, tengo mis dudas, habida cuenta de la clase de Hombres que sanos. El hecho es que estamos condenados. Quizá muramos mañana, quizás en los próximos cinco minutos. Pasemos revista a nuestro propio ser. Podemos conseguir que los últimos cinco minutos sean válidos, entretenidos y aun alegres, si se quiere, o despilfarrarlos, como hemos lecho con las horas, los caías, los meses, los años y los siglos. No hay dios capaz de salvarnos. No existe un sistema de gobierno, una doctrina que nos suministre la libertad y la justicia invocadas por los hombres en sus estertores de muerte.(...)

Conseguir que los hombres se agrupen alrededor de una causa, una doctrina o una idea es siempre más fácil que persuadirlos de que sean dueños de su propia vida.(..)

EL papel representado por el artista en la sociedad consiste en revivir los instintos primitivos y anárquicos que han sido sacrificados en homenaje a la ilusión de la vida cómoda.(...)

si uno elige vivir su propia vida a su propio modo debe pagar el precio.(...)

En determinado momento de mi vida resolví que desde ese punto en adelante escribiría sobre mí mismo, mis amigos, mis experiencias, lo que sabía y lo que había visto con mis propios ojos. En mi opinión todo lo demás es literatura, y la literatura no me interesa.(...)

¡Al demonio con la sociedad capitalista! ¡Al demonio con la sociedad comunista y con la sociedad fascista y con todas las demás sociedades) La sociedad está formada por individuos. Me interesa el individuo… no la sociedad.(...)

El artista es lo contrario del individuo de concepción política, lo contrario del reformador y del idealista. El artista no remienda el universo: lo recrea a partir de su propia experiencia y de su comprensión de la vida. Sabe que la transformación debe ir de adentro hacia afuera, y no a la inversa. El problema mundial se convierte en el problema del yo. El problema mundial es la proyección del problema íntimo. Es un proceso de expropiación del mundo, de transformación en Dios. La tensión en procura de ese límite, en otras palabras la expansión del yo, es el auténtico resorte de la condición maravillosa. No se trata de conocimiento, ni de poder, sino de visión.
Hamlet: una carta. La literatura es, también, gozar de una impresión, recordar, mezclar recuerdos, configurar el propio código en un canon, como he dicho en innumerables artículos. Este canon es una estadística de coincidencias donde muchos eruditos coinciden en un rango amplio, pero cada lector es un universo de lecturas e interpretaciones que rehacen lo escrito con el peso de todas y cada una de las lecturas que previamente se ha hecho de la obra. Así se rehace y reconstruye de manera infinita. Este blog es una reconstrucción de entre miles de lecturas, de entre miles de voces que han ido viniendo a mí en mis sueños, en mis silencios, en los caminos que he recorrido. En el primer párrafo seleccionado os dejo la filosofía de mi blog, toda su esencia, la única naturaleza posible y que me interesa, toda la verdad que encierra la verdadera filología de la literatura. Y por favor, lectores, no lo olvidéis nunca, un solo párrafo de Miller vale por toda la erudición sobre literatura de la historia: hay más verdad, más arte, más compromiso, más lealtad, más vitalismo y más erudición que en quien nunca ha creado nada. Leed atentos, por favor, y aprended.

Primero, desconfío de toda erudición, la tuya incluida. Segundo, tu carta no contiene erudición. Si te formulo unas cuantas preguntas simples y directas lo hago para saber qué piensas, y no lo que has aprendido que otros piensan sobre Hamlet. En nuestro asedio el auténtico erudito, como más tarde o más temprano lo descubrirás, es el pequeño Alf. Si le diriges una pregunta se pasará el resto de su vida en la biblioteca para traerte la respuesta. No, no quiero la información definitiva sobre Hamlet que tú pretendas darme, sino una simple exposición de tus propias reacciones.(...)

hoy también es leído casi exclusivamente por adolescentes… como lectura obligatoria. Cuando uno se vuelve hacia él en otra etapa de la vida resulta casi imposible superar el prejuicio creado por los profesores y por el mundo en que lo presentan. Shakespeare no era otra cosa que el gigante pomposo y flatulento a quien los ingleses quieren convertir en vaca sagrada. A falta de profundidad, le atribuyen periferia, y una periferia que disimula mal los almohadones rellenos.(...)

conocer las opiniones del erudito shakespeareano. De este último no aprenderé absolutamente nada… es puro polvo de bibliotecas. Pero de los don nadie, entre los que yo mismo me incluyo, puedo aprenderlo todo.

Un étreétoiliqlie. No podía dejar desnuda a Anais Nin, ninfa, amante,  amiga, confidente. La verdad de la literatura solo puede ser contar lo que le sucede al autor a través de las herramientas obsoletas que le brinda la escritura. En este ensayo reflexiona sobre el diario, sus dimensiones, su singularidad...


El Diario no es un viaje hacia el centro de la sombra, en el severo sentido que Conrad atribuía al destino, ni un voyage au botu de la nuit, como en el caso de Céline, ni siquiera un viaje a la Luna en el sentido psicológico de una fuga. Se asemeja mucho a una excursión mitológica hacia la fuente y el origen de la vida… casi diría un viaje astrológico de metamorfosis.(...)

