martes, 9 de diciembre de 2014

El balcón en invierno, Luís Landero

Portada de El balcón en inviernoNo me gustan las biografía. Lo debo haber expresado en alguna ocasión. No me gustan las vidas ajenas, ni sus anécdotas. No soy megalómano, no admiro a nadie en particular, no me gustan los cotilleos. Sin embargo en estas afirmaciones hay una mentira, una verdad escondida que debería mirar a los ojos. ¿Qué diferencia hay entre la vida real de Landero y la ficcional de Sancho? Acaso, ¿Ambas vidas no son sino ficciones con ragos de verosimilitud? Esta nueva afirmación hace que se tambalee un poco mi mundo, si fuera cierto sería tan cotilla como un espectador habitual de Gran hermano o de algún programa televisivo con Salsa rosa. Eso debe ser, compañero, la ficción no deja de ser una realidad creada, así como la realidad no deja de ser una ficción de la memoria. Aquí, pues, tenemos la biografía.
Pues sí, aquí tenemos la biografía, o lo que nos dice Landero que es una autobiografía, con guiños constantes a su adolescencia, a su primera juventud, a otras novelas como El guitarrista. Landero en estado puro, Landero caminando por su memoria, intentando describir y explicarse su relación fallida con el padre. Meollo de la cuestión, lector, el padre. Ahora leo de nuevo a Modiano y el padre, parece ser, aparece como epicentro dramático, como motivo del drama. ¿Será un intento, el de Landero, de descubrir cómo y por qué quería a su padre? 
Qué importa. Lo ficcional toma poco a poco la novela, y la autobiografía se convierte en trama novelística, en anécdotas distorsionadas por el paso del tiempo y la memoria, el otro personaje omnipresente, que traiciona, ayuda y recrea para nosotros espacios y tiempos que, a lo mejor, tampoco existen, o sí.
El primer capítulo me ha encantado, es magistral, maduro, soberbio, la metaliteratura, que tanto me gusta, adquiere vida propia y las reflexiones del autor me llenan de emoción, de vitalidad, de ganas de escribir. Landero consigue estas cosas, lo odias y lo amas en el mismo párrafo.
Por si fuese poco, a veces caigo en la tentación de pensar que a mí en realidad no me gusta escribir, que a mí lo que me hubiese gustado es una vida de acción,
como en El mágico aprendiz o en Juegos de la edad tardía, porque vivir es manifestar la acción, desarrollarla, ser. Sin embargo escribir es lo que nos hace diferentes. Las miles de palabras que ya he ido escribiendo en este blog, o en mis libros, en mis apuntes. Escribir como acto de libertad, como acto de creación, de la creación, como dioses pequeñitos que inventamos el mundo, que lo trasformamos, lo amamos, lo pensamos, lo sufrimos, lo lloramos. 
Escribir es lo más creativo,  lo más gozoso, el soplo que da vida a las figuras aún inertes, lo que sería en el cine poner la cámara en acción o tomar sus pinceles el pintos tras algunos bocetos, pero también es lo más delicado y lo más arduo.
Porque genera dolor, ansia, miedo.
Este primer capítulo se adentra en el oficio mismo de escritor, en sus contradicciones, y lo hace para intentar explicarnos que la vida puede ser una novela, que, en realidad, lo vivido es acción. De ahí la contradicción manifestada por el escritor cuando dice que él querría haber sido un hombre de acción, en realidad es lo que somos, hombres y mujeres de acción. En el fondo la vida es un escape, vaya contradicción, pero como lo puede ser la literatura, ya que la vida la vivimos en espacios, muchas veces, inventados, y en otras la realidad construye la ficción de vivir. Hay vidas increíbles, dificilísimas, para expertos, por eso este intento de equiparar ambas es interesante.
Me centro tanto en este capítulo porque me ha hecho reflexionar muchísimo. Ya sabéis que este blog no intenta ser un blog de crítica literaria, ¡Dios me libre! estimado lector, son impresiones sueltas. No tengo la necesidad de hilvanarlas, de darles forma. Son impresiones, eso es lo importante, mis impresiones, mis sentimientos ante lo leído, ante lo expresado.
¿Cuál es el futuro de la literatura? ¿Será el vivir? Cada vez leemos menos, o se lee menos,
¿Es que no ves que hoy casi nadie lee novelas, o al menos novelas literaria...no es que uno crea que la novela va a desaparecer...
menos literatura, claro, pero ¿qué es literatura? A lo largo de mis reflexiones sobre el canon, sobre los libros que he ido leyendo he ido expresando diferentes opiniones. Pero siempre hay algo en común, la literatura no deja de ser la creación ficcional de una realidad que existe y que sacamos a la luz con las palabras. Otra cosa es el estilo, la calidad, el contenido, la capacidad, pero aún así esto también es discutible ya que mi criterio es muy particular, como el tuyo, claro, y a mí no se me pasa por la cabeza criticar a un lector que se adentra en Los juegos del hambre, ¿por qué habría de hacerlo?¿quién soy yo para criticar que alguien opte por este maravilloso placer diferido y reflexivo? Leer es lo que importa, y es lo que reivindico, lo que canto a voz en grito, y lo que quiero expresaros en mi blog, leer, leer, leer, disfrutar de los espacios y tiempos de la memoria, de la imaginación y de la mentira,
Con razón, ya de pequeño, todos decían de ti:Pero ¡qué mentiroso es este niño!
Claro que es mentiroso el que escribe, pero lo sabe, sabe que los recuerdos son invenciones del espíritu, y ¿qué?
Escribir y leer, la fascinación por los libros, por la creación de un canon muy particular,
Esconderte en un libro, en el cálido cubil de las palabras, eso es lo que has hecho tantas veces, como de niño en los desvanes.
El resto de la novela es Landero, visceral, potente, pero me da la impresión de que ya la he leído. Es verdad que cada línea es un acto único, es verdad, pero no puedo librarme del peso del argumento. Ya la he leído. Es pulcra, impecable, correcta, en muchos pasajes cervantina, sin embargo no me engancha, Sí, ya sé que es Landero, pero no me encuentro con la historia, y eso puede pasar, claro que puede pasar. Toma el tópico de menosprecio de corte y alabanza de aldea, esa vida en el campo, beatus ille, esos recuerdos que configuran al hombre, esas añoranzas. Me gusta, como he dicho, lo visceral, la pasión los pasajes larguísimos, ciceronianos, su estilo, pero me falla la trama, no la literatura.
La podemos encontrar en Tusquets, como toda su obra.

