viernes, 17 de mayo de 2013

La fuente de la edad, Luis Mateo Díez


Portada de La fuente de la edadLlevamos varias entradas hablando de la literatura y de su aceptación por parte del público joven. Ya he expuesto en varias ocasiones mi punto de vista sobre la literatura como placer diferido, como esfuerzo individualizado y personal. Las nuevas perspectivas sobre la construcción del texto a partir de la capacidad lectora, me parecen lo suficientemente importantes como para no desdeñarlas. Así, hay libros que se leen de manera sencilla por parte de un segmento de lectores; sin embargo no podemos olvidar que la lectura tiene un componente piramidal y acumulativo, es decir, cuanto más cerca esté el lector del vértice, más experiencias lectoras puede acumular, y por lo tanto, más capacidad lectora tiene.Pero hay otros libros que requieren formación, constancia e intuición lectora, o sea, capacidad de entender el texto a través del contexto y de los conocimientos adquiridos a través del esfuerzo lector.

Y aquí me encuentro con este extraordinario libro que fue Premio de la crítica y nacional de literatura en 1987. Sí, es de difícil lectura, el lector ha de hacer un esfuerzo por adentrarse en el mundo que crea el autor, comprenderlo y hacerse, poco a poco, con la estructura quijotesca que le da a  la obra. Porque es un libro quijotesco, con estructura cervantina, es un libro en el que se intercalan historias de pastores, de enamorados, de fuentes virtuosas. Es un libro en que los símbolos renacentistas acampan a sus anchas: los horacianos beatus ille, locus amoenus,las garcilasianas ninfas, las fuentes cristalinas, los prados de verde hierba, el carpe diem. Es un libro donde hay un Sancho, y muchos quijotes, donde la quimera es el fin mismo de la acción literaria.
La trama como escusa para la utilización hilarante de cultismos, de hipérboles, de lugares comunes que buscan la complicidad con un tipo de lector. El uso de un lenguaje desusado, arcaico, de una acción imaginaria, la búsqueda de esa Arcadia contemporánea y, su expresión, la Fuente de la eterna juventud en mitad de las montañas castellanas, es una hermosa alegoría sobre la vida, sobre la ilusión de una infancia perdida. 
Obra importante, divertida, que hará pasar al lector unos días muy agradables. Pero no nos equivoquemos, para leerla hay que tener la determinación de respetar al autor, de entender su sintaxis, su gramática, la morfología de las palabras. La trama es un elemento más de la novela, no la novela misma. ¿Ahora entendéis lo que quiero decir cuando hablo de literatura?
La tenemos en Alfagura y aquí, como siempre, os dejo la sinopsis de la misma:


Corren los penosos años cincuenta en una ciudad de provincias sumida en la penuria y el olvido. Los integrantes de una peculiar Cofradía --más encaminada a lo etílico y a lo esotérico que a los rigores de la penitencia-- inician una noche una disparatada aventura, dirigida al hallazgo de una mítica fuente de aguas virtuosas, de la que un día bebió, a lo que parece, un eximio canónigo de dilatada memoria.

La aventura de los cofrades marcará la línea simbólica a partir de la cual se abrirá una vía de escape del mundo estrecho y ramplón que les rodea. Y ese será, naturalmente, el tema sustancial de la novela: el enfrentamiento entre la vida real y la imaginaria, la lucha entre el disparate --teñido también de inocencia-- y lo convencionalmente establecido por una sociedad sin imaginación.

Con La fuente de la edad, Luis Mateo Díez obtuvo el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura en 1987.

3 comentarios:


  1. Ya estoy aquí, otra vez. Apuro los dos días que me quedan para que me manden a trabajar de una patada en el culo. Combino dos de mis pasiones: leer y cocinar. No siempre puedes seleccionar unos buenos garbanzos, esperar el resultado del remojo de la víspera y preparar un buen guiso con col y punta de jamón. El que lo cocina disfruta dos días, el del remojo y compra de las verduras y el día que lo prepara y por supuesto ¡se lo come¡
    Bueno, no me alargo con mis pasiones culinarias y a lo que voy. Ayer pensaba que probablemente no reflexiono demasiado sobre lo leído una vez acabo, pero hoy me he levantado pensando que no me preocupa demasiado, mientras leo mi mente trabaja, ya lo creo que trabaja, aunque luego no sea capaz de sacar demasiadas conclusiones. Creo que mis entendederas se van ensanchando conforme leo y leo, es muy lento pero lo percibo. Leo a salto de mata, en función de mis apetitos o de lo que tengo a mano, estos días he pasado de Bukowski( ¡qué grande el tío¡ qué suelto¡ escribe lo que se le pasa por lo cojones¡) a Manuel Vicent (buscaba mar, claro, en su última novela no hay mar, que tontería como si el tipo no pudiera escribir otra cosa, que prejuicio el mío, en fin), he vuelto a Javier Marías con sus Enamoramientos( a este no necesito pensarlo cuando acabo porque me explotaría la cabeza ja¡¡, me ha gustado, de verdad, el tipo en ocasiones es plomo, pero mira, a mi me gusta).
    Y como siempre tengo las sensación de que no os cuento nada.
    Mi hija mayor ya lee, he vivido con ella el proceso, emocionante. No soy una madre muy al uso, me explico, para mi, experiencias que otras madres cuentan como únicas y especiales a la hora de unir los lazos madre-hijo no han dejado de ser meras cuestiones prácticas, necesarias(como la lactancia o las fases del embarazo), las oigo hablar de lo engorroso del proceso de aprendizaje lector y me callo porque a veces soy un garbanzo negro en medio del cocido ja¡¡.
    Vuelvo a los fogones.
    Besos bloguer@s.

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  2. Este titulo lo estoy leyendo ahora y es una verdadera delicia. Es como leer a Quevedo, Cervantes y Delibes al mismo tiempo, con algun toque de Baroja. Un lenguaje barroco, culto lleno de sonoridad y a la vez de un humor elegante. El autor es académico de la Lengua y se nota.

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    Respuestas
    1. Es un libro delicioso, maravilloso, lleno de magia y muy bien escrito. La literatura es un placer para los sentidos, desde luego el más auténtico. Saludos

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