domingo, 28 de septiembre de 2014

La fiesta de la insignificancia, La fête de l'insignifiance, Milan Kundera

Portada de La fiesta de la insignificanciaUn acontecimiento literario podemos abordarlo desde varias perspectivas. Por la importancia del autor, su trayectoria, su obra, la importancia de su pensamiento, su saber hacer como artista dan un aura de expectación a cualquiera nueva obra que saque al mercado. Es precisamente este segundo, el mercado, el que determina también la importancia del acontecimiento, es decir, las posibilidades de venta hacen que el merchandising atribuya características excepcionales a una obra que, en el mejor de los casos, igual las tiene. Tal vez la tercera perspectiva sería la que se produce a posteriori, es decir,los lectores compran en masa, leen en masa, adquieren en masa la obra en cuestión y esta pasa a ser un fenómeno literario; este fenómeno, el último, no siempre se corresponde a una calidad sin parangón, a un acontecimiento, realmente, o a literatura, para nada, he leído alguna obra de este último grupo que era pura bazofia popular, qué cosas tiene el mundo del libro.

Kundera pertenece al primer grupo, siempre, como Irving, McEwan, Landero o Marías, por ejemplo, sus obras les preceden, su prestigio les avala, y el lector tiene la necesidad de leer lo que nos ofrecen. Me acerqué por primera vez a Kundera en el año 84, era yo un lector empedernido, un lletraferit (creo que ya he comentado que es la palabra que más me gusta en valenciano) y mis padres la trajeron a casa. No perdí la oportunidad. La insoportable levedad el ser supuso un acontecimiento literario como lector, supuso un goce estético y un placer para mis sentidos acostumbrados a ver el erotismo infinito de las palabras. Lo veneré, por eso busqué en librerías otras obras suyas a lo largo de los años y gocé con su precisión, su inteligencia, su sentido europeo del humor, la capacidad que tiene para adentrarse en los conflictos humanos y en desentrañar nuestras contradicciones y esperanzas, nuestras miserias y anhelos.La broma, La vida en otra parte, la lentitud, la inmortalidad, la identidad, la ignorancia, hacen una obra en el sentido más amplio de la palabra.
La fiesta de la insignificancia es un relato sobre las contradicciones humanas, sobre nuestra configuración como seres, construidos y dinamizados con cosas aparentemente poco importantes, con pequeñas mentiras que trascienden el devenir de las cosas. Aunque parezca una estupidez, la novela gira en torno a un pensamiento insignificante, intrascendente en apariencia: Alain medita sobre el ombligo. Parece que nos retrotae a las interminables cuestiones teológicas sobre si Eva tuvo o no, y, en consecuencia, la importancia como nexo de unión de todos los hombres a la madre primera. El ombligo, la parte más insignificante del ser, de la mujer, pero principio y final de la existencia.
Eso le incitó a reflexionar: si un hombre (o una época) ve el centro de la seducción femenina en los muslos ¿cómo describir y definir la particularidad de semenjante orientación erótica? Improvisó una respuesta: la longitud de los muslos es la imagen metafórica del camino, largo y fascinante (...)si un hombre (o una época)ve el centro de la seducción en las nalgas(...)brutalidad;gozo; el camino más corto hacia la meta(...)Si (...)en los pechos (...)santificación de la mujer; la Virgen María amamantando a Jesús; el sexo masculino arrodillado ante la noble misión del sexo femenino. (...)Pero ¿Cómo definir el erotismo de un hombre(...)que ve la seducción femenina concentrada en mitad del cuerpo, en el ombligo?
El paralelismo hace que la repetición argumental produzca una sonrisa complaciente, cómplice, sin embargo la trivialidad del pensamiento nos hace plantearnos la insignificancia del erotismo, su futilidad, o  no. 
La vida es un teatro de marionetas, y así los personajes vienen para presentarse ante nosotros, cada uno ensimismado en sus pensamientos y contradicciones, Alain, Ramón, Charles, Calibán Quaquelique y su increíble capacidad para seducir, D'Ardelo y su pequeña e insignificante mentira sobre el cáncer, mentira como movimiento hacia la compasión para poder ocupar un lugar fugaz y preeminente en la colectividad como un héroe que luchara contra un enemigo tenaz e implacable que le permite celebrar una fiesta en que casi todos se encuentran para vivir pequeños momentos.