Pero el meollo es lo narrado, la vida que es una novela, que tiene trama, acción, historia, desenlaces.
¿Qué vida absurda es esta?,¿qué vas a hacer con los años, quizá no muchos, que te quedan por vivir?


ISBN: 978-84-8383-942-3
10,74 € (IVA no incluido)
Formato: EPUB
Septiembre 2014
Asomado al balcón, debatiéndose entre la vida que bulle en la calle y la novela que ha empezado a escribir pero que no le satisface, el escritor se ve asaltado por el recuerdo de una conversación que tuvo lugar cincuenta años antes, en otro balcón, con su madre. «Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con cincuenta, había muerto en mayo, y ahora se abría ante nosotros un futuro incierto pero también prometedor.». Este libro es la narración emocionante de una infancia en una familia de labradores en Alburquerque (Extremadura), y una adolescencia en el madrileño barrio de la Prosperidad. Es también el relato, a veces de una implacable sinceridad, otras chusco y humorístico, de por qué oscuros designios del azar un chico de una familia donde apenas había un libro logra encontrarse con la literatura y ser escritor. Y de sus vicisitudes laborales en comercios, talleres y oficinas, mientras estudia en academias nocturnas, empeñado en ser un hombre de provecho. Pero dispuesto a tirarlo todo por la borda para ser guitarrista, y vivir como artista. Y en ese universo familiar de los descendientes de hojalateros, surge un divertidísimo e inagotable caudal de historias y anécdotas en el que se reconoce la historia reciente.

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