jueves, 23 de octubre de 2014

La senda del perdedor,Ham on Rye,Charles Bukowski

El canon ha decidido que las obras cumbres sobre la juventud y la forja de la personalidad en la literatura americana son El guardián entre el Centeno, de Salinger, y En el camino, de Kerouac, que sí, que puede. A mí me parecieron flojas, algo superficiales, más la primera que la segunda, les falta fuerza narrativa, espíritu literario, lo dije en su día y lo digo ahora. Esta obra de Bukowski es superior porque va más allá, configura la forja de un perdedor, entendido perdedor desde los cánones occidentales, es decir, de aquel que no sigue las pautas establecidas y rompe, a sabiendas de lo que hace, con las cadenas que nos ligan a lo inútil.

Mi preferencia por Bukowski no es nueva, he ido navegando por su obra porque siempre he observado una profunda visión sobre el ser humano y lo que consideramos cotidiano y / o sagrado. Nos solemos quedar con la anécdota y atribuir a nuestro autor una escritura obscena, sucia, propia de un borracho cabrón y egoísta, que sí, pero tras eso hay una contundencia, una voluntad de estilo, una cosmovisión que le dotan de una unicidad iincompartible en el panorama literario mundial.
Bukowski hace de lo cotidiano, de la monotonía que tanto odió en sus escritos, precisamente, el núcleo de su obra.  Aun así lo que me fascina de su obra es su capacidad para romper con lo cotidiano, para practicar un nihilismo doloroso y autodestructivo que lo configura como personaje de ficción de su propia realidad, y eso, amigos, es lo que lo hace grande, único, especial. 
La obra va contándonos su evolución como ser humano, desde los primeros recuerdos hasta una post adolescencia alcohólica. Fiel a su prosa es directo y descarnado, reflejando con gran fidelidad, la dura realidad en que vive, con los problemas con un padre tiránico y desencantado, frustrado y anhelante de una vida que no es la que lleva a cabo. en estos primeros capítulos aparece ese padre obsesionado por el orden, en cierta manera influye en el carácter posterior de Chinaski. el contraste entre este, su padre, y los juerguistas de sus tíos, a los que nuestro autor retrata con benevolencia, nos hace sospechar, desde un principio, cual es el bando que pretende tomar, ya que el puterío, el alcohol, son entendidos como una verdadera escuela de vida en una américa que se encuentra de lleno en la gran Depresión.

Mis padres querían ser ricos, así que se imaginaban ser ricos...

No tenía amigos en la escuela, tampoco los quería. Me sentía mejor yendo solo...

Cogió la badana de cuero para afilar la navaja de afeitar que colgaba de un gancho. Iba a ser la primera de una serie incontable de palizas que se fueron haciendo más y más frecuentes. Siempre, me parecía a mí, sin una verdadera razón...

Entonces mi padre empezó a pegar a mi madre. Ella gritaba y él no dejaba de pegarla...

La soledad le acompañará todas su vida, cierta ausencia de emociones, de indiferencia y falta de empatía serán las constantes que van forjando su personalidad. Y eso nos sorprende, sí, el hecho de encontrarnos a un Bukowski más personal, pero igual de impactante y conciso, con esa prosa potente, directa, sucia en muchos casos, real, vital, viva, sin los artificios innecesarios de la novela burguesa condescendiente y ridícula que puebla nuestras estanterías. Aun así es capaz de recrear un universo de hermosura literaria, porque la palabra es bella, llena de intención e inteligencia, auténtico en su simpleza porque es cercano, camina poco a poco hacia el Bukowski que conocemos, escueto y duro. No se esconde, aborda sin concesiones los temas que preocupan al ser: la religión, el amor, el sexo, la vida.

Bebí un poco más. Cada vez sabía mejor. Cada vez me sentía mejor.(...) Nunca me había sentido tan bien. Era mejor que masturbarse...

-Primero la hubiera penetrado por detrás. Luego me hubiera comido su coño, después me la frotaría contra sus pechos y luego la forzaría a que me la mamara...

Yo había rechazado la religión un par de años antes. Sie ra verdad, convertía en idiotas a la gente, o bien producía idiotas. Y si no era verdad, entonces eran doblemente idiotas...

Una de las partes que más me ha gustado es la de su iniciación literaria, la de sus lecturas, la del descubrimiento de la biblioteca pública, su relación casi personal con diferentes autores, su criterio no contaminado por manuales, su independencia intuitiva. ¿Cómo no voy a adoralo si es un gilipollas como yo? 

Descubrí la Biblioteca Pública de La Ciénaga. Obtuve un carnet de lector...

