martes, 1 de abril de 2014

El diablo a todas horas, The devil all the time, Donald Ray Pollock



Hace muchos años descubrí que la violencia movía el mundo. Esta afirmación así, en bruto, no deja de ser una arriesgada apuesta por la provocación; pero si analizamos lo que quiero decir, vemos que, en efecto, la violencia, de un modo u otro, gobierna nuestras acciones: contestamos mal o ignoramos o intentamos llegar a algún sitio al que solo puede llegar uno. La violencia es un espacio común en el hombre, tan común que la hemos interiorizado sin remedio, pero con multitud de complejos. Este libro no habla solo de la violencia como abstracción.

La violencia como modus vivendi, como fin en sí misma. La violencia gratuita de Roy y Theodore, motivada por la ansiedad de divinidad propia del protestantismo más profundo en USA; la violencia sin límites, estética si se quiere, literaria, en gran medida, de Sandy y Carl, violencia hacia el prójimo y hacia ellos mismos, seres terminales, feos y corruptos, de una moralidad que bordea lo puramente animal; sin embargo sería injusto establecer una equivalencia entre la violencia animal y la violencia humana: la animal parece tener algún tipo de finalidad, de meta observable, por ejemplo, defender el territorio o comer, pero la violencia humana es mucho más difusa, en ocasiones más racional, sí he dicho racional, y gratuita, es el mero placer del mal como objetivo, como nirvana del poder sobre la vida y la muerte. La violencia profundamente religiosa y egoísta de Willard, que vuelve al ritual del sacrificio como constructo de lo espiritual; la violencia corrupta, pero legítimada, del sheriff Lee, hermano de Sandy, que se vale del hecho del monopolio legítimo de esta violencia para usarla como herramienta para el propio interés. La violencia de Preston Teagardin  el reverendo perverso, que ejerce una violencia física de carácter sexual sobre adolescentes, y psicológica de alta intensidad. Y tal vez la violencia necesaria, vengativa, liberadora, de Arvin, que le ayudará a ser. Es el análisis de las diferentes perspectivas de la violencia el núcleo de la trama de la novela, porque la violencia no siempre es vil, o ¿si?
Desde un punto de vista literario las diferentes tramas se construyen con solvencia, trabajando sin descanso el interés del lector con construcciones rápidas e inteligentes, tomando elementos positivos del thriller, de la novela negra, si entendemos como novela negra la que escribe sobre el lado más oscuro del alma, o de la mejor tradición narrativa norteamericana. Las pocas concesiones que podemos encontrar son las necesarias para que el libro pueda aspirar a estar en el mercado.
Una última reflexión. Me ha gustado mucho los paraleleismos que establece en toda la novela entre el mundo cerrado de la América profunda y religiosa, con el desarrollo de la violencia como elemento nucleador de la historia, porque en toda religión hay algo de violento, de asalto al uno para reencontrar al ser con la norma moral. Es por ello que la violencia, lejos de ser una herramienta del mal, o un camino estético en el sentido de trasformar el mundo por la propia voluntad, puede convertirse en un intento de liberación, tal vez como metáfora, del alma del hombre encerrado en un ambiente de absoluta hostilidad. Porque el mal, como dice el título, está con nostros a todas horas, y su manifestación es la violencia, pero, repito, ¿todas las violencias son malvadas?
Me ha gustado mucho, es un libro dinámico, inteligente, duro, no apto para estómagos delicados o almas nobles y tranquilas. Todo puede ser cuestionado, podemos reflexionar incluso sobre lo que nos puede hacer más daño. Lo tenemos en Libros del Silencio, y aquí os dejo datos de mucha utilidad.

Traducción de Javier Calvo
Colección Miradas
Idioma original: Inglés
Publicación: Noviembre 2012
Rústica 21 x 14 cm.
ISBN: 978-84-940156-5-6
376 páginas
22. euros

Tras el sensacional éxito de Knockemstiff, he aquí la esperadísima primera incursión en la novela de Donald Ray Pollock: El diablo a todas horas mezcla la imaginería del gótico norteamericano con la sequedad y crudeza de la novela negra más descarnada en una trama adictiva y contundente, que replica y expande la intensidad de sus mejores relatos. Todo un despliegue de poder narrativo, y la reválida de una firma imprescindible.
Cuando Willard Russell, veterano de la segunda guerra mundial, descubre que el cáncer empuja a su mujer hacia una muerte inevitable, concluye que solo Jesús podrá socorrer a quien la ciencia ha condenado; tras erigir un altar en pleno bosque, se entrega a unas sesiones de oración que, poco a poco, se tornarán peligrosamente sangrientas, y en las que participará, estoico, su hijo Arvin. Durante más de dos décadas, desde la resaca posbélica hasta los aparentemente esperanzados años sesenta, Arvin crece en busca de su propia versión de la justicia, rodeado de personajes tan particulares como siniestros: Carl y Sandy Henderson, una pareja de asesinos en serie que patrullan América en una extraña misión homicida; el fugitivo Roy, predicador circense y febril, y su compañero Theodore, guitarrista paralítico y asediado por sus pulsiones; el religioso Preston Teagardin, cruel, sádico y lascivo, y el sheriff corrupto Lee Bodecker, que está dejando de beber. Hombres y mujeres frecuentemente dominados por formas monstruosas de la fe, que perdieron el rumbo en un mundo a la deriva donde Dios no es más que una sombra.
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«Violento, inquietante, perverso, desgarrador… y muy bueno. Puede que sientas rechazo, puede que te impacte y es casi seguro que te horrorizará, pero leerás hasta la última palabra.» The Washington Post
 
«Absténganse las almas sensibles. Pollock se interroga sobre el mal, sobre la parte oscura que hay en cada individuo, desplegando una prosa suntuosa.» Le Monde

1 comentario:

  1. Fernando Juan Fernández de Osuna10 de abril de 2014, 7:34

    1Q84

    Murakami está ya entre los escritores a los que vuelvo y vuelvo: Murakami, Auster, Grossman....y poco a poco voy confeccionando mi lista, sin querer hacer listas.
    Y esta vez he disfrutado con el orden en el que he ido leyendo sus novelas, no siempre se acierta en eso, qué cosas, a veces vamos por orden cronológico, otras a salto de mata y tiene, más que importancia, diría yo, consecuencias. Ya había leído After Dark y Tokio Blues antes de 1Q84 con lo que sabía que no me iba a espantar el universo Murakami, sí universo, mundo, dimensión, llamarlo como queráis pero hay escritores que cuentas historias y otros que crean universos propios y además cuentan historias, claro.
    A mí me llega este autor, sé que a pesar de su popularidad a todo el mundo no. Me impregno de su sensibilidad y disfruto mucho con sus posibilidades y hasta con sus obsesiones y con sus metáforas orientales, contemplativas, si se me permite la expresión: Zen.
    Esta tarde pensaba en si reflexiono o no sobre lo leído después de lo leído y he llegado a la conclusión de que no demasiado, en un principio me he asustado un poco con la afirmación pero luego he pensado, qué coño, los libros hacen su trabajo mientras los lees, van calando sin que te des cuenta.
    Hoy voy sin libro en el bolso, me tomo un descanso, al menos de un día hasta que mañana decida, a capricho, con qué empiezo.
    Madre mía!!!!! Qué seria me he puesto hoy, no sé si firmar el documento como Laura o como Fernando Juan Fernández de Osuna( otro día os cuento algo divertido)
    Otro día os cuento la historia de mi ferretero-librero, me inspiro y tú me colaboras, sí, tú, tipo duro, que tenemos que colocar una fotito en el asunto.
    Ale, besos a tots.


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