martes, 13 de agosto de 2013

El palacio de los sueños, Ismail Kadare

Llego a las 150 entradas, 150 libros en dos años y un mes, un recorrido espectacular por mí mismo y por la mismidad de cientos de autores, de mentes, de vidas, de creaciones. Existen varios tipos de lectores: aquellos que se planifican, que no se salen de sus esquemas, de sus eXpectativas, de su marco; otros que se fijan metas, leer 30, 40, 100 libros en un año, y leen, y leen, sin centrarse en nada más, agobiados por su propio destino; pero también hay otros lectores que leen uno, 8 o 20 libros, pero que los disfrutan, que se sienten identificados con él, lo acarician, lo miman, lo hacen suyo, y son estos, precisamente, los que van dejando parte de su alma junto a las páginas leídas, en el subconsciente colectivo y participado que todos tenemos en la dimensión de los sueños.
Yo no sé qué tipo de lector soy, es posible que a veces uno, leo sin fijarme, y a veces otro, gozo, me adentro, soy feliz con cada palabra, con cada línea.  Independientemente del tipo de lector que yo sea, tiene poca importancia  todos nosotros participamos en este experimento universal y único que es el hecho literario, que es la celebración del lenguaje,  la consagración de la lengua, el gozo en el arte, porque amig@S, ESO ES LO QUE HACEMOS TODOS NOSOTROS: CELEBRAMOS EL PLACER DEL VERDADERO ARTE.

Hay libros que llegan a nosotros por casualidad. Siempre vamos a la búsqueda de algo, de una crítica  de un comentario oído en la radio, de un artículo leído en el trabajo. Siempre buscamos referencias, y nos da miedo que nos engañe la poderosa industria editorial. Por eso cuando conceden premios, o alguien sale en los medios, lo ponemos un poco en cuarentena y esperamos a que alguien nos confirme nuestros temores, así diremos, claro, ya lo decía yo, no es más que puro marquetin. Pero otras veces leemos mucho sobre un autor, lo vemos en listas de libros imprescindibles y no podemos parar de preguntarnos si no será un nuevo libro para nuestro canon, no queremos perdérnoslo, no queremos ser los últimos en enterarnos que ese libro es algo sensacional.


Nuestro libro es de estos últimos. Es un libro confirmado por la crítica, por los medios, pero en mi caso, no confirmado por el público, no había oído nada sobre él, nadie me había comentado: es un libro fantástico, no dejes de leerlo. Tampoco ha de extrañaros, poca gente lee tanto como para arriesgarse con este autor albanés considerado un clásico del siglo XX y que ha recibido numerosos premios como el Booker, La Legión de honor francesa o el Premio Príncipe de Asturias de las letras. Así que me arriesgué, hice caso a algún que otro blog, me fío más de ellos, y me lancé a la lectura.

El palacio de los sueños es un libro inquietante, críptico, causa un desasosiego en el lector que no sabe muy bien dónde se encuentra, qué está leyendo. El libro puede interpretarse como una utopía, como un cuento, como una alegoría sobre el poder, sobre el control absoluto por parte del estado de nuestros más íntimos deseos, y claro, uno ata cabos y piensa, vaya, otro libro sobre los comunistas, claro, nuestro autor es albanés, y ha padecido el horror de la falta de intimidad. Pero sigo leyendo, no me desanimo, su prosa me atrapa. Recuerdo a Kafka, posiblemente más al del Castillo que al del Proceso, o a Arthur Koestler, en El cero y el infinito, también a Paul Auster, en el País de las últimas cosas, pero no creo que ellos sean responsables del talento de nuestro autor, y ahí radica lo hermoso, lo literario, el único y verdadero sentido del arte: ( mi amigo José del Olmo mantiene que el único arte que existe es la literatura porque mantiene intactas sus posibilidades de trasformar la realidad, creándola y reinventándola) en que Kadare crea una realidad a partir de otra realidad histórica: la del imperio otomano de finales del siglo XIX. 

Veamos qué quiero decir. La realidad histórica se sustenta en el análisis de los acontecimientos de los que queda registrada la noticia, analizados por el historiador. Weber, que era malo, nos dice que estudiar un acontecimiento social abstrayéndonos del mismo es, cómo os diría, imposible. En el estudio del hombre está el hombre, y en el estudio de los acontecimientos del hombre está, vaya, el hombre. Por eso la historia que conocemos puede ser alterada por la literatura, se le puede añadir un factor distorsionador que, inmediatamente, queda integrado como parte del hecho analizado. En nuestro caso el imperio otomano tiene un palacio donde se recogen todos los sueños de los súbditos del imperio y se analizan por si fueran constitutivos de oráculo y pudieran prevenir una catástrofe. Así, con absoluta conciencia de lo creado, el autor modifica la historia y la crea, sin ningún problema, dando al lector una visión cierta y distorsionada de lo que fue, de historia y de ficción, sin separación ninguna, porque un hecho cuando se escribe, queda registrado como hecho.

Podríamos analizar el libro en multitud de dimensiones: políticas, psicológicas, históricas, filosóficas, pero no me interesa, eso debéis hacerlo vosotros. Solo os diré que es un libro magnífico, duro, que yo interpreto como alegoría sobre el poder, sobre el control del Estado a los ciudadanos, sobre la moral de esclavos de Nietzsche, sobre la fatalidad, sobre el ascenso en una organización, sobre la psicología misma del hombre, sobre el funcionariado y la burocracia.

En España lo publica Alianza editorial, y os lo recomiendo encarecidamente. Aquí la sinopsis:
Colección:El libro de bolsillo>Bibliotecas de autor>Biblioteca Kadaré
Páginas:232
Publicación:Abril de 2007
Precio:9,50 €
ISBN:978-84-206-6128-5
Código:3460727
Formato:Papel
Temática:FICCIÓN MODERNA Y CONTEMPORÁNEA -- FA
La construcción fabulosa de una especie de reino de la muerte, de un infierno en el que los sueños y el inconsciente colectivo son analizados y censurados, se convierte en una de las mejores alegorías del poder totalitario de Ismaíl Kadaré, así como uno de sus más perfectos logros narrativos. El joven Mark-Alem, vástago de los Quyprilli, influyente familia de procedencia albanesa, y promotora de importantes reformas en el seno del Imperio Otomano, consigue un atractivo puesto de funcionario en EL PALACIO DE LOS SUEÑOS, inquietante organismo estatal al que cada ciudadano está obligado a enviar por escrito un informe de lo soñado durante la noche. La presente edición ha sido minuciosamente revisada por Ramón Sánchez Lizarralde, autor de la traducción, de acuerdo con la edición definitiva de su obra que acometió el autor, libre ya de trabas, a partir de que obtuviera asilo político en Francia en 1990.

3 comentarios:

  1. Me uno a tu orgía de palabras, a tu celebración de láseres como ya me uni en su día cuando estrenaste blog, entonces desde debajo de un pino, hoy desde un sitio único en el mundo. Un beso. Laura desde el lago de Como(Italia)

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  2. A mi me ha decepcionado porque desde principio me pareció un relato menor de kafka. Una historia ficticia sin alma ni vida.

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  3. Me hubiera gustado que lo analizaras un poco más... Yo leí El Accidente, y aunque no era nada ameno y el ritmo tan lento mataba la poca intriga que podía tener, de porfiada seguí leyendo. Pero el último capítulo fue la cosa más inconexa y desconcertante que leí en mi vida. Debo ser muy burra porque si un señor tan laureado escribe algo que a mi me parece absurdo seguro que la equivocada soy yo. Raquel.

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