Simplemente, sin saber por qué, le encantaba su cáncer imaginario. Siguió caminando sin dejar de reír. Reía y le encantaba su buen humor.
(...)la magnífica idea de una doble fiesta que celebrara a la vez el nacimiento y la muerte.
 La novela va adentrándose en los diferentes aspectos de lo inútil, de lo fútil, de lo prescindible, con una brillantez conmovedora, con una clarividencia que da la edad.
-La inutilidad de ser brillante. Sí, lo entiendo.
-Es algo más que inutilidad. La nocividad. Cuando un tipo brillante intenta seducir a una mujer, ésta tiene la impresión de entrar en una competición. Ella también se siente obligada a deslumbrar. A no entregarse sin resistencia. Mientras que la insignificancia la libera. La descarga de precauciones. No exige ninguna agudeza. La despreocupa y, por lo tanto, la hace más fácilmente accesible.
La insignificancia. Tal vez dejar que la vida acontezca sin barroquismos, simple como es, sencilla.
La insignificancia también es el hecho por el que una mujer se lanza desde un puente para suicidarse, con un niño en el vientre, sin embargo un adolescente intenta salvarla de morir ahogada y se da la paradoja que la suicida busca la vida a través de la muerte, y así, el niño nacerá para poder reflexionar sobre el ombligo.
Pero, ¿cómo? ¿Acaso ha olvidado su propósito?¿Por qué no se ahoga si el que ha intentado robarle la muerte ya no vive?¿Por qué, una vez libre ya no quiere morir?
La obra va consolidándose, y como en otras obras de Kundera, aparecen personajes de la guerra fría que le sirven como punto de fuga para contrastar el pensamiento subyacente en la obra. En esta es una pequeña reunión de Stalin con sus máximos colaboradores donde les cuenta una mentira sobre veinticuatro perdices, una mentira absurda, consciente, y se deleita contemplando la reacción furibunda de sus acólitos en el baño, su insignificancia, su profunda estupidez, su incapacidad para ser. Solo nos interesará Kalinin, el más insignificante de todos ellos, nacido en la misma ciudad que E.Kant, el que nunca gobernará la gran maquinaria de la Unión soviética tras el gran padre, el colaborador silencioso que es capaz de orinarse antes que levantarse en una reunión, el que dará nombre a una ciudad que se mantendrá cuando todos los demás nombres caerán.
 La obra mantiene un tono peculiar de humor, un humar personal, íntimo, en que el autor se ríe de las cosas sin importancia, de la trascendencia de lo trivial. La ironía funciona muy bien como elemento cohesionador del texto.
no sabía qué quería decir la palabra artista hoy en día. ¿Un pintor convertido en un decorador de escaparates?¿Un poeta?¿Existirían todavía los poetas?(...)
Una plumita planea bajo el techo...Charles, curiosamente ausente, la mira fija en algún lugar por arriba...
Así hechos insignificantes dan valor a la vida, la construyen, porque la vida son pequeños momentos, pequeños detalles sin importancia que constituyen la estructura misma del ser.
La insignificancia, amigo mío, es la esencia de la existencia. Está con nosotros en todas partes y en todo momento. (...)hay que amar la insignificancia(...)respira esta insignificancia que nos rodea, es la clave de la sabiduría, es la clave del buen humor
Espero que os guste, la tenemos en Tusquets.
 
NARRATIVA (F). Novela
Septiembre 2014
Andanzas CA 837
ISBN: 978-84-8383-928-7
País edición: España
144 pág.
14,33 € (IVA no incluido

Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y a la vez evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia. Quien conozca los libros anteriores de Kundera sabe que no son en absoluto inesperadas en él las ganas de incorporar en una novela algo «no serio». En La inmortalidad, Goethe y Hemingway pasean juntos durante muchos capítulos, charlan y se lo pasan bien. Y en La lentitud, Vera, la esposa del autor, dice a su marido: «Tú me has dicho muchas veces que un día escribirías una novela en la que no habría ninguna palabra seria… Te lo advierto: ve con cuidado: tus enemigos acechan». Pero, en lugar de ir con cuidado, Kundera realiza por fin plenamente en esta novela su viejo sueño estético, que así puede verse como un sorprendente resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. ¿Qué puede aún decirse? Nada. ¡Lean!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.