El primer libro auténtico que encontré estaba escrito por un tipo llamado Upton Sinclair. Sus párrafos eran simples y llenos de furia. Escribía con fuira.... Decía las cosas lisa y directamente...Me leí todo lo de D.H. Lawrence...Así descubrí a Dos Passos. No era demasiado bueno, realmente, pero sí lo bastante...Y entonces vino Hemingway.¡Qué subyugante!Sabía cómo escribir una línea. Era puro gozo. Las palabras no eran abstrusas sino cosas que hacían vibrar tu mente...

Entonces cogía la lamparita de mi cabecera, reptaba bajo las mantas, metía el almohadón dentro y me leía cada nuevo libro apoyándolo en el almohadón y protegido por el edredón y las mantas. Llegaba a hacer mucho calor, la lámpara ardía y me costaba respirar. Entonces levantaba las mantas para que entrara el aire...

No os he seleccionado ningún fragmento, me parece demasiado íntimo y no quiero violar esa intimidad que establece con el lector, pero los capítulos en que habla cómo se fue llenando de acné, cómo le influyó en su adolescencia, el dolor, el rechazo, la soledad que experimentó, son de una veracidad, de un realismo impactante y duro que me estremecen y solidarizan

Y así llega la referencia al alcohol, a la búsqueda de otros mundos, de otras dimensiones, de la evasión de la realidad, de la indiferencia por lo que ocurre alrededor, poco a poco el alcohol se convierte en un personaje presente y activo, en un anti héroe importante e imprescindible que le ayuda a soportar la vulgaridad absoluta de la existencia.

Me senté en el sillón. Emborracharme era magnífico. Decidí que siempre me emborracharía. Todo lo vulgar de la vida desaparecía y quizás si te apartabas de ello muy a menudo, no te convertirías en un ser vulgar...

El beber era lo único que evitaba que un hombre se sintiera desplazado e inútil. Todo lo demás era ljchar y luchar, abriéndose paso a tajos. Y nada era interesante, nada. Todo el mundo era igual, reprimiéndose y controlándose...

Pero no nos engañemos, el alcohol o el sexo son solo situaciones, circunstancias argumentales. Detrás hay una profunda rebeldía, una verdadera conciencia de ciudadno con mayúsculas, de persona que no se deja llevar por los designios establecisdos por el poder. Es un revolucionario, un visionario alucinado que sabe que lo que se juega el hombre, siempre, es su libertad ante lo políticamente correcto, ante lo determinado, ante lo esperable.

-América es la gran tierra de la Oportunidad y cualquier hombre o mujer que lo desee tendrá éxito../Lavaplatos -dije yo. /-perrero -replicó Jimmy./-Ladrón -dije./-Basurero -siguió Jimmy./-Celador de un manicomio -dije. /-América es valerosa. América fue construida por los valientes...La nuestra es una sociedad justa./-Justa para unos pocos -dijo Jimmy/-...una sociedad decente, y todos los que buscan el tesoro que yace al final del arco iris hallarán.../-Una mierda arrastrándose sobre patas peludas.


La educación universitaria podía destrozar para siempre a un individuo...


A mí me ha encantado, es un clásico sin peros y la podéis encontrar en Anagrama.


SBN 978-84-339-1268-8
PVP SIN IVA 8,65 €
PVP CON IVA 9,00 €
Nº DE PÁGINAS 288
COLECCIÓN Contraseñas
TRADUCCIÓN Jorge Berlanga y Ernesto Giménez-Caballero

Una novela autobiográfica, contundente como un preciso uppercut, que nos muestra una visión bien distinta del «Sueño Americano», una visión «desde abajo», desde los pisoteados y humillados: la infancia, adolescencia y juventud de Henry Chinaski, en Los Ángeles, durante los años de la Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Un padre brutal que cada día finge acudir puntualmente al trabajo para que sus vecinos no sospechen que está en paro; una madre apaleada por el padre, que sin embargo está siempre de su parte; un tío a quien busca la policía; un mundo de jefes, de superiores aterrorizados por otros superiores. El joven Chinaski algo así como un hermano paria de Holden Cauldfiel, el dulce héroe de Salinger en The Catcher in the Rye (al que Bukowski parece aludir en el título original Ham on Rye tiene que aprender las reglas implacables de una durísima supervivencia. En este libro inolvidable, escrito con una ausencia total de ilusiones, se transparenta, evitando la autocompasión, una estoica fraternidad con todos los chinaskis, todos los underdogs de la «otra América» de los patios traseros, los bares sórdidos, las oficinas de desempleo.


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