martes, 12 de agosto de 2014

Llenos de vida, Full of live. John Fante.

Uno de los mayores placeres del lector es encontrarse con novelas que han sido publicadas tardíamente, o que lo han sido tras la muerte del escritor. Imaginaros cuando las traducciones llegan al español, pueden haber pasado cincuenta años. Algo así ocurre con esta maravillosa novela de John Fante, autor publicado tardíamente y que llega tarde al mercado español. Leo que es el padre del realismo sucio, y que serán mi querido Bukowski y John Martin los que se preocuparán por que nos llegue su obra, entendiendo que es un autor de referencia. Imaginaros, además, el placer para un escritor como yo, absolutamente invisible y desconocido, olvidado, poco leído, me queda una vaga esperanza de que cuando la palme alguien me leerá, placer supremo y vanidad sin límites.
La obra es magnífica, bien estructurada, dura, irónica, llena de elementos reconocibles en la literatura americana. La pequeña burguesía que viene de padres modestos y trabajadores, llena del sueño americano de una casa grande, hijos en el jardín, un buen coche y dinero, quedan plasmados con una acidez brillante e inteligente. El estilo autobiográfico, de hecho él mismo es el protagonista: Yo, John Fante, autor de tres libros, nos acerca como coprotagonistas inevitables.

La casa era grande porque nuestros proyectos también lo eran.

Fijaros como comienza la novela, la energía, el resumen de la trama, la síntesis del pensamiento burgués llevado hasta sus más lejanas consecuencias: todo grande, inmenso, todo sin límites, porque somos la nación elegida por Dios, la única, la grande y vigilante Norteamérica. Efectivamente, no hace falta decir nada más, ni leer si queréis nada más, es innecesario porque este texto nos lo dice todo y nos invita a imaginar, a leer con el ojo cósmico.
Pero los sueños pueden romperse, la tranquilidad de un hogar que proviene de raíces católicas puede tambalearse por el embarazo de la mujer, por las termitas que, como metáfora del cáncer de occidente, carcome los cimientos mismos de esa gran casa en que los sueños encuentran cabida. Por eso todo se tambalea. Nuestro protagonista, guionista de Hollywood, necesitará ir a casa de sus padres en San Juan para pedirle a su padre el favor de que les ayude en la restauración de la casa. Y ese encuentro será el núcleo de la trama, el desencadenante, la piedra angular sobre el que pivotan, al menos, los tres grandes temas de la novela: la vejez y las relaciones paterno filiales con los marcos de expectativas no cumplidos, las decepciones y frustraciones consecuentes; la paternidad como salto al vacío y la religión como guía de conducta. 

-¿Yo? Estoy acostumbrado. Algún días serás viejo, y tendrás hijos, dentro de treinta y cinco o cuarenta años. Puede que te acuerdes de lo que tu padre tte dijo.
 Por eso cuando el padre llegue, con sus sueños frustrados, a casa del hijo, se producirá un choque entre lo esperado y lo efectivo.
-¿Qué ha dicho del agujero?
-Quiere meditarlo-dijo Joyce.
-No hay nada que meditar -dije- Solo hay que arreglarlo.


Aquí está el resumen del libro, la ansiedad del hijo frente a un sentido común práctico, antiguo, del padre, que confronta las dos maneras de ver el mundo, dos cosmovisiones: ahorro, autarquía, supervivencia derivada de la Gran depresión, frente al todo en seguida, la opulencia, el placer inmediato.
Otro de los temas que os he anunciado es la religión, la conversión demencial de Joyce, su mujer, al catolicismo, la ortodoxia peculiar del padre, la intransigencia comprensiva de él, sin desperdicio.

Era un antojo. Tenía que serlo. Me gustaba que mi mujer fuera atea. Su postura me facilitaba las cosas. Simplificaba la planificación familiar. No teníamos escrúpulos a la hora de usar anticonceptivos. Nuestra boda había sido civil. No estábamos encadenados por principios religiosos. El divorcio estaba a mano, cuando nos apeteciera. Si se hacía católica, habría toda clase de complicaciones. Costaba ser un buen católico, costaba mucho, y por eso yo había abandonado la iglesia. Para ser un buen católico tenías que abrirte paso entre el gentío para ayudarle a Él a cargar con la cruz. Yo posponía el gran salto adelante para otro momento. Si ella lo daba, tendría que seguirla,porque era mi mujer. No; era un antojo suyo, una fantasía pasajera. Tenía que serlo.

La conversión traerá dos consecuencias, el padre que penará por la falta de conversión del hijo, después de cincuenta años sin confesarse, como expiación del pecado original, y la imposibilidad de convertirse del hijo, porque su aparente superficialidad esconde una mente reflexiva, un carácter auténtico.

La parte final del libro nos cuenta el parto. Si nos fijamos bien tenemos a tres generaciones de personajes, cada uno en una situación vital y representante de un universo diferentes. El nacimiento trasciende la vida de los tres personajes porque sirve de catarsis a la conversión de Joyce, libera del peso de la ambigüedad a nuestro personaje, y enfrenta al padre con el destino ansiado, porque en el fondo todos queremos volver al útero, a la despreocupación húmeda y silenciosa, a la alegría adolescente de respirar sin ataduras.

Y así me quedé, aspirando aquel aroma dulce y penetrante que, sin saber cómo, era el perfume del pelo de mi madre, y sus cálidos ojos me sonrieron y yo me eché a llorar, porque no quería ser padre, ni marido, ni siquiera hombe. Quería volver a tener seis o siete años, dormir en brazos de mi madre, y entonces me dormí y soñé con ella.

Novela magnífica de 1952 y publicada en España por Anagrama en 2008, aquí os dejo datos interesantes.




ISBN 978-84-339-3227-3
PVP sin IVA 9.31 €
PVP con IVA 10.99 €
Nº de páginas 
Colección  Ebooks
Traducción Antonio-Prometeo Moya

Los Ángeles a comienzos de los años cincuenta, la década en que se construyó el mito del american way of life, en que los norteamericanos identificaron la prosperidad con los valores familiares y religiosos, en que los californianos de clase media querían una casa en un barrio residencial pero se conformaban con un rancho en forma de L. En una de estas casas, pero con termitas, niebla tóxica en la calle y un tráfico infernal, vive un próspero guionista de la Paramount que a los treinta años ha renunciado a la rebeldía juvenil. Se llama John Fante, ha escrito tres novelas, y tiene mucho de Bandini, el salvador literario de la humanidad que nunca llegó a nada. Aparecida en 1952, Llenos de vida señala un punto de inflexión en la trayectoria del autor, que dejaría la literatura durante más de veinte años para dedicarse al cine. No es una novela en clave de farsa, sino una comedia acerca de la integración y el conformismo.

«Emoción, humana y dulce y verdadera» (Kiko Amat, La Vanguardia); «Una novela divertida, desopilante en ocasiones» (Ricardo Menéndez Salmón, Mercurio).

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