La obra que fue comenzada como refugio y huida de los terrores de la realidad permite que el autor retorne a la vida, no adaptado a la realidad que lo rodea, sino superior a ella, como quien es capaz de recrearla de acuerdo con sus propias necesidades.
El ojo cosmológico. O como ver el universo desde el interior oscuro del artista, del pintor que trasforma lo visionado a través de ese ojo deformante o constructivo, depende de cómo lo veas tú.


Mi amigo Reichel es simplemente un pretexto que me permite hablar del mundo, el mundo del arte y de los hombres, y de la confusión y el eterno malentendido que reina entre ambos. Cuando aludo a Reichel me refiero a cualquier buen artista que se encuentra solo, al artista a quien se ignora y desconoce. A los Reichels de este mundo se los asesina como si fueran moscas. Siempre será así; el castigo por ser diferente, por ser artista, es ciertamente cruel.(...)

Si se lo lee con el ojo cosmológico, cada panel es una escena retrospectiva que describe un indescifrable libreto de la vida.(...) 
Nota autobiográfica.Y llega Miller, él mismo, no otro, y lo sé porque lo he leído, lo he conocido a través de la dimensión intangible de su América o su París, de su Marusi, de su Grecia; él es tal y como se cuenta, como lo vivo, comolo interiorizo, no hay más ni menos, es pura autenticidad en mi ficción, es mi imaginación de él lo que se plasma en su yo desnudado. Os presento, humildemente, a Miller.


Debo mi excelente salud a este precoz régimen espartano, a la permanente pobreza en que viví, y al hecho de que jamás me preocupo. Viví agitado y rebelde hasta los treinta años, fui el cabecilla en todo y sufrí sobre todo porque era excesivamente honesto, demasiado sincero, veraz y generoso.(...)

Ahora estoy unificado absolutamente con mi destino y me he reconciliado con lo que pueda ocurrir. No temo en lo más mínimo el futuro, porque he aprendido a vivir en el presente.(...)

Cuando escribo, mi objetivo es establecer una REALIDAD mayor.

No soy realista n naturalista; estoy en favor de la vida, la cual en literatura sólo puede ser alcanzada, me parece, mediante el empleo del sueño y del símbolo. En el fondo soy, un escritor metafísico, y mi empleo del drama y del incidente es sólo un recurso para plantear algo más profundo. Estoy contra la pornografía y en favor de la obscenidad… y de la violencia. Por encima de todo, estoy en favor de la imaginación, de la fantasía, de una libertad con la clac todavía ni siquiera soñamos. Utilizo creadoramente la destrucción, quizás un tanto excesivamente en el estilo alemán, pero enderezada siempre hacia una auténtica armonía interior, hacia la paz interior… y el silencio. Prefiero a la música por encima de todas las artes, porque se basta. absolutamente a sí misma y porque tiende al silencio. Creo que la literatura, para convertirse en algo auténticamente comunicable (lo que no es ahora) debe utilizar más el símbolo y la metáfora, lo mitológico y lo arcaico. La mayor parte de nuestra literatura es como el libro de texto; todo ocurre en una árida meseta de intelectualidad. El noventa y nueve por ciento de lo que se escribe -y esto vale paro todos nuestros productos artísticos - debería ser destruido. Quiero ser leído por un número constantemente decreciente de personas; no me interesa la vida de las masas, ni las intenciones de los actuales gobiernos del mundo. Espero que todo el mundo civilizado desaparezca en los próximos cien años, poco más o menos, y creo que así ocurrirá. Cree que el hombre puede existir, y de un modo infinitamente mejor, mas amplio, sin la “civilización”.

El libro lo podemos encontrar con facilidad en la red. Aquí os dejo la sinopsis de la editorial Aleph.

Esta serie de ensayos escritos por Miller fue la primera publicación que realizó de su interesante obra. Estos ensayos nos permiten acercarnos a la visión de Miller sobre el mundo cultural en el que se encontraba sumergido. Rodeado por intelectuales de la época es inevitable su influencia. En estos escritos encontramos severas y profundas críticas cinematográficas, alusiones a Buñuel, Dalí, Lawrence, creando casi un código de lo intelectual de la época.
Contiene también relatos inspirados por Anaïs Nin, quien fue mucho más que su amante durante un largo tiempo, ya sea verbalizando una de sus fantasías o aludiendo a sus diarios personales.
Finalmente, sobre el final de la obra escribe una nota autobiográfica donde se describe como un autor que, cuando escribe, su objetivo es establecer una realidad mayor. No se piensa como realista ni naturalista, sino en favor de la vida, la cual en literatura sólo puede ser alcanzada, según él, mediante el empleo del sueño y del símbolo.
En pocas palabras, se describe como un escritor metafísico que utiliza el drama y el incidente como sólo un recurso para plantear algo más profundo.
Está en contra de la pornografía y en favor de la obscenidad... y de la violencia. Por encima de todo, se define en favor de la imaginación, de la fantasía, de una libertad como sólo él supo explicar.

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