sábado, 17 de mayo de 2014

Una mujer en Berlín, Eine Frau in Berlin, Anónima



PN 619Los libros personales: autobiografías, libros de memorias, diarios, no suelen llamar mi interés. Siempre he creído que si queremos hacer literatura la hacemos, si no, volcamos nuestras experiencias y las trasformamos para exorcizar fantasmas cotidianos como un ejercicio. El diario no deja de ser la ilusión de la verdad porque, con palabras, intentamos describir aquello que creemos debe ser contado, discriminando, seleccionando y eligiendo los modos y la manera en que vamos a describir nuestros impulsos, deseos o experiencias. Algo muy diferente es la autobiografía, incluso la epístola, las memorias o los diarios como género, es decir, con intención de literatura, en las que un autor utiliza el recurso para entramar una historia.

Una experimenta la historia de primera mano, sucesos que luego serán canciones y textos.

Nuestro libro es un diario que nos cuenta las peripecias de una mujer anónima en el Berlín que va a ser ocupado por los rusos, y que, finalmente, es ocupado. Irregular, es, sin embargo, un libro con mayúsculas, una obra literaria excepcional que ha cambiado, en parte, mis ideas antes expresadas. El libro me ha hecho entender que la realidad, esa realidad, la contada, no deja de ser una dimensión de lo percibido, de lo supuestamente vivido por nuestra heroína, y en ese aspecto, ¿en qué se diferencia de una obra literaria? La pregunta, retórica, claro, no quiero contestarla, porque lo hace sola.
El lector experimenta la angustia pausada, la aceptación, el ansia de supervivencia del personaje, que no nos engañemos, es configurado por la autora, pulido, presentado en el momento de ser publicado, porque toda obra ha sido parida, de alguna manera, en la mente del escritor.
La obra que presento es impactante, salvaje, pero llena de ternura e inteligencia. Nos cuenta las peripecias vitales, en un cortísimo período de tiempo, de una mujer alemana que dice no haber participado en la vorágine del pueblo alemán en su entrega a Hitler.

...todo el mundo despotrica ahora contra Adolf, y nadie se enteró de nada. Todos fueron perseguidos, y nadie denunció.¿Y yo?¿Estaba a favor?¿En contra? En cualquier caso, estuve en medio y respiré el aire que nos rodeaba y que nos trasformaba el semblante aunque no lo quisiéramos.
Cómo sobrevive, cómo es vejada y violada, y cómo hace del hecho un motivo para reivindicarse como mujer, para mostrarnos su superioridad moral, y para reclamar su sexo como el verdaderamente fuerte.
Una y otra vez voy notando en estos días cómo se transforma mi percepción de los hombres, la percepción que tenemos todas las mujeres en relación con los hombres. Nos dan pena, nos parecen tan pobres, tan débiles. El sexo debilucho. Una especie de decepción colectiva se está cuajando bajo la superficie entre las mujeres. el mundo nazi de glorificación del hombre fuerte, el mundo dominado por los hombres...se tambalea y con él se viene abajo también el mito "hombre".
Cuando acabe la guerra tendrá lugar, junto a otras muchas derrotas, también la derrota de los hombres en su masculinidad.
Porque parece que el hombre solo sabe violar y aprovecharse, guerrear y acobardarse ante la adversidad. Parece que el hombre no es capaz de asumir sus actos.
"¡Asquerosos! ¡Me violan dos veces y cerráis la puerta y me dejáis tirada como a una mierda!"
Durante gran parte del libro nuestra heroína reflexiona sobre la violación, sobre el comportamiento propio y ajeno ante la barbarie, la prostitución obligada, la necesidad de sobrevivir al hambre y a la destrucción en términos absolutos. Sus reflexiones tienen una profundidad cargada de sencillez, de inteligencia y de una percepción humana inestimable.
¿Qué significa violación?
Porque
Sigo viva ¿no? Todo pasa.
Por eso, aunque es consciente de su alienación, grita desesperadamente que es un ser humano que quiere vivir por encima de cualquier otra consideración.
Nunca había estado yo tan apartada de mí misma, tan alienada de mí. Todo sentimiento parece muerto. Tan solo vive el instinto de supervivencia. Estos no me destruirán, no.
Pero no podemos equivocarnos en la valoración, nuestra autora es fuerte, moralmente muy fuerte, incluso encuentra motivos para reírse de sí misma.
¿Cuántas veces te violaron, Ilse? Cuatro, ¿y a ti? Ni idea. Tuve que ir ascendiendo en la jerarquía, desde recluta hasta comandante.
Por todo ello llega a dudar de sí misma, de su actitud hacia el vencedor, hacia el ruso proveedor, hacia la supervivencia. Se prostituye sin hacerlo, se entrega en su violación para conseguir la dignidad.
por qué me recrimino moralmente y actúo como si el oficio de puta estuviera por debajo de mi dignidad...
¿podría gustarme introducirme ahora en este oficio? No. Nunca. Va contra mi propia naturaleza, ofende  mi amor propio, destruye mi orgullo...y me hace miserable corporalmente.
Ella no olvida que el hombre y la mujer son unos depredadores, son parte de la naturaleza y esta es salvaje, por ello intenta enmarcar todo lo dicho y escrito, en el ámbito de la selva, de la guerra perpetua, del egoísmo sin límites, por eso siguiendo a Plauto en Asinaria o a Hobbes en su Leviatan
Homo homini lupus
Porque no pueden haber concesiones, no pueden haber dobleces, no hay bondad en la actuación individual motivada, siempre, por la necesidad de pervivencia del yo, y esto que se aleja de manera radical del hombre bueno, solo podemos verlo en momentos extremos de destrucción.
Su intención literaria es inequívoca, porque manifiesta voluntad de estilo, y conocimiento de la lengua como herramienta de expresión.
Yo devoraba los rostros de las personas. En ellos se refleja lo que nadie pronuncia. Nos hemos convertido en una nación de mudos.
Porque nadie sabe nada, en la guerra los muertos se suceden y la vida es el día a día. Este es el mantra que se repite y repite. El individuo aislado, que se asombra ante su propia mismidad enfrentada a la masa que no piensa, que es pensada y sometida.
Ya no hay órdenes, ni noticias, nada. Ya no hay nadie que se preocupe de nosotras. De pronto somos individuos, ya no somos compatriotas. Todas las antiguas relaciones entre amigos y compañeros de trabajo están en vía muerta si la distancia entre ellos es de más de tres manzanas. La cueva, la familia, como en la prehistoria.
Hay reflexiones que se adelantan a su tiempo.
Sí, la técnica nos ha vuelto muy finos. Que no podamos servirnos de la rotativa ni utilizar los altavoces nos parece ya miserable. ¿Qué no ha de parecernos algo escrito a mano o pronunciado a viva voz? Nuestra técnica ha devaluado incluso el efecto de la palabra y de la escritura. Voces aisladas, carteles pintados a mano, noventa tesis en la puerta de una iglesia en Wittenberg. Con ello se desencadenaron en otro tiempo rebeliones populares. Hoy en día, para que algo produzca un efecto, tiene que estar más inflado, debe propagarse, tiene que multiplicarse y potenciarse mediante aparatos.
Y también

Para enterarse de lo que en realidad ocurrió en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, hay que pregun-társelo a las mujeres. Y es que, entre las ruinas, los hombres demostraron ser el «sexo más débil». Así lo ve la autora de este libro, que vivió el final de la guerra en Berlín. Sus observaciones aparecieron publicadas por pri-mera vez en Norteamérica en 1954, gracias a Kurt W. Marek, crítico y periodista, a quien la autora confió el manuscrito. Ahora Anagrama recoge, además del epílogo de Marek, una introducción de Hans Magnus Enzens-berger. En este documento único no se ilustra lo singular sino lo que les tocó vivir a millones de mujeres: primero la supervivencia entre los escombros, sin agua, sin gas, sin electricidad, acuciadas por el hambre, el miedo y el asco, y, posteriormente, tras la batalla de Berlín, por la venganza de los vencedores.
ISBN 978-84-339-7080-0
PVP sin IVA 17.31 €
PVP con IVA 18 €
Nº de páginas 328
Colección  Panorama de narrativas
Traducción Jorge Seca

reflexiones que me producen angustia, reflexiones que nos remiten a un Reich muerto, pero absolutamente presente en nuestro tiempo: manipulación del lenguaje, uso de eufemismos, manipulación léxico semántica, terrorífico y silencioso, actual.
Por cierto, entretanto han encontrado una expresión oficial para las violaciones: "relaciones coactivas", las denominan las autoridades.
Es, por todo lo que he intentado contaros, un libro excepcional, crudo, que participa del realismo puro, sin engaños sensoriales de mi adorado Henry Miller, con Hambre, del noruego Knut Hamsun o con Hans Jäger. Libro complejo en su sencillez, brutal y tierno, emocional, literatura con mayúsculas, una experiencia fundamental en mi bagaje como lector.
Lo encontramos en Anagrama, y aquí tenemos datos útiles.
ISBN 978-84-339-7080-0
PVP sin IVA 17.31 €
PVP con IVA 18 €
Nº de páginas 328
Colección  Panorama de narrativas
Traducción Jorge Seca
Para enterarse de lo que en realidad ocurrió en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, hay que pregun-társelo a las mujeres. Y es que, entre las ruinas, los hombres demostraron ser el «sexo más débil». Así lo ve la autora de este libro, que vivió el final de la guerra en Berlín. Sus observaciones aparecieron publicadas por pri-mera vez en Norteamérica en 1954, gracias a Kurt W. Marek, crítico y periodista, a quien la autora confió el manuscrito. Ahora Anagrama recoge, además del epílogo de Marek, una introducción de Hans Magnus Enzens-berger. En este documento único no se ilustra lo singular sino lo que les tocó vivir a millones de mujeres: primero la supervivencia entre los escombros, sin agua, sin gas, sin electricidad, acuciadas por el hambre, el miedo y el asco, y, posteriormente, tras la batalla de Berlín, por la venganza de los vencedores